Con el genial guitarrista Carlos Santana
Un amigo mío abrió un club nocturno en la zona 9 de la capital, que se llamó Ricardo’s, y me asocié con él para ganarme el sustento porque me había alejado de la actividad periodística. Una noche llegó sorpresivamente a visitarnos el mundialmente famoso guitarrista mexicano Carlos Santana, quien había venido a Guatemala para ofrecer un concierto en el estadio Mateo Flores. Desde entonces empezamos a cultivar una amistad que se fortalecíó por el hecho que ambos éramos vegetarianos y nos dedicábamos a la práctica de disciplinas orientales como el Hata Yoga y la meditación. Ambos estábamos inmersos en una organización mística hindú denominada Ananda Marga.
Por esos días me había vuelto un poco hippy (aunque de los limpios, porque aunque me dejé crecer el cabello hasta abajo de la nuca, no dejé de bañarme y de vestir bien). Más bien era de los que entonces se calificaban como “drop-out“, porque me retiré de toda actividad lucrativa, me hice vegetariano y me dediqué intensamente a la práctica del Hata Yoga y a la meditación trascendental.
Un día me eché una mochila a la espalda y, acompañado de mi maestro, el acharia Yagadeva, con poco menos de 100 dólares entre la bolsa me fui ?de aventón? hasta una lejana montaña en los Estados Unidos que se llama Tallequah, en Oklahoma, que es considerado un lugar sagrado para los indios “piel roja” porque era donde solían reunirse a orar y conferenciar los dirigentes de todas las razas de sus antepasados. Nos reunimos durante una semana más de 10 mil yoguis de muchas partes del mundo y nos dedicamos a orar y meditar bajo la premisa ?Cuando oramos, nosotros hablamos y Dios escucha; y cuando meditamos Dios nos habla y nosotros escuchamos?. Aquí volví a encontrarme con Carlos Santana, cuyo nombre en sánscrito era Devadip, pero no recuerdo su significado. Mi nombre era Krishna Kumar, que significa “el joven Krishna”.
Después de esa extraordinaria experiencia mística me fui a Chicago, también de aventón, a visitar a unos buenos amigos judíos millonarios (él era un destacado abogado y ella una guapa periodista y escritora), quienes se fueron de espaldas al verme con el cabello largo, vestido en esa forma y con esa disposición mística, aunque creo que les hizo gracia verme con sandalias y vestido con manta después de haber sido un “pespito”, parrandero y cantineador, que usaba trajes Pierre Cardin. A quien más sorprendí pocos días después fue a mi amigo Hugh Heffner, el famoso dueño de la Revista Playboy, a quien había conocido unos años antes, cuando fui invitado a su lujuriosa mansión de Chicago porque unas semanas antes había escrito una serie de artículos defendiendo a esa revista de los despropósitos de cierta primera dama pacata que trató de convencer a su marido el entonces Presidente de la República, Julio César Méndez Montenegro, que prohibiese su venta en Guatemala porque le escandalizaba que en sus página se publicaran fotografías de bellas mujeres desnudas. Pero, afortunadamente, con mis argumentos logré que la revista no fuese prohibida y, en agradecimiento, Heffner me invitó unos días a su mansión, donde me divertí muchísimo de manera inolvidable con las guapísimas conejitas que compartían la mansión.
Cuando el playboy por excelencia me vio llegar vestido de hippy y con el cabello largo, se echó a reir y trató de convencerme de que dejara esa actitud mística y volviese al periodismo y a la vida de parranda y mujeriega. Aquella fue otra experiencia inolvidable en mi vida. ¡Imagínense lo que fue atravesar la ciudad de México vestido como hippy, con el cabello largo, y pasar viendo desde afuera muchos de los lugares donde antes había parrandeado en compañía de guapas mujeres!
Con la sacerdotisa de los hongos alucinógenos, María Sabina
En esos años se pusieron de moda las drogas sicodélicas, como la marigüana, el LSD, los hongos alucinógenos y el peyote, y yo fui con un grupo de amigos sicólogos, antropólogos, artistas, escritores y periodistas al pueblo Huautla de Jiménez, en las montañas de Oaxaca, para comer hongos alucinógenos con la mundialmente famosa sacerdotisa de la etnia mazateca, o mije, María Sabina, una indígena de excepcional poder mental y gracias a ella el mundo científico occidental llegó a conocer los efectos de la cilocibina en los hongos alucinógenos.
