De Ponce Vaides a Berger
Los generales Buenaventura Pineda, Eduardo Villagrán Ariza y Federico Ponce Vaides se presentaron en el Palacio Nacional el 1 de julio de 1944 para expresar su solidaridad al dictador Jorge Ubico y se llevaron la sorpresa de que éste se confundió y, era tanta su tensión nerviosa por los acontecimientos, que creyó que el motivo de la sorpresiva visita era pedirle su renuncia y se las tiró a los pies antes de abandonar su despacho con lágrimas en los ojos. Dos días después, Ponce Vaides se hizo cargo del Poder Ejecutivo como presidente provisorio con la aprobación de los serviles diputados ubiquistas de la Asamblea Nacional, durante una sesión ignominiosa en la cual los soldados invadieron el recinto parlamentario al mando del coronel Alfredo Castañeda. El único diputado que votó en contra y razonó su voto fue el señor Alejandro Córdova, un ex telegrafista que era propietario y director del diario vespertino El Imparcial, osadía que pagó con su vida pocos días más tarde, pero este crimen indignó a toda la República y sirvió de acicate para que se produjera la insurrección militar y cívica que principió la noche del 19 de octubre del mismo año y terminó el 20 al ser derrocado el ?chafarote? dipsómano que trató de ser dictador.
Ponce Vaides era un típico ?chafarote? y desde el primer día de los 108 que desafortunadamente se mantuvo en el poder, gobernó con mano dura y fue evidente su absoluto desprecio por la Constitución y las leyes. Era un hombre ignorante y sin cultura alguna, pero creyó que él podría ser la continuación de la dictadura ubiquista y a los pocos días ordenó una concentración de miles de indígenas de Patzicía en la capital para que desfilaran por las calles con garrotes y retratos de él prendidos en los sacos, gritando ?¡Viva Ponce!? creyendo que así iba a amedrentar a los capitalinos. Esto fue precisamente lo que imitaron, muchos años después, los seguidores del general Efraín Ríos Montt cuando hicieron las marchas del jueves negro y el viernes de luto para intimidar a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad para que le inscribieran como candidato presidencial a pesar de la expresa prohibición constitucional. ¡Y lo lograron porque los magistrados le ampararon y el Tribunal Electoral le inscribió!
Ponce Vaides era un irresponsable y cometió el crimen de que cuando trajo de Patzicía a esos miles de indígenas les prometió que si era elegido presidente les iba a repartir las tierras de los ladinos de ese pueblo, por lo que tenían que apoyarlo, y les aconsejó que, si lo derrocaban, empuñaran los machetes y pasaran por las armas a los ladinos. Y esto fue lo que causó el levantamiento de la población indígena en Patzicía cuando se supo el derrocamiento de Ponce el 20 de octubre de 1944. Muchos ladinos perdieron la vida entonces.
Al triunfo de la insurrección, asumió el poder un triunvirato denominado Junta Revolucionaria de Gobierno, integrado el civil Jorge Toriello Garrido y los militares mayor Francisco Javier Arana (sin cuya participación no habría tenido éxito el levantamiento en la Guardia de Honor), y el capitán Jacobo Árbenz Guzmán. Lo cual fue el principio de los diez años de ?primavera democrática?, como ha sido llamado románticamente ese período en el que gobernaron el doctor Juan José Arévalo Bermejo, de grata recordación, y el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, quien, como es sabido, fue derrocado por la intervención de la Agencia Central de Inteligencia (CIA en inglés) de los Estados Unidos de América que presidía el general Eisenhower, y la United Fruit Company, que orquestaron una invasión de un buen número de campesinos mercenarios nicaraguenses que proporcionó el dictador de ese país, general Anastasio Somoza García (?Tacho?) y un grupo de guatemaltecos anticomunistas que encabezó el coronel Carlos Castillo Armas, quien poco tiempo antes se había fugado de la Penitenciaría Central, donde estaba por haber tomado parte en un intento de apoderarse de la base militar La Aurora. Pero lo que realmente fue decisivo para obligar al presidente Árbenz a renunciar fue que sus compañeros de armas se negaron a darle apoyo porque temían y repudiaban el peligro de una infiltración comunista en el país.
Al renunciar Árbenz, el 27 de junio de 1954, le heredó arbitrariamente el poder a su amigo el coronel Carlos Enrique Díaz, Jefe de las Fuerzas Armadas, creyendo que a él sí le apoyaría el Ejército Nacional, pero se equivocó, porque no lo permitió el embajador de los Estados Unidos, John Peurifoy, y Díaz hizo honor a su apellido porque solamente un día estuvo al mando, porque el 28 de junio lo entregó a una junta que integraron el mismo coronel Díaz, el coronel José Ángel Sánchez, ministro de la Defensa y el coronel Elfego H. Monzón, allegado a la embajada estadounidense.
