Hay razones para creer que en el transcurso de las próximas horas se podría pronunciar la Corte de Constitucional (CC) en relación a la acción de inconstitucionalidad que planteó el Alcalde Metropolitano, Álvaro Arzú Irigoyen, en contra del Acuerdo que emitió el ministerio de Gobernación para trasladar al Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil (PNC) la función de regular el tránsito en todo el territorio nacional, incluyendo los municipios, como fue antes, lo cual ?como ya se ha dicho repetidamente- viola lo que estableció posteriormente el Código Municipal que dió esa atribución a los municipios.
Según el criterio expresado en un comunicado de la Asociación de Constituyentes o Dignatarios de la Nación, ?la ley se interpreta de acuerdo con los principios generales del derecho y uno de ellos es que lo específico prevalece sobre lo general?. Y agrega: que ?La Constitución establece que el transporte comercial goza de la protección del Estado (Artículo 131) y que es función de la autonomía municipal el ordenamiento territorial de su jurisdicción (Artículo 253, c). En conclusión, ya que el Código Municipal regula la materia en forma más específica que la Ley de Transito, el Acuerdo reciente del ministerio de Gobernación no tiene jerarquía sobre una ley que la Constitución da a la Municipalidad autonomía funcional en el ordenamiento de su territorio, y concluimos que la regulación del transporte de pasajeros y carga es competencia de la Municipalidad“. (El subrayado es mío)
Ya hemos escuchado en varias oportunidades, de labios del propio Alcalde Metropolitano, que la intención de regular un horario de 16 horas de duración para que los vehículos de transporte pesado puedan circular por las calles y avenidas de la ciudad es para beneficio de los vecinos porque contribuye a mejorar la fluidez del tránsito durante las horas pico, lo cual es comprensible y atendible para cualquiera que tenga dos dedos de frente. Sin embargo, el actual gobierno de la República, que preside el licenciado Óscar Berger Perdomo, ha adoptado la actitud de interpretar este caso como una oportunidad para desafiar y medir fuerzas con el Concejo Municipal capitalino en general y con el Alcalde y ex Presidente de la República, Álvaro Arzú Irigoyen, en particular.
Todo tiene su origen en que, como es ampliamente sabido, entre estos dos altos funcionarios públicos existe una mala relación personal desde que Arzú concluyó su período presidencial en el año 2000 y, al mismo tiempo, Berger perdió la elección presidencial para sustituirle, en la que participó postulado por el partido de Avanzada Nacional (PAN), entonces en el gobierno, que le ganó el tristemente recordado Alfonso Portillo Cabrera, apodado “pollo ronco”, quien fue postulado por el Frente Republicano Guatemalteco (FRG). Pero la verdad es que Berger perdió la elección, que ganó Portillo, porque mientras éste fue un formidable candidato que supo conquistar la mayoría de votos por su actividad, carismática personalidad y fogosos discursos populistas, Berger fue un pésimo candidato por haragán y por no haber podido despertar el suficiente respaldo popular por su falta de elocuencia.
Pero para no aceptar su responsabilidad en su derrota, Berger atribuyó haber perdido debido a una supuesta falta de apoyo del presidente Arzú, lo cual incubó en él un enfermizo resentimiento que le enemistó y distanció de quien había sido su íntimo amigo desde la juventud y fue quien le apadrinó para ingresar a la actividad política desde que Arzú fue electo Alcalde de la capital por primera vez y le llevó al Concejo Municipal; y después le heredó el cargo de Alcalde cuando lanzó su candidatura presidencial (que perdió) porque no era a Berger a quien le correspondía, sino al ingeniero Álvaro Heredia, y después impuso su candidatura a la Alcaldía en el PAN, del cual Arzú era el principal y más influyente dirigente. De más está decir que sin el apoyo de Arzú Berger jamás habría llegado por sí mismo a ser Alcalde Metropolitano, ni tampoco sería hoy Presidente Constitucional de la República. Así de simple.
Cuando Arzú dejó la Presidencia de la República, perdió el control del partido por maniobras politiqueras de sus contendientes en el interior del PAN y asumió la secretaría general el ingeniero Leonel López Rodas, quien primero había sido ministro de Energía y Minas y después presidente del Organismo Legislativo y Congreso de la República durante la gestión presidencial de Arzú. Lógicamente, con la caída de Arzú se vino abajo la posición de Berger a pesar de que había sido candidato presidencial de ese partido. Entonces decidió regresar a atender sus vacas y sus marranos en la finca de la familia de su esposa Wendy y demás herederos del señor Walter Widmann y juró que nunca más volvería a la política.
Pero por esas vueltas que tiene la vida, Berger fue sacado de su retiro por su amigo el banquero Eduardo (“Guayo”) González Castillo, quien entonces era el presidente del Banco del Café (Bancafé) y tenía posibilidades de llegar a ser el candidato presidencial del PAN para sustituir en la presidencia al nefasto “pollo ronco”. Pero “Guayo” González declinó esa posibilidad para proponer con insistencia que Berger fuese el candidato presidencial para aprovechar la publicidad de la campaña en la que perdió la elección cuatro años antes. Como se podrá recordar, Berger se hizo de rogar y, aunque al principio rechazaba la candidatura, e insistía en que González fuese el candidato presidencial del PAN, fue convencido sin mucha dificultad de que ?siempre sí? (como dicen los mexicanos) aceptara ser candidato presidencial del PAN.