Se ha dicho que después de varias sesiones con ella el escritor británico Aldous Huxley escribió sus novelas Gates of Peception (“Las puertas de la percepción”) y Brave New World (“Un mundo feliz”), y el antropólogo George Wasson escribió su libro “Soma“, sobre el mismo tema, y el genial Walt Disney hizo su famosa película “Fantasía”.
Me salvé de morir el 15 de noviembre de 1960
No debo olvidar contarles que en Guatemala, el 15 de noviembre de 1960 estuve a punto de perder la vida, dos días después del levantamiento militar del 13 de noviembre contra el gobierno de mi amigo el general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes. Cuando el mandatario -que era un hombre más temerario que valiente- decidió ir a Puerto Barrios a perseguir a los rebeldes, yo de “shute” le seguí en un avión AT-11 de la Fuerza Aérea en compañía de varios miembros del Estado Mayor Presidencial que iba piloteado por el entonces joven teniente Carlos Morales Villatoro (hoy general retirado y abogado), y cuando llevábamos más de una hora de vuelo el avión se quedó sin luces y sin instrumentos, las ruedas no bajaban, y de milagro lograron ver abajo las luces de otro avión que ya había aterrizado y Moralitos se lanzó a aterrizar en esas condiciones. Nos salvamos milagrosamente después del aterrizaje de panza que se arrastró por toda la pista. Vean cómo le quedó el ojo al avión.
En 1961 vinieron a Guatemala varios famosos artistas mexicanos para participar en el estreno de la película “Paloma herida” del productor guatemalteco de cine Manuel Zeceña Diéguez, un entrañable e inolvidable amigo mío, compinche en numerosas aventuras. Encabezaba el gupo de artistas la guapa joven actriz cinemarográfica Ariadna Welter, estrella en la película “La Rebelión de los Colgados”, basada en la novela de Bruno Traven, y hermana de Linda Christian, esposa de la estrella de Hollywood Tyrone Power. En cuanto nos vimos quedamos flechados y durante algún tiempo sostuvimos un apasionado romance. En esta fotografía vemos, a la entrada del cine Cápitol, por un lado al director y actor mexicano Emilio “Indio” Fernández y en el otro extremo al popular cantante Marco Antonio Muñiz, cuando todavía era flaco y antes de que hubiese sido declarado “El lujo de México”. En medio de ellos estoy yo y a mi lado izquierdo el aficionado cinematografista guatemalteco Otto Coronado y otros elementos identificados con esa industria.
Mi amada Anabella Waelti Castejóm de Palmieri
En el momento mismo que conocí a la joven bella señora Anabella Waelti Castejón, que todavía estaba casada en primeras nupcias con un hombre que no la merecía, ya estaba decidida a divorciarse, y me enamoré de ella perdidamente -y para siempre- y cuando quedó embarazada de Alejandro le pedí que nos casáramos tan pronto obtuviese el divorcio. Ella tenía 20 años menos que yo y los diez años que compartí con ella fueron sumamente felices. A pesar de que yo había sido en mi pasado un hombre tan enamoradizo y mujeriego, gracias a ella aprendí a amar verdaderamente con ella y nunca he dejado ni dejaré de amar permanentemente su recuerdo.
Así era yo en los años 70
Así era yo entonces, pero como veremos en las últimas fotos de esta autobiografía, que fueron tomadas ayer en este viaje a la ciudad de México, a donde vine para celebrar mi 79 cumpleaños, el tiempo no pasa en vano… ¡ni perdona!
Mi casamiento civil en la Municipalidad
El 8 de octubre de 1974 contraje matrimonio civil con la mujer que fue el amor de mi vida, Anabella Waelti Castejón. Nos casó en su despacho, en el llamado ?Palacio de la Loba?, el Alcalde Metropolitano, licenciado Leonel Ponciano León. En la foto, además de Anabella y yo, están mi madre y mi querida hermana Graciela, acompañado de su hijo adoptivo, Luis Emilio.
