Ciertos columnistas de los medios de comunicación que creen que lo saben todo y unas personas que envían cartas a los periódicos con opiniones sobre diversos temas, insisten en que los dos candidatos presidenciales que obtuvieron más votos en la primera vuelta electoral del 9 del mes en curso y ganaron el derecho a participar en la segunda vuelta electoral que se celebrará el 4 de noviembre, deben dar a conocer desde ahora los nombres de las personas que van a desempeñar los cargos de ministros de su gabinete si son electos.
Sin ánimo de menospreciar la capacidad intelectual y el conocimiento de la sicología o el comportamiento de los guatemaltecos, me permito hacer estas observaciones que, por lo visto, son oportunas y pertinentes.
En primer lugar, la Constitución de la República establece que el objetivo es elegir al Presidente de la República y a su correspondiente Vicepresidente, y no al equipo de trabajo que se proponen designar cuando sean electos. Esto significa que los candidatos no están obligados a dar a conocer los nombres de las personas que piensan nombrar para integrar su gabinete, porque es a él a quien se elige, y no a su esposa, ni a sus ministros y demás colaboradores.
Por otra parte, si los dos candidatos que van a competir en la segunda vuelta caen en la trampa de dar a conocer los nombres de las personas que serán ministros en su gobierno, lo único que van a conseguir es exponerse a que ya no sea solamente a ellos mismos a quienes los votantes vayan a cuestionar buscándoles todo tipo de supuestos defectos e inconvenientes, sino también a cada uno de sus colaboradores.
Porque aunque los guatemaltecos somos excesivamente complacientes para con nosotros mismos, tenemos la desafortunada predisposición a ser demasiado severos críticos de los demás.
Hace algún tiempo informé que cuando el general Romeo Lucas García era Presidente Constitucional de la República tenía el propósito de que al terminar su período le sustituyese un civil y no un militar, y pidió a los dirigentes de los partidos políticos afines al gobierno que escogiesen a una persona idónea entre las gentes más valiosas del país, aunque no necesariamente fuese afiliado a sus partidos. Él decía que ya era hora de que los militares dejasen de desempeñar la Presidencia para que la ocuparan los civiles. Su tesis era que la Institución Armada no podía seguir cargando con esa responsabilidad más tiempo. Eso me consta porque me pidió que colaborara para lograr ese propósito y yo participé en varias reuniones. Pero pasó mucho tiempo sin que los dirigentes de los partidos políticos llegaran a algún acuerdo, porque cada uno de ellos creía que era el más idóneo y rechazaban por principio a todos los demás que se proponían. Cuando se les mencionaba el nombre de alguien que no fuese afiliado a su partido, de inmediato le encontraban un sin fin de defectos e inconvenientes. Fue imposible lograr que se pusieran de acuerdo para escoger a una de las personas civiles que se les propuso. Ninguno les parecía lo suficientemente inteligente y preparado para desempeñar ese cargo. A todos los civiles les encontraban numerosos defectos. El que no era una cosa era otra. Ninguno les parecía bastante idóneo. Salvo ellos mismos, desde luego.
Hasta que un día informaron al presidente Lucas que ya habían llegado a un consenso y él les dió una cita en Casa Presidencial para dos días más tarde y me llamó por teléfono a México, donde me desempeñaba como embajador, para invitarme a estar presente y tuve que venir inmediatamente. Cuando los dirigentes de los partidos políticos llegaron a la sala de Casa Presidencial, iban sonriendo con aspecto de estar sumamente satisfechos y orgullosos de la decisión a la que habían llegado. Pero por más que traté de que me adelantaran algún dato que me permitiese deducir quién era el civil que habían escogido, no soltaban prenda, se guardaron la información como si fuese secreto militar. Entonces hizo su arribo a la sala el mandatario y sin andarse por las ramas preguntó: ?Bueno pues, díganme de una vez a quien han escogido para que me sustituya?. Los secretarios generales de los partidos políticos que apoyaban al gobierno se cruzaron miraditas para ver quién iba a ser el vocero del grupo. ¡Ni siquiera en eso se habían puesto de acuerdo! Por fin, tomó la palabra el licenciado Jorge García Granados hijo, quien desempeñaba el cargo de Secretario General de la Presidencia y era el Secretario General del partido Revolucionario. Además, era pariente de Lucas. Con una sonrisa de oreja a oreja, dijo: ?Para evitar que puedan producirse divisiones negativas entre los partidos políticos que apoyan al gobierno y después de analizar cuidadosamente la situación, hemos llegado a la conclusión que el candidato debe ser? ¡el general Aníbal Guevara!?
El presidente Lucas me volvió a ver y me dijo en voz alta visiblemente sorprendido y disgustado: ?¿No habrán entendido estos cabrones que les pedí que escogieran a un candidato civil y no a otra cachucha?? Y después de unos segundos de silencio que me parecieron muy largos respondió: ?Bueno muchá… respeto su decisión, pero conste que yo les pedí que buscaran a un candidato civil. Para poner a otro militar no hacía falta que ustedes lo escogieran y pude haber pedido que lo hicieran mis compañeros militares. ¡Con permiso!?. Se puso de pie para retirarse sin despedirse de mano de ninguno. Y al pasar junto a mi me dijo: ?¿Querés hacerme el favor de acompañarme a tomar un trago en otra parte para que podamos platicar un poco??. Y cuando llegamos al comedor pidió a un mesero que nos sirviera “dos whiskies, pero dobles”. Y luego me confió su opinión sobre la decisión de los políticos, la cual no viene al caso, pero no estaba de acuerdo con ella porque quería quitar esa responsabilidad a los militares.
Si para escoger a una sola persona civil que idónea para ser Presidente de la República no se pusieron de acuerdo unos cuantos dirigentes políticos, ¿cómo demonios quieren que los candidatos presidenciales se expongan a que no voten por ellos quienes sin lugar a dudas van a encontrar defectos e inconvenientes a sus candidatos para ministros?
Además, si mencionasen los nombres de las personas que serán sus ministros lo único que van a conseguir es exponer a priori a las personas que mencionen, y a que sean víctimas de la maledicencia y de la implacable crítica de los columnistas de los medios de comunicación. Y es muy probable que sean víctimas de la implacable crítica destructiva de los mismos columnistas que creen que lo saben todo y seguramente no quedarán contentos con más de alguna de las personas que escojan los ingenuos candidatos que caigan en esa trampa. ¿Y para qué fregados van a exponer a esas personas a ser virtualmente condenadas a la crítica viperina de quienes creen que lo saben todo y sólo sirven para criticar?
Por eso, creo que hacen muy bien los candidatos presidenciales si no informan innecesariamente quiénes son sus candidatos a ocupar los cargos de ministros en su gobierno si ganan la segunda vuelta y son investidos el 14 de enero del año próximo. Hacen muy bien en no hacer caso a esa necedad. Sería una tontería rayana en la estupidez que den gusto a quienes exigen que proporcionen los nombres de quienes serán sus colaboradores. ¡Ay a papo!