El Fiscal General de la ciudad de Nueva Orleáns, estado de Luisiana, Jim Garrisson, realizó una investigación sobre el asesinato del presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, y planteó varias posibilidades que contradicen al informe de la Comisión Warren en cuanto a que el pobre diablo y enajenado mental Lee Harvey Oswald fue “el único” involucrado en este asesinato. Según Jim Garrisson, el magnicidio fue fruto de una conspiración en la que participaron unos políticos conservadores y unos magnates petroleros que veían como una amenaza a sus intereses la posibilidad de que JFK pusiese ser reelecto para un segundo período de cuatro años, a quienes se unieron ciertos dirigentes de la mafia o Cosa Nostra como Sam Giancana, Jimmy Hoffa y Carlo Marcello, que buscaban impedir que el Fiscal General Federal, Robert F. Kennedy continuase investigando y encarcelando a muchos mafiosos.
Asimismo, creía que podrían haber participado en la conspiración algunos de los magnates de las industrias de guerra que no veían con buenos ojos que durante un segundo período de gobierno JFK fuese a dar por terminada la guerra de Vietnam que les reportaba inmensas ganancias. Pero también planteó la sospecha que en la conspiración pusiesen estar involucrados los dirigentes cubanos anticastristas de Miami que resentían que, por la influencia de algunos de sus consejeros de tendencia izquierdista, JFK no dio apoyo aéreo a la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos; y, como consecuencia, murieron en vano numerosos cubanos que habían sido entrenados por la CIA para esa operación en la finca Helvetia, de Retalhuleu, Guatemala.
La invasión a Cuba por Bahía de Cochinos fue planeada por el gobierno anterior al de Kennedy, presidido por el general de cinco estrellas y héroe de la Segunda Guerra Mundial Dwight D. Eisenhower, su vicepresidente Richard M. Nixon y el tenebroso director de la CIA Allen Dulles, hermano del ex Secretario de Estado John Foster Dulles, o sea los mismos que organizaron la operación que llamaron “operación éxito” o ?gloriosa victoria? que derrocó en Guatemala al gobierno que presidía el coronel Jacobo Árbenz.
Pero cuando Kennedy sustituyó a Eisenhower, heredó el plan que ya estaba en pleno proceso con los cubanos anticastristas entrenándose en la finca Helvetia de Retalhuleu, porque el presidente Ydígoras Fuentes había aceptado que se hiciera a cambio de la promesa de que el gobierno de Estados Unidos apoyaría la posición de Guatemala en la centenaria reclamación del territorio ocupado por Belice. Si embargo, Kennedy no estaba de acuerdo con esa invasión, porque la consideraba “extremadamente arriesgada”, y el tiempo pasaba sin que se realizara. Mientras tanto, los cubanos anticastristas en Retalhuleu eran un creciente problema para el gobierno del general Ydígoras Fuentes porque muchos oficiales del Ejército estaban incómodos con la presencia en nuestro país de un ejército mercenario que ocupaba una base bien armada dirigida por oficiales estadounidenses y tenía aviones bombarderos, y por eso exigían que los cubanos se retiraran del país.