El bautizo de mi amado hijo Alejandro
Mi amado hijo Alejandro fue bautizado en una sencilla ceremonia por mi querido amigo monseñor Mario Martínez de Lejarza, obispo auxiliar de Guatemala, en la iglesia “La Inmaculada” de Tívoli. Asistió un buen número de amigos invitados y a todos los nombré ?padrinos?, pero fue un error de mi parte porque entre todos nunca hubo ninguno que se comportara como tal
Con Eunice Lima, Ramiro Samayoa y Clemente Marroquín Rojas
Fotografía de cuando llevé visitar el Teatro Nacional, que estaba en construcción, al gran periodista Clemente Marroquín Rojas, quien me había dado acogida en su diario La Hora y fue otra inolvidable experiencia en mi vida. El fundador y director de La Hora era a la sazón Vicepresidente de la República y había estado escribiendo artículos en contra de esa obra, por lo que me puse de acuerdo con nuestro mutuo amigo Ramiro Samayoa Martínez -inolvidable amigo mío de muchísimos años- y mi querida amiga la licenciada Eunice Lima, directora de Bellas Artes, para que le mostrásemos lo que se estaba haciendo. Y cuando lo vio cambió de opinión y reconoció que realmente era una gran obra. Desde entonces apoyó la ayuda del gobierno del general Kjell Laugerud para que lo terminara lo que había comenzado el gobierno del presidente Miguel Ydígoras Fuentes. Detrás se ve al coronel Clementino Castillo, quien años más tarde fue ministro de Educación.
Con los ejecutivos del hotel Camino Real
Poco tiempo antes del terremoto del 4 de febrero de 1976 fui contratado por Eddie Carrete, uno de los principales propietarios de los hoteles Biltmore y Camino Real para trabajar como encargado de Relaciones Públicas. Y en esta foto tomada durante una sesión de trabajo estamos Carrete, el doctor costarricense residente en Guatemala Abraham Kleimann, otro de los socios, el entonces director de Turismo, mi amigo Jorge Senn Bonilla y un gringo de nombre Bob Campbell quien además de socio del hotel era alto ejecutivo del canal 3 de televisión, y el entonces gerente del hotel, cuyo nombre no recuerdo.
Con Billy Brandt, Emilio Arenales Catalán en las Naciones Unidas
El Canciller de Guatemala durante el gobierno del licenciado Julio César Méndez Montenegro y querido amigo mío, licenciado Emilio Arenales Catalán, fue elegido presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y me confió la importante y delicada responsabilidad de ser encargado de las Relaciones Públicas de su despacho. En esta foto estamos con el entonces poderoso y mundialmente famoso Primer Ministro de la República Federal de Alemania, Billy Brandt. También está el fotógrafo y periodista Julio César Anzueto. Como podrán ver, Emilio tiene un cigarrillo en la mano porque tenía el vicio de fumar y, lamentablemente, tuvo una muerte prematura por un tumor canceroso en el cerebro. De no haber muerto a tan temprana edad habría llegado a ser Presidente de Guatemala. ¡Y estoy seguro que habría sido un gran presidente!
En el transcurso del año 1978 fui nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Guatemala en México por el entonces Presidente de la República, general Romeo Lucas García, quien fue mi amigo desde que él era miembro del Estado Mayor Presidencial del pesidente Ydígoras Fuentes. Esa fue una trascendental e inolvidable experiencia muy satisfactoria en mi vida. ¡Imagínense mi satisfacción de regresar a México como embajador de mi amada patria a un país que tanto admiro y amo y en el que años antes había sido turista, estudiante de Filosofía en la UNAM, asilado político, cantante, aprendiz de playboy y posteriormente un hippy o drop-out, como se me prefiera.
Con mi amada familia
Me gustó mucho la idea de ser Embajador, en México particularmente, por tratarse de ese querido país vecino y hermano que siempre he admirado por múltiples razones y en especial porque ha acogido con los brazos abiertos a todos los perseguidos políticos del mundo, y yo había estado asilado allá varias veces. Además, en ese país había trabajado en el periodismo en la importante revista política Siempre!, de mi muy querido e inolvidable amigo José ?Pepe? Pagés Llergo, uno de los personajes más interesantes que he conocido en toda mi vida.
