El 9 de junio de 1837, mientras en Guatemala se trataba de implantar reformas liberales progresistas del gobierno del ilustre doctor José Mariano Gálvez, pero lamentablemente también se quería volver a implantar el tributo indígena que había sido suprimido desde hacía varios años por las Cortes de Cádiz, estalló un movimiento de tipo guerrillero de un grupo de campesinos y bandoleros encabezado por el autonombrado general José Rafael Carrera y Turcios, un hombre sanguinario, burdo e iletrado. Empezaron sus actividades por asaltar poblaciones indefensas como guerrilleros, sin dar oportunidad de sostener encuentros frontales con las tropas del gobierno, y difundían la campaña negra de los conservadores enemigos del doctor Gálvez que consistía en la infame calumnia que él había envenenado el agua que bebía la población para propagar el Cólera Morbus. Lo cual demuestra que las campañas negras no son nuevas en la política de Guatemala.
Entre las principales batallas que libraron esos guerrilleros destacan la del cuartel de Mataquescuintla, la de Ambelis, en Santa Rosa, derrotando al ejército comandado por Teodoro Mejía; la del 7 de diciembre de 1837 en la plaza de Jalapa, donde fueron derrotados y tuvieron que huír; y la del 13 de enero de 1838 cuando atacó a la guarnición de Guatemala y sus hombres saquearon sin misericordia la ciudad. Algunos de estos hechos militares estuvieron acompañados por una serie de delitos cometidos por ambos bandos, tales como robos, asaltos, allanamientos y asesinatos de muchas personas indefensas, hasta el del vicepresidente de la república, Gregorio Salazar.
Envalentonado por sus triunfos, en octubre de 1838 Carrera invadió El Salvador, pero fue derrotado por el ejército del jefe del Estado general Francisco Morazán y tuvo que regresar a su cuartel en Asunción Mita en precipitada fuga. El 13 de abril de 1839 Carrera tomó por sorpresa la plaza de Guatemala y colocó al frente del gobierno al doctor Mariano Rivera Paz. Parte de la población de la ciudad que no estaba de acuerdo con las reformas liberales del doctor Mariano Gálvez, apoyaban estas acciones de Carrera. Sin embargo, el 29 de diciembre de 1839 fue derrotado en Villa Nueva por el ejército del gobierno al mando del general Carlos Salazar, en vista de lo cual se firmó el tratado ?El Rinconcito? que obligó a Carrera a deponer las armas, pero, creyendo que si se quedaba lejos no iba a estar causando constantes problemas, se cometió el error de otorgarle el cargo de Comandante del distrito de Mita, donde conservó su poder militar.
El 18 de marzo de 1840, el general Francisco Morazán invadió Guatemala con 1500 soldados y se apoderó de la capital, a raíz de lo cual Carrera tuvo que volver a salir huyendo de él, pero inmediatamente preparó a 5000 hombres y, al día siguiente, 19 de marzo, contrasitió la plaza y logró recuperarla al derrotar a las tropas invasoras.
El 2 de abril de 1840, en Quetzaltenango un grupo de ciudadanos que no soportaban tanta inestabilidad en el gobierno decidieron fundar un estado secesionista denominado Los Altos, como un ?sexto estado? de Centroamérica, y pretendían independizarse de Guatemala, lo que llevó a Carrera a actuar implacablemente contra ellos y fusiló a todos los miembros de la Municipalidad, que eran Eulogio Quezada, Romualdo Briones, Cesareo Arango, Leandro Arango, Silvestre Gonzales, Roberto Molina, Manuel Pivaral, Jose Ignacio Fernandez, Jose Maria Fernandez, Zacarias Martinez, Pedro Meoño, Benito Escobar, Felipe Hernandez, Felix Lopez, Marcelo Pacheco, Jose Maria Alvarado, y Jose Ignacio Paz.
