Por razones biológicas, yo soy el único sobreviviente de los ocho hermanos Palmieri hijos del periodista chileno José Palmieri Calderón y de la bella sanmartineca María Carlota García de Palmieri, o sea el tronco básico de nuestro árbol genealógico, lo cual significa que soy lo que los genealogistas llaman ?Pater familia? por ser el más viejo de los descendientes de mis padres y de mis difuntos hermanos, todos en la fotografía que ven abajo.
De pié están, de izquierda a derecha, mi hermano Carlos, mi hermana Graciela y su esposo Francisco (“Paco”) Soto Marroquín, Lody Ingram, esposa de mi hermano mayor, José Alfredo, quien está a su lado, y mi hermano Enrique; el más alto que está atrás de ellos es mi hermano Mario; y sentados en el césped estamos mi hermano Julio Roberto, mi hermano Federico Guillermo y yo. También sentados en medio de todos están mis venerados padres María y José con sus nietos José Alfredo (“Freddy”), María Graciela y Óscar Edmundo, a quien quise mucho pero murió muy joven en un accidente aéreo.
Aunque les duela -como decimos popularmente- o disguste mucho a algunos de mis parientes que no me quieren, tienen que aceptar que por el simple hecho de ser el único sobreviviente de todos los hijos de mis padres, que fueron los creadores de la original familia Palmieri García, y porque soy el más viejo de todos los Palmieri, soy lo que los genealogistas denominan ?Pater familia? y en las organizaciones mafiosas sicilianas podría ser llamado ?il capo?.
Para ser franco, era un dolor cada vez que todos los hermanos Palmieri García nos reuníamos en la casa de nuestros padres para compartir la cena de Navidad, porque todos sin excepción éramos unos vedettes sumamente susceptibles y de mal carácter y después de echarnos unos cuantos tragos entre pecho y espalda nos sacábamos nuestros trapitos al sol y más de una vez terminamos la velada a trompadas.
La razón por la cual hoy les cuento esto es que ?aunque pueda parecer inconcebible- en ocasión de estas celebraciones de la pascua navideña no recibí de parte de la mayoría de los numerosos hijos de mis difuntos hermanos ni una sóla llamada telefónica para desearnos Feliz Noche Buena y Navidad a mí y a mi hijo Alejandro. Los hijos demis hermanos a quienes aludo son, de parte de José Alfredo: Alfredo (“Freddy”), con quien desde hace mucho tiempo no me he llevado bien y ni siquiera nos hablamos; María Graciela, quien es una buena persona y agradable, pero cada vez que nos vemos dice algo inconveniente que me desagrada; Leopoldo Arturo (“Lapi”), con quien antes nos llevábamos bastante bien y nos reuníamos de vez en cuando para beber unos cuantos whiskies, pero algo le picó de pronto y nunca más volvió a comunicarse conmigo, ni tampoco yo con él; por último, Carolina, a quien le desagrado desde hace largo tiempo y sé que no puede verme ni en pintura.
De parte de mi hermano Carlos: su hijo mayor, de su primer matrimonio era José Quirino Palmieri Flores, un gran tipo, brillante médico y simpático, a quien quise mucho pero, lamentablemente, falleció siendo aún muy joven; y de su segundo matrimonio: Mireya Palmieri Santistéban, quien me llama y visita sólo cuando San Juan baja el dedo, pero por lo menos me considera su pariente; y su hermana Irene de los mismos apellidos, con quien de plano no simpatizamos.
De parte de mi hermano Federico Guillermo: Ana María Palmieri Gómez, a quien quiero mucho y siempre ha sido mi sobrina favorita, pero desde hace muchos años radica en España, ella me habló por teléfono celular aprovechando que su guapa y encantadora sobrina Ximena (hija de Lucrecia) se encontraba de visita en mi casa; Lucrecia de los mismos apellidos, a quien toda su vida quise entrañablemente, pero falleció prematuramente; y María del Rosario, quien fue concebida fuera de matrimonio, la quiero mucho y con quien no sólo me llevo muy bien sino me preparó unos exquisitos tamales que compartieron algunos de mis amigos.
De parte de mi hermano Julio Roberto son tres hijas: Carmen Rosa Palmieri Sarg, a quien he visto y hablado pocas veces en mi vida y parece que no le interesa relacionarse conmigo; Beatriz Eugenia, con quien he hablado solamente un par de veces y no tengo ni la menor idea de qué es de su vida; y Sandra, quien desde hace varios años vive en Toronto (Canadá), y por lo menos me envió un escueto correo electrónico deseándonos felices pascuas y bendiciones de Dios.
Finalmente, los hijos de mi hermano Mario son: María Margarita Palmieri Santistéban, a quien siempre he creído que no le caigo muy bien que digamos y cuando nos vemos de casualidad me lo demuestra con su actitud; Mario Alberto, con quien he hecho reiterados esfuerzos por llegar a tener una buena relación, pero no creo que hasta el momento hayan tenido éxito mis intentos de acercamiento; Silvia, con quien nunca me he relacionado sino en ciertas ocasiones casuales; Angelita, una patoja muy agradable que una vez vino a almorzar a mi casa con su marido, el genial guitarrista Germán Giordano, y sus hijos, pero nunca me ha insinuado que visite su casa, ni mucho menos me ha invitado; y María Carlota (“Lotty”), la menor, profesional inteligente y simpática quien me cae muy bien, pero no mantiene una constante relación conmigo.
