La soledad, nuestro inexorable destino

Probablemente porque todos sabemos que la ley inexorable de la vida es que inequívocamente vamos a terminar nuestra existencia en la soledad de una tumba fría, cuando todavía estamos con vida nos esforzamos por estar siempre rodeados de mucha gente y cada vez que tenemos unos días de descanso hacemos lo que sea indispensable para ir a compartir los mismos lugares donde se reúnen muchas personas. ¿Acaso hay algo más solitario que una tumba fría? Bien dijo el poeta que escribió aquello de ?¡Qué solos se quedan los muertos en los cementerios!?. Por eso es que yo hice un contrato con una empresa funeraria para que mis restos mortales sean incinerados y las cenizas sean entregadas a uno de mis deudos más cercano que ha aceptado el compromiso de ir a esparcirlas desde un helicóptero en vuelo sobre algunos lugares señalados de la espléndida geografía de Guatemala. Gracias a lo cual lo que quede de mi materia se va a incorporar eternamente a nuestra amada patria, en vez de ir a parar a la soledad de una tumba fría y oscura.
En ese orden de ideas, en ocasión de las celebraciones de fin de año, por la Noche Buena, la Navidad y el Año Nuevo, numerosos vecinos de la capital emprenden viaje a las playas del Pacífico, o del Atlántico, o a los lagos y ríos turísticos por excelencia, como los lagos de Atitlán o Amatitlán, y el Río Dulce. Como resultado de esta masiva migración, la ciudad capital se transforma en un lugar delicioso, solitario, tranquilo, porque no hay el fastidioso tránsito excesivo de vehículos motorizados, no hay el ruido de las bocinas, ni la contaminación ambiental que produce el monóxido de carbono de los motores, ni tampoco hay aglomeraciones de público por ninguna parte. Quienes se marchan de paseo -haciendo valedera la expresión ?¿A dónde va Vicente? ¡A donde va la gente!?- no saben el enorme favor que nos hacen a los pocos afortunados que nos quedamos aquí, en una ciudad tranquila, sin las habituales molestias del excesivo tránsito y de los tumultos. Y no es que necesariamente nos guste estar solos, como se podría creer, pero la tranquilidad que se disfruta en la soledad es verdaderamente deliciosa. Podemos escuchar música o leer con tranquilidad, sin las constantes interrupciones de tantas llamadas telefónicas, se puede pasear tranquilamente de un extremo a otro de la ciudad, podemos pensar y meditar en paz de Dios. Las habituales aglomeraciones les gustan únicamente a quienes se sienten demasiado solos en la soledad. Porque todavía no han aprendido que en la soledad se puede disfrutar de muchos placeres que la actividad cotidiana habitual no nos permite gozar.
Hoy vivimos el último día del año 2007 y esta media noche comenzaremos a vivir un año nuevo. Se podría decir que el calendario nos ofrece una oportunidad para enmendar los errores que cometimos durante el año que se está terminando y para cumplir las promesas que no cumplimos durante el año viejo. Pero también es indudable que muchos que mañana van a comenzar a vivir este nuevo año no van a poder terminarlo, porque tendrán que ir a parar a la soledad de una tumba.
Conforme nos vamos haciendo viejos por el paso de los años, en las celebraciones como éstas también nos vamos quedando solos, paulatinamente, paso a paso, ya sea porque nuestros descendientes jóvenes nos van dejando solos porque ellos han venido haciendo sus propias familias con las que es lógico y natural que compartan los tiempos libres que dedican a las consabidas actividades de parrandear durante los días de descanso mientras que los viejos ya no estamos en condiciones físicas para hacerlo con la misma fortaleza que ellos y por eso es que mejor nos dejan en casa, porque creen que es un fastidio llevarnos con ellos y tener que atendernos.
Por otra parte, la mayor parte de nuestros amigos contemporáneos, que habitualmente nos rodean, también algunos nos han venido precediendo poco a poco en el viaje final hacia la inexorable soledad de la tumba, o si tienen la dicha de seguir vivos y tener hijos u otros parientes amorosos que no les dejan solos los días de descanso, se van con ellos aunque sea sólo para exponer su piel al sol como garrobos. El caso es que por una u otra circunstancia, algunos viejos nos vamos quedando solos, desde antes de llegar finalmente a inexorable soledad de la muerte, y quienes tenemos la fortuna de no ir a terminar nuestros días en un asilo de ancianos, en los cuales otros pobres van a parar cuando sus familiares ya no quieren cuidar sus naturales limitaciones físicas y sus achaques de vejez, pero nos quedamos solos en estos días festivos o de descanso, cuando nuestros familiares jóvenes se van a las playas y otros lugares turísticos para divertirse con sus amigos de su misma edad. El caso es que, por una u otra cosa, los jóvenes nos van dejando solos a los viejos, como para que nos vayamos acostumbrando antes de morir a estar solos, como un anticipo a la soledad de la tumba fría de la inexorable muerte. Pero esta soledad en vida la podemos gozar si hemos sido capaces de aprender estar a solas con nuestra alma, o como yo, acompañado por el cariño de la querida amiga Lola. (Se llama Dolores pero la llamamos Lola por cariño. Es la mascota o perra mimada de mi amado hijo Alejandro y me acompaña fielmente en estos días de soledad).
Pero pasando a otra cosa, hago votos porque durante el año nuevo que va a comenzar después de la media noche de hoy, 31 de diciembre del año 2007, que ya está muy próximo a terminar, todos mis fieles lectores disfruten del año 2008 con paz, seguridad, tranquilidad y alegría, y tengan muchos motivos de satisfacciones y de felicidad.
Que Dios ilumine a nuestro próximo gobierno para que trabaje por obtener el bien común y para que se vayan acortando las crueles, enormes y profundas distancias sociales y económicas que separan a los segmentos de guatemaltecos y todavía permiten que la mayoría de la población siga viviendo en la más terrible miseria, algunos de ellos durmiendo en el suelo como si fuesen animales, mientras que una minoría afortunada goza de una posición social y económica privilegiada y unos cuantos privilegiados viven en opulencia.
Ojalá que este próximo año tanto los gobernantes como los gobernados trabajemos de verdad para que disminuya esa dolorosa inequidad que todavía impera entre los guatemaltecos. Ese es mi mejor deseo para nuestra patria en este año nuevo. No sé si voy a estar vivo para verlo hecho realidad, pero sueño con una Guatemala más equitativa en la que todos podamos disfrutar del bien común.
Que todos tengamos un FELIZ AÑO NUEVO.

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