Esa junta sólo duró hasta el 29 de junio porque el 30 integraron otra junta los coroneles Elfego H. Monzón, José Luis Cruz Salazar y Mauricio Dubois. Esta junta tuvo un poco de más suerte porque se sostuvo hasta el 3 de julio, cuando los coroneles Elfego H. Monzón, Carlos Castillo Armas, José Luis Cruz Salazar, Mauricio Dubois y Enrique Trinidad Oliva integraron otra junta que se sostuvo 4 días. El 7 de julio se integró una nueva junta con los coroneles Carlos Castillo Armas, Elfego H. Monzón y Enrique Trinidad Oliva y se sostuvo hasta el 1 de septiembre, cuando asumió el poder el coronel Carlos Castillo Armas y gobernó de facto hasta el 4 de noviembre, cuando se celebró un plebiscito le dijo ?si? para gobernar un período de 6 años. Es decir que el coronel Castillo Armas habría sido Presidente de la República hasta el 15 de marzo de 1960 si el 26 de julio de 1957 no hubiese sido asesinado en la Casa Presidencial.
A la muerte de Castillo Armas asumió el poder el primer designado a la presidencia, licenciado Luis Arturo González López (a quien le decían ?Toto?), quien solamente pudo gobernar hasta el 24 de octubre de 1957 y le entregó el mando a un triunvirato compuesto por los coroneles Óscar Mendoza Azurdia, Roberto Lorenzana y Gonzalo Yurrita Nova. Estos mantuvieron el poder durante dos días solamente y llamaron al segundo designado a la presidencia, coronel Guillermo Flores Avendaño, quien gobernó hasta el 2 de marzo de 1958, y le entregó la Presidencia al general e ingeniero Miguel Ramón Ydígoras Fuentes, porque el 12 de febrero de 1958 había ganado las elecciones con la promesa de gobernar con ?mano de acero inoxidable?. Pero no aplicó esa mano, ni tampoco una mano dura, porque era un militar ilustrado que había pasado varios años en Europa, tenía un extraordinario sentido del humor y trató de hacer un gobierno democrático y al final dar elecciones libres, en las que iba a participar el ex presidente Juan José Arévalo y esto no fue del agrado de los militares más reaccionarios, los de mano dura, quienes organizaron un cuartelazo y prácticamente obligaron a encabezarlo al ministro de la Defensa, coronel Enrique Peralta Azurdia, quien gobernó de facto y con mano relativamente dura hasta el 30 de junio de 1966, día que entregó el poder al licenciado Julio César Méndez Montenegro, quien había sido postulado candidato por el Partido Revolucionario, acompañado del licenciado y periodista Clemente Marroquìn Rojas, y ganaron la elección del 10 de mayo de 1966.
Costó un poco que los militares de mano dura y cabeza ídem accedieran a entregar el poder a estos dos civiles, porque se negaron a hacerlo hasta que les hicieron firmar un convenio vergonzoso cuyos puntos segundo y tercero decían: ?Segundo: El Gobierno que se instaure en la última fecha indicada, cumplirá y hará cumplir estrictamente la letra y el espíritu de los artículos 27, 49 (párrafo segundo) y 64 de la Constitución de la República promulgada el 15 de septiembre de 1965. Así mismo, cumplirá y hará cumplir las demás leyes vigentes que proscriben tanto las actividades comunistas, individuales o colectivas, como las actividades que tiendan a fomentar esa ideología en el país. Tercero: El futuro Gobierno Constitucional continuará la lucha contra los grupos y facciones subversivos que perturban la paz y la seguridad nacionales y en ningún caso, ni bajo pretexto alguno, entrará en entendimientos o pactos con tales grupos y facciones, salvo que se tratare de proposiciones de rendición o capitulación de los mismos. En caso contrario, el Gobierno dará al Ejército toda la colaboración necesaria para eliminarlos?. ¿Qué tal? ¿Cómo lo ven desdiay?
El presidente Méndez Montenegro y el vicepresidente Marroquín Rojas sortearon muchos problemas con los reaccionaron de mano dura, como el episodio del secuestro del Arzobispo metropolitano monseñor Mario Casariego que llevó a cabo una tenebrosa organización anticomunista denominada ?La Mano?, que lideraba Raúl Lorenzana. El 21 de marzo de 1970 ganaron las elecciones el entonces coronel Carlos Manuel Arana Osorio (poco tiempo después fue ascendido a general) y el licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, postulados por el partido derechista y anticomunista Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Sin lugar a dudas, este fue un gobierno con mano dura, sumamente dura, porque pasamos casi todo el período sin garantías constitucionales o con las garantías restringidas.
