Adiós a la Argentina

No me acuerdo quién fue el poeta francés que dijo alguna vez Partir c?est mourir un peu, que significa “Partir es morir un poco”, lo cual yo he experimentado en varias oportunidades cuando he debido despedirme de algún lugar querido. Y esto es, precisamente, lo que sentí esta vez al despedirme de Argentina. Porque admiro y amo a ese gran país. Sobre todo la ciudad de Buenos Aires, que me parece una de las más bellas metrópolis de América Latina, con sus amplias avenidas y elegantes paseos con numerosos monumentos, su gente con mucha clase, sus magníficos restaurantes en los que se come la mejor carne del mundo y se beben excelentes vinos nacionales, etcétera. Pero todo lo que comienza debe terminar algún día y regresamos a Buenos Aires después de hacer un largo recorrido por El Calafate con sus impresionantes glaciares Perito Moreno, Upsala y otros; el puerto Ushuaia sobre el Canal Beagle (?El fin del Mundo?); Puerto Madryn, y la Península Valdés con las gigantescas ballenas francas; y Punta Tombo, con los simpáticos pingúinos patagónicos que llegan a aparearse. Era un sentimiento encontrado el que nos causaba saber que nuestro periplo estaba llegando a su fase final en Buenos Aires. Por una parte, sentíamos tristeza porque terminaba nuestro viaje; y, por la otra, sentíamos una profunda alegría por regresar a nuestra amada Guatemala, con sus problemas de inseguridad, a nuestra querida casa, a nuestros queridos amigos y a la Lola, nuestra querida perrita.

Nos dio mucho gusto verles, aunque fue solo por un rato.
Al final de la tarde de nuestro último día en Buenos Aires, todavía nos reunimos con otros queridos amigos: el ex embajador de Argentina en Guatemala Carlos Foradori y su bella esposa, Mary Ann, oriunda de África del Sur vinieron al hotel Plaza Francia a visitarnos por un rato para presentarnos a su hijito que nació después de que ellos se fueron de Guatemala y regresaron a Argentina, y les invitamos a compartir una botella de excelente vino argentino. Carlos no está por el momento al frente de ninguna otra embajada, sino está al servicio de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores.

Nuestro agradecimiento al embajador Félix Córdova Moyano por todas sus atenciones y muestras de amistad durante nuestras visitas a Buenos Aires. ¡Sandanga para él!
No podíamos marcharnos de Argentina sin despedirnos personalmente de nuestro querido amigo el embajador Félix Córdova Moyano, con quien celebramos su 64 cumpleaños el 10 de noviembre, un día antes de que yo cumpliera 80 años, y las dos veces que estuvimos en Buenos Aires nos paseó en su automóvil por los barrios de Recoleta, Palermo, Belgrano y otros más, y un día nos llevó al litoral del Río Tigre a almorzar en un bonito restaurante situado al lado del río.
Para despedirnos de esta gran ciudad, cenamos con Félix y su encantadora amiga Marta en el famoso restaurante “Cabaña de las Lilas”, en la zona de Puerto Madero, donde comimos una excelente carne, bebimos un magnífico vino (argentino desde luego) y nos deseamos mútuamente un Sandanga, su acostumbrada expresión para desear buena suerte a sus amigos. Sandanga significa paz, amor, felicidad, dinero, imaginación, fantasía, humor, unión, libertad, tiempo, ganas y conciencia para gozar de todo ello.

