Hay que llamar las cosas por su nombre
Lo que realmente se produjo en Guatemala hace 69 años, entre la noche del 19 y el 20 de octubre de 1944, fue una insurrección eminentemente militar del cuartel Guardia de Honor contra el gobierno del nefasto dipsómano general Federico Ponce Vaides, con posterior participación de 14 valientes estudiantes universitarios que llegaron a incorporarse al movimiento y, posteriormente, de muchos maestros y profesionales y del pueblo en general. Porque Ponce ya había hecho evidente que no iba a permitir que hubiesen elecciones libres y permanecería en el poder para imponer otra dictadura, para lo cual iba a impedir el triunfo de la candidatura presidencial del popular doctor Juan José Arévalo Bermejo, recientemente llegado de la República Argentina, donde era profesor en la Universidad de Tucumán. El doctor Arévalo dejó su destacada posición académica en Argentina para venir a servir a su patria y lo hizo durante su período comprendido de 1945 a 1951, en el que fue el Primer gobierno de la Revolución.
Por eso merece que, aún en medio de la tradicional ingratitud guatemalteca, se conmemore el 20 de octubre de 1944 con admiración y respeto para todos sus protagonistas y volvamos a gritar “¡Viva Arévalo!”, como lo hicimos cuando éramos jóvenes estudiantes de secundaria en 1944, lo que constituía no solo la simpatía por el doctor Arévalo sino también un grito de protesta contra la dictadura del general Ponce Vaides. A pesar de que ciertos izquierdistas extremos tratan ahora de bajar a Arévalo del pedestal de la patria que se merece para convertir en único ícono revolucionario al coronel Jacobo Árbenz Guzmán, a quien tampoco se le deben negar sus méritos por haber sigo uno de los principales protagonistas de la conspiración y de la insurrección que derrocó al general Federico Ponce Vaides y cuando estuvo a cargo de la Presidencia de la República de haber tratado de independizar económicamente a Guatemala del yugo norteamericano que nos imponía la United Fruit Company con el ferrocarril de la International Railroads of Central America (IRCA), propiedad de la frutera, que era la única forma que había para trasladar al puerto del Atlántico a las personas y a la carga, para lo cual planificó la construcción de la Carretera al Atlántico, que él comenzó pero fue derrocado antes de terminarla y la terminó el gobierno de Carlos Castillo Armas. Por cierto que las instalaciones en Puerto Barrios también pertenecían a la compañía bananera estadounidense por lo que Árbenz construyó el Puerto Santo Tomás de Castilla para que Guatemala tuviese su propias instalaciones portuarias sin tener que emplear las de la UFCo; y también quiso liberarnos del monopolio de la electricidad que nos surtía con exclusividad la compañía Bond & Share de Canadá y planificó la construcción de la hidroeléctrica de Jurún Marinalá, en la finca El Salto, en Escuintla, pero no logró construirla antes de ser derrocado, sino la comenzó a construir el gobierno de facto del coronel Enrique Peralta Azurdia y la terminó e inauguró el Presidente Julio César Méndez Montenegro.
Pero el presidente Árbenz tuvo el atrevimiento de plantear la imperiosa necesidad de llevar a cabo una Reforma Agraria en Guatemala, donde pocos miembros de la población tradicionalmente más privilegiada era propietaria de la inmensa mayoría de las tierras tanto cultivadas como no cultivadas. ¿Que hubo errores y se cometieron abusos de poder? ¡No lo niego! Los tristemente recordados coroneles Rogelio Cruz Wer y Jaime Rosenberg fueron nefastos mientras estuvieron a cargo de la Policía Nacional y la Policía Secreta, respectivamente, porque capturaron, torturaron y asesinaron a muchas personas acusadas de conspirar contra el gobierno de Árbenz. ¿Que hubo varios elementos comunistas que fueron funcionarios en el gobierno de Árbenz? ¡Es verdad! No se puede negar. Entre ellos José Manuel Fortuny, secretario general del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), de abierta ideología comunista, quien fue su consejero hasta el último momento que fue Presidente de la República, porque le escribió el texto de su discurso de renuncia; el carismático y respetado profesor Víctor Manuel Gutiérrez, un hombre muy sencillo que fue líder del magisterio; Carlos Manuel Pellecer, quien en sus fogosos discursos asustaba a los terratenientes con sus amenazas de invasiones agrarias; el doctor Alfredo Guerra Borges, un excelente economista respetable; el licenciado Julio Gómez Padilla, el licenciado Hugo Barrios Klée, quien fue Inspector general del Trabajo y Jaime Díaz Rozzoto, su secretario, el profesor Mario Silva Jonama y otros.