Pero en ese partido se encontró con que el secretario general López Rodas ya estaba muy activo para llegar a ser el candidato presidencial y, aunque Berger ganó una elección primaria, ocurrieron incidentes que determinaron que sería mejor que renunciara del PAN y fuese candidato de algún otro partido ya inscrito, o que se fuese a formar. Así fue como nació la idea de integrar el partido Gran Alianza Nacional (Gana) con tres pequeños partidos en formación: el partido Patriota (PP), que dirigían originalmente el general Otto Pérez Molina y el doctor Alejandro Giammattei, el partido Solidaridad Nacional (SN), del empresario Ricardo Castillo Sinibaldi, y el partido Movimiento Reformador (MR), del licenciado Jorge Briz Abularach. Así fue como Berger fue postulado candidato presidencial por ese partido de reciente cuño. Y de ahí para adelante…
Durante el transcurso de la campaña electoral de Berger se produjo un intento por limar asperezas con su mentor, Arzú, el hombre que durante muchos años había sido su más íntimo amigo, su compañero de estudios en la universidad Rafael Landívar y quien le llevó a la actividad política. Esa reunión tuvo lugar en la oficina de un amigo de ambos, Enrique Castillo Monge, presidente de la Pepsi Cola, en el penthouse del edificio que ocupa el banco Uno, en el bulevar Los Próceres. Arzú llegó a pie y acompañado solamente del ingeniero Fritz García-Gallont, su sobrino político y seguidor, ex ministro de Comunicaciones, casado con la deportista Lorena Toriello Arzú. Pero ese intento de reconciliación fracasó de entrada, desde el momento en que “el conejo” Berger trató de imponer a su mentor que el partido Unionista se uniese al Gana para apoyar su candidatura presidencial. Su prepotencia y falta de tacto y el orgullo de Arzú fueron la causa del fracaso del intento de reconciliación entre ambos.
El 13 de enero del 2004 Berger Perdomo asumió la Presidencia de la República y Arzú Irigoyen la Alcaldía Metropolitana. Y cualquiera habría creído que entre ellos iba a resucitar en cualquier momento la amistad de tantos años, para beneficio no sólo de los vecinos de la capital, sino de todos los guatemaltecos. Se creyó eso porque cuando Arzú fue Presidente de la República y Berger Alcalde Metropolitano, el primero volcó la ayuda del poder presidencial, particularmente la económica, para apoyar la gestión del segundo. Pero no. El viejo resentimiento y el orgullo de Berger y el orgullo y la arrogancia de Arzú nunca pudieron superar esa situación personal. Y, en vez de que el Presidente de la República apoyase al Alcalde Metropolitano, en reciprocidad a los antecedentes antes señalados, durante los tres años y pico que han transcurrido jamás se produjo una reconciliación y no ha habido un entendimiento entre ellos.
Antes por el contrario, en ocasión del inicio del multimillonario megaproyecto de la construcción de la nueva Terminal Aérea Internacional “La Aurora”, publicitado como “el mejor aeropuerto de Centroamérica”, que será la máxima obra que dejará la gestión presidencial de Berger, mientras hay graves problemas en los hospitales, se produjo una incómoda situación cuando el ministerio de Comunicaciones comenzó la obra sin antes haber cumplido con el requisito de solicitar permiso al gobierno municipal. Finalmente triunfó el gobierno que se negó a cumplir con un requisito previo que a todos se exige.
Y ahora hay esta situación que surgió de la regulación municipal al transporte pesado, en la que el gobierno nacional se niega obcecadamente a aceptar que la autoridad municipal logre su objetivo, aunque ?la ley es la ley?, como dice el licenciado Acisclo Valladares Molina, convertido en buen columnista de prensa, y aunque el Código Municipal estipula que esa atribución corresponde a las autoridades municipales.
Así las cosas, la resolución de este molesto intríngulis, que aunque es de origen personal entre Berger y Arzú ya tiene carácter político, está en manos de los magistrados de la CC quienes probablemente resolverán el caso en el transcurso de las próximas horas. De ellos depende que se respete o se viole la autonomía municipal.
Quienes están de acuerdo con la posición de Berger aducen que el magistrado Alejandro Maldonado Aguirre debe inhibirse de conocer el caso por ser viejo amigo y compañero de andanzas políticas de Arzú y fue miembro de la bancada de diputados del partido Unionista (en el cual no está inscrito como afiliado) y, por lo tanto, creen que su voto podría ser parcial; mientras que, por otra parte, los que están de acuerdo con Arzú y se debe respetar la autonomía municipal, alegan que el magistrado Roberto Molina Barreto debe inhibirse de conocer el caso porque fue Procurador General de la Nación y era abogado del gobierno cuando éste le nombró magistrado de la CC y creen que su voto podría ser parcial también. En este impasse cabe la posibilidad de que el magistrado titular Molina Barreto se inhiba y le sustituya el magistrado suplente, licenciado José (?Pepe?) Quezada, pero éste también fue nombrado por el gobierno y, como decimos popularmente, ?sería lo mismo Chana que Juana?.
Que Dios y la Constitución Política de la República iluminen a los magistrados para emitir un fallo constitucional y restaure la paz y la tranquilidad entre el gobierno nacional y el gobierno municipal capitalino en los cinco meses que aún les queda de vida. Y que no vaya a imperar en la resolución la enemistad personal y el resentimiento entre dos personas que durante muchos años fueron íntimos amigos pero han dejado de serlo. Deben pensar en el bienestar y progreso del país y no en las confrontaciones personales o políticas.