Grito en la embajada de México

El excelentísimo embajador de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Eduardo Ibarrola Nicolín, invitó a un elevado número de personas a la celebración de la tradicional Ceremonia del Grito de Dolores con motivo de la conmemoración del 197 aniversario de la independencia de su país, la cual tuvo lugar el sábado pasado, 15 de septiembre, de las 18:00 a las 21:00 horas, en el Centro Cultural que lleva el nombre de nuestro ilustre compatriota el escritor, poeta y crítico de arte Luis Cardoza y Aragón situado en las instalaciones de la embajada.
En la fila de recibimiento se encontraban todos los miembros del personal de la embajada, encabezados por el embajador Ibarrola, a quien seguía su bella y encantadora novia, quien vino de México especialmente para esta ocasión. Al acontecimiento asistieron los cuerpos diplomático y consular acreditados en el país, los más destacados elementos intelectuales y miembros de nuestra sociedad, funcionarios públicos, políticos de actualidad, ex candidatos presidenciales en las elecciones recién pasadas, elementos de los medios de comunicación, etcétera. Hacía mucho tiempo que la embajada de México no se veía tan concurrida y no celebraba una fiesta tan espléndida como las que hacían los embajadores de México hasta el año 1996 cuando pareció que les recortaron el presupuesto o que no les interesaba festejar sus fechas patrias, ni compartir con los guatemaltecos sus festejos históricos.
La fiesta estuvo sumamente concurrida y de lo más espléndida y alegre. Asistimos entre 800 y 1000 personas que bebimos buenos tragos de tequila y saboreamos diferentes platillos típicos mexicanos que fueron proporcionados por los restaurantes mexicanos que operan en esta ciudad, como “México Lindo y Sabroso”, “Frida Kahlo” y, desde luego, no podía faltar la presencia de la cadena de los populares restaurantes “Los Cebollines”. Todos esos restaurantes tenían sus correspondientes puestos alrededor del patio, pero el lugar de “Los Cebollines”, al fondo del patio, era el más grande, el mejor decorado y el que más tuvo que ofrecer, como los tacos de cochinita pibil y de carnitas, las costillitas de cerdo y el pozole que estaban deliciosos. Amenizó la velada un conjunto musical, de Mariachi naturalmente, con varias cantantes folclóricas. Además de todo, milagrosamente no llovió. Como si la Vírgen de Guadalupe les hizo el milagro. El único inconveniente que reportaron algunas de las señoras y señoritas fue que los tacones de sus zapatos se clavaban en la grama del patio y a una se le rompió uno de ellos.
A las 19 horas, se llamó la atención de los asistentes para dar lugar a la ceremonia. No me explico por qué esta vez se hizo esta ceremonia a esa hora y no a media noche, como se acostumbraba. Primero se rindió honores militares a la bandera nacional mexicana, luego se anunció el Himno Nacional de Guatemala (del cual solamente se escuchó una versión abreviada), que lo cantamos tímidamente, como de costumbre, muchos de los guatemaltecos presentes y después se escuchó el impresionante Himno Nacional de México, que entonaron emocionadamente todos los mexicanos asistentes. Después escuchamos un mensaje grabado del Presidente mexicano Felipe Calderón Hinojosa, dirigido a todas las mexicanas y todos los mexicanos que viven en el extranjero, en el cual explicó cómo va a seguir una política de protección y apoyo para los trabajadores mexicanos que viven en los Estados Unidos y contribuyen con su trabajo a ese país. Después se dio una corta explicación de lo que fue el Grito de Dolores y acto seguido el embajador sonó una campana conmemorativa de la campana que sonó en Dolores el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el 16 de septiembre de 1810, al dar el Grito de Dolores “¡Viva la Virgen de Guadalupe! ?¡Abajo el mal gobierno!? ?¡Mueran los gachupines!”, con el cual se lanzó a la guerra de independencia apoyado por una tropa de indígenas y campesinos, revolución que condujo y le llevó por otro camino cuando se convirtió en lo que fue: la guerra independentista que tuvo 11 años de duración.