Un día tuve oportunidad de preguntar personalmente al presidente Árbenz por qué tenía tantos colaboradores comunistas en su gobierno y me contestó: “Mirá patojo, los tengo colaborando en mi gobierno porque son más preparados, más trabajadores y menos corruptos”. Y en mi opinión así era, en efecto.
Doctor Juan José Arévalo Bermejo
El doctor en pedagogía Juan José Arévalo Bermejo era un hombre joven, de 40 años de edad, y de grata personalidad, que nació en Taxisco, departamento de Santa Rosa, el 10 de septiembre de 1904. En 1922 se graduó de Maestro de Educación Primaria en la Escuela Normal Central para Varones, y en 1927, durante el gobierno del general Lázaro Chacón González, consiguió una beca para estudiar en Argentina y alcanzó el grado de Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, en la Universidad de Tucumán. Regresó a Guatemala, pero poco después tuvo que regresar a Argentina por no estar de acuerdo con la dictadura del supuesto “general” Jorge Ubico Castañeda.
Pero en 1944, mientras era catedrático en la Universidad Nacional de Tucumán, en Argentina, por inspiración de su amigo el licenciado Juan José Orozco Posadas fue propuesto candidato a la Presidencia de la República de Guatemala y fue postulado por el Partido de Renovación Nacional (PRN) para las elecciones que estaban programadas para el año 1944, las cuales son consideradas por los historiadores como las primeras elecciones transparentes en Guatemala, en las que obtuvo más del 85% de los votos emitidos y fue electo para desempeñar la Presidencia de la República a partir del 15 de marzo de 1945. En realidad, el doctor Juan José Arévalo era una persona desconocida por el pueblo de Guatemala, a pesar de que se le conocía y estimaba en los círculos docentes porque había escrito un manual de lectura titulado Guatemala que era usado para aprender a leer en todas las escuelas públicas y colegios privados y, además, había desempeñado durante algún tiempo el cargo de Oficial Mayor del ministerio de Educación Pública. Pero no tenía ningún antecedente político ni raigambre popular. Sin embargo, su candidatura prendió como reguero de pólvora en los círculos populares que aspiraban a que se produjera un cambio nacional. Y en conciencia debe decirse que la obstinada actitud del gobierno de Ponce Vaides al tratar de impedir que pudiese participar en las elecciones y llegase a ocupar la Presidencia de la República, fue otro de los detonantes para que el 20 de octubre se llevase a cabo en el cuartel Guardia de Honor esa insurrección de carácter eminentemente militar que después fue apoyada masivamente por el pueblo, al grado de haberse convertido en un movimiento integrado por militares y civiles.
Durante su gestión, conocida como el “Primer Gobierno de la Revolución”, en vista de que se dio inmediatamente después de la insurrección militar llamada “Revolución de Octubre de 1944”, se produjeron numerosos cambios sociales de gran importancia y trascendencia en la vida de los guatemaltecos. No en vano se ha dicho que Guatemala salió del oscurantismo medieval para incorporarse al mundo civilizando. Su filosofía de un Socialismo Espiritual también conocida como “arevalismo” fue en parte el motor de la creación del Ministerio de Trabajo, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).
Otras de las principales realizaciones de su gestión gubernamental fueron la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), la del Banco de Guatemala, el Instituto de Fomento de la Producción (INFOM(, además de la emisión del Código de Trabajo en 1947, de la Ley de Arrendamiento Forzoso de las Tierras Ociosas y de la Ley de Fomento Industrial (Asociación de Amigos del País, 2004), las escuelas Tipo Federación, ) y de las populares colonias 25 de Junio, en honor a la maestra María Chinchilla, y El Maestro, en lo que ahora es la entrada de Vista Hermosa, un conjunto de casas donadas por el gobierno a los maestros.
