Ayer reproduje la carta que mi hijo menor, Alejandro Palmieri Waelti, envió a Pedro Trujillo en la cual le exige que deje de enviar a su correo electrónico copias de sus diatribas contra su padre. Y como aprendí desde niño que nobleza obliga, voy a reproducir a continuación la respuesta que él le envió:
“Estimado señor Alejandro Palmieri:
A pesar de que me anima a no responderle, me veo en la obligación de hacerlo por lo que más adelante le comentaré.
De entrada MIS DISCULPAS. Desconocia que este era su correo. La dirección me llego en uno colectivo y siempre supuse (erróneamente) que era de su señor padre y no de usted. De haberlo sabido JAMAS habría enviado mensaje alguno. Por tanto nuevamente reitero mis disculpas.
Lleva usted toda la razón cuando manifiesta que a un hijo le duele lo que digan de su padre. ABSOLUTAMENTE toda la razón. Mi idea como le indiqué no era enviarselo a usted y hacerle daño, nada que ver. Sencillamente pensé que el correo era de su padre y por eso lo hice.
Por el daño que le haya podido ocasionar como hijo, tambien MIS DISCULPAS.
Quisiera, sin embargo, hacerle notar que no fui yo quien inicio este pleito. Su señor padre en un articulo que usted puede ver en su blog arremetió, de esa peculiar forma suya, contra mi persona. No contento con ello, al día siguiente volvió a insistir y esta vez mezclo a mi esposa, su trabajo, sus amigos y otros detalles que no tenian nada que ver con el tema. Por la misma razón que yo entiendo lo que usted puede sentir al verse incluido en esta polémica, espero que comprenda como me sentí yo al ver incluidas a las personas indicadas. Mi respuesta a su padre fue la que le hubiera dado a cualquiera que osara hacer ese tipo de comentarios fuera de tono, con un propósito dañino y otras variables que usted entiende.
No fui yo quien comenzó esto, pero si seré quien le ponga punto final.
Disculpe porque le haga llegado mis mensajes a su padre y por incluirlo en una lista en la que pense que no estaba.
Gracias por aclararmelo, por hacerme ver que debo de sacar su dirección de todo esto y espero que, al igual que yo he hecho, usted tambien comprenda la situación.
Un saludo muy cordial
Pedro Trujillo”
Recordatorio necesario
Felicito a Trujillo por haber respondido en esta forma tan mesurada la carta de mi hijo. Sin embargo, veo que es necesario recordarle que lo que encendió la chispa que provocó su reacción tan hepática y la cadena de ofensas fue mi opinión periodística acerca del programa extraordinario de A las 8:45 que trasnmitió canal Antigua inmediatamente después del supuesto “Gran debate de los candidatos a Alcalde de la capital”, y fue textualmente lo siguiente:
“Inmediatamente después de ese foro, se transmitió un programa extraordinario del programa periodístico titulado “A las 8:45”, dirigido por el periodista Juan Luis Font, y en esta oportunidad participaron, además del mencionado director, las destacadas periodistas Claudia Méndez Arriaza y Dina Fernández y el militar español naturalizado guatemalteco Pedro Trujillo, catedrático de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), quien desde hace algún tiempo ha venido ejerciendo funciones periodísticas tanto en ese programa televisivo como en una columna del diario Prensa Libre. Y del análisis que hicieron me parece que quien estuvo mejor, más profesional e imparcial, fue la analista Claudia Méndez Arriaza y después la analista Dina Fernández, porque no opinaron movidas por simpatías o antipatías personales, sino por lo que realmente se vio y escuchó en el supuesto Gran Debate. Font también estuvo bastante bien, pero, en mi opinión, no dejó de poner de manifiesto su antipatía personal por el ex Presidente y actual Alcalde, así como su preferencia por Sinibaldi. ¡Pero, por el contrario, el señor Trujillo estuvo francamente insoportable! Este señor se cree una especie de eminencia gris o un factotum que todo lo sabe y cuyas opiniones son inapelables, como si estuviese hablando desde las alturas celestiales. Durante sus desafortunadas intervenciones fue evidente su enfermiza antipatía y falta de respeto por el ex Presidente de la República y actual Alcalde de la ciudad de Guatemala y, en un colmo de ignorancia supina, propuso que en vez de un sólo Alcalde que hubiesen tres, con lo que puso de manifiesto que no conoce la Constitución de la República, ni las leyes y disposiciones legales que rigen al régimen municipal. Este es el lamentable caso de ciertos medios de comunicación y periodistas que generalmente se pronuncian de manera sesgada contra las personas que participan en las actividades políticas, pero no tienen ni la moral ni la ética profesional para confesar quién de los candidatos es el de su simpatía o a quién apoyan. Con lo cual engañan a la opinión pública.” (Fin de la cita)
¡Esto fue todo lo que dije y desencadenó el estéril intercambio de ofensas! Pero es evidente que a él le molestó excesivamente mi opinión sobre su desafortunada participación en ese programa, por lo cual me envió de inmediato a mi correo electrónico el primer mensaje sumamente ofensivo, y envió copias a varias personas que no tienen vela en ese entierro, entre ellas mi hijo Alejandro. Lo cual les confieso que me hizo perder el sentido de las proporciones. Lo lamento. Lo que dije sobre su participación en ese programa no merecía que me enviara tan hepática diatriba ad hominen, o sea contra mi persona, y no contra lo que dije, pero tampoco el tema merecía que yo le diese tanta importancia. Pues, como ya he dicho varias veces, hace mucho tiempo aprendí que las cosas deben tomarse de donde vienen, y la única importancia que tienen esas cosas es la importancia que uno les quiera dar. ¡Y este asunto no tenía ni la menor importancia! En todo caso, deben ser tomadas como gajes del oficio.
Lo que es imperdonable de mi parte es que a pesar de los 82 años que he vivido y de mi larga experiencia periodística, me haya enfurecido por la insoportable prepotencia y falta de respeto de Trujillo, por lo cual decidí no dar cabida en este blog a sus majaderías, pero contesté en el primero de sus mensajes lo que me pareció que merecía por su actitud. ¡Grave error! Habiendo, como hay, tantos temas de mucho interés nacional, de los que hay que escribir, dediqué demasiado tiempo y espacio –así como su valiosa atención– a ese pleito totalmente estéril que no tiene la más mínima trascendencia. Les reitero mi sincera disculpa. Espero que no me volverá a suceder en lo poco que me resta de vida, pues como me dijo Trujillo en una de sus diatribas, con ánimo de ofenderme, ya estoy en las postrimerías de mi vida.
Y como terminan todos los cuentos, colorín colorado, este cuento se ha acabado.