DIA DEL PERIODISTA

Hoy vuelvo a hacer otro paréntesis en la serie de artículos que he venido publicando acerca de los alegres festejos que tuvieron lugar en la Ciudad de México, el 11 de noviembre, por la celebración de mi 84 cumpleaños, para hacer una breve referencia al hecho que hoy se celebra en Guatemala el Día del Periodista, por lo cual deseo extender un cordial saludo a todas las personas que, de alguna manera, se dedican a este oficio tan fascinante como incomprendido, difícil, peligroso y habitualmente mal remunerado. En el transcurso de hoy me tomé el trabajo de llamar por teléfono para felicitarles a algunos de mis queridos viejos amigos que fueron mis compañeros de labores. De los cuales, por cierto, no son muchos los que han sobrevivido el paso inexorable de los años. Ya solo quedan pocos de ellos, como Antonio (Tono) Edelman Monzón, Luis Morales Chúa, Rafael Mata Retana y Julio César Anzueto. Tengo entendido que todavía vive José “El Negro” Zamora Corletto, quien fue nuestro compañero de labores durante varios años que trabajamos en Prensa Libre, pero desde hace años he perdido su pista. También llamé por teléfono a otros periodistas que, aunque no han sido mis compañeros de trabajo, me merecen simpatía y respeto, como el director del noticiero de Guatevisión Haroldo Sánchez, la guapa periodista Marisol Padilla, presentadora del estado del tiempo de ese mismo noticiario, pero no recibió la llamada ni la contestó. Probablemente se lo impidieron sus nuevas importantes amistades. También llamé al columnista de Prensa Libre Julio Ligorría Carballido, al columnista de Siglo.21 Estuardo Zapeta, a la presentadora del Noticiero de Canal 3 Corina Ardón y a la periodista Claudia Méndez Arriaza. Saludo que hago extensivo a los destacados periodistas Juan Luis Font, Gustavo Berganza, Dina Fernández y Paola Hurtado, participantes en el programa periodístico de televisión A las 8 y 45 de canal Antigua. La mayoría de mis viejos compañeros han fallecido por muerte natural como Pedro Julio García, Álvaro Contreras Vélez, Salvador Girón Collier y Mario Sandoval Figueroa. Y el recordado Isidoro “Chilolo” Zarco Alfasa, que fue cobardemente asesinado a balazos en una emboscada por un grupo guerrillero mientras transitaba en su automóvil por el estadio Mateo Flores. Sin dejar de mencionar al gran periodista Clemente Marroquín Rojas, de todo mi respeto y afecto, y a mi querida y recordada amiga Irma Flaquer, quien fue vilmente asesinada. En este día en particular les recuerdo muy cordialmente.

El 26 de julio pasado me fue concedido el honor de otorgarme la Orden Mario Monteforte Toledo 2012, de parte de la fundación que lleva el mismo nombre, por ser el decano de los periodistas, o sea quien más años lleva en esta ocupación (66 para ser exactos), y en esa ocasión declaré que éste es un trabajo fascinante y de suma importancia en todos los países civilizados, pero tanto en Guatemala no se puede vivir del periodismo, a menos que uno sea propietario de un medio de comunicación y no tenga que trabajar a sueldo, pero si se puede morir por ejercer él periodismo. Para ejemplo, todos los colegas que han sido asesinados en México y  Honduras, ya sea por la delincuencia organizada o el narcotráfico, o por las divisiones entre las tendencias políticas. Y dije también que actualmente es más comprendido, aceptado y seguro el ejercicio del periodismo, pero en el pasado era más incomprendido y peligroso, principalmente durante la larga cadena de regímenes militares autoritarios que hemos sufrido.

Como dije anteriormente, saludo y felicito a todas las personas que, en una u otra forma, se dedican a trabajar en los medios de comunicación social del país, y cordialmente les insto a no desprestigiar a esta noble ocupación sirviendo intereses particulares, económicos o políticos sectarios, y les insto a servir siempre los sagrados intereses del país y de todos nuestros compatriotas. Después de tantos años de ejercer este oficio y consciente de que a mi edad me encuentro en las postrimerías de mi vida, me siento con derecho a instarles a que no se dejen llevar por quienes, lamentablemente, están empeñados en dividir aún más al pueblo guatemalteco marcando más las diferencias existentes entre ladinos e indígenas y entre izquierdistas y derechistas. Cordialmente les pido a que trabajen sin descanso porque todos los guatemaltecos por igual nos unamos para trabajar por el engrandecimiento de nuestra patria, respetando y amando todos los símbolos que la identifican. Me ha dolido mucho ver que en la mansión que originalmente fue construída para residencia particular del presidente José María Orellana y más tarde fue Casa del Protocolo y después fue Casa Crema (presidencial) durante el gobierno del presidente Miguel Ydígoras Fuentes, ahora se ve ondear una bandera que no es precisamente el lábaro patrio, azul, blanco y azul, sino una bandera con varios colores que identifica a las diferentes etnias que pueblan nuestro país. Esto debería ser prohibido, porque la bandera que debe ondear en todos los edificios públicos es la de Guatemala. Pero ahora sirve de casa para las oficinas de los dirigentes de diferentes etnias del país y, según tengo entendido, el desafortunado gobierno anterior, de Álvaro Colom Caballeros y su esposa, la puso a disposición de la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú Tum, que lejos de trabajar por la paz entre todos los guatemaltecos, como se supone, se empeña en promover sus planes divisionistas. Desde esa casa, propiedad del Estado, probablemente se trama el abyecto plan de promover una absurda separación de una parte de nuestro territorio para que los indígenas tengan su propio país diferente al que históricamente integramos todos los nacidos en esta tierra. Sin distingos entre ladinos e indígenas. Lo cual se debe a que en realidad los indígenas no solo no aman a Guatemala ni la consideran su patria. Desde los tiempos de la “conquista española” se han venido sintiendo sojuzgados y es evidente que no han logrado superarlo. No caigamos en las trampas que están tendiendo quienes reciben las 30 monedas de las ONGs financiadas por ciertos países escandinavos e intereses internacionales que pretenden que hagamos lo que a ellos les parece que se debe hacer, de acuerdo a sus leyes y costumbres, y no lo que nos corresponde de acuerdo a nuestra idiosincracia y a las circunstancias que nos rodean. Insto a las empresas de los medios y a los reporteros y columnistas a no apoyar a los que se han erigido en líderes de grupos de confrontación y enarbolan banderas y mantas rojas con la efigie del médico y guerrillero  comunista argentino Ernesto “Ché” Guevara, con lo cual ponen de manifiesto que sus verdaderos intereses no son guatemaltecos, sino obedecen a malévolas consignas extranjeras.