Presentación de mis Cartas Credenciales al Presidente José López Portillo
Este es el momento que presentaba al presidente José López Portillo los originales de mis Cartas Credenciales que me acrditaban como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Guatemala en México, y de entrada nació entre nosotros una amistad. Tuve la suerte de haber sido embajador durante su gestión porque era un hombre extraordinario que tenía un gran carisma, gran cultura, gran sentido del humor y, sobre todo, era un caballero como he conocido pocos en mi vida. ¡Imagínense -repito- la satisfacción que era para mí regresar como embajador de mi patria al país donde yo había tenido un hijo fuera de matrimonio, había estado tantas veces divirtiéndome como turista, como estudiante en la facultad de Filosofía en la UNAM, había sido exiliado politico varias veces, fui aprendiz de “play-boy” parrandero y cantineador, destaqué como periodista y fui un “drop-out” o hippy!
Sin embargo, un día le dije a López Portillo que que iba a renunciar a la embajada porque la casa que había encontrado como residencia era un desastre insalubre y no quería que Anabella y sus hijos se enfermaran por esa situación, y él me dijo: “¡No Jorge! ¡De ninguna manera! Estamos muy satisfechos y contentos de tener esta vez a un embajador de Guatemala como tú, que quieres a México, y no me gustaría que te vayas. Díle a Anabella que escoja la casa que más le guste entre las que vea y yo se las voy a dar. Sólo decidan cuál de las casas que vean prefieren”.
Cuando se lo informé al presidente Lucas me autorizó a comprar una casa, pero después de haber visto muchas que propuse y nunca se podía realizar la compra por los interminables trámites engorrosos en Guatemala, me desesperé. Entonces me aconsejó el presidente Lucas que propusiera a López Portillo un intercambio porque el embajador de México en Guatemala, general Rafael Macedo Figueroa, andaba buscando una casa para las oficinas. Cuando se lo transmití a López Portillo me dijo: “Me parece una excelente idea, pero que no es indispensable para que te regale la casa que ustedes prefieran” Y así fue, buscamos afanosamente durante varios meses hasta que encontramos una mansión de unos industriales españoles, a la vecindad de la casa de mi amigo Jacobo Zabludovsky, en la cerrada de Sierra de la Breña, a corta distancia de la avenida Reforma. Costó cerca de un millón de dólares con todo y muebles. Desde luego, inmediatamente la registré a nombre de la embajada de Guatemala. Pero el gobierno guatemalteco nunca cumplió la prometida reciprocidad. Ni le expresaron en alguna forma su agradecimiento a López Portillo y a México, mucho menos pusieron una placa conmemorativa. ¡A mí jamás me dieron las gracias! ¡Qué poca vergüenza! No sólo eso, sino que cuando se hizo cargo del poder en Guatemala el chafarote Efraín Ríos Montt, su primera medida arbitraria y estúpida fue “cancelar” los nombramientos de los embajadores que había hecho el gobierno del presidente Lucas. Pero no “cancelaron” el regalo de esa mansión.
Afortunadamente, aún después de que yo dejé de ser embajador y López Portillo dejó de ser presidente continuamos cutivando la amistad. Siempre lo recordaré con respeto, admiración y afecto hasta el último día de mi vida.
Con el papa Juan Pablo II
El Papa Juan Pablo II hizo su primer viaje a México en diciembre de 1978 y tuve el honor y la satisfacción de hablar con él varias veces. Aquí le estoy saludando en ocasión de que llevé a los cancilleres de Centroamérica para que le saludaran en una cita privada solicitada por mí. Asistieron a la cita los ministros de Relaciones Exteriores de Guaremala, Nicaragua y Costa Rica y el ministro de Gobernación de El Salvador. El canciller hondureño no asistió porque no creyó que iba a ser posible la entrevista debido a la agenda del Pontífice. El canciller hondureño no contaba con mi astucia.