El “Socialismo Espiritual” arevalista fue erróneamente considerado por algunos como una especie de comunismo solapado, por lo que su gobierno no gozó de la simpatía de los grupos de derecha ni fue simpatizante de los gobiernos dictatoriales de la época, tales como el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, dictador de la República Dominicana, “Papa Doc” Duvalier, dictador de Haití, el general Anastasio (“Tacho”) Somoza García, dictador de Nicaragua, el general Marcos Pérez Jiménez dictador de Venezuela; y por ello se integró la llamada “Legión del Caribe” con un grupo de aventureros izquierdistas de Centroamérica y el Caribe para combatir a las dictaduras, la cual apoyó en Costa Rica a José Figueres Ferrer en su lucha contra la invasión desde Nicaragua del ex presidente Teodoro Picado Melchasky, y apoyada por el dictador Somoza. Posteriormente, la “Legión del Caribe” fracasó en su intento en derrocar al gobierno del generalísimo Trujillo dictador de la República Dominicana, habiendo aterrizado y desembarcado en una playa de la isla, pero fueron repelidos. Por lo que pronto se desintegró.
Aunque algunos de sus elementos todavía participaron en el intento de aprehender al Jefe de las Fuerzas Armadas, mayor Francisco Javier Arana, en el Puente “La Gloria”, a la salida de Amatitlán, cuando éste venía de recoger unas armas pertenecientes a la Legión del Caribe que habían sido almacenadas en el chalet presidencial llamado El Morlón, y el presidente Arévalo le había autorizado para recogerlas en vista de sus insistencias. Y para demostrarle que no se trataba de ninguna treta para asesinarle, envió con él a su jefe del Estado Mayor Presidencial, coronel Felipe de Jesús Girón, mientras que Arana iba acompañado de su asistente, Absalón Peralta y el subdirector de la Policía Nacional, capitán Enrique “el chino” Blanco.
Pero el Congreso de la República, entonces bajo la presidencia del licenciado Mario Monteforte Toledo, se reunió de emergencia para conocer el caso del comportamiento irrespetuoso de Arana con Arévalo, y ordenó la destitución y captura del Jefe de las Fuerzas Armadas, y comisionó para esa delicada misión al diputado presidente de la Comisión de Defensa, capitán Alfonso Martínez Estévez, quien se hizo acompañar de algunos miembros de la Legión del Caribe y del chofer de la señora María Cristina Villanova de Árbenz, esposa del coronel Árbenz, un hombre de nombre Aníbal, a quien poco tiempo más tarde convirtieron en diputado. La misión de Martínez consistía en informar a Arana que había sido destituido de su alto cargo por el Congreso de la República (el único que podía hacerlo) y aprehenderlo para ponerle en un avión y enviarle exiliado a Cuba, donde ya se habían hecho arreglos con el gobierno del presidente cubano, doctor Carlos Prío Socarrás, para que le otorgase asilo político, y el jefe de la Policía Secreta cubana, doctor Eufemio Fernández, le mantendría vigilado para que no fuese a tratar de regresar a Guatemala para organizar una revuelta. Pero cuando Martínez informó a Arana que estaba destituido y que quedaba detenido, su asistente y guardaespaldas, Absalón Peralta, sacó su arma para dispararles y le pegó un balazo en la nalga al capitán Martínez, pero durante el cruce de balazos él murió igual que el coronel Francisco Javier Arana y “el Chino” Blanco.
Los enemigos del régimen arevalista achacaron a Árbenz la muerte de Arana, pero esto jamás se pudo comprobar. Sin embargo, trascendió que desde la montaña de enfrente donde está el parque Naciones Unidas, el coronel Árbenz obserbaba con binoculares lo que sucedía en el Puente La Gloria acompañado de sus asistentes y amigos Carlos Bracamonte y el hondureño Francisco Morazán, sus ex compañeros en la Escuela Politécnica. Tras de lo cual se levantó en armas el cuartel Guardia de Honor encabezado por el licenciado Mario Méndez Montenegro, ex alcalde de la capital y partidario de la candidatura presidencial de Arana. Pero después de un día de fuerte intercambio de balazos, la Guardia de Honor se rindió y fue tomada por un grupo de valientes revolucionarios arbencistas que la habían asediado, entre quienes se encontraban mi hermano Federico Guillermo Palmieri, el profesor de Educación Física Jorge Micheo, el guía de turistas Roberto Jordán y Roberto “el Chiqui” Iglesias. El licenciado Méndez Montenegro abandonó la Guardia de Honor en una ambulancia de la Cruz Roja y pidió asilo político en una embajada. Al día siguiente el teniente coronel e ingeniero Carlos Paz Tejada fue nombrado Jefe de las Fuerzas Armadas en sustitución del depuesto coronel Arana, y le fueron otorgados poderes especiales para poner en orden al país.
