Me encuentro en la ciudad de México acompañado de mi hijo Alejandro. Vinimos en el vuelo 210 de TACA y el viaje fue cómodo y placentero. La terminal internacional del Distrito Federal lleva el nombre del Benemérito de las Américas, un indio nacido en Oaxaca, licenciado Benito Juárez, uno de los más grandes hombres que ha habido en este gran país, quien encabezó la lucha patriótica contra la invasión de los franceses que impusieron al Emperador Maximiliano de Austria, hasta que logró derrotarlos y devolvió su soberanía a México. La Historia dice que la lucha terminó cuando fusiló en el Cerro de las Campanas, en el estado de Querétaro a Maximiliano y a los generales mexicanos que lo apoyaban. Pero también hay la versión de que realmente no fusiló a Maximiliano, sino le perdonó la vida a solicitud de muchos gobernantes europeos que intercedieron por él y obtuvieron la clemencia de Juárez, y Maximiliano fue a terminar su vida a El Salvador, de incógnito, mientras la emperatriz Carlota había enloquecido y se encontraba en un manicomio de su tierra natal, Bélgica. Pero esta historia aún no ha sido suficientemente comprobada. ¡Para que no digan ahora que el cocalero aymara boliviano Evo Morales es el primer indígena que llega a ocupar la presidencia de un país latinoamericano!
Esta terminal aérea es inmensa y cada vez que vengo están trabajando para hacerla aún más grande porque tiene un tráfico enorme y, sin embargo, es satisfactoria la atención que recibimos los viajeros de parte de las autoridades de Migración y de Aduana. Ahora tienen la idea de dedicar este edificio solamente para los vuelos nacionales y edificar otra terminal, a corta distancia de ésta, exclusivamente para vuelos internacionales y para comunicar a ambas terminales han construído un monoriel que llevará a los usuarios en pocos minutos de una terminal a la otra.
Durante el anterior gobierno, presidido por Vicente Fox Quesada, trataron de mover este aeropuerto internacional a Texcoco, a corta distancia de acá y unido al Distrito Federal por una autopista excelente, pero los propietarios de las tierras no aceptaron el precio que les ofrecieron y se resistieron hasta con violencia a salir de ellas. Las autoridades harían bien en sacar el aeropuerto de donde está, porque prácticamente se encuentra adentro de la ciudad y de milagro todavía no ha ocurrido una tragedia. Por algo es que, según me han dicho, los pilotos de las líneas aéreas cobran un sobresueldo por aterrizar en estas pistas. Quién sabe si esto es verdad, pero es lo que me han dicho.
Pregunté al chofer del taxi que nos condujo del aeropuerto al hotel Presidente InterContinental, situado en la calle Campos Eliseos en la encantadora colonia Polanco, qué ha sido de la vida del ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal y ex candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Andrés Manuel López Obrador, y me respondió encogiendo los hombros: ?¡Quién sabe! ¡Ha desaparecido! Ya se oye poco de él, aunque de vez en cuando todavía dá declaraciones a los medios de comunicación. Pero es poco el caso que se le presta ahora porque no recibe mucha atención? Y después comentó que para la campaña electoral AMLO gozaba de muchas simpatías e iba adelante de sus contrincantes, los candidatos del PRI y del PAN, pero su actitud intemperante y desestabilizadora le hizo perder la confianza de muchos que le habían apoyado originalmente, sobre todo cuando le faltó al respeto al presidente Fox y le llamó ?chachalaca?, lo cual al pueblo le pareció nuy irrespetuoso para con el mandatario del país. Le pregunté entonces por el ex presidente Fox y me dijo que no había sido un mal presidente, pero había fallado en cuanto a que no supo imponer su autoridad en ciertos casos, como en el de la expropiación de tierras en Texcoco para construir el nuevo aeropuerto, y que, además, su controvertida esposa, Marta Saagún, le causó mucho daño porque actuaba con prepotencia y se metía en todo.
Sin embargo, los mexicanos van a tener que reconocer algún día que Fox desmitificó la figura del presidente, que tradicionalmente era una especie de monarca, de emperador, una figura intocable, a quien los periodistas y los medios de comunicación no se podían permitir jamás el atrevimiento de decir absolutamente nada en contra de ellos. Fox fue quien dio la apertura que actualmente hay para ejercer la libertad de expresión.
Cada vez que visito esta ciudad me gusta hospedarme en el excelente hotel Presidente (ahora InterContinental). Me he hospedado aquí desde que era uno de los hoteles de la compañía Nacional Hotelera de mi amigo César Balsa, un hombre nacido en Barcelona, hijo de un humilde peluquero. César Balsa era un mesero en un restaurante de Barcelona y vino a México sin un centavo, contratado para ser jefe de meseros en el restaurante Tampico, en la calle Balderas, donde se inventaron las famosas ?sábanas? de filete de carne de res, del cual era propietario otro español que había venido a México también sin un centavo, don Manuel Suárez, a quien tuve oportunidad de conocer a través de mi entrañable amigo el gran periodista José “Pepe” Pagés Llergo, director de la importante Revista política “Siempre!”, en la que scribí muchos años.
