Fin de quiénes mataron a los Kennedy

No todo fue color de rosa en Dallas
El avión presidencial Air Force One aterrizó en el aeropuerto Love Field de Dallas a las 11:37 horas. Había dejado de llover, hacía buen tiempo y el termómetro marcaba 30 grados. Era un día espléndido y parecía que todo iba a ser color de rosa. El agradable sol de Texas, a través del cielo claro y despejado de Dallas, aguardaba a John Fitzgerald Kennedy y a su bonita esposa, miembro de la alta sociedad de Boston y ex fotógrafa de prensa Jacqueline Bouvier, quien llegó con un modelo de vestido sastre de color rosado de su modisto personal y amigo íntimo Oleg Cassini y fue recibida con ramos de rosas. Todo en ese ambiente era cordialidad, alegría y sonrisas.

A las 11:50 se inció el desfile y a las 11:51 la comitiva presidencial abandonó el aeropuerto y se dirigió a las calles de la ciudad en la limousine presidencial Lincoln Continental convertible modelo 1961 y en ella viajaban, además del Presidente y su esposa, el gobernador de Texas, John Conally, acompañado de su esposa Nellie y de los agentes del Servicio Secreto William Greer, al volante de la limousina, y Roy Kellermann en la parte trasera.
Aunque Dallas era una ciudad catalogada como hostil al presidente por ser miembro del partido Demócrata y la mayoría de texanos son Republicanos, la gente se agolpaba en las aceras y Kennedy saludaba a la gente y el público lo aclamaba como si fuese un héroe o algo parecido. Hasta entonces todo parecía que iba a ser color de rosa, como el atuendo de Jacqueline. La comitiva presidencial entró en Dealey Plaza a las 12:29. Ya llevaba 6 minutos de retraso con respecto al horario previsto por la organización de ese acontecimiento. En la esquina de Houston Street con Elm Street giró 120º, por lo que al pasar frente al edificio del Almacén de Libros Escolares de Texas la velocidad de la limousina presidencial se había reducido considerablemente. De repente se escuchó el sonido de un disparo. El ruido de la multitud y el de los potentes motores de los automóviles de la caravana hicieron que pasara desapercibido. El presidente dejó de saludar al público que le saludaba con entusiasmo a ambos lados de su recorrido.

Acto seguido se oyó otro disparo que hirió a Kennedy en la garganta. Jacqueline Kennedy acercó su cabeza a la de su esposo sin comprender aún lo que estaba ocurriendo. Pasaron unos segundos de incertidumbre y la multitud prácticamente había enmudecido. Kennedy yacía inclinado hacia delante en el asiento trasero de la limousine presidencial.

Un tercer disparo hizo blanco justo en la cabeza del presidente JFK, haciendo que saliera despedida una parte de su cerebro. La señora Kennedy saltó hacia la parte trasera de la limousine y el agente del Servicio Secreto Clint Hill alcanzó el maletero del automóvil, pero ya era demasiado tarde para proteger al presidente. La confusión fue enorme. En Dealey Plaza, algunos espectadores se tiraron al suelo mientras otros, corrieron sin dirección. La gente no sabía lo que estaba ocurriendo, pero intuyó que era algo demasiado grave. De repente, la limousine aceleró y cruzó un paso ferroviario triple y se alejó a toda velocidad por Stemmons Highway.
A las 12:38, tan sólo 8 minutos después del atentando, Kennedy llegó al Hospital Parkland para ser ingresado en la sección de urgencias. Transcurridos unos 22 minutos, aproximadamente a las 13:00 horas, Malcolm Killduff, ayudante del secretario de prensa del presidente, se dirigió a los representantes de los medios de comunicación que estaban presentes en el hospital para leerles un comunicado. Con voz solemne dijo lo siguiente: “El presidente ha sido herido mortalmente por un disparo en la cabeza“. Ese fue el informe médico oficial.
Oficialmente, el presidente de los Estados Unidos de América, John Fitzgerald Kennedy, había muerto.
Pasaron tantas cosas por la mente de quienes nos enteramos con tristeza de ese acontecimiento. ¿Habrá sido por obra de los políticos conservadores que se han asustado de las reivindicaciones sociales de los grupos minoritarios? ¿Lo habrán organizado los magnates petroleros que temen que se revisen sus concesiones para descontar porcentajes importantes de su producción petrolera?
Por mi mente pasaron las figuras de miembros de la Mafia estadounidense o Cosa Nostra que, como Sam Giancana, “il capo di tutti capii” de Chicago quería vengarse de los hermanos Kennedy porque, según él, lo habían traicionado después de que él influyó para que JFK ganara las elecciones en esa área. ¿Habrán estado detrás del magnicidio los líderes de los cubanos anticastristas de Miami que se sintieron traicionados por Kennedy cuando se negó a dar apoyo aéreo a la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos? ¿Quién pudo haber sido el principal autor intelectual de ese magnicidio?