El gobierno del doctor Arévalo tuvo que enfrentar muchas conspiraciones y en una de ellas se vio involucrado el embajador de Estados Unidos de América, el fabricante de bolígrafos Richard Patterson, por lo que se le sugirió declararle “persona non grata”, pero por idea de su ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Muñoz Meany, Arévalo optó por otro camino más diplomático y menos comprometedor en las relaciones con Estados Unidos y envió a Washington a su primo, licenciado Ismael González Arévalo, para hablar con el Secretario de Estado, Dean Acheson, y transmitirle “la gran preocupación del gobierno de que algo malo le pudiese suceder al embajador Patterson por estarse inmiscuyendo en asuntos internos de Guatemala y participando en peligrosas conspiraciones, por lo que cordialmente sugería que se le retirase antes de que le pudiese ocurrir algo grave que ambos gobiernos podrían lamentar”. Acheson comprendió el trasfondo del mensaje y pocos días más tarde retiró al entrometido Patterson, a los 28 meses de haber presentado sus Cartas Credenciales. Patterson vino a Guatemala el 17 de noviembre de 1948 y desde el principio trató de diversas maneras de comprar la simpatía de Arévalo. Probó de las más variadas formas. Comenzó por ofrecerle un viaje a los Estados Unidos donde sería recibido con honores por el presidente norteamericano Harry S. Truman, condecoraciones, hasta mujeres. Pero todo se lo rechazaba el doctor Arévalo. En una oportunidad le solicitó una audiencia y llegó acompañado de una bella mujer que había traído “para que el presidente se divirtiera con ella”. Y Arévalo le agradeció el “regalo” pero le informó que él mismo escogía a sus mujeres y no necesitaba que se las consiguiera otra persona. Y como rechazaba todo lo que le ofrecía, una cosa tras otra, pronto el gobierno de Arévalo tuvo en su poder informes confidenciales que indicaban que Patterson traía la consigna de derrocarle si no aceptaba hacer algunos cambios al Código de Trabajo para favorecer a la United Fruit Company. Patterson era un hombrecito sin ninguna simpatía personal y bastante torpe, y desde que le presentó sus Cartas Credenciales en el Salón de Recepciones (por primera vez se hizo esa ceremonia en ese salón) le cayó mal al ilustre mandatario guatemalteco acompañado del también ilustre Canciller Enrique Muñoz Meany, uno de los hombres más inteligentes, talentosos, preparados, cultos y pundonorosos que ha tenido nuestro país. En su interesante libro póstumo Despacho Presidencial, el doctor Arévalo describe a Patterson de la siguiente manera: “era un hombre pequeño, de estatura menos que mediana, de cara redonda, colorado, ojos brillantes de mirada enérgica. Aquel primer día hizo lo posible por sonreír”. Y agrega: “Por fortuna para Guatemala y para el gobierno, aquel embajador carecía del talento indispensable en un diplomático. Más condiciones tenía de hombre de empresa que de político”. Pero, lamentablemente, el sucesor de Patterson fue el nefasto John D. Peurifoy, quien venía de Grecia donde había sorteado varios atentados por sus intromisiones en los asuntos internos y traía la consigna de hacer todo lo que fuera indispensable para proteger los intereses de la United Fruit Company. Y si no lo lograba, estaba autorizado para tomar medidas más drásticas, incluyendo derrocar al gobierno.
El último año del gobierno del doctor Arévalo, se caracterizó por una amplia libertad política tanto de expresión como en organización política. En las ciudades, la creación de sindicatos fue acompañada por leyes laborales que favorecieron en gran medida a las clases medias y bajas, aunque estas ventajas no se lograron percibir en las áreas rurales agrarias donde sus condiciones aún eran excesivamente duras. La población guatemalteca continuaba estando dramáticamente diferenciada entre la población urbana y la población rural, de las cuales la segunda vivía en vergonzosas condiciones de miseria. Era evidente que algo tenía que hacerse para mejorar sus condiciones de vida y, por ende, de una mejor distribución de la riqueza y un mejoramiento de calidad de vida de los campesinos. Pero esa tarea no la abordó Arévalo, sino le correspondió a Árbenz, lo cual indudablemente fue la principal razón de su derrocamiento, además de la paranoia comunista que privaba durante esa etapa de la Guerra Fría entre las dos potencias hegemónicas, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos de América, representantes emblemáticos del comunismo y del capitalismo, respectivamente.
