AMBOS TIENEN RAZÓN

Dos de los más destacados columnistas del país, que  publican sus artículos en Prensa Libre han escrito alrededor del nacionalismo y el patriotismo. Y, en mi opinión, ambos tienen razón. Solo que no hay que confundir a una cosa con la otra. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la lengua Española (DRAE), nacionalismo es: apego a la propia nación y a cuanto le pertenece . 2.-Doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional completa” y nacionalista es “el partidario del nacionalismo. En cambio, patriotismo es amor a la patria; y patriota es una persona que tiene amor a la patria.

Nacionalismo chocho

El sentimiento nacionalista se ha alentado y utilizado en infinidad de ocasiones y por motivos muy diversos. Casi siempre -con pocas excepciones- la visión ha sido aislacionista, endógena, agresora o justificadora de ciertas falencias frente a realidades más exitosas o contrastadas y sustentada en el pensamiento de que “yo llegué antes que tú y, por tanto, tengo más derechos que tú”. Propio de situaciones de conflicto o previas al mismo, se ha hecho valer como detonante encubierto de fracasos políticos donde el autoritarismo ha estado presente en cierta medida.

Pedro Trujillo
Pedro Trujillo

Se ha acudido al nacionalismo cuando la capacidad de razonar, de    dialogar o de descubrir soluciones más propicias no ha sido el horizonte a alcanzar. Cuando se desea encerrar a alguien en un determinado espacio del que no puede sustraerse para interpretar determinadas realidades políticas o sociales se le sindica de nacionalista, y no escapa al analfabeta ni el estudiado. Ciertos países actúan con alto grado de nacionalismo, miran hacia el interior sin ver que fuera de sus fronteras existen otras realidades y en múltiples ocasiones esa visión o
argumento ha servido para establecer barreras a la inmigración. Se olvida, por otra parte, que muchas de esas naciones que se quejan de los sistemas migratorios de otras más desarrolladas, cuentan con el mismo alto grado de sentimiento nacionalista que limita el actuar de ciudadanos libres o, simplemente, es un fenómeno posicionado en la mente de sus habitantes que usan tal expresión para desdecir, acusar de “extranjeros” o mostrar la antipatía personal y visceral que la razón es incapaz de justificar. Es el arma escondida del perdedor, del necesitado de argumentos, del carente de capacidad de diálogo, del hepático. La piel de cordero del lobo racista criminal.

Nadie escapa a tan particular y ñoña forma de ser. Prominentes consultores engreídos y vanidosos; habituales columnistas y novelistas afamadas; analfabetas que comentan donde le dejan y pueden empleando frases apenas comprensibles por expertos en lenguas raras; insanos que lo usan para esconder su soberbia o cobardía (casi siempre unidas la una a la otra); ideologizados que pretenden reconstruir pilares derribados por la razón y la historia, y políticos desprovistos de argumentos, ¿qué sentido tiene todo esto en un mundo globalizado? Seguramente ninguno, pero tampoco hay que dar por hecho que la reflexividad es obligatoriamente una cualidad inherente a todo ser humano. Demasiados acostumbran a abonar diariamente el rancio y chocho nacionalismo que termina por crear guetos y lleva al poder a mesiánicos profetas que se convierten en empleados públicos dignos de gerontológico estudio o son sorprendidos por la muerte en el ejercicio del poder público permanentemente usurpado: los dictadores.

El nacionalismo atonta, alela y aturde. Es una “enfermedad infantil” que “se cura viajando” (Cela), la antítesis del pensamiento crítico, de la humildad, de la actitud curiosa, del respeto al prójimo, de la libertad. Amigo y compañero de la ignorancia, de la incultura, del mercantilismo, del insulto, de la ausencia de la razón, de la imposición, y es, sobre todo, idiotizador. Con frecuencia no se percibe ni se es consciente de ello, pero está implantado en lo más profundo del alma y de la mente, como la corrupción más hondamente aferrada. Basta leer algunas columnas, escuchar ciertos comentarios y opiniones o mantener conversaciones en redes sociales o en tertulias, aunque sean superfluas. Aflorará en algún momento el sentimiento nacionalista, propio de sociedades cerradas, de miedo a la competencia, de desprecio y odio, de aislacionismo, de estupidez humana. En este caso, como en otros, la túnica hace al monje. (Fin del artículo de Pedro Trujillo)

Mi opinión: estoy de acuerdo en lo que se refiere a ese nacionalismo exacerbado y enfermizo que trata de excluir a quienes no han nacido en un país pero viven en él, ya sea en calidad de extranjeros o por haber adoptado esa nacionalidad. Pero hay que reconocer que también hay un nacionalismo sano, sin extremismos, que persigue exaltar los valores de la patria. No confundirlo con patriotismo, que es cosa diferente.

