Entre los temas más delicados sobre los cuales muchas veces no es conveniente opinar, es el de las religiones y sus seguidores. Sobre todo en países donde hay tantos fanáticos o fundamentalistas, como Guatemala. Pero, a veces hay que opinar aunque debamos correr el riesgo de provocar reacciones desagradables entre los dogmáticos que no están abiertos al diálogo. Ni modo, esos también son gajes del oficio.
Hoy voy a abordar uno de esos temas delicados, aprovechando que en este medio cibernético no estoy expuesto a las represalias económicas de los fanáticos de la multimillonaria y poderosa organización mundial denominada Opus Dei (Obra de Dios), que fundó el sacerdote español José María Escrivá de Balaguer (quien ya fue elevado a los altares de la Iglesia católica) y, hace algunos años, boicotearon económicamente a la inolvidable revista Crónica para silenciar sus opiniones y le causaron cerrar sus operaciones.
Los diputados del Congreso de la República ?con la honrosa excepción de los diputados Jorge Roberto Alfaro Alvarado (del EG) y Mario Taracena Díaz-Sol (del PAN), a quienes felicito- en días recién pasados metieron sus narices en lo que no es de su incumbencia y violaron la Constitución de la República al aprobar en el pleno prohibir la visita a Guatemala del charlatán puertorriqueño José Luis de Jesús Miranda, quien se autoproclama ?el anticristo? y dice que un día fue transportado por “dos seres celestiales? ante la presencia de Jesucristo y éste ?se fusionó? en su cuerpo, con lo cual se convirtieron en un solo ser. A partir de entonces se trasladó a Miami donde fundó un canal de televisión para ganar adeptos, por lo que su organización ha venido en incremento. Afirma que comenzó con 500 simpatizantes y hoy cuenta con cerca de 100 mil seguidores en toda Latinoamérica. Cualquier persona que tenga dos dedos de frente comprende que este boricua está más loco que una cabra y no merece que nadie ponga la menor atención a sus estupideces.
Como es natural, el tema ha producido opiniones encontradas. En el matutino Prensa Libre cuatro destacados columnistas lo han abordado y externaron sus opiniones. Los primeros que lo tocaron fueron Jorge Jacobs A. en su columna Ideas y Dina Fernández, quien publicó en su columna Xocomil un artículo titulado ?El anticristo caribeño? y de entrada afirmó: ?La fe es un asunto espiritual donde el estado no debe meterse?. ¡Bien dicho, Dina! ¡Más claro no canta un gallo! Y luego dice: ?Justo cuando Centroamérica se prepara para las celebraciones de la Semana Mayor, anuncia su llegada a la región un peculiar predicador de origen puertorriqueño, de nombre José Luis de Jesús Miranda?. Y sigue diciendo: ?Entre otras excentricidades, este señor se hace llamar al mismo tiempo ?Jesucristo hecho hombre? y el ?Anticristo?, insta a sus seguidores a tatuarse el número 666 en el cuerpo (por la módica suma de US$30 pagados a su secta) y pregona que el pecado fue derrotado y abolido con la crucifixión del primer Jesús, por lo que ahora cada quien puede vivir a su aire?.
Dina siguió diciendo: ?Está muy claro que el tipo sabe que para llamar la atención no hay mejor fórmula que blasfemar frente a las cámaras de televisión. Por eso en las manifestaciones de los seguidores de su secta ?llamada ?Creciendo en Gracia? y con sede en la gloriosa ciudad de Miami- se han enarbolado mantas con el 666, rostros de Jesús tachados por una barra y toda suerte de insultos a las iglesias tradicionales, a las que acusa de ser dirigidas por el mismísimo Satanás?.
Más adelante alude a la negativa de la Gobernación Departamental a autorizar que ese loco y sus adeptos hagan una manifestación pública, y concluye: ?El Estado debe actuar cuando las agrupaciones de carácter religioso llegan a violar leyes, y las Iglesias serias deben combatir las aberraciones como las de este ?doctor? Miranda. Pero la lucha en cuestiones de fe debe pelearse en otro terreno mucho más difícil: en las mentes y los corazones?. Y concluye: ?Para ello, más que suprimir una manifestación, se necesita de un fenomenal esfuerzo pastoral, pues aunque no haya marchado por las calles el tal Anticristo, siguen funcionando sus radios, su cadena de tv y su página web?.