Al cabo de varios años, gracias a su buena relación con personas influyentes, como la señora María Izaguirre de Ruiz Cortines, esposa del entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Adolfo Ruiz Cortines, logró obtener un importante préstamo bancario de la Nacional Financiera, propiedad del gobierno, y con ese respaldo abrió el primer gran restaurante de su cadena, el Focolare, en la calle Hamburgo, en plena Zona Rosa. Este fue un magnífico restaurante que atendía personalmente, y obtuvo gran éxito económico. Después abrió la famosa boite ?Jacaranda?, en la calle Génova, entre las calles Hamburgo y Londres, donde disfruté muchas noches de parranda y de romances, durante los años de la década de los años 60s,cuando en el Distriyo Federal había solamente cuatro o cinco millones de habitantes, a diferencia de hoy que se dice que hay más de veinte millones; y después abrió el restaurante teatro Can-Can. Mientras tanto, construyó el primer hotel Presidente, ubicado en la esquina de las calles Hamburgo y Amberes, donde me hospedé desde el mismo día de su inauguración y lo convertí en mi ?cuartel general? cada vez que venía a México, cuando los gerentes fueron mis recordados amigos Roberto Zapata, Rodrigo Calderón y Rodolfo Navarrete. Durante muchos años este fue el mejor hotel de la ciudad, pero cuando ocurrió el terremoto se destruyó y nunca lo reconstruyeron. Entonces hicieron el hotel Presidente Chapultepec, en la calle Campos Eliseos de la colonia Polanco, y luego el Presidente de Acapulco y todos los demás hoteles con ese mismo nombre, sucesivamente. A partir de entonces este hotel ha sido mi favorito en la ciudad de México. Pero, por problemas financieros la Nacional Financiera se quedó con él y desde hace varios años es parte de la cadena InterContinental.
Desde la ventana de nuestra habitación, situada en el piso 37, tenemos la vista más espectacular que se puede pedir. Aunque parezca increíble, hoy no hay nada de smog y podemos ver con mucha claridad las montañas que rodean a la ciudad y los volcanes Ixta y Popocatépetl. Enfrente vemos el Auditorio Nacional, a donde iremos mañana a ver y escuchar el fabuloso espectáculo de los coros, orquesta y ensamble del Ejército Rojo; vemos la hermosa avenida Reforma; el Campo de Marte con su gigantesca bandera tricolor; vemos también la Casa Presidencial denominada “Los Pinos”, que visité tantas veces cuando el presidente de México era el licenciado José López Portillo y yo era embajador de Guatemala; los cuarteles de las Guardias Presidenciales; las fuentes del restaurante El Lago, que abrió mi desaparecido amigo catalán Dalmau Costa; la enorme Montaña Rusa; el famoso Castillo de Chapultepec y el Bosque del mismo nombre; el parque zoológico; y vemos el elevado edificio que construyó don Manuel Suárez para que fuese el Hotel de México y se convirtió en el World Trade Center (Centro Mundial de Comercio) cuando don Manuel ya no pudo seguir costeando la construcción con sus propios fondos, porque nunca quiso solicitar un préstamo bancario.
He mencionado varias veces al personaje que fue don Manuel Suárez y creo necesario decir algunas palabras sobre su fabulosa historia. Fue un español que vino a México ?con una mano adelante y otra atrás?, en busca de fortuna, durante los años de la Revolución contra el presidente Porfirio Díaz, y cuando vio lo que estaba pasando se unió a las fuerzas insurgentes del ?general? Francisco “Pancho” Villa, y luchó a su lado hasta que triunfó la Revolución y subió al poder Francisco I. Madero con su postulación de su política de “Sufragio efectivo y no reeleción”. Después, Suárez fundó una fábrica de tejas con el nombre ?Techo Eterno?, y al cabo de no mucho tiempo se hizo rico, abrió un hotel en Cuernavaca que se llamó Casino de la Selva y los restaurantes Tampico, y emprendió su sueño de construir el edificio más alto de esta ciudad. Pero no logró terminarlo con sus propios recursos y, testarudo como era, dejó el edificio sin terminar por no caer en manos de los bancos. Cuando murió, lo terminaron de construir sus herederos con un préstamo bancario y establecieron en la planta baja el Polyforo Siqueiros, un museo con obras del célebre pintor David Alfaro Siqueirios, uno de los más connotados comunistas de la línea stalinista y rival de Diego Ribera que era trstskista. Se ga dicho que, entre otras cosas, Siqueiros estuvo involucrado en el asesinato de León Trotsky.
De todas maneras don Manuel Suárez o logró ver realizado su sueño, porque el edificio más alto dl Distrito Federal en esos años fue la Torre Latinoamericana, que, por cierto, fue construida por un empresario de origen guatemalteco, cuyo nombre no recuerdo.
El caso es que tanto don Manuel Suárez como mi amigo César Balsa fueron dos españoles emprendedores y exitosos, dignos de admiración, que triunfaron en este país y dejaron obras que son como monumentos a su memoria. Que mis palabras sean también un homenaje en mi recuerdo.