El proceso de la lucha por la Independencia de México fue uno de los más largos de América Latina. La Nueva España permaneció bajo el control de la Corona española por unos tres siglos. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, ciertos cambios que se dieron en la estructura social, económica y política de la Colonia llevaron a una élite ilustrada de novohispanos a reflexionar sobre su relación con España. Sin subestimar la influencia de la ilustración, de la Revolución Francesa ni de la independencia de Estados Unidos, lo que llevó a la élite criolla a comenzar el movimiento emancipador fue la ocupación francesa de España, en 1808. Debemos recordar que ese año, Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de José Bonaparte, de modo que España quedó como una especie de protectorado francés. En las colonias españolas en América se formaron varias juntas que tenían como propósito conservar la soberanía hasta que se marcharan de España las tropas francesas de Napoleón Bonaparte y regresara al trono el rey Fernando VII y sólo entonces volver a formar parte de la Colonia Española. Nueva España no fue la excepción y se comenzó a conspirar para respaldar a Fernando VII y rechazar a los franceses. Pero inicialmente no se buscaba la independencia. Hubo una conspiración, en Querétaro, encabezada por la señora Josefa Domínguez, esposa del Corregidor, pero fue descubierta y abortó.
El lugar donde realmente comenzó la insurrección que luego se transformó en guerra por la independencia fue Dolores, Guanajuato, cuando el cura Hidalgo y Costilla lanzó el Grito de Dolores “¡Viva la Vírgen de Guadalupe! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Mueran los gachupines!” (?Gachupines? eran solamente los españoles que en España apoyaban a José Bonaparte).
El Grito de Dolores se considera el punto cronológico con el cual se inició la guerra de Independencia de México y consistió en el llamado a sus parroquianos de parte del “padre de la patria”, el cura Hidalgo y Costilla en compañía de los patriotas general Ignacio Jose de Allende e Ignacio Aldama, a levantarse en armas contra la autoridad virreinal de la Nueva España. En la mañana del 16 de septiembre de 1810, el cura Hidalgo convocó a través del llamado de alerta de las campanas a la población de Dolores, hoy Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato.
Años más tarde apareció Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu (1783-1824) quien era uno de los militares mexicanos que combatía al mando de las tropas realistas españolas contra los Insurgentes y en particular contra el cura José María Morelos y Pavón y posteriormente contra el general insurgente sureño Vicente Guerrero, quien después de que le derrotó aceptó aliarse a él para declarar la independencia y firmaron el ?Plan de Ayala? en el cual se proclamó la Independencia en 1821 y después de haber integrado un triunvirato que presidió Iturbide con el grado de generalísimo y el tratamiento de ?Su Majestad Serenísima?, se declaró Emperador Agustín I, título que usaba mientras gobernaba México y Centroamérica cuando ésta estaba unida a México.
La tradición del Grito
La misma campana que hizo sonar el cura Hidalgo en su iglesia para dar el Grito de Dolores se encuentra actualmente en la alta cornisa del balcón presidencial de Palacio Nacional, junto al Zócalo de la Ciudad de México, y el Presidente de la Federación en turno la hace sonar cada 15 de septiembre alrededor de la media noche, y después ondea la bandera nacional, como conmemoración del aniversario del inicio del proceso independentista, proclamando vivas a la patria inspiradas en las del cura Hidalgo, pero desde hace muchos años han omitido gritar ?¡Viva la Vírgen de Guadalupe!? y ?¡Abajo el mal gobierno!? y han venido variando de año en año, aunque hay partes invariables como la mención de ?los héroes que nos dieron patria? entre los cuales menciona a Hidalgo, a Allende, a Aldama y a la corregidora Domínguez, pero siempre finaliza con un triple ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! El ex presidente Vicente Fox le agregó ?¡Viva nuestra democracia!?.
Durante el siglo XIX el grito se daba el 16 de septiembre, pero el presidente Porfirio Díaz cambió la celebración para el 15, un día antes, para que coincidiera con su cumpleaños.
Cambio favorable en la embajada
Como dije antes, hacía mucho tiempo que en esa misión diplomática no se congregaban tantas personas para celebrar la fiesta de Independencia con el famoso Grito de Dolores. Si mal no recuerdo, la última gran recepción que hubo en esa embajada fue el 16 de septiembre de 1995, cuando el embajador era el bien recordado licenciado Guillermo Cosío Vidaurri, quien desempeñó brillantemente ese cargo del 21 de junio de 1994 al 20 de febrero de 1996, tiempo durante el cual cultivó la relación amistosa con un amplio número de guatemaltecos de diferentes ocupaciones y de todas las clases sociales, por lo cual lamentamos que fuese retirado del cargo de embajador por el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.
