La reciente elección del ingeniero Álvaro Colom Caballeros y del doctor Rafael Espada para que desempeñen los cargos de Presidente y Vicepresidente de la República, respectivamente, ha hecho renacer en los guatemaltecos la esperanza de que a partir del próximo 14 de enero se producirá en nuestro país un cambio positivo que traerá bienestar, seguridad y progreso que, desafortunadamente, no ha podido producir el régimen que está por terminar el período para el que fue electo.
Es lamentable que al hacer un balance ecuánime sobre la gestión que ha desarrollado el gobierno que han presidido el licenciado en Derecho Óscar Berger Perdomo y el doctor en Ciencias de la Comunicación Eduardo Stein Barillas, hay que llegar a la conclusión de que éste ha sido menos que mediocre, para no calificarlo de un fracaso. Es triste tener que decir que han sido defraudados quienes depositaron en ellos su confianza, cuando les dieron su voto hace cuatro años. Porque al final de cuentas, la personalidad aparentemente sencilla y bonachona del primero, y el aire de jesuita en penitencia del segundo no fueron eficientes para dirigir acertadamente a un equipo gobernante satisfactorio.
Pero, afortunadamente, su gestión muy pronto llegará a su fin y ellos pasarán a la historia como otra esperanza fracasada. Puede decirse que transcurrieron en vano cuatro años más en nuestra Historia sin que el sufrido pueblo guatemalteco haya podido mejorar sus condiciones de vida, sino todo lo contrario, han empeorado. Cuando sea el momento oportuno se tendrá que analizar con equidad a qué se debió y en qué consistió este nuevo fracaso.
A pesar de saber que cae mal que alguien ande diciendo ?¡se los dije!? cuando se cumple algo que ha anunciado, tengo qué decirlo ahora con Berger y Stein, como se los dije tambien cuatro años antes, cuando una mayoría de votantes se equivocaron al elegir Presidente de la República al homicida de Chilpancingo y prófugo de la justicia mexicana, Alfonso Portillo Cabrera, hoy prófugo de la justicia guatemalteca y refugiado en México como millonario con el dinero que se llevó.
En el transcurso de la campaña electoral que se desarrolló hace ocho años, publiqué innumerables palabras para prevenir a los electores del grave riesgo que sería votar por ese aventurero apodado ?pollo ronco?, quien en una entrevista de televisión había reconocido con desvergonzado cinismo que no había sido sólo uno de los estudiantes de la Universidad de Chilpancingo a quien había dado muerte a balazos, sino que habían sido dos; lo cual en cualquier parte del mundo civilizado habría sido más que suficiente para descalificarle como candidato presidencial. Mas no lo fue en nuestro país, digno de mejor suerte. Su cínica valandronada fue tomada como un acto de valentía, a pesar de haber matado a dos jóvenes mexicanos que estaban desarmados, con los agravantes de nocturnidad, alevosía y ventaja. Cuando Portillo ganó la elección uno de sus partidarios comentó burlonamente que de nuevo yo me había equivocado al no apostar por él y oponerme a que fuese electo. Y, como era de esperarse con semejante antecedente delictivo, su gestión fue desastrosa y su gobierno fue un nido de rateros que actuaron con total impunidad y aún siguen tan campantes como el escocés Johnny Walker.
De nuevo, hace cuatro años publiqué en vano muchas palabras para prevenir al pueblo guatemalteco de que sería un error elegir al candidato apodado ?conejo? porque, en mi opinión, sus antecedentes no garantizaban que tuviese la inteligencia, la preparación y la capacidad necesarias para asumir tan importante responsabilidad.
La experiencia que se edquiere con los años sirve para que una persona que se dedica al periodismo, como es mi caso, pueda analizar la capacidad de quienes han desempeñado cargos públicos o destacadas actividades privadas; y con base en ello expresé entonces, con mi acostumbrada franqueza, la opinión que me merecía ese candidato después de haberle visto actuar a la sombra del ex Presidente Álvaro Arzú, cuando aún eran íntimos amigos y Arzú era su mentor en la política durante dos períodos consecutivos como Alcalde metropolitano. Sobre todo, por haber sido testigo cercano de su comportamiento nada satisfactorio la primera vez que fue candidato presidencial y le ganó Portillo.
Pero cuando ganó Berger, cuatro años más tarde, otra vez hubo una persona que se mofó de que otra vez me había equivocado porque no apoyé al candidato que ganó. Lo cual dio pie para que se estableciera como un axioma que yo siempre apoyo a los candidatos perdedores y eso garantiza que ganan los candidatos por quienes no he apostado. ¡Me gané la reputación de apoyar solamente a los candidatos perdedores! Pero ?el conejo? ganó gracias a que había perdido cuando compitió con Portillo, y éste presidió un gobierno tan desastroso y corrupto, prácticamente fue una especie de clave o ?ábrete sesamo? para que ganara, corriendo como un conejo, en su segundo intento por llegar a la Presidencia de la República. Y por eso nuestra sufrida patria ha desaprovechado otros cuatro años en su Historia sin poder acortar ni un milímetro la gigantesca brecha ?más grande y profunda que el hoyo en el barrio de San Antonio, en la zona 6- que ha habido per secula seculorum desde tiempos inmemoriales entre unos cuantos afortunados que son dueños de la riqueza y la inmensa mayoría de infelices seres humanos que comparten la más injusta miseria y el hambre.
El gobierno que han presidido Berger y Stein ha sido catalogado desde el principio como ?de empresarios? porque, como es bien sabido, se caracterizó por inclinarse a favorecer a los dueños de la riqueza mientras el sufrido pueblo sigue en la miseria y no gozó de apoyo en la urgente búsqueda del bien común que no puede seguir esperando más tiempo. Por otra parte, este régimen fue, en efecto, empresarial por cuanto que se limitó a administrar la cosa pública sin procurar los cambios que son indispensables e impostergables a estas alturas del siglo XXI. Mientras los hijos y otros parientes de Berger se llenaron los bolsillos con los negocios que hicieron al amparo del gobierno.
Esta vez la mayoría del pueblo guatemalteco eligió al binomio postulado por el partido que lleva en su nombre las tres palabras claves: Unidad Nacional de la Esperanza. ¡Eso es, precisamente, lo que Guatemala necesita! Requiere de la unidad nacional y de la esperanza que pueda ser basada en la ideología política Social Demócrata. ¡Vaya, pues! ¡Ya era hora!
La mayoría de los guatemaltecos que votamos en las recientes dos vueltas electorales nos inclinamos por preferir esta esperanza a una mano dura, porque esta vez no nos dejamos embaucar por los candidatos del partido político que, con astucia que identifica sus intenciones, se autodenominan “patriotas”. Pero en política no basta con tener un nombre tan sugestivo -como el de patriotas- sino hay que ser en verdad patriotas. Para ello es preciso que procuremos trabajar todos juntos, unidos en pos de la unidad nacional y con la firme esperanza de trabajar para alcanzar el bien común que no puede seguir esperando más tiempo.
No hay que comer ansias, sin embargo. Hay que ir despacio, paso a paso. Poco a poco. Como dicen los italianos, ?quien va piano va lontano?, que significa que quien va despacio llega lejos. El presidente electo no debe adoptar posturas prematuras, sino esperar hasta después de haber sido investido Presidente de la República el próximo 14 de enero. Hay que saber tener paciencia.