Estamos a un mes de la celebración de las elecciones generales en la que vamos a escoger entre 14 contendientes al compatriota que habrá de gobernar nuestro país durante los próximos cuatro años, lo cual tiene una enorme trascendencia y debe ser motivo de serena meditación porque de ello depende el futuro que tendremos que compartir en ese período y la futura suerte de nuestros descendientes.
La elección del siguiente presidente constitucional de la República, para sustituir al actual presidente, Óscar Berger Perdomo, y a quien va a desempeñar el cargo que ha venido ocupando el vicepresidente Eduardo Stein Barillas, así como los alcaldes de todos los municipios del país y los diputados del Congreso Nacional, merece que el próximo 9 de septiembre depositemos nuestro voto con mucho cuidado porque de ello dependerá la paz y el bienestar de nuestra patria y la suerte de todos los guatemaltecos.
Debemos ser sumamente cuidadosos de no volver a equivocarnos como, lamentablemente, lo hemos hecho tantas veces en las que hemos caído en la trampa de votar atraídos por los cantos de sirenas que han sido las campañas electorales que han hecho quienes han gobernado a Guatemala en los últimos períodos.
Particularmente nos equivocamos cuando, a sabiendas de que estábamos eligiendo a un homicida que había matado a balazos a dos personas y dejado parapléjico a otro en Chilpancingo, Estado de Guerrero (México), llevamos a la presidencia a Alfonso Antonio Portillo Cabrera y por ello tuvimos que soportar cuatro años de incapacidad y corrupción sin precedentes. Y después de tan mala experiencia le sustituimos con el actual gobernante porque nos pareció un hombre sencillo y bonachón, y eso bastó para que le confiáramos la presidencia y el destino del país, a pesar de saber que carecía de la preparación y la capacidad indispensables para desempeñar adecuadamente tan importante cargo. Y hemos tenido que lamentar nuestros errores cuando ya ha sido demasiado tarde para remediarlos, porque ya no se valen los golpes de Estado ni las asonadas militares.
Como muchos otros pueblos del planeta, que también han elegido mal a sus gobernantes, los guatemaltecos no hemos llevado a la Presidencia de la República a quien ha sido la mejor de las opciones electorales, sino hemos electo al candidato que nos ha parecido “menos malo” entre los contendientes. O a quien ha gastado más dinero que los demás para hacer una propaganda política apantalladora con la cual ha logrado engañar miserablemente al pueblo guatemalteco.
Los casos de Alfonso Portillo y Óscar Berger no deben pasar a los anales de la Historia simplemente como deplorables equivocaciones, sino se deben aprovechar para que nos sirvan de lección, como ejemplos de lo que no se debe hacer. Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero es evidente que los guatemaltecos somos unos animales que nos hemos tropezado muchas veces con la misma piedra, reiteradamente, y tal parece que todavía no hemos aprendido.
Escribo estas palabras con profunda serenidad, sin apasionamiento alguno, y sin el propósito de promover ni apoyar la candidatura de ninguno de los 14 contendientes a la Presidencia de la República, pero estoy totalmente convencido de que debemos tener mucho cuidado para escoger bien entre los 14 candidatos a quien mejor pueda garantizar que conoce la problemática nacional y tiene la inteligencia, la preparación y la capacidad necesarias para enfrentarse a ella; y, sobre todo, que no quiere ser presidente de la República con el malévolo propósito de enriquecerse y enriquecer a sus parientes y amigos por medio de la corrupción que ha imperado con impunidad.
¡Debemos tener mucho cuidado! Hay que comprender que no se trata de votar por quien haya desarrollado la mejor o la más costosa de las campañas publicitarias, porque no vamos a comprar un producto comercial de consumo, sino vamos a depositar en sus manos el inmediato destino de nuestra patria y la futura suerte que todos los guatemaltecos habremos de compartir.
Hay que pensarlo muy bien antes de votar, sin dejarnos encandilar por las campañas electorales y la demagogia de quienes nos han venido tratando de convencer de que son los mejores para desempeñar ese cargo. Procuremos ser más cuidadosos esta vez para no volver a cometer un error como los hemos cometido y después tengamos que dedicar nuestra atención y nuestro tiempo a tratar de obtener la extradición de quien nos ha gobernado los cuatro años anteriores y se embolsó un montón de dinero que pudo ser empleado en mejorar las precarias condiciones en las que se encuentran los centros hospitalarios y las escuelas, o para proporcionar un vaso de leche a los niños que sobreviven en la más cruel de las miserias.
No debemos confiar el gobierno de nuestro país a una persona que no merezca nuestra completa confianza porque no ha actuado con honradez y transparencia en algún cargo público que haya desempeñado en el pasado; y, por el contrario, se le puede señalar que dispuso sin justificación legal de millones de quetzales que en mala hora le confiaron.
Hay que sopesar muy bien cómo ha sido el comportamiento que los candidatos han tenido durante los años pasados y en los cargos públicos que han desempeñado. No hay que prestar atención a las campañas negras que se están desarrollando para desacreditar y descalificar a los candidatos, pero tampoco debemos elegir a quienes puedan ser sus autores porque con ello demuestran que son indignos de nuestra confianza porque tratan de eliminar moralmente a los candidatos que han obtenido más alta intención de voto en las encuestas; pero hay que tener mucho cuidado de no votar por los sindicados de cometer actos de corrupción a sabiendas que no merece confianza porque hay algo de verdad en las acusaciones que se le hacen.
Tampoco debemos dejarnos convencer por las apariencias teatrales de supuesta sencillez y bondad que cuidadosamente han actuado los candidatos para tratar de hacer creer que son ?buena gente?, porque no se trata de elegir al mejor actor en el escenario electoral, sino de escoger al hombre que verdaderamente demuestre que tiene la inteligencia, la capacidad y el patriotismo que, entre otros atributos, se requieren para gobernar un país como el nuestro que necesita urgentemente que se acorten las abismales distancias y las diferencias que separan a las clases económicas de nuestro pueblo, y que creamos su gobierno será impulsado por el estricto apego a la Constitución de la República y las demás leyes, el absoluto respeto a los derechos humanos y la permanente búsqueda del bien común.
Invito a mis lectores a meditar muy bien el voto que vamos a depositar en la primera vuelta del 9 de septiembre o bien en la segunda vuelta del 4 de noviembre. Debemos ser mucho más cautos esta vez que en las elecciones anteriores, si no queremos volver a equivocarnos.
A mi edad ni siquiera puedo tener seguridad de sobrevivir los cuatro años del siguiente período de gobierno, por lo cual no me preocupo tanto por mi suerte, pero me preocupo por la suerte de mis descendientes y de los descendientes de todos; y pido a Dios que ellos no tengan que soportar otro gobierno malo o mediocre y corrupto. Amén.