La fabulosa librería El Ateneo de Buenos Aires.
Siendo éste nuestro último día en Buenos Aires, en el transcurso de la tarde creímos necesario visitar de nuevo la librería El Ateneo en busca de algún otro libro interesante y de otros CDs de los más grandes bandeononistas argentinos que ha habido: el inmortal “gordo” Aníbal Troilo (“Pichuco”), y Ástor Piazzola, el genial innovador del tango tradicional, al cual mezcló música clásica y de jazz.
Para aquellos que ignoran quiénes fueron estos dos extraordinarios músicos argentinos, les informo que han sido catalogados como los dos más grandes bandeononistas que ha habido:
Aníbal Carmelo Troilo, (“El Gordo”), mundialmente conocido con el afectuoso apodo de “Pichuco”, como le llamaron sus padres y fue llamado por sus admiradores toda su vida, nació el 11 de julio de 1914 en el barrio del mercado popular denominado El Abasto, y falleció el 19 de mayo de 1975, a causa de un derrame cerebral y sucesivos paros cardíacos. Llegó a ser uno de los más grandes tanguistas ortodoxos en la historia, y criticaba a Piazzolla porque la gente no podía bailar con sus composiciones por estar combinadas con música clásica o jazz. ?La gente quiere bailar… no perdamos el baile, porque si perdemos la milonga, sonamos?, decía el “Pichuco” Troilo que llegó a ser considerado “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”.
Ástor Pantaleón Piazzolla nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921 y falleció en Buenos Aires el 4 de julio de 1992, a los 71 años de edad. Según muchos especialistas, fue uno de los músicos de tango más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Piazzolla vivió gran parte de su niñez con su familia en Nueva York, donde desde muy joven entró en contacto tanto con el jazz como con la música clásica de Bach. Después vivió en París varios años y estudió armonía y música clásica y contemporánea con la compositora y directora de orquesta francesa Nadia Boulanger (1887-1979), quien influyó mucho en su música. En su juventud tocó y realizó arreglos orquestales para el bandoneonista, compositor y director Aníbal “Pichuco” Troilo. Cuando comenzó a hacer innovaciones en el tango, en lo que respecta a ritmo, timbres y armonía, fue muy criticado por los tangueros de la “Vieja Guardia”, ortodoxos en cuanto a ritmo, melodía y orquestación. En los años posteriores fue reivindicado por intelectuales y músicos de rock.
Los tangueros ortodoxos lo consideraban “el asesino del tango” y decretaron que sus composiciones no eran tango, por lo que Piazzolla respondió con una nueva definición: “Es música contemporánea de Buenos Aires”. Sus obras no eran difundidas por las estaciones radiodifusoras y los comentaristas seguían atacando su arte. Los sellos discográficos no se atrevían a editarla. Lo consideraban un snob irrespetuoso que componía música híbrida, con exabruptos de armonía disonante. “Si, es cierto -respondió-, soy enemigo del tango, pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen creyendo en el compadrito, pero yo no. Creen en el farolito, y yo no. Si todo ha cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires. Somos muchos los que queremos cambiar el tango, pero estos señores que me atacan no lo entienden, ni lo van a entender jamás. Yo voy a seguir adelante, a pesar de ellos”. Y, en efecto, siguió adelante hasta que llegó a ser debidamente apreciado por todos.
En 2008, el aeropuerto internacional de Mar del Plata, su ciudad natal, recibió el nombre de “Aeropuerto Internacional Ástor Piazzolla”, en su memoria.
Creo que la mejor forma de despedirnos de Buenos Aires y de dar por terminada esta serie sobre nuestro viaje por La Patagonia de Argentina hasta “El fin del Mundo”, es compartiendo con ustedes un poco de buena música argentina. Al terminar esta serie de narraciones de viaje, a partir del próximo domingo volveré a tratar de escribir con la frecuencia y periodicidad acostumbradas sobre temas de actualidad en Guatemala y el resto del mundo.
Mientras tanto, les invito cordialmente a escuchar un poco de música argentina. Para el primero de la orquesta de Aníbal “Pichuco” Troilo deben hacer click sobre este código y escucharán la composición “Quejas de un bandoneón”. Y si tienen el cuidado y la paciencia de buscar en los YouTubes que aparecerán, podrán escuchar, entre otras cosas, la interpretación de su composición “Homenaje a Homero Manzi”, dedicado a la muerte de su más íntimo y querido amigo, el poeta y escritor de ese mismo nombre. Y también podrán escuchar otras interpretaciones del inefable “Gordo” con su prodigioso bandoneón. http://www.youtube.com/watch?v=yXVLktRRkwY&feature=related
Luego podrán escuchar este YouTube con el “Pichuco” Troilo y su orquesta bandoneón-tango interpretando tangos tradicionales. El primero de ellos es “Volver”, que Troilo interpreta con Piazzolla cuando ambos todavía eran jóvenes. Además, si se meten en los otros cuadritos de abajo podrán escuchar dos versiones de la composición de Piazzolla “Balada para un loco”, una de ellas cantada por Amelita Beltar y la otra por el viejo tanguista tradicional Roberto (“Polaco”) Goyeneche (1926-1994), quien por muchos años llegó a ser el tanguista más popular de Argentina. Por cierto que fue con Goyeneche con quien la joven Eva Duarte abandonó a su familia y a su pueblo natal, Los Toldos, para ir a buscar fortuna a Buenos Aires, hasta que un día conoció al entonces coronel Juan Domingo Perón y su destino cambió para siempre, hasta su muerte prematura, a la edad de 33 años. También podrán escuchar al inmortal ícono del tango, Carlos Gardel (llamado “El morocho del Abasto” y “El zorzal criollo”) interpretando sus tangos “Volver”, “Caminito”, “Mi Buenos Aires querido”, “El día que me quieras” “Cambalache” y otros. Tengan paciencia para poder escucharlas. Les va a gustar.
[youtube]pPHflQeHCyg[/youtube]
Para terminar este estupendo concierto de despedida con música argentina, escuchen este otro YouTube del genial Piazzolla y su quinteto “Tango Nuevo” interpretando su composición “Adiós Nonino”, que el compositor e intérprete escribió en ocasión de la muerte de su padre, a quien llamaba cariñosamente “Nonino”.
[youtube]QCmP4bEJfOg[/youtube]
En esta forma doy por concluída esta larga serie de artículos con las descripciones de nuestro maravilloso viaje por toda la Patagonia Sur de Argentina, principando en El Calafate y su Parque Nacional de Glaciares, siguiendo en el Canal Beagle, en Ushuaia (“El fin del mundo”), y su Parque Nacional de Tierra del Fuego, y concluyendo en Puerto Madryn y la Península Valdés con sus ballenas y Punta Tombo y sus pingüinos patagónicos. Hasta regresar a Buenos Aires, donde concluímos el interesante periplo que quizás fue mi último viaje largo antes de emprender el aún más largo viaje final que será a la siguiente etapa, o sea más allá del fin del mundo.
Con esta música argentina me despido probablemente para siempre de ese gran país que he aprendido a amar tanto, sobre todo de Buenos Aires, ciudad a la que quisiera cantar como lo hizo Carlos Gardel: “Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas… ni olvido”. Pero temo que a mis 80 años de edad ya no debo hacer planes tan ambiciosos para un futuro tan incierto.
En los siguientes días habré de volver a escribir sobre los temas de actualidad y trateré de mantener la secuencia y periodicidad que tenía acostumbrada antes de emprender ese viaje maravilloso.

Posted in Sin categoría