En el ejercicio de la actividad periodística que he venido desarrollando desde hace más de sesenta años ?salvo por los años que tuve el honor y la satisfacción de desempeñar el cargo de embajador de Guatemala en México-, en los últimos días he publicado algunas críticas al Presidente Constitucional de la República, ingeniero Álvaro Colom Caballeros, por haber improvisado su primer discurso como tal en la ceremonia inaugural que tuvo lugar el 14 del mes en curso en la Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, porque estoy convencido de que debió haber leído un discurso cuidadosamente preparado para estar totalmente seguro que diría estrictamente lo que debía y no algo que podría ser inconveniente. Al mismo tiempo me permití cuestionar la insólita presencia a su lado de su esposa, señora Sandra Torres Casanova de Colom, en la primera Junta de Ministros que se celebró, porque aunque ella es una persona muy inteligente y preparada, con amplios conocimientos de la situación del país y con demostrada capacidad política, creo que no es ese su lugar puesto que el pueblo eligió a su marido para que gobierne, y no a los dos. En todo caso, si ella va a ejercer un cargo con rango ministerial, primero habría que resolver si está permitido en nuestra Carta Magna, y si no hubiese inconveniente legal, debió ocupar un lugar entre los demás ministros del Gabinete Presidencial y no presidir el acto al lado del Presidente y del Vicepresidente.
Como es bien sabido, de acuerdo a los mandatos de la Constitución Política de la República, el régimen político que se observa en Guatemala es presidencial y no monárquico, y los presidentes que se suceden deben limitarse a hacer a lo que está establecido en sus funciones constitucionales y no tienen derecho a hacer lo que les venga en gana como si el país fuese de su propiedad.
Pues bien, por haber planteado esas críticas en un artículo que publiqué en este blog, he recibido muchos comentarios, la inmensa mayoría de ellos felicitándome, pero también recibí algunos que me critican que esté criticando al nuevo gobierno a pesar de que tiene muy pocos días de establecido y, según una carta muy graciosa que me envió una señora cuyo nombre no voy a publicar, ?debo respetar la acostumbrada luna de miel?. A lo cual me apresuro a responderle qué no sé a qué se refiere, ni de qué habla, porque no hay tal “luna de miel”, porque desde el primer minuto que una persona asume el más alto cargo del país está expuesto a las críticas. Ejercer el cargo de Presidente de la República no es un juego, ni es un premio, sino es una responsabilidad muy seria.
Por otra parte, al informar que a la primera cena que ofreció en Casa Presidencial el nuevo mandatario que ha dicho que su principal objetivo son los pobres, invitó a un exclusivo grupo de personas muy “pistudas” que le apoyaron económicamente durante su campaña electoral, dije que me extrañaba que entre ellos no hubiese sido invitado mi amigo Carlos Meany Valerio, actual ministro de Energía y Minas, y agregué que esa omisión no debía extrañarme porque en Guatemala hay muchas personas que son mal agradecidas y no saben agradecer como es debido los favores recibidos. Sobre este punto en particular debo aclarar que el susodicho amigo me hizo saber que fue un error de mi parte porque él sí fue invitado pero sus nuevas ocupaciones no le permitieron llegar a la cena y compartir con los otros adinerados las carnes importadas de cordero y de res.
Pero recibí también una carta regañona de un señor que me enrostra que “según su leal entender”, soy yo el mal agradecido por criticar al Presidente de la República después de que él tuvo “el gesto” de llamarme por teléfono a primera hora del día siguiente que fue declarado presidente electo para pedirme que aceptara volver a ser embajador en México y, a pesar de que yo decliné ese honor, pocos días más tarde vino a mi casa acompañado de su esposa para comer un delicioso tamal.
No creí que tendría que ser necesario dar una explicación al respecto, pero veo que es preciso hacerlo: quienes leyeron este blog durante la campaña electoral y sobre todo para las dos vueltas de votaciones, se habrán podido percatar de que yo me pronuncié con franqueza y sin tapujos a favor del candidato postulado por el partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), ingeniero Álvaro Colom Caballeros, y rotundamente en contra de su principal contendiente, el candidato del partido denominado Patriota (PP), general (retirado) Otto Pérez Molina. Casi todos los días de la campaña política publiqué artículos con ese objetivo, a pesar de las constantes amenazas que recibí por diferentes medios. Y creo que al menos en una mínima parte contribuí al triunfo de los actuales Presidente y Vicepresidente de la República, ingeniero Álvaro Colom y doctor Rafael Espada, respectivamente, a quienes desde algún tiempo antes les extendí mi cordial amistad y les abrí las puertas de mi casa para que compartieran mi mesa, mi pan y mi vino.
Naturalmente, en el momento oportuno agradecí al presidente electo el honor que quiso conferirme cuando me pidió que fuese su embajador en México ?ese país que tanto admiro y amo y donde tengo tantos queridos amigos-, pero le expliqué que si no lo aceptaba era exclusivamente porque aunque hay un tango mentiroso que dice que ?veinte años no es nada?, a mis 79 años de edad ya no tengo el mismo entusiasmo ni mucho menos la misma energía que hace 29 años, cuando tenía 50 años de edad y desempeñé el delicado trabajo de embajador en ese querido país. Además, entonces aún tenía la felicidad de tener a mi lado a mi inolvidable amada esposa Anabella (qepd), y ahora que no está me haría una inmensa falta. Tampoco puedo pedir a mi hijo menor, Alejandro, que me acompañe porque él tiene derecho a hacer su propio destino y quiere hacerlo en su patria. Entonces, si hubiese aceptado el nombramiento de embajador en México, al poco rato me sentiría demasiado solo y a mi avanzada edad eso no es gracia.
Digo esto para aclarar que no es porque soy mal agradecido que le he hecho unas cuantas críticas al nuevo Presidente de la República, sino porque ese es mi oficio y debo ejercerlo como lo he hecho siempre, por más que sea amigo de él y de su esposa, y a su vez les considero amigos míos. Pero si mis críticas le molestan tanto que se arrepiente de haberme pedido que fuese su embajador en México, lo siento mucho. No creo que con el ofrecimiento que él me hizo haya creído que compraba mi silencio, o complicidad en los errores que cometa. Y si acaso lo creyó, se equivocó. Pero, para serles franco, no creo que así sea. Espero que no haya sido así. Mi sincera amistad por él y su esposa sigue en pie, como antes, como siempre. Si la aceptan, me causa mucho gusto, pero no por ello me comprometo a dejar de señalar lo que considero que está mal hecho.
Finalmente, a pesar de que ya cumplí 79 años de edad y eso debería ser respetado por los jóvenes, además de que estoy consciente de que ya es poco el tiempo que me resta de vida, una persona de mi familia, que me es particularmente querida, se permitió aconsejarme que ya no siga siendo el “Quijote” que he sido siempre (para no decirme pendejo), sino que en vez de criticar al presidente aproveche su amistad para hacer pisto; a lo que le respondí, con toda la paciencia que me fue posible, que ya estoy demasiado viejo para cambiar y dejar de ser lo que he sido siempre. A estas alturas de mi vida no voy a dejar de ser el “Quijote” que he sido toda mi vida como un periodista que cumple con su función, y no voy a convertirme en un oportunista para obtener un poco de dinero antes de morir. Porque además tengo entendido que en el “más allá” no hace falta dinero, ni tarjetas de Crédito. Dicen que todo es completamente gratis.