Al embajador Cosío Vidaurri le sucedió el licenciado Salvador Arriola Barrenechea, por solicitud del entonces Canciller del gobierno de Álvaro Arzú Irigoyen, Eduardo Stein Barillas, sólo porque habían sido compañeros de trabajo en una organización internacional.
Arriola es un hombre inteligente, preparado, culto y agradable, sin duda, y ocupó el cargo del 22 de enero de 1996 al 22 de marzo de 2001, pero por la influencia de la inclinación ideológica de su esposa, una venezolana con tendencia izquierdista, se relacionó únicamente con elementos de la izquierda porque, según decía ella, solo los izquierdistas son intelectuales y artistas. Por algo fue que la Cancillería mexicana le trasladó de Guatemala a Sao Paulo (Brasil) con el cargo de Cónsul General.
Le sucedió la doctora Carmen Moreno Toscano del 15 de diciembre 2000 al 12 de agosto 2003, una señora que se vanagloriaba de haber obtenido varios doctorados y de ser graduada de la Sorbona de Paris (Francia). Es una mujer muy fea, pero no sólo en lo físico, lo cual no habría tenido ninguna importancia, sino fea también en su trato personal. Además, por su tendencia izquierdista se dedicó exclusivamente a cultivar la amistad personal del nefasto presidente de la República Alfonso Portillo, porque estudió en la universidad comunista de Chilpancingo, y parecía que a ella no le importaba que hubiese matado a balazos a dos estudiantes de esa universidad con los agravantes de premeditación, nocturnidad y ventaja. Lógicamente, el desempeño de esa embajadora no fue muy grato que digamos. Era tan impertinente que en las cenas que ofrecía hacía duras críticas a los medios de comunicación y a los periodistas porque, según decía, abusábamos de la libertad de expresión al criticar al corrupto mandatario y a su gobierno.
Pero parecía que el entonces presidente de México, Vicente Fox, creía necesario o conveniente nombrar a mujeres para desempeñar el importante y delicado cargo de embajador en nuestro país, porque a la doctora Moreno Toscano la sustituyó el 30 de septiembre 2003 la licenciada Rosalba Ojeda y Cárdenas, quien, lamentablemente, durante más de tres años que estuvo en nuestro país demostró que como diplomática era anodina y en lo personal era poco amigable y nada agradable. Cuando estaba recién llegada la invité a almorzar en mi casa y llegó acompañada de su esposo, un antropólogo o algo parecido, quien estaba de visita en el país porque residía en México. Les recibí amigablemente y con las muestras de la cordialidad que me merecen los mexicanos. También había invitado a dos buenos amigos que, como yo, habían sido embajadores en México, el licenciado Antonio Pallarés Buonafina, quien antes había sido subsecretario de Relaciones Exteriores y embajador en Ginebra, Francia y Brasil, y al licenciado Alejandro Maldonado Aguirre, ex ministro de Educación, ex ministro de Relaciones Exteriores y, por esos días, Magistrado Presidente de la Corte de Costitucionalidad. El almuerzo que les ofrecí fue espléndido: entre otras cosas, serví un delicioso Suban-Ic preparado por una excelente cocinera nacida en San Martín Jilotepeque, de donde es ese plato, y les serví aperitivos y vinos de primera clase. Pero nada les mereció ni el menor comentario. Todo el tiempo se comportaron en la mesa como si me estuviesen haciendo un favor con su visita y a mis invitados casi ?ni los pelaron?, como se dice en México, a pesar de sus brillantes currículos y de sus culturas. Como se podrá comprender, nos sentimos muy felices cuando se retiraron. Nunca más volví a verla, ni a saber de ella, porque jamás tuvo la cortesía o la buena educación de hacer recíproca la invitación. Pero hizo bien porque si la hubiese hecho no habría aceptado.
He hecho este recordatorio porque he considerado necesario para resaltar lo grato que es para mí y para quienes como yo somos sinceros amigos de México y de los mexicanos el hecho que -¡por fin!- el gobierno de México, a cargo del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, ha enviado como embajador plenipotenciario y extraordinario a un hombre de la elevada calidad profesional y gran simpatía personal del licenciado Eduardo Ibarrolla Nicolin. ¡Bienvenido sea! Le deseo que en su gestión obtenga muchos éxitos y grandes satisfacciones, para bien de las relaciones cordiales entre México y Guatemala.

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