En el controversial discurso que pronunció el 10 del mes en curso ante el Pleno del Congreso, del Vicepresidente de la República, del Presidente del Organismo Judicial, de otros altos funcionarios públicos, de los señores embajadores acreditados en nuestro país y de los representantes de diferentes medios de comunicación, el Alcalde de la Ciudad de Guatemala, Álvaro Enrique Arzú Irigoyen, ex Presidente Constitucional de la República durante el período 1996 a 2000, continuó diciendo:
?Pues bien, hoy en día, casi 150 años después de aquellos eventos históricos, volvemos a enfrentar, mis amigos, una crisis muy profunda. Tan profunda como para que no sea descabellado pensar que abarca prácticamente a todos los ámbitos de la vida nacional, la crisis abarca a la familia, abarca a los estratos sociales, a la política, a las instituciones, a la empresa, a la religión, a la comunicación social, a la prensa, a las economías tradicionales y a las economías emergentes, y un largo etcétera, imposible de llegar a enumerar.
“Hoy, como hace más de un siglo, Guatemala enfrenta el punto culminante de un proceso de debilitamiento del modelo político heredado del pasado; en nuestro caso se trata del Modelo Liberal. Los enormes cambios mundiales de finales de los años ?80s: la desaparición del bloque soviético, la emergencia de una economía global, el surgimiento de grupos minoritarios en la escena política y sus demandas de espacios de autogestión y política social, cambiaron para siempre la dinámica interna de los Estados-Nación alineados a cualquiera de los bloques hegemónicos de la Guerra Fría, que creemos ya es superada.
“Pero el tema del declive de un paradigma es muy amplio. Hoy me gustaría concentrarme, si ustedes me lo permiten, en la que es quizás la más inmediata de las características más nocivas de estos tiempos de crisis. ¿Saben cuál es?: el debilitamiento de nuestras instituciones“.
Comentario: ¡Qué razón tiene! Después de tantos años de sucesivas dictaduras, cuando se abrieron las puertas a la democracia, todos los medios de comunicación y los comentaristas nos desbocamos y lanzamos al aire las más severas críticas contra los funcionarios públicos y las instituciones para las que trabajaban, con lo cual, lamentablemente, desacreditamos a las instituciones. Además, hay que reconocer que el comportamiento de muchas de esas personas y de las instituciones para las que trabajaban merecieron ese descrédito.
Esto me hace recordar una frase lapidaria del entonces todavía coronel Carlos Manuel Arana Osorio (1918-2003), poco tiempo después de haber asumido el cargo de Presidente Constitucional de la República para el período de 1970 a 1974 para el cual fue postulado por una coalición de partidos ultraderechistas y fervientes anticomunistas, encabezados por el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y del Institucional Democrático (PID), con la Central Aranista.
General Carlos Manuel Arana Osorio, Presidente de la República 1966-1970
El discurso al que me refiero respondió a las constantes críticas que se hacían al gobierno del General l Arana Osorio por gobernar con un constante Estado de Sitio y reprimir con extrema dureza a los elementos subversivos en todo el territorio nacional.
Era obvio que a él se le había elegido en forma aplastante por haber derrotado a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), no obstante lo cual cuando estaba en la presidencia se le criticaba por gobernar con mano de hierro y en permanente Estado de Sitio para reprimir a los elementos subversivos. Arana y su Vicepresidente, licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, ganaron la elección con un 43% de los votos a pesar de haber competido contra el candidato del Partido Revolucionario, (PR) -que estaba en el poder con el licenciado Julio César Méndez Montenegro en la Presidencia durante el período 1966-1970-, contra el candidato oficial, licenciado Mario Fuentes Pieruccini, prestigioso ex presidente del Congreso de la República, y contra el izquierdista, licenciado y militar retirado Jorge Lucas Caballeros, candidato del partido Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG), quien quedó en tercer lugar. El pueblo de Guatemala lo que realmente quería era que se terminara la larga guerra fratricida de más de treinta años de duración y que finalmente reinara la paz; y Arana era, indudablemente, quien mejor podía garantizarlo; pero cuando ya estaba en la Presidencia había mucha gente que le exigía que gobernase en forma democrática y no se impusiera el estado de sitio.
No obstante que había sido elegido por el éxito que había obtenido cuando estuvo al frente de la base militar de Zacapa, denominada General Rafael Carrera, desde la cual combatió a los guerrilleros que operaban en esa zona y en la Sierra de las Minas hasta que los eliminó implacablemente -motivo por lo cual los subversivos y algunos periodistas le endilgaron el apodo de “chacal de Zacapa”-, cuando ya se encontraba en el ejercicio de la presidencia se le criticó por gobernar con excesiva severidad, por lo que, entre muchas otras cosas, él dijo en su discurso: “el guatemalteco es muy severo en la crítica y muy parco en el elogio”, lo cual, en mi opinión, es una verdad del tamaño de la catedral.
