1.- Pospongo mis crónicas de mi cumple 85
Siempre he creído que una de las fechas que más merecen que las festejemos es el aniversario de nuestro nacimiento. Porque, al fin y al cabo, no estaríamos vivos si no hubiésemos nacido. ¿No les parece? Y por eso desde hace mucho tiempo celebro mis cumpleaños comenzando por un jubileo de festejos que suelen dar comienzo con casi un mes de anticipación a la fecha de mi cumpleaños. Así que los días 11 de noviembre me las arreglo para festejar que estoy vivo, y que la alternativa sería estar muerto. Lo cual todavía no me ha llegado, porque, como he oído decir de la muerte: “Si no te toca, aunque te pongas no te llegará… y si te toca, aunque te quites te llegará”. Este año cumplí 85 de haber salido del vientre mi de mi madre y lo celebré a lo grande con un pequeño grupo de mis queridos amigos. Pero en vista de que todavía no he podido escribir las crónicas de los festejos, hoy voy a escribir brevemente sobre un tema que considero que no debo posponer ni un solo día.
2.- Supuesta agresión policial contra la prensa
De antemano comprendo que por expresar mi opinión sobre este caso me voy a granjear la incomprensión, intolerancia y antipatía de algunos periodistas –y principalmente de los 28 reporteros involucrados–, sin embargo, considero mi deber como veterano periodista expresarla. Lamento si voy a disgustar a algunas personas que tienen el criterio de que los periodistas somos intocables y podemos hacer todo lo que nos de la gana sin que nada ni nadie nos detenga o nos reprima. Hagamos lo que hagamos. Nos escudamos en un mal entendido fuero periodístico que, en honor a la justicia, no tenemos derecho a tener.
Según tengo entendido, a juzgar por lo que vi en los noticiarios de televisión y leí en la prensa escrita, cuando Roberto Barreda de León, presunto homicida de su esposa, la hoy desaparecida Cristina Siekavizza, era conducido en la Torre de Tribunales por agentes de la Policía Nacional Civil y Guardias de Presidios, un fuerte grupo de reporteros de loa medios de comunicación, especialmente radiales y televisivos, les salieron al paso para tratar de entrevistar al detenido y les interrumpían el libre paso, por lo que los guardias se vieron en la necesidad de impedirles que lo hiciera, y como era tanto el acosos de los reporteros, un agente les disparó gas pimienta, lo cual ha causado un gran escándalo y una protesta de parte de diversas personas y entidades, aduciendo que con esa actitud de los guardias se ha violado el artículo 35 de la Constitución que garantiza la libertad de prensa. Yo no estoy de acuerdo. Y lo tengo que decir porque si no lo digo ahora, a mis 85 años de edad con casi 70 de ejercicio del periodismo, significaría que no he aprendido nada a través de tantos años de vida y tantos de ejercicio de este oficio.
En mi opinión, los guardias que custodiaban a Barreto de León estaban cumpliendo con su deber de proteger la vida y la seguridad del detenido, y los reporteros no tenían derecho a acercarse tanto a él. En segundo lugar, de acuerdo con la Constitución de la República, los supuestos implicados en un delito no deben ser expuestos a los medios de comunicación en tanto no hayan sido indagados por un juez. El detenido Barreto de León iba a ser indagado por un juez y los reporteros no tenían derecho a interrogarle antes de que eso sucediera. En tercer lugar, es lamentable que en las instalaciones de la Torre de Tribunales no se haya previsto esas eventualidades pata que los reporteros de prensa radio y televisión no tengan acceso a los detenidos hasta que el juez no les haya indagado, para que los detenidos no corran los riesgos de ser agredidos por alguien que quiera vengarse o castigarle por mano propia ni tampoco a tener que responder –sin la asistencia de su abogado defensor– a las preguntas comprometedoras de los reporteros que pretendan jugar el papel de Perry Mason o algo parecido.
De un tiempo a esta parte –sobre todo desde que existen la radio y la televisión–, los reporteros de esos medios han venido creyendo que la libertad de prensa y de la emisión del pensamiento les autorizan a interceptar a cualquier persona, en cualquier lugar, para interrogarla como si ellos tuviesen autoridad legal para hacerlo. Tal parece que los reporteros de radio y televisión creen que sus micrófonos y sus cámaras son especies de ametralladoras que tienen impunidad de disparar todas las preguntas que se les antoje a cualquier persona, ya sea particular o funcionaria pública, desde el Presidente Constitucional de la República para abajo.
Todas las personas que han emitido opiniones criticando a los custodios de Roberto Barreda de León por haber rechazado a los reporteros hasta que, finalmente, les dispararon gas pimienta, indudablemente han sido bien intencionados, pero, sinceramente, no están en lo correcto. “Hay que dar al César lo que es del César”.
Finalmente, les recuerdo lo que ocurrió hace 50 años en Dallas, Texas, el 24 de octubre de 1963 cuando era trasladado el comunista Lee Harvey Oswald a un juzgado el supuesto asesino del presidente de los Estados Unidos de América John F. Kennedy. Si Jack Ruby no lo hubiese matado a quemarropa, mientras caminaba custodiado por unos pocos guardias, seguramente se habría podido averiguar quién o quiénes le pagaron para asesinar al presidente y por qué.
Twitter: @jorgepalmieri.com