Ayer, el estimado columnista Mario Antonio Sandoval publicó en su columna Catalejo el artículo que tituló ?Consideraciones sobre las sectas? y, a manera de entrada, dice: ?La sociedad tiene derecho a defenderse de falsos profetas causantes de innecesarias divisiones religiosas?. Para mi sorpresa, comienza diciendo: ?Creo justo felicitar al Congreso de la República por su decisión de no autorizar la presencia en el país de quien se autonombra el Anticristo, y con ello agregar a Guatemala a la serie de países donde se le ha impedido presentarse. El asunto tiene una serie de facetas igualmente necesarias de ser tomadas en cuenta, pero la primera es el derecho de todos los ciudadanos profesantes de cualquiera de las religiones derivadas del mensaje de Cristo, quienes son la abrumadora mayoría de la población guatemalteca, a no ser molestados en lo más profundo de sus sentimientos religiosos. Es éticamente correcta la decisión del Estado guatemalteco de impedir una nueva forma de división y de molestia en una sociedad ya suficientemente dividida?. Sobre todo en lo que dice que “la sociedad tiene el derecho y la obligación de prohibir o al menos dificultar la posibilidad de confrontaciones innecesarias” y pide a “las autoridades eclesiásticas de cualquier religión, guías para saber cuándo se puede considerar a un grupo como serio, desde el punto de vista religioso”. Yo no necesito una guía como esa para darme cuenta de quiénes puedan ser serios y quiénes son unos charlatanes, como indudablemente lo es este tipo Miranda. Pero eso depende de mi propio criterio y no de una “guía” exclesiástica.
Lamento expresar mi total desacuerdo con mi viejo amigo Mario Antonio. Comprendo que su familia es extremadamente católica y, además, él y su esposa son catedráticos de la universidad jesuita Rafael Landívar. Pero el artículo 36 de la Constitución de la República establece: ?El ejercicio de todas las religiones es libre. Toda persona tiene derecho a practicar su religión o creencia, tanto en público como en privado, por medio de la enseñanza, el culto y la observancia, sin más límites que el orden público y el respeto debido a la dignidad de la jerarquía u a los fieles de otros credos?.
Como bien dice en el mismo diario el periodista Haroldo Shetemul en su habitual columna A Contraluz en un artículo titulado ?El coco del anticristo?, ?Así, la Constitución permite el budismo, el cristianismo y el islamismo, entre otros. Y dentro del cristianismo hay una gran variedad de denominaciones, y cada quien con su onda religiosa, que crea en catolicismo, santos de los últimos días, el séptimo día, hijos de Jehová, casas de dios, fraternidades, guerreros de Jesús, soldados de Cristo, etcétera, etcétera?.
En el siguiente párrafo pregunta: ?¿En qué parte de la Carta Magna del país la Gobernación Departamental, Migración o el Congreso han sido delegados para definir qué creencia religiosa es correcta y cuál no? De hecho, estamos ante un abuso y una muestra de total intolerancia, que rima muy bien con ignorancia, de los responsables de esas dependencias y de los diputados. No es la defensa oficiosa de Miranda lo que está en juego, es el derecho constitucional de los guatemaltecos a la libertad de culto. Si en dado caso, Miranda o sus seguidores incurrieran en excesos, violencia o violen cualquiera de las leyes del país, existe un aparato represivo del Estado al que le corresponderá actuar, no en términos religiosos, sino para preservar la seguridad del país?.
Y como último párrafo de su brillante artículo, del cual reproduzco unas partes para beneficio de mis lectores, concluye: ?Sería bueno que quienes incurrieron en esas violaciones constitucionales comprendieran que Guatemala es un Estado laico, y éste no puede ni debe interferir en las creencias religiosas de la población. Tampoco puede convertirse en defensor de una religión, ya que eso lo definiría como un Estado confesional y, por lo tanto, déspota contra otros credos. Valdría la pena que esos funcionarios que se erigieron en guardianes de la fe leyeran al filósofo Karl Popper, cuando habla de la sociedad abierta y la sociedad cerrada, esta última caracterizada por el autoritarismo y la falta de respeto a las libertades individuales, entre ellas la religiosa?.
¡Mis sinceras felicitaciones al colega Haroldo Shetemul! Es más, la Constitución de la República garantiza también el derecho a no formar parte de ninguna de todas esas sectas religiosas y ser ateo, agnóstico o libre pensador, si se prefiere.