Arzú continuó diciendo:
?Nunca, me parece, habíamos llegado tan lejos en este proceso de deterioro de nuestras instituciones. Dicen los psicólogos que para superar una crisis hay que tocar fondo primero. Bueno, en mi humilde diagnóstico del estado y de la sociedad guatemalteca, un signo inconfundible de que si no hemos tocado fondo, estamos muy cerca. Y es precisamente el hecho lamentable de que las instituciones significan cada vez menos para los guatemaltecos. Y en este sentido, hay tres cosas que me gustaría puntualizar, si ustedes me lo permiten: primero, no cabe duda de que cualquier estrategia para salir de la crisis, tendrá que tener como objetivo básico, fundamental, la regeneración de nuestras instituciones. Y no me refiero sólo a las instituciones estatales, me refiero también a las iglesias, me refiero a la prensa, me refiero al sector privado, me refiero a los partidos políticos, me refiero a la comunidad en general; tenemos que buscar regenerarnos, y regenerarnos significa el resultado de regenerar a nuestras instituciones.”
Comentario: desafortunadamente, en Guatemala es usual que cualquier persona, por ignorante o estúpida que sea, juzque a la ligera con drasticidad las declaraciones y las acciones de los funcionarios públicos y de las instituciones de las que forman parte; y, si acaso tiene a su disposición un espacio en algún medio de comunicación, se siente con derecho a descalificar y satanizar públicamente a quien diga o haga cualquier cosa que no entiende, o le disgusta; y de ahí que de un tiempo a esta parte se haya venido haciendo mal uso de la libertad de prensa y de expresión para desprestigiar tanto a las personas como a las instituciones, lo cual redunda en grave perjuicio para la autoestima nacional. Por eso es necesario que se trabaje por la regeneración de todos los sectores como los partidos políticos, al sector privado, la comunidad en general y a las iglesias; entre los que hay que incluir primordialmente a los medios de comunicación y a los comunicadores. No sólo por lo que realmente son, en su interior, sino por los conceptos que generan a través de la prensa que, a su vez, sin que esto implique imponer una censura, pero debe regenerarse para que por su medio no se abuse de la libertad de expresión para mentir, difamar, calumniar y vituperar a todas las personas que se atreven a participar en nuestra vida pública. Porque está de sobra demostrado que el simple hecho de ser un funcionario público constituye un grave riesgo a exponerse por principio a la descalificación y al desprestigio, razón por la cual son cada día menos las personas honorables y capaces que se atreven a correr el riesgo de desempeñar un cargo público para servir al país, por lo que esos cargos quedan a disposición de personas incapaces y corruptas que lo único que persiguen es enriquecerse a través de la corrupción, y probablemente logran hacerlo con impunidad gracias a que no han tenido inconveniente en exponerse a las críticas y a la difamación porque no tienen nada que perder.
Arzú continuó diciendo:
?Segundo, un ejemplo de cómo regenerar las instituciones, y esto hace rasgar las vestiduras a muchos y echarse cenizas sobre la cabeza, podría ser la instauración de un modelo cívico-militar en la educación. Hablaré posteriormente de eso.
Comentario: esta frase ha sido mal interpretada por algunos de los críticos del discurso porque creen que lo que propone el ex Presidente es militarizar la educación, mientras que lo que plantea es la conveniencia de reanudar disciplinadamente las enseñanzas de instrucción cívica que en tiempos pasados se impartían en todos los centros educativos para que los estudiantes aprendieran los hechos más sobresalientes de nuestra Historia nacional y se les estimulara en el respeto por los símbolos patrios como la bandera, el escudo dearmas, el Himno nacional, etcétera. Lo cual, lamentablemente, se ha descontinuado de un tiempo a estas fechas. Por otra parte, no está de más recordar que en el pasado fueron muy exitosos en sus logros los colegios e institutos que tenían un carácter cívico-militar. Lo cual no significa que lo que él quiera sea “militarizar” la educación en el país, sino desea regenerar el amor a la patria a través de la regeneración del prestigio de nuestras instituciones y valores en la actual juventud y las generaciones que vengan detrás. Porque un país en el que las instituciones y las personas están desprestigiadas, indefectiblemente camina rumbo a un abismo por la falta de autoestima.
Arzú siguió diciendo:
?Y tercero, frente a los extremos en que se mueve la política actual, léase: el gobierno global de la Comunidad Internacional y las reivindicaciones locales, una vía que podría darnos fuerza en la negociación a nivel internacional y espacio para el cultivo de la vida local, es que nos lancemos a crear Los Estados Unidos de Centro América.?
Comentario: Con su habitual claridad para expresarse, Alvaro Arzú ha querido poner de manifiesto su convicción de que sería conveniente y sumamente provechoso para las cinco pequeñas parcelas del istmo centroamericano -Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica-, alcanzar la anhelada unión centroamericana, para que, frente a un mundo globalizado, pueda constituir una sóla nación que podría llamarse ?Estados Unidos de Centroamérica”, lo cual, en mi opinión, no sólo es muy sensato, sino también sería una excelente forma para que los cinco países unidos, convertidos en uno solo, tengan más fuerza en su competencia comercial en el mercado globalizado y en sus posiciones internacionales políticas, sociales y económicas. (Continuará)