Sam Giancana tenía motivos personales para desear asesinar a John Kennedypor ser su rival en su relación con la bella Judith Campbell. Pero, ¿habrá sido el autor intelectual del crímen por celos? Lo dudo. ¿Por encargo de los magnates del petróleo o de los políticos conservadores para que Johnson asumiera la presidencia? ¿Lo habrán hecho los industriales de productos bélicos para que no diera por terminada la guerra en Vietnam? ¿Sería una venganza de los cubanos anticastristas por la masacre de Bahía de Cochinos debida a que no dio apoyo aéreo a la invasión?

La bella Judith Campbell cuya cama compartían el gángster Sam Giancana y el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy.

El gángster Carlo Marcello odiaba a muerte a Robert Kennedy y de carambola a su hermano el presidente JFK y cuando estaba en Guatemala juró que algún día iba a vengarse de ellos por haber tratado de hacer creer que había nacido en San José Pinula y no en Trieste. ¿Se ríe de satisfaccióm por haber cumplido su amenaza?

Almorzando o cenando en el restaurante La Mosca que está en una gasolinera que hay en una carretera cerca de Nueva Orleáns, propiedad de quien fue el cocinero del gángster Al Capone, vemos al estado mayor de la Cosa Nostra de los Estados Unidos. El segundo a la izquierda es Carlo Marcello, y está compartiendo la comida y las bebidas con sus colegas más cercanos, entre ellos los temibles gángsters Santo Trafficanti, Frank Ragano y otros por el estilo. ¡Sólo Dios sabe si entre ellos está el autor intelectual de los asesinatos del presidente Kennedy y de su hermano “Bobby”! O si todos participaron en el complot para eliminar a los hermanos Kennedy.
Han transcurrido ya 44 años desde que, el 22 de noviembre de 1963, fue asesinado en Dallas, Texas, el 35o. presidente del país más poderoso del planeta, John F. Kennedy, y 43 años desde que, el 3 de septiembre de 1964, fue asesinado también Robert F. Kennedy, hermano menor del presidente asesinado, ex Fiscal General, Senador por Nueva York y pre candidato presidencial por el partido Demócrata, de un tiro a quemarropa disparado por un joven palestino sin ninguna significación de nombre Sirham Bishara Sirham, mientras caminaba por el corredor de la cocina del hotel Ambassador de Los Angeles (California), y a estas alturas todavía no se han esclarecido ninguno de esos dos crímenes, ni los otros que se produjeron alrededor de estos. ¿Se va a saber algún día quién o quiénes mandaron a matarles y por qué?
La verdad histórica tiene la palabra y creo que ya va siendo hora de que la escuchemos porque no deben quedar sin esclarecerse las muertes sucesivas del presidente Kennedy, de su hermano Robert, de Oswald, de Marilyn Monroe y aún las de gángsters como Jimmy Hoffa y Sam Giancana. La noche del 19 de julio de 1975 Giancana, de 67 años, estaba en su casa de Chicago, freía salchichas con ajo en una sartén y fumaba un puro. Quien le asesinó apoyó su revólver calibre 22 en la nuca del jefe de la Mafia de Chicago y disparó el primer balazo. Sam se fue hacia adelante y luego hacia atrás. Cayó boca arriba. Se esforzó por respirar pero sólo tragó su propia sangre. Entonces el asesino puso el cañón del revólver en la boca de su víctima y volvió a disparar. Luego lo colocó en el mentón y disparó cinco veces más. No se encontró ninguna entrada forzada y se pensó que el asesino tal vez estaba invitado a cenar.
Uno de los muchos correos electrónicos que he recibido en relación con esta serie de artículos me lo envió mi viejo y querido amigo el licenciado Mario Roberto Guerra Roldán, ex presidente del Tribunal Supremo Electoral, y le solciité su autorización para darlo a conocer. Dice así:
“Estimado Jorge: En primer lugar, aunque tarde, mis felicitaciones por tus 79 inviernos (empataste conmigo); aunque quise hacerlo en tu fecha, estabas en México DF. Quiero contarte que en cierta ocasión (primavera de 1965) en que, en mi calidad de catedrático de la Universidad de San Carlos fui invitado por el gobierno de EEUU, visité ese país en sus cuatro rumbos, incluyendo Puerto Rico, fui recibido en las oficinas del FBI en Washington DC, y cuando en el interior de las mismas caminaba con un abogado (agente) que me servía de guía, le pregunté por el asesinato de Kenedy, su respuesta fue llevarse el dedo índice de la mano derecha a sus labios en señal de silencio y me dijo: “¡No se hable más de ese asunto!” Cuando estuve en Dallas, después de estar en el preciso lugar en que mataron al Presidente, me llevaron a la cárcel en la que estuvo Oswald y estuvimos parados precisamente