El general Arana inventó la fórmula para que después de él se sustituyesen en la Presidencia de la República los militares que estuviesen desempeñando el cargo de ministro de la Defensa y, para comenzar, el 1 de julio de 1974 le entregó la Presidencia a su ministro de la Defensa su gran amigo y probablemente su “centenario” el general Kjell Eugenio Laugerud García (a quien llamaba cariñosamente ?shelito?), y el licenciado Cáceres Lehnhof entregó la vicepresidencia al licenciado Mario Sandoval Alarcón, máximo líder anticomunista del país. Un civil con mano sumamente dura por cierto.
Les sustiuyeron el general Fernando Romeo Lucas García y el doctor Francisco Villagrán Kramer, quien fue Vicepresidente hasta el 1 de septiembre de 1980, cuando renunció y fue sustituído por el coronel Óscar Mendoza Azurdia. A pesar de que habían ganado las elecciones que se celebraron el 13 de marzo de 1982 el ex ministro de la Defensa, general de división Aníbal Guevara Rodríguez y el ex Alcalde metropolitano licenciado Ramiro Ponce Monroy, unos jóvenes militares traviesos derrocaron al general Lucas para impedir que el general Guevara asumiera la Presidencia y el 23 de marzo se adueñaron del poder el coronel Víctor Manuel Argueta Villalta, el teniente coronel Mario René Enríquez Morales, el mayor Ángel Arturo Sánchez Gudiel y el capitán Carlos Rodolfo Muñoz Piloña. Pero ese mismo día se agregó el general Efraín Ríos Montt y unas horas más tarde conformaron con él un triunvirato el general Egberto Maldonado Schaad y el coronel Francisco Luis Gordillo. Hasta que el 10 de junio el general Ríos Montt se sacudió a los otros dos miembros del triunvirato y se autoproclamó ?presidente? y gobernó con mano dura, durísima, hasta que, afortunadamente, el 8 de agosto de 1983 fue destituído por la Institución Armada y le sustituyó el ministro de la Defensa, general Óscar Humberto Mejía Víctores con el título de Jefe de Estado de facto.
Afortunadamente, la institución armada se percató de que era demasiado largo el tiempo que se habían mantenido en el poder y ya era hora de que se lo dejaran a los civiles, y el general Mejía cumplió con dar elecciones libres que ganaron los candidatos postulados por el Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, licenciados Marco Vinicio Cerezo Arévalo y Roberto Carpio Nicolle, respectivamente. Después vino el ingeniero Jorge Serrano Elías, quien parece que se enloqueció con el poder y trató de ser dictador al cancelar por sus pistolas los poderes Legislativo y Judicial, pero le salió el tiro por la culata y pocos días después tuvo que irse al exilio a Panamá. Por designación del Congreso, le sustituyó el licenciado Ramiro Deleón Carpio (?huevos tibios?), quien traicionó a los diputados que le habían nombrado Presidente y ?depuró? a los poderes Legislativo y Judicial. O sea que terminó haciendo exactamente lo mismo que había hecho su antecesor y le costó la Presidencia. A Deleón Carpio le sucedió Álvaro Arzú Irigoyen, quien después de gobernar decorosamente su período le pasó el poder al homicida y ex fugitivo de la justicia mexicana Alfonso Portillo Cabrera, quien gobernó con demagogia populista y mucha corrupción, y le pasó el mando al actual Presidente, licenciado Óscar Berger Perdomo, cuya gestión ha sido tan mediocre, tan mediocre, que ha provocado como reacción que por la desesperación que hay por la inseguridad imperante y el encarecimiento de la vida, muchos están pensando en elegir presidente a un general que dice que va a gobernar con mano dura. ¡Púchica!
Y hasta aquí mi amor llegó. Perdónenme pero ya me cansé de escribir estas larguísimas crónicas históricas que han tenido el objetivo de informar a los jóvenes que lo ignoran y recordar a los viejos como yo que nuestro pobre país ha sido gobernado por una larguísima lista de presidentes con mano dura, mayoritariamente militares, aunque hay que reconocer que también ha habido militares que no han tenido la mano tan dura. ¡Este cuento se acabó! Me monto en un potro para que me cuenten otro. En otras palabras? ¡a otra cosa, mariposa!