Mientras que el gobierno hizo unos cuantos esfuerzos por mejorar los derechos de los campesinos, era evidente que su situación no se podía mejorar si no era a través de una reforma agraria a gran escala. El Decreto 900 creó la Reforma Agraria, pero fue la chispa que hizo que se confabularan contra el Segundo gobierno de la Revolución y el presidente de la República llamado “Soldado del Pueblo” la United Fruit Company, los grandes terratenientes del país que temían que pudiera afectarles la Reforma Agraria, el Departamento de Estado a cargo de John Foster Dulles, ex abogado de la UFCo, la Central Intelligence Agency (CIA) a cargo de su hermano Allan Dulles, el embajador de Estados Unidos John D. Peurifoy y los militares que estaban alarmados por los comunistas que rodeaban a Árbenz y no deseaban que Guatemala cayese en manos del Comunismo. A raíz de lo cual la CIA comenzó la llamada “Operación PBSUCCESS”, cuyos pormenores y detalles de organización y desarrollo ya se conocen públicamente por haber sido desclasificados, y ya nadie podrá negar que el gobierno revolucionario, progresista y libremente electo del coronel Jacobo Árbenz Guzmán fue derrocado por una descarada intervención del gobierno estadounidense y de la compañía bananera United Fruit Company debido a la paranoia anticomunista y para proteger los intereses económicos norteamericanos y de los más adinerados guatemaltecos terratenientes.
La operación estadounidense organizada contra el gobierno del coronel Jacobo Árbenz, conocida como PBSUCCESS, utilizó una intensa campaña psicológica y paramilitar para reemplazar a un gobierno electo en lecciones libres de manera popular. En método, escala y concepción de esa operación intervencionista, no tuvo precedente, y su triunfo confirmó la creencia de muchos durante la administración del general Dwigt D. Eisenhower, héroe aliado de la Segunda Guerra Mundial, de que las operaciones encubiertas ofrecían un seguro y económico sustituto de la resistencia armada contra el comunismo en el Tercer Mundo. y comenzó con organizar en Honduras un ejército bajo el mando del coronel guatemalteco exiliado Carlos Castillo Armas, compuesto por unos guatemaltecos anticomunistas que habían huido del país por temor a ser aprehendidos y un buen número de mercenarios nicaragüenses aportados por el dictador Anastasio Somoza García, hondureños aportados por el presidente de turno de Honduras, licenciado Juan Manuel Gálvez, quien anteriormente había sido el abogado de la UFCo en ese país, salvadoreños aportados por el presidente de El Salvador coronel Óscar Osorio y de Venezuela aportados por el dictador Marcos Pérez Jiménez. Acto seguido instaló en Tegucigalpa una radiodifusora clandestina denominada “La Voz de la Liberación” a cargo de los locutores anticomunistas José Torón Barrios y el bachiller Lionel Sisniega Otero que todos los días bombardeaban a Guatemala con la campaña contra el gobierno. Además, adquirió unos aviones Mustang que pilotearon el norteamericano Jerry Delarme y el piloto militar guatemalteco Rodolfo Mendoza, los cuales bombardearon y ametrallaron varias veces el territorio nacional y hundieron un barco polaco que transportaba armas y municiones compradas en Checoslovaquia por el capitán y diputado Alfonso Martínez Estévez en nombre del gobierno de Árbenz. Con lo cual se dejó al gobierno de Árbenz son armas y municiones para que no tuviera con qué defender su soberanía. Además, el internacionalmente nefasto Spruille Braden, de ingrata recordación en Argentina y Cuba, relacionado comercialmente con la United Fruit Company desde mucho antes comenzó a percibir un salario para desempeñarse como lobbista de la compañía bananera ante el gobierno del general Eisenhower; cuando los intereses de esta empresa fueron afectados en Guatemala, fue uno de los operadores que influyeron en la invasión que derrocó al Presidente Jacobo Árbenz en 1954.
