Este tema es excesivamente delicado y por ende sumamente difícil de enfocar sin peligro de caer en una posición hipócrita o delictiva, porque, si por una parte nos apegamos estrictamente a las leyes, son tan delincuentes ?o peores delincuentes aún- los violadores de las leyes que están involucrados en ?limpiar? a la sociedad de los delincuentes, como quienes, por otra parte, son delincuentes porque con sus actividades violan las leyes. Es peligroso para un periodista adoptar con absoluta sinceridad una posición que sea ecuánime al respecto. Pero si uno se atreve a tocar el tema, tiene que poder reconocer que si respetamos el estado de Derecho en que decimos que vivimos, la estricta aplicación de las leyes no soluciona el grave problema de una sociedad desamparada y la delincuencia organizada o desorganizada tiene impunidad.
Comprendo que van a pegar el grito en el cielo quienes invocan la rigurosa aplicación de los derechos humanos y de las leyes sobre cualquier otra consideración, porque las autoridades son las primeras que están obligadas a respetar las leyes que están vigentes en el país y no se puede argumentar nada valedero para que las violen para castigar a los delincuentes que no han sido legalmente detenidos y oídos por jueces que han dictado una sentencia de condena, como lo ordena la Constitución de la República. Pero, si somos ecuánimes, tenemos que reconocer que hemos visto muchas veces lo difícil que ha sido que la rigurosa aplicación de las leyes tenga éxito contra la incontrolable delincuencia.
Si nos quitamos la máscara, es probable que tengamos que reconocer que hay profunda sabiduría en la vieja sentencia bíblica de ?ojo por ojo y diente por diente?. ¡Pero es muy difícil aceptarlo! Por el simple hecho de hacer estas reflexiones corro peligro de ser catalogado como inhumano y violador de las leyes. Sin embargo, ¿qué podrían hacer las autoridades ante la impunidad con la cual actúan los delincuentes contra una sociedad desprotegida?
Yo no quiero pronunciarme a favor de que en Guatemala se aplique la ley de la selva, ni tampoco me atrevo a decir que tenga validez eso de ?ojo por ojo y diente por diente?, pero de ninguna manera voy a pronunciarme a favor de que los desalmados delincuentes que violan las leyes sin compasión alguna sigan actuando con impunidad y dejar a la sociedad desamparada en sus manos.
Es inconcebible pronunciarse públicamente en favor o en contra en tales casos. Y no quiero exponerme a ser calificado como un troglodita que aprueba ?mucho menos que promueve- que las autoridades violen las leyes de Dios y las leyes humanas en ningún caso, ni siquiera contra quienes no se tientan el alma para violarlas.
No es fácil que puedan comprender esto quienes nunca han tenido que sufrir que unos hijos de puta hayan cometido un delito como secuestrar a una persona de su familia, y a pesar de que ellos saben muy bien que son culpables, salen libres al poco tiempo porque han tenido dinero para contratar a un buen abogado defensor o porque el Ministerio Público no logró obtener suficientes pruebas de su culpabilidad. Pero estoy seguro de que si lo entienden quienes han tenido que sufrir esa situación.
Es ingenuo -para no calificarlo de pendejo- dejar a la mano de Dios los castigos a los delincuentes. Algo se debe hacer cuando existe una situación como la que está viviendo nuestra sociedad. No digo que está bien que existan comandos secretos autorizados para matar con impunidad a los delincuentes, pero insisto en que algo se tiene que hacer para poner un alto a la impunidad de los delincuentes. No se si me explico.
Es comprensible que el Procurador de los Derechos Humanos y todas las buenas personas que luchan por el estricto cumplimiento de las leyes, en cualquier caso, protesten y exijan que las autoridades no violen jamás las leyes vigentes y los derechos humanos habidos y por haber, pero que hagan el favor de decirnos qué pueden hacer las autoridades para proteger a nuestra sociedad en semejante situación si el comportamiento de las autoridades es estrictamente legal y transparente.
Ya hemos visto de sobra cómo en incontables casos ha habido malditos criminales que después de cometer graves delitos y haber sido detenidos y llevados ante los tribunales de justicia han sido exonerados en corto tiempo de recibir un castigo por lo que hicieron porque han tenido el dinero necesario para contratar a un buen abogado defensor que logra que se les deje en libertad, o porque el Ministerio Público no ha sido eficaz para obtener suficientes pruebas de su culpabilidad, o porque gracias a la creciente corrupción o el miedo a las represalias un juez les deja en libertad. Por más que se tengan suficientes indicios de que, efectivamente, han cometido los delitos de los cuales se les acusa.
Que Dios me perdone si cometo un pecado y que me perdonen mis lectores si estoy diciendo una barbaridad, pero creo firmemente que la sociedad guatemalteca ya no puede continuar soportando esta situación en desamparo en la cual no se puede sobrevivir si no se tiene un eficiente guardaespaldas. En consecuencia, insisto en que hay que hacer ?algo? para ponerle un hasta aquí. Ustedes, estimados lectores, tendrán que ponerse a pensar qué se debe hacer. Y si son sinceros a lo mejor coinciden conmigo en que hay que hacer algo que sea efectivo contra los delincuentes. Algo.