Por otro lado, Julio Ligorría Carballido escribió el 30/01/13 lo siguiente:

PUNTOS SOBRE PAPEL

El orgullo

de ser…

 El mundo puede verse

desde dos ópticas

Julio Ligorría
Julio Ligorría Carballido

Como muchas cosas en la vida las ideas en torno algunos asuntos suelen tener cuando menos dos aspectos.  Suelen ser vistos como diametralmente opuestos, convirtiéndose muchas veces en   conceptos diferentes que convergen o se interpretan bajo una misma definición. La variante en estos casos, tiende a venir del trasfondo de quien quiere explorar el tema. Válido ejercicio en muchos casos, pero que no ha de ser excluyente, pues se dará una interpretación constructiva o negativa según sea la naturaleza de quien construya el mensaje.

Mentes atormentadas tienden a  ver la vida como un cuadro surrealista, mustio y lleno de sombras profundas, con angustias plasmadas en frustraciones ocultas en las excusas bizarras de la académica inflexible; otras mentes, por contraste, buscan de la misma definición el aspecto más positivo, más tendente a sumar que restar.

El mundo puede verse desde esas dos ópticas. El amor a la patria, por ejemplo, suele entrar en este campo de discusión. Quienes lo ven como un lastre, le llaman despectivamente nacionalismo; con fuerte basamento histórico, anotan resultados desagradables  etiquetados bajo ese nombre, dándole la connotación más negativa posible bajo todo punto de vista. Y sí, en efecto, la historia registra excesos en la interpretación del nacionalismo, llevándolo al extremo de convertirse en algo excluyente, xenófobo y discriminatorio. Bajo esta visión, el nacionalismo ha alimentado odios entre etnias y vecinos, ante visitantes y ante momentos específicos de la historia de los pueblos.  Una visión reciente y cercana, que muchos podemos comentar con amargura: el nacionalismo escondido detrás del rechazo de los cazadores de inmigrantes del grupo Minuteman, en la zona fronteriza de Texas.

Sin embargo, hay otra forma de ver el nacionalismo. El orgullo de ser guatemalteco, mexicano, chileno, colombiano o de la nacionalidad que se tenga. El orgullo a ser parte y exponente de una cultura, de un soñar. El orgullo bien llevado de apreciar la historia, cultura y esfuerzo del pueblo al que se pertenece. El orgullo de pertenecer a una nación, con sus luces y sombras, pero pensando en no renegar ni deformar lo que se es, sino en vivirlo intensa y plenamente, sin asomo de chauvinismos ni discriminaciones.

Simplemente, un nacionalismo vivo, alegre, positivo, que empuja a buscar la unidad y encontrar las mejores oportunidades a favor de la nación a la cual se pertenece y con la cual uno se identifica. No es otra cosa que la emoción y la unidad sentida cuando alguno de nuestros intelectuales, artistas o deportistas brilla a nivel internacional. Eso es aquí y en cualquier parte nacionalismo positivo.

Ese es el otro nacionalismo, el que niegan los extremistas de lo negativo, y al cual se puede adherir aquél que esté seguro de lo que es, de lo que piensa y de lo que espera construir. Un nacionalismo positivo capaz de hinchar la ilusión y sobreponerse a las sombras para irradiar luz a cada paso.

Si aprendemos que en la vida se puede sumar mejor que restar, habrá espacio para verle al mundo una oportunidad. Critiquemos, sí,  pero pensando en mejorar y corregir, no sólo en hundir y acusar. Creo que es un tema de personalidad lo que al  final marcará la gran diferencia entre cómo ver la vida y sobre todo, en cómo accionar y reaccionar ante la realidad.

Yo, me quedo con la opción de la luz, de lo positivo, de lo que sume y nos una. Me quedo con la versión positiva del nacionalismo, ese que aporta y que no sólo critica. (Fin del artículo de Julio Ligorría Carballido)

Mi comentario: en mi opinión, Julio Ligorría Carballido ha querido decir lo que dijo el poeta español Ramón de Campoamor (1817-1901): “En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira; /todo es según el color/ del cristal con que se mira”.

Lo que dijo se refiere concretamente a lo que es patriotismo, lo cual me parece justo y necesario, porque amar a la patria enaltece a las personas. Un buen caso de esto son los mexicanos. Nunca en mi larga vida he escuchado a un solo mexicano hablando mal de su patria, aunque pueda criticar a los presidentes y gobiernos en turno. Pero la patria es sagrada para ellos. Jamás se atrevería algún mexicano a referirse a su patria como “un paisito de mierda”, como lo hizo un mequetefe en un malhadado artículo publicado en elPeriódico. Yo creo que quien no ama a su patria no ama a su madre. Lo cual le convierte en un mal nacido.

Para terminar, creo que ambos tienen razón, si se analiza sin apasionamientos personales lo que dicen. Los dos artículos son interesantes y no necesariamente excluyentes y confrontativos. A los guatemaltecos nos hace falta mucho patriotismo, pero no porque un partido político se llame “patriota” significa que sus miembros lo sean.

Twitter: @jorgepalmieri