en el mismo sitio en que Jack Ruby le disparó al presunto asesino de JFK. Me acompañaban dos policías altos y corpulentos, vestidos de particular, y para llegar a dicho lugar tuvimos que pasar por varias puertas de seguridad con cierres electrónicos, ante las que habían guardias de seguridad debidamente armados. El ascensor era operado por un recluso que estaba encerrado dentro de una minúscula celda enrejada. El día en que Ruby mató a Oswald, éste iba ser llevado la Corte por una salida lateral, en un camión blindado, operación de la que solamente las autoridades superiores estaban enteradas. ¿Cómo pudo Ruby ingresar armado hasta el lugar en que le dsiparó a Oswald con tantos elementos de seguridad? ¿Cómo estaba enterado ese sujeto, del día y la hora precisa en que Oswald iba ser llevado a la Corte? Por cierto estaba prohibido subir al piso donde Ruuby estaba encerrado. Y para finalizar, Dallas fue la ciudad en donde más presencia policial ví en las calles. Saludos. MRGR”. (Fin del mensaje)
Comento: ¡Tiene razón! No se necesita ser un Shelock Holmes para sospechar que Oswald, el policía Tippit y Jack Ruby estaban inmiscuidos en la conspiración. Primero, Oswald disparó su rifle sobre Kennedy desde el edificio del Almacén de Libros mientras que el policía Tippitd le disparó desde la carretera, por enfrente, porque fue probado que recibió tres impactos de balas disparadas desde dos lugares distintos, el de atrás de la cabeza pudo haber sido disparado por Oswald, mas no el de adelante, que pudo haber sido disparado por el policía Tippit, pero no por Oswald que estaba disparando desde atrás. Y es probable que Oswald haya tenido la misión de matar después a Tippit para que no fuese a hablar si era interrogado. La misma misión que tuvo Jack Ruby de matar a Oswald cuando caminaba custodiado por agentes de seguridad.
Y pocos días más tarde Ruby murio en la cárcel supuestamente de cáncer. O sea que pudo haber habido un proceso de eliminación de los participantes. Ruby no habría podido ingresar con su revólver al edificio donde Oswald estaba detenido si no hubiese estado autorizado para ello, mucho menos se le habría permitido acercarse tanto al prisionero para poder dispararle a quemarropa si no hubiese sido planeado de antemano. La policía de Texas tiene la reputación de ser la más corrupta de todos los estados de la federación… y la policía de Dallas tiene fama de ser la más corrupta de Texas.
Ha habido versiones en las que se sospecha que hasta el vicepresidente Lyndon B. Johnson pudo haber participado en el complot para eliminar a JFK para que él pudiese sustituirle en la presidencia. Hay razones para sospechar que JFK y su hermano Robert no estaban muy contentos del comportamiento de Johnson durante el primer período y era probable que se rompiera el binomio para un segundo período. Es monstruoso pensar que Johnson pudo haber estado comprometido en la conspiración para asesinar a JFK, pero todo es posible cuando son tan grandes los intereses, como los que hubo en este caso.
Además, por esos días corrió el rumor que si Kennedy se lanzaba a competir para un segundo período, Johnson no sería el candidato vicepresidencial, sino sería sustituido por el general de aviación y embajador ante la OEA De Lesseps “Chep” Morrisson, gran amigo personal y compañero de parranda de Jack Kennedy y tan sureño como Johnson, y era conocido en los estados del sur de la federación porque durante 14 años había sido Alcalde de Nueva Orleáns. Pero jamás se llegó a concretar nada sobre esta posibilidad.
Por cierto que mi amigo “Chep” murió pocos días después del magnicidio cuando, inexplicablemente, el avión que piloteaba cayó cerca de ciudad Victoria (México). En la investigación que se hizo se descubrió que había azucar en el tanque de combustible de la nave, pero después no se habló más del asunto.
Para concluír, no me parece aceptable que ese magnicidio pueda quedar así nomás, como si nada hubiese sucedido, teniendo a su disposición policías de primera clase como la FBI y la CIA. En mi opinión, el Informe de la Comisión Warren no descubrió nada porque los autores intelectuales del asesinato no quisieron que lo descubriera ni, mucho menos, que lo divulgara.
Cierro esta serie de seis artículos sobre el mismo tema con lo que expresó al respecto el doctor Arturo Frondizi, ex presidente de Argentina: ?Esto prueba que mientras en América Latina cuando se quiere cambiar de gobierno a los presidentes se les destituye, en Estados Unidos se les asesina?.

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