Mi amada Anabella en un jardín de la residencia
La casa que encontré como residencia del embajador de Guatemala era vieja, fea, deteriorada, maloliente, cómoda, húmeda y muy desagradable situada en la Colonia Anzures, una de las zonas de mayor polución en el Distrito Federal y antes había habido una casa de citas llamada Casa de Esther. Era tan desagradable que yo pensé seriamente en renunciar. Aquí vemos a mi amada Anabella en el jardín de la nueva mansiónque nos regaló el presidente López Portillo de sus fondos confidenciales de la Secretaría de Programación y Presupuesto.
Este personaje fue durante muchos años uno de mis más queridos amigos muchos años, el gran periodista José “Pepe” Pagés Llergo, fundador y director de la Revista Siempre!. La dedicatoria manuscrita al pie de la foto dice: “A Jorge Palmieri, puente sobre el Suchiate por donde transita lo mejor de la amistad y del talento de Guatemala y México”.
Anabella en la tumba de Nikkos Katzanzakis
Desgraciadamente, mi amada Anabella se enfermó y fue operada para extraerle un tumor que le habían descubierto en la región del Mediastino, entre el pulmón y el corazón, y al darse cuenta de que el tumor era canceroso los cirujanos la volvieron a cerrar. Los médicos de aquí y de Houston le vaticiaron un año más de vida, y uno de los doctores de los Estados Unidos me aconsejó llevarla a pasear por alguna parte del mundo que ella escogiera para distraerla y que se despidiera alegremente de la vida porque no se me iba a presentar otra oportunidad. Y viajamos por todo el Meditarráneo y las islas griegas. En esta footo está en la isla de Creta, junto a la tumba del gran escritor griego Nikos Katzanzakis, autor de la novela “Zorba el griego” y muchas más, que fue llevada al cine por el actor Antony Queen. Esta tumba es sumamente sencilla y tiene una leyenda que dice: “No temo nada, no ambiciono nada ni pido nada. No tengo ambiciones ni tengo miedo de nada. ¡Soy libre!”.
Con el papa Juan Pablo II en el Vaticano
Un día en que nos encontrábamos en la isla Santorini Anabella me dijo que sentía que estaba cerca el día de su muerte y quería regresar a Guatemala al lado de sus hijos Rodrigo y Alejandro y de sus padres, pero que antes quería pasar a Roma para despedirse del Papa Juan Pablo II y así lo hicimos gracias a las gestions del Secretario de Estado del Vaticabo, Cardenal Cassarolli. En esa oportunidad el Papa nos invitó a almorzar con él en su residencia de descanso en Castelgandolfo, un honor que muy pocas personas han recibido.
Anabella durmiendo plácidamente
Después de una larga enfermedad de nueve años y por la mala aplicación del cobalto que le carbonizó el pulmón izquierdo y parte del corazón, Anabella falleció en el hospital Herrera Llerandi de esta capital el 5 de marzo de 1983 y fue enterrada en el Cementerio Las Flores.
Alejandro y yo frente al Hospicio de Guadalajara
Alejandro y yo estamos frente al Hospicio de Guadalajara donde están los magníficos murales del pintor Orozco. Después de la muerte de Anabella lo llevé a visitar conmigo varios países del mundo para tratar de distraer nuestra terrible depresión.
Con Alejandro en el paradisíaco Bariloche, en el sur de Argentina.
Con mi entrañable amigo Mario Moreno Cantinflas
Esta fue la última vez que tuve el gusto de hablar con mi entrañable amigo Mario Moreno “Cantinflas”, porque poco tiempo después falleció. Alejandro y yo fuimos a buscarlo a sus oficinas y lo llevamos a almorzar porque desde hacía algún tiempo se mantenía apartado, recluído, deprimido porque le dolía que había perdido popularidad. Resentía que las gentes jóvenes no lo admiraban tanto como los mayores.
Esta fue la última credencial de prensa que tuve antes de que el presidente de elPeriódico me despidiera porque me negué a escuchar que me regañara. En ese periódico escribí casi 11 años una columna diaria y cobraba un salario mensual miserable de Q,5 mil sin tener derecho a prestaciones laborales. Gracias a Dios que eso ocurrió porque por eso es que hoy soy libre en mi blog por Internet en el que puedo escribir todo lo que quiera sin ningún tipo de censura caprichosa, ni de limitaciones de espacio o de ninguna clase y en esta última etapa de mi vida periodística estoy escribiendo con entera libertad todo lo que quiero.