En eso vino a Guatemala el millonario industrial de Chicago Robert (“Bob”) Skakel, hermano de Ethel, la prolífica esposa de Robert (“Bobby”) Kennedy y, durante una cena en Casa Crema, el presidente Ydígoras le pidió que dijera a su cuñado y al presidente Kennedy que no le era posible seguir sosteniendo esa situación sin correr el riesgo de un levantamiento militar para exigirle que los cubanos se fuesen de una vez por todas a invadir la isla de Cuba o a continuar entrenándose en otra parte. Después de escuchar las razones del presidente de Guatemala, Skakel propuso a Ydígoras que en vez de que él fuese su mensajero, enviase a una persona o a unas personas a darles su mensaje a los Kennedy, y que él tendría mucho gusto en llevar a Washington a quien él designara en su avión privado en el que había venido. Ydígoras estuvo de acuerdo y para cumplir esa delicada misión designó a su hijo, el arquitecto Miguel Ydígoras Laparra, y a su bella esposa Lucy, nacida en el Peñón de Gibraltar. Y me pidió que yo les acompañara en esa misión. El día programado emprendimos el vuelo a Washington en el turbo-jet de Skakel y durante el vuelo él mantuvo constante contacto con los Kennedy en la Casa Blanca quienes le aseguraban que nos recibirían tan pronto llegásemos. Sin embargo, cuando el avión aterrizó en la base militar Andrews Field, cerca de Washington, al volver a comunicarse con la Casa Blanca se llevó la ingrata sorpresa de que los Kennedy ya no estaban en Washington, porque nos habían jugado la vuelta y habían volado a la casa de descanso que llamaban ?little White-House? (pequeña Casa Blanca) situada en West Palm Beach, Florida. Esto indignó a Skakel y dio órdenes a sus pilotos de llenar de combustible los tanques del avión para regresar a ese lugar inmediatamente. Lo cual hicimos sin ninguna demora. Y estando ya en ese lugar se arregló la entrevista con los Kennedy para que se les informara del mensaje del presidente Ydígoras Fuentes, lo cual no le gustó nada a JFK pero comprendió la situación y prometió que le pondría remedio lo más pronto posible. Pero dejó bien claro que él nunca había estado de acuerdo con la invasión y no le daría apoyo aéreo. Lo cual, lógicamente, constituiría un peligro excesivamente grande para los invasores de que sería una masacre.
Pocos días más tarde, los cubanos anticastristas abandonaron la base en la finca Helvetia y se fueron de Guatemala, rumbo a Nicaragua, donde terminaron su entrenamiento y desde donde salió la invasión a Bahía de Cochinos donde, como se temía, murieron muchos temerarios cubanos anticastristas que fueron rechazados por las tropas de infantería y artillería de Fidel Castro que estaban apoyadas por los aviones Mig que Cuba acababa de obtener de la URSS. Aquello fue una masacre que los dirigentes anticastristas cubanos de Miami no perdonaron ni perdonarán jamás a los hermanos Kennedy.
Casi dos años después del fracasado desembarque en la Bahía de Cochinos, los sobrevivientes organizaron para el presidente John F. Kennedy una concentración de más de 40 mil personas en el estadio Orange Bowl de Miami y Jacqueline Kennedy pronunció un discurso en fluído español encomiando el valor de quienes habían muerto en Bahía de Cochinos por tratar de librar a su patria de la dictadura de Fidel Castro y del comunismo. Acto seguido, los dirigentes anticastristas hicieron entrega a Kennedy de una de las banderas de la invasión y gritaron en coro ?¡Guerra! ¡Guerra!?. Cuando el presidente Kennedy recibió la bandera prometió que pronto iba a ondear “en una Habana libre”, lo que hasta la fecha no ha ocurrido, y en 1976 la brigada de veteranos de la fallida invasión tuvo que contratar a unos abogados para rescatar la bandera que había estado en el sótano de un museo.
La bonita Jacqueline Kennedy pronunciando un discurso lleno de elogios para los cubanos que murieron en la fallida invasión a Cuba por Bahía de Cochinos, lo cual a muchos de los veteranos de esa acción les pareció cinismo porque la operación pudo haber tenido otro resultado si el presidente Kennedy le hubiese dado apoyo aéreo.
El presidente John F. Kennedy, aparentemente emocionado, recibió la bandera de los sobrevivientes de la fracasada invasión a Cuba por Bahía de Cochinos y prometió a cerca de 40 mil anticastristas que estaban reunidos en el estadio Orange Bowl que esa bandera iba a ondear pronto en “una Habana libre”. Por lo visto se refería al barrio de Miami que es conocido como ?pequeña Habana?.
Por estas cosas hay quienes sospechan que es posible que en la presunta conspiración para asesinar al presidente Kennedy pudieron haber estado involucrados algunos dirigentes cubanos anticastristas, combinados con capos de la mafia o Cosa Nostra que en Cuba perdieron muchas propiedades y negocios sumamente lucrativos, como los casinos de juego, cuando renunció Fulgencio Batista y tomaron el poder las tropas revolucionarias que encabezaba Fidel Castro.