Guatemala está viviendo en estos días una peligrosa encrucijada que podría conducirnos a un estado de anarquía en el que no habrá ley ni orden. Los partidos políticos de oposición están empeñados en descalificar y desprestigiar al gobierno por todo lo que hace o deja de hacer. No les importa que éste sea producto de elecciones libres y del voto de la mayoría y pretenden meterles zancadilla para asegurarse de que fracase en su gestión. Quienes no estamos comprometidos con esa actitud demagógica tan negativa y destructiva no debemos aceptar sus maquinaciones. Es verdad que el gobierno del general Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti no está satisfaciendo todas las máximas expectativas que se tenían, pero, repito, son producto de la voluntad popular expresada en el proceso democrático y se le debe dar oportunidad de cumplir con su mandato. No caigamos en las maquinaciones de los demagogos y populistas que están empeñados en llegar al poder para saciar sus vanidosas ansias de poder y su propósito de enriquecerse con el erario nacional. Estos no entienden que la política debe ser un instrumento para llegar a consensos que nos unan y no para lograr propósitos mezquinos Lo digo porque hay veces que algunos medios de comunicación están plagados de calumnias y difamaciones contra los más prominentes  funcionarios públicos, en general, a tal grado que cualquiera diría que deberíamos apagar la luz e irnos a vivir a otro lado. Y eso no es sensato, ni mucho menos patriótico.

Además de celebrar hoy el Día del Periodista, en lo personal conmemoro que hace exactamente 34 años, el 29 de noviembre de 1978, volé a la Ciudad de México con mi amada esposa Anabella Waelti Castejón y nuestros queridos hijos Rodrigo, y Alejandro para asumir el honroso cargo de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Guatemala en ese gran país que tanto admiro en el que a media noche de hoy se llevará a cabo el principio de los actos de la transmisión presidencial democrática del licenciado Felipe Calderón Hinojosa, del Partido de Acción Nacional (PAN), al licenciado Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionacio Institucional (PRI). Y aunque muchos digan por principio que Calderón no fue un buen presidente, seguramente porque sus tendencias son miembros de la izquierda militante del Partido Rolucionario Democrático (PRD) y de su dirigente, Andrés Manuel López Obrador, empecinado en llegar a ser presidente de su país, soy de opinión que sí fue un buen gobernante y creo que deja a México en una situación mucho mejor de la que le dejó su antecesor, el ex desafortunado presidente Vicente Fox Quesada, con todo y los miles de muertos que ha dejado la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Lucha que no inició el gobierno, sino la comenzaron los delincuentes a quienes las fuerzas de seguridad del Estado han tenido que combatir. Algún día se le va a reconocer a Felipe Calderón que fue un buen presidente. Por cierto que una de sus últimas decisiones fue proponer que a ese gran país confederado se le llame simplemente México y no Estados Unidos Mexicanos, lo cual me parece una excelente idea. Estoy convencido de que Calderón fue mejor que algunos de sus ilustres antecesores, pero no actuó como si fuese un emperador intocable, como lo hicieron otros, sino como un hombre sencillo y accesible. Y soportó con estoicismo democrático, que le dignificó, que se le faltase al respecto, se le calumniara y hasta se le insultase en algunos medios de comunicación social. Lo cual jamás se habrían permitido hacer durante los 70 años consecutivos que gobernó el PRI.

Mi amada esposa Anabella Waelti Castejón, de 30 años de edad, y yo, de 50 años, con nuestros amados hijos Rodrigo, de 7 años, y Alejandro, de 2 años. Hoy ambos están casados y son amorosos padres. Lamentablemente, Anabella falleció en 1982, a los 34 años de edad. Esta foto nos fue tomada por mi recordado amigo Ricardo Mata un día antes de salir.

Para terminar, reitero una vez más mi cordial saludo de felicitación a todas las mujeres y a todos los hombres que en Guatemala dedican su vida al ejercicio del periodismo, a pesar de todas las dificultades, todos los problemas, todos los peligros, todas las incomprensiones y la habitual pobre remuneración.

Twitter: @jorgepalmieri

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