No sabe el odioso presidente de elPeriódico el favor tan grande que me hizo al quitarme el espacio para mis columnas. Creo sinceramente que estoy viviendo la mejor etapa de mi larga vida periodística y me estoy realizando más que en mis etapas anteriores. ¡Ahora soy libre! ¡Soy feliz! ¡Viva la libertad!
Para concluír esta larga autobiografía fotográfica, sólo me resta decir que la vida ha sido sumamente generosa conmigo y le estoy “muy agradecido, muy agradecido y muy agradecido”, como solía decir mi querido y recordado amigo “el tenor continental” Pedro Vargas. ¡He vivido intensamente y a mi entera satisfacción 79 años! He sido muy afortunado enamorado o ?mujeriego? toda mi vida y he disfrutado del inmenso placer de compartir muchos lechos con apasionado amor con numerosas bellas y adorables mujeres de las más diversas nacionalidades, entre las cuales hubo muchas reinas de belleza y estrellas de cine, teatro y televisión. He viajado intensamente por casi todo el mundo, conozco muchísimos lugares exóticos. He comido en los mejores restaurantes del mundo los más exquisitos platos de la cocina local e internacional, he bebido los mejores vinos del mundo. Pero lo que más ha enriquecido mi vida es que he tenido y tengo muchos excelentes amigos. Pro sobre todo, he conocido el amor. Hay personas que se dedican a hacer dinero, pero yo me he dedicado a cultivar amistades que han enriquecido mi vida. ¡Que Dios les bendiga! No podría vivir sin mis amigos.
Durante toda mi vida me he divertido muchísimo. Y, aunque también he tenido que soportar algunos duros momentos de dolor y de tristeza, si hago un balance tengo que dar gracias a Dios por las grandes alegrías y satisfacciones que me ha dado. Pero también por los dolores y las tristezas que me ha dado porque unos y otras han sensibilizado mi alma para poder apreciar aún más la vida.
En consecuencia, hago mías las palabras manuscritas en arcilla en el sencillo mausoleo del genial escritor griego Nikos Katzanzakis para decir que estoy preparado para cuando me llegue el minuto final, porque no ambiciono ni deseo nada de nadie y soy libre. Pero yo ni siquiera tengo arcilla en la que se pueda escribir ese epitafio en mi mausoleo ni tampoco tendré un mausoleo. He dispuesto que mis restos mortales sean incinerados y las cenizas esparcidas sobre una montaña o un lago o un río de mi amada Guatemala, por la que he hecho todo lo que me ha sido posible para servirla durante toda mi vida. Ya puedo morir tranquilamente porque la vida ya me ha dado de todo. Puedo decir como el poeta: “Vida, nada me debes, estamos en paz”.
Frente al hotel Presidente InterContinental
Como podrán darse cuenta, el tiempo no pasa en vano, ni perdona, como les dije antes. Este soy yo ahora, al cumplir 79 años de edad. Me veo viejo, canoso, gordo, cachetón y panzón. Pero ni modo, así es la viida y hay que seguir adelante, lo mejor que se pueda, hasta que Dios quiera que sigamos a la siguiente etapa.
Frente al Hotel Presidente InterContinental
Un querido ex embajador de Ecuador en Guatemala, José “Pepe” Ponce Yepes, solía decirnos a mi viejo amigo el Dr. Ricardo López Ursúa (“Chichicúa“) y a mi -que por entonces estábamos en la flor de la juventud y de la actividad sexual- que nos diéramos gusto porque ya nos llegaría “la serenidad de la impotencia”, y nosotros nos reíamos de él. Pero a estas alturas he comprobado que tenía razón su dramática profecía.
Frente al hotel Presidente InterContinental
Mi amado hijo Alejandro Palmieri Waelti, quien me acompaña en este viaje.
Así era yo
Así era yo. Voy a pedir a quien maneja el servidor de este blog, que cambie mi foto que ha venido publicando hasta ahora y ponga esta otra que se ajusta más a la cruda realidad actual de mi avanzada edad.