Cada uno de los antes mencionados tiene descendientes y ninguno de todos tuvo a bien comunicarse conmigo, ni siquiera por teléfono, para desearme feliz Navidad. Sin embargo, me llevo muy bien y nos comunicamos constatemente con un hijo fuera de matrimonio de mi sobrino “Freddy”, el doctor en medicina especializado en cirugía estética Edgar Alfredo Palmieri, quien me llamó por teléfono el 25 para decirme que me desea feliz Navidad y que Dios me bendiga.
En vista de todo esto que les he contado acerca de mi ?encantadora? familia, he tomado la firme determinación de renunciar a ser el ?Pater familia?, o ?il capo? de lo que queda de la familia Palmieri, por eliminación, a causa de que ya han muerto todos los otros hijos de José y María (Palmieri y García, respectivamente).
Por consiguiente, a partir de hoy renuncio a tener una relación de “Pater familia” con quienes nunca han querido relacionarse conmigo, o sea que prácticamente no tendría nada de qué renunciar porque uno renuncia de lo que tiene y no de lo que carece; o, aplicando la famosa fábula de la zorra y las uvas, tendré para referirme a mis familiares tendré que decir que ?las uvas están verdes?. Pero, aunque a ellos les duela -repito-, yo soy por eliminación de todos mis hermanos el único sobreviviente que queda de los originales hermanos Palmieri. Pero con una familia así, ¿quién necesita familiares?
Afortunadamente, en los muchos años que he vivido a aprendido que la verdadera familia que uno tiene son los amigos, de los cuales gracias a Dios tengo muchos, y muy buenos, porque uno no escoge a sus familiares pero sí escoge a sus amigos. Y yo tengo la dicha de tener muchos excelentes amigos, a quienes considero mi legítima familia. Así que no se puede decir que estoy solo y triste en la vida.
Para darles un ejemplo de lo mucho que gocé estas pascuas, durante el día 24 recibí incontables llamadas telefónicas locales y 14 de otros países, principalmente de México y, además, recibí la visita en mi casa de cerca de 50 queridos amigos que fueron llegando uno tras otro en el transcurso de las horas hasta cerca de la cena y con cada uno de ellos me tomé por lo menos un whisky sin que me haya emborrachado, ni tampoco amanecí con goma el 25. La cena del 24 consisitió en un exquisito tamal y un lechón al estilo cubano que me envió como regalo mi querido amigo “Neto” Villa, preparado por el chef de sus restaurantes “Los Cebollines”, y la compartí con mi amado hijo Alejandro y su novia Alejandra, y con mi guapa sobrina-nieta Ximena. Poco más tarde recibí una cariñosa llamada telefónica de mi querido hijo Rodrigo Carrillo Waelti, fruto primogénito del primer matrimonio de mi amada esposa Anabella Waelti (qepd), pero desde que tenía tres años fue un hijo para mí y aún lo sigue siendo.
Y durante la mañana de Navidad vino a visitarme mi nieto Juan Pedro Palmieri González, hijo mayor de mi hijo adoptivo, nacido en México, Juan Pedro Palmieri Ruiz (qepd), quien en realidad era hijo biológico de mi hermano Julio, pero yo lo adopté desde antes de que fuese bautizado en vista de que él no quiso reconocerlo. Me causó tristeza que no se presentara también con Juan Pedro su hermanita Ana Cecilia, quien a saber por qué ni siquiera me llamó por teléfono. Al mediodía de Navidad me llamó mi querido amigo el licenciado Eduardo (“Guayo”) Palomo Escobar para invitarme a ir a su casa para tomar unos tragos y a almorzar un Kakik cobanero que preparó su esposa Ana María. Allá estaban sus bellas hijas, sus esposos y sus hijos, y su hijo “Chichí” con su esposa, hija de mi inolvidable amigo Pedro Vila (qepd), pero yo no pude quedarme para el kakik y sólo me tomé dos tragos porque tenía que regresar a mi casa donde tenía invitadas a compartir parte del lechón con mis queridas amigas Aura Ruiz (“La Muñecona”) y Virgina (“Vicky”) Portillo.
Confieso que me extrañó mucho no haber recibido una llamada telefónica o por lo menos un correo electrónico de mi querido hijo mayor, que se llama Jorge, como yo, y vive en Charlottsville, Virgina, pero sospecho que estuvo ocupado con sus bellas hijas Gabriella y Stephanie.
En síntesis, estoy renunciando a ser “Pater familia” de los demás Palmieri que son descendientes de mis padres, pero eso no quiere decir que estoy solo. Tengo como familia a muchos queridos amigos tanto en Guatemala como en otros países y el amor de unos de mis descendientes, con lo cual me siento satisfecho y muy feliz. No necesito de los que no me quieren. Parodiando lo que dijo una vez la poetisa hondureña Clementina Suárez: “La hojas del tamarindo no se parecen a las del coco, y si ellos no me quieren a mí, yo a ellos tampoco”. Quienes no me quieran pueden darme por muerto y mi último deseo es que se vayan de paseo… a la China Hilaria. ¡Que les vaya bien!