Jesucristo, un avatar de Dios


Si Jesucristo hubiese sido Dios no habría caído tres veces camino al Calvario por no soportar el peso de la cruz
Para mí, no ha habido en la historia de la humanidad ningún otro ser tan extraordinario como Jesucristo, a quien admiro y amo en forma entrañable. Comprendo que también podrán decir lo mismo de sus respectivos avatares los mahometanos, los hinduístas y los budistas: Mahoma para los mahometanos, Visnú para los hinduistas y Buda para los budistas. Pero, sin menospreciarles, Jesucrito ha sido para mí el más grande de todos. Por lo menos ésta es mi opinión y, como soy humano, puedo estar equivocado.
Creo que Jesucristo fue lo que se llama un avatar, o sea Dios encarnado en un humano, lo cual no significa que en sí mismo haya sido Dios, por derecho propio, pero sí un humano en quien Dios se encarnó. No soy teólogo y, como ya les dije, puedo estar equivocado, como lo he estado tantas veces sobre muchos temas. Y habrá otras personas que crean otra cosa, para lo cual cada quien está en su derecho.
Como es bien sabido, Jesús fue un judío que nació en Belén, fruto de un humilde hogar integrado por María y su esposo, José, un sencillo carpintero, ambos descendientes en línea directa del rey Salomón. A partir de los 33 años de edad, sufrió el más inhumano calvario por sus prédicas de amor y fue juzgado y torturado, hasta que finalmente fue clavado en una cruz en el Monte Calvario.
Durante estos días estamos celebrando la llamada Semana Santa para conmemorar ese cruel episodio y por nuestra fe creemos que murió en la cruz, pero a los tres días resucitó.
Alrededor de sus enseñanzas se creó el cristianismo en general y de ella se formaron con el tiempo las diferentes iglesias cristianas en particular, entre ellas la Católica, que consideran a Jesucristo hijo “único” de Dios y que es uno de los integrantes de la trinidad que conforman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tanto así que, para ellas Jesucristo fue la encarnación de Dios que se hizo hombre para sacrificar su vida y purgar por los pecados de los hombres.
Pero, sin dármelas de teólogo, o cosa parecida, para mí es al revés. Creo que Jesucristo fue un hombre que se hizo Dios por su desarrollo espiritual, y no que Dios se haya hecho hombre. Y no creo tampoco que él haya sido el “único” hijo de Dios, porque creo que todos somos hijos de Dios, porque Él es el creador de todo lo que existe.
Creo esto porque, si en verdad Jesucristo hubiese sido Dios, cuando unos pocos soldados romanos llegaron al Monte de los Olivos a capturarle y Judas besó la mejilla de su maestro para que lo identificaran, Dios se los habría impedido fácilmente, aunque para ello hubiese tenido que convocar a una legión de ángeles y arcángeles del Cielo.
Creo también que si Jesucristo hubiese sido Dios no habría permitido, de ninguna manera, que lo humillaran y maltrataran cobardemente en esa forma, ni creo tampoco que Dios habría tolerado que se lo hicieran a su “único” hijo, sino que lo habría protegido, con el ejército celestial de ser necesario, de las acechanzas de los sacerdotes judíos que se sentían desplazados y pidieron a Herodes que le condenara a muerte y Pilatos se lavó las manos y para complacer a los judíos le condenó a ser crucificado en el Monte Calvario.
Creo que si Jesucristo hubiese sido Dios no se habría caído tres veces cuando iba con la cruz a cuestas en camino al Monte Calvario. En todo caso, creo que si Jesucristo hubiese sido él “único” hijo de Dios, como algunos creen, Dios le habría protegido para que no hubiese sufrido tanto como sufrió, injustamente. Por lo menos eso es lo que yo habría hecho en ese caso… de haber estado en el lugar de Dios. Pero por fortuna no lo soy, ni tengo el menor deseo de serlo porque ha de ser una responsabilidad excesivamente grande en un mundo en el que suceden tantas cosas absurdas e injustas.
Ayer tuve oportunidad de ver por televisión una solemne ceremonia que tuvo lugar en la iglesia San Pedro del Vaticano, en la que hubo un derroche de ostentación de riqueza impresionante, y en él tomó parte el papa Benedicto XVI, a quien también se conoce como ?el vicario de Cristo?, olvidándose que Cristo nunca tuvo riquezas materiales. Les digo sinceramente que me pareció que Jesucristo no ha de estar muy contento que digamos con la ostentación de tanta riqueza mientras por todas partes del mundo hay muchísimos seres humanos que no tienen qué comer, ni un techo que les proteja de la intemperie ni de los rigores de la Naturaleza como los que se manifestaron hace pocos días con vientos huracanados de hasta 150 kilómetros por otra y lluvias torrenciales que hicieron crecer a los ríos.
No estoy muy seguro que a Dios le pueda gustar ese derroche de riqueza en la sede de la Iglesia Católica de su “único hijo” Jesucristo quien durante toda su vida fue un paradigma de humildad y sencillez. Jesucristo jamás usó esas túnicas tan finas y costosas como las que visten sus esculturas de madera para las procesiones y demás ritos de Semana Santa. Gracias a Dios que no soy Dios, porque a saber qué haría ahora para hacérselo saber de alguna manera al Vaticano.
No cabe duda de que tiene sus ventajas no ser Dios.
Hace pocos días, cuando unos antropólogos estaban excavando debajo de la Catedral de México, en la Plaza Mayor del Distrito Federal, encontraron una piedra labrada de regular tamaño que, según ellos, era la diosa azteca Tlalticutli y comprueba, una vez más, que la cultura azteca era idolátrica. Porque los aztecas como los mayas adoraban a sus ídolos.
Dios quiera que si alguna vez en un futuro distante alguna civilización que reemplace a la nuestra excava debajo de una iglesia católica derruída por el tiempo, y sobre la cual se haya edificado otro templo, y encuentre una escultura de Jesucristo, o de la Vírgen María, o de cualquier santo, puedan creer que también nuestra civilización fue idolátrica, como fueron los aztecas y los mayas.

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