Al recordar nuestra triste Historia, ayer nos quedamos cuando asumió el poder doctor Mariano Rivera Paz en calidad de Primer Presidente del Estado de Guatemala por una de las tantas imposiciones del general Rafael Carrera, y gobernó del 29 de noviembre de 1839 al 10 de julio de 1841, cuando se vio obligado a presentar su renuncia porque ya no podía soportar las constantes invasiones y saqueos a la capital de los bandoleros de Asunción Mita y Mataquescuintla que comandaba Carrera y dos días más tarde ofreció la presidencia a éste, pero no aceptó y él tuvo que seguir al frente del gobierno; el 22 del mismo mes trató de entregar el poder al licenciado José Venancio López, pero éste tampoco aceptó y Rivera Paz se vio obligado a continuar hasta el 3 de agosto y entregó el mando al licenciado Bernardino Lemus, quien sólo aguantó la responsabilidad hasta el 1º de octubre y la devolvió a Rivera Paz, quien se volvió a hacer cargo sólo tres días, hasta que presentó de nuevo su renuncia y ofreció otra vez la presidencia al teniente general Rafael Carrera, pero éste no aceptó por segunda vez, y Rivera Paz continuó en el poder hasta el 25 de febrero de 1842, día en el que pasó la estafeta al licenciado José Venancio López, quien logró sostenerse únicamente hasta el 13 de mayo y devolvió el poder a Rivera Paz, quien aguantó hasta el 7 de diciembre, y la clase dominante conservadora, ya desesperada por tanta inestabilidad y ausencia de autoridad, el 11 de diciembre insistió en entregar el poder a Carrera, a quien llamaban “Caudillo adorado de los pueblos” y ya se había autopromovido al rango de general y esta vez sí aceptó porque el clero y los conservadores lo convencieron, pero sólo pudo gobernar hasta el 25 de enero de 1845 y entregó la presidencia al licenciado Joaquín Durán, quien gobernó hasta el 3 de junio y devolvió el poder a Carrera, quien gobernó hasta el 10 de septiembre; pero el 11 de septiembre le entregó el mando al general Venancio Cruz, quien sólo pudo gobernar hasta el 31 de octubre y Carrera volvió a hacerse cargo, y se sostuvo con ?mano dura? hasta el 21 de marzo de 1847 con todo el apoyo del clero y de los conservadores de la clase más pudiente (los ?cabales? de entonces) y ese día se hizo investir ?Primer Presidente de la República? y gobernó hasta el 25 de enero de 1848, cuando el general Vicente Cruz volvió a hacerse cargo de la presidencia hasta el 4 de febrero, cuando el general Carrera volvió a asumir el poder y gobernó hasta el 16 de agosto.
Pero como era evidente que lo único que este sanguinario iletrado sabía hacer era ejercer el poder dictatorialmente, o sea con ?mano dura?, asesinando a quienes le daba la gana y sembrando el terror, asumió la presidencia el licenciado Juan Antonio Martínez, quien gobernó hasta el 27 de noviembre, cuando asumió el mando el primer designado, licenciado Bernardo Escobar, quien sólo pudo sostenerse hasta el 3 de enero de 1849 y fue sustituído por Manuel Tejada, quien sólo pudo soportar la responsabilidad un día y se hizo cargo de la presidencia el coronel Mariano Paredes hasta el 5 de mayo; pero él tampoco logró sostenerse y entregó el mando a un triunvirato integrado por Juan Matheu, Manuel de Cerezo y Francisco Cáscara quienes gobernaron hasta el 12 de mayo y devolvieron el mando al coronel Paredes, quien soportó hasta el 6 de noviembre, y Carrera volvió a hacerse cargo de la presidencia con el título de Primer Presidente Constitucional de la República y el rango de Capitán General, y así gobernó hasta que el 22 de octubre de 1851, cuando se hizo ?elegir? (?) para un período que debió terminar en 1856, pero como le gustaba la “guayaba” (la presidencia), que ejercía con mano dura, cometiendo todo tipo de desmanes, abusos y asesinatos, el 21 de octubre de 1854 se hizo ?elegir? presidente perpetuo de la república, cargo en el que se desempeñó hasta el día de su muerte, el 14 de abril de 1865. Se dice que murió con el rostro horriblemente deformado por unas llagas que le causó una extraña enfermedad, y sus restos recibieron ?cristiana sepultura? en la bóveda de la Catedral Metropolitana.
La presencia en nuestra triste Historia de sucesivas dictaduras militares o civiles como la del sanguinario, analfabeta e ignorante general Rafael Carrera, es una de tantas pruebas de que, lamentablemente, al pueblo guatemalteco parece que le gustan mucho las dictaduras y ser llevado por mal por dictadores, sean militares o civiles, y por eso es que aún a estas alturas del siglo XXI hay guatemaltecos que suspiran por manos duras como las del ?presidente perpetuo? Rafael Carrera, llamado por los conservadores “caudillo adorado de los pueblos”, o del licenciado Manuel Estrada Cabrera, llamado “benefactor de la cultura”, dictador durante 22 años, o del general Jorge Ubico Castañeda, dictador durante 14 años. ¡Qué tristeza! (Continuará)