En este explosivo libro fue publicada gran parte de la información secreta de la fracasada operación organizada por la CIA durante el gobierno del presidente Dwight D. Eisenhower y del vicepresidente Richard M. Nixon para que los cubanos anticastristas invadieran Cuba por la Bahía de Cochinos y derrocaran a Fidel Castro para librar a su patria del comunismo. El papel que jugó en este sangriento fracaso el presidente Kennedy queda claro en su contenido y sospecho que jamás será perdonado por los cubanos anticastristas que lo interpretaron como una traición.
El siniestro Allen Dulles, director de la CIA, fue el organizador de las acciones que derrocaron al gobierno del coronel Árbenz y uno de los principales organizadores de la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos, pero Kennedy se negó a dar apoyo aéreo a la invasión y a eso se debió el fracaso, en buena parte, lo cual los cubanos anticastristas no olvidan. En la otra foto está Robert K. Davis ante el muro de Berlín que se encontraba en construcción. Este señor tomó parte en la planificación de la invasión a Guatemala del llamado “ejército de liberación” y años más tarde fue el encargado de la base de entrenamiento de los cubanos anticastristas en la finca Helvetia de Retalhuleu.
Embajador Thomas C. Mann, experto en Latinoamérica. Fue Ministro Consejero de la embajada de los Estados Unidos en Guatemala de 1954 a 1955, después de la ?operación éxito? o ?gloriosa victoria? que derrocó al coronel Jacobo Árbenz. De aquí se fue a El Salvador en calidad de embajador y permaneció allá de 1955 a 1957. De 1957 a 1960 regresó al Departamento de Estado como Subsecretario para América Latina y de 1961 a 1963 fue embajador en México. Al principio se oponía a la invasión a Cuba porque la catalogaba como “ilegal”, pero cambió de parecer con la tesis que era conveniente derrocar a Fidel Castro para erradicar al comunismo, no sólo de la isla de Cuba, sino de todo el continente americano. El embajador Mann fue un brillante diplomático, un hombre muy inteligente, preparado y sumamente culto. Fuimos amigos y ambos cumplíamos años el mismo día. Nació el 11 de noviembre de 1912 en Laredo, Texas, y falleció el 23 de enero de 1999 en Austin, capital de Texas, a la avanzada edad de 87 años.
El historiador Arthur M. Schlesinger Jr. era uno de los consejeros del presidente Kennedy que más se opusieron a que los Estados Unidos apoyara la invasión a Cuba de anticastristas por la Bahía de Cochinos y mucho más a que su gobierno se comprometiera a dar apoyo aéreo a “la riesgosa aventura”, como él la llamaba.
José Miró Cardona era el presidente de los refugiados cubanos anticastristas en Miami y el candidato de la CIA para asumir la presidencia del gobierno que pensaban instaurar si tenía éxito la invasión a la isla de Cuba por Bahía de Cochinos.
General Edward G. Landsdale, especialista en operaciones militares estratégicas como la fallida invasión a Cuba por la Bahía de Cochinos. Nunca aprobó la invasión que la CIA planeó y financió, porque opinaba que era “inadecuada”. Fue uno de los que aconsejaron a Kennedy que no se comprometiera dándole apoyo aéreo porque si fracasaba podría provocar una Tercera Guerra Mundial con la URSS.
El brillante embajador de los Estados Unidos ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), Adlai Stevenson, ex candidato presidencial del partido Demócrata, a quien había derrotado en las elecciones anteriores el general Eisenhower, mostrando a los miembros del Consejo de Seguridad una fotografía de un avión bombardero con matrícula cubana que él creía -porque estaba engañado por el Departamento de Estado- era de un piloto disidente de la Fuerza Aérea cubana que había buscado refugio en Miami. Pero la verdad era diferente porque era la foto de un avión de los anticastristas invasores de Bahía de Cochinos que, por cierto, pocas horas más tarde fue derribado por los MIGS del gobierno de Fidel Castro.
(Continuará)