La operación guatemalteca, conocida como PBSUCCESS, utilizó una intensa campaña psicológica y paramilitar para reemplazar a un gobierno electo de manera popular por una entidad apolítica. En método, escala y concepción, no tuvo precedente, y su triunfo confirmó la creencia de muchos durante la administración de Eisenhower, de que las operaciones encubiertas ofrecían un seguro y económico sustituto de la resistencia armada contra el comunismo en el Tercer Mundo. Pero lo cierto era que el gobierno derrocado de Arbenz no era en realidad un régimen comunista, sino un gobierno reformista que ofrecía una oportunidad para lograr un progresivo cambio democrático en la región. Pero las consecuencias de esa intervención fueron desastrosas, porque el mal llamado “Ejército de Liberación Nacional” trajo consigo tantos encarcelamientos injustos, tantas torturas y tantos asesinatos como los que cometieron los coroneles Cruz Wer en la Policía Nacional y Rosenberg en la Policía Secreta, durante las postrimerías del gobierno de Árbenz ante el inminente peligro de la intervención estadounidense protagonizada por el coronel Carlos Castillo Armas y su llamado “Ejército de Liberación Nacional”. Y tras el asesinato de Castillo Armas en casa Presidencial, el día tal y tal, de manos de algunos de sus supuestos partidarios, según investigaciones posteriores, una sucesiva cadena de gobiernos militares que no trajeron paz, ni progreso ni felicidad al país.
Coronel Jacobo Árbenz Guzmán el día de su toma de posesión
El 15 de marzo de 1951, el doctor Arévalo dejó la presidencia a su sucesor, el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, uno de los principales protagonistas de la insurrección del 20 de octubre de 1944 y ministro de la Defensa durante todo el período de Arévalo. Este nuevo gobierno fue calificado como “Segundo gobierno de la Revolución” y se trazó un plan primordial en su gestión: la construcción de la Carretera al Atlántico para quitarle el monopolio del transporte al Atlántico a los ferrocarriles de la International Rairoads of Central America (IRCA), propiedad de la United Fruit Company, la construcción de un puerto en el Atlántico para quitarle el monopolio a las instalaciones portuarias de Puerto Barrios, que también eran de la compañía frutera y la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá para quitarle el monopolio a la Empresa Eléctrica de Guatemala que era propiedad de la empresa Bond & Share de Canadá. El proyecto fue concebido en el periodo comprendido de 1950 a 1953 por el Departamento de Electrificación durante el gobierno de Árbenz, integrado a la Dirección General de Obras Públicas el gobierno de Árbenz, y en 1965 se iniciaron los anteproyectos, planos preliminares y documentos para la licitación pública de la obra civil y equipo de electromecánica, durante el gobierno de facto del coronel Enrique Peralta Azurdia y fue inaugurado en el año de 1970 por el gobierno del licenciado Julio Cèsar Méndez Montenegro. Pero también uno de sus principales metas fue la Reforma Agraria para comprar las tierras ociosas que había en el país que trató de pagar el precio en el que estaban valuadas en el Registro de la Propiedad para el pago de impuestos, lo que al final de cuentas provocó que tanto los más poderosos terratenientes del país porque los avalúos que habían hecho de sus tierras eran sumamente más bajos de su auténtico valor.
En otras palabras, lo que ocurrió en Guatemala durante la noche del 19 y el 20 de octubre de 1944 fue lo que se debe calificar estrictamente como un “cuartelazo”, pero no fue un burdo cuartelazo como tantos otros de los que está llena nuestra triste historia, porque estuvo inspirado en el patriótico propósito de impedir la imposición dictatorial del general Federico Ponce Vaides y el ideal de establecer en nuestra patria una democracia representativa con apego al estado de derecho. Además, ya era hora de rescatar a nuestro país del largo período de oscurantismo social, cultural, económico y político en el que lo había mantenido sumido el dictador Ubico, quien se había creído durante 14 años una especie de dios y dueño de haciendas y personas. Pero la amenaza dictatorial se refrescó con la imposición del dipsómano e ignorante general Federico Ponce Vaides. ¡Y había que rescatar a nuestra patria de esa nueva ignominia! Por eso noi me cansaré de gritar a los cuatro vientos “¡Viva el 20 de octubre de 1944! ¡Y que vivan los autores de esa indispensable insurrección! ¡Que vivan Francisco Javier Arana, Jacobo Árbenz Guzmán y Jorge Toriello! Sin desestimar al teniente coronel Carlos Aldana Sandoval y al capitán Manuel de J. Pérez. Ni tampoco a cada uno de quienes participaron en ese cuartelazo y de las mujeres y los hombres que después lo convirtieron en un movimiento cívico ejemplar. Y después gritaré con toda la fuerza que le queda a mi aliento a mis 85 años de edad: “¡Viva Guatemala! ¡Viva Guatemala! ¡Viva Guatemala! Porque me duele en el alma que muchos guatemaltecos vergonzantes se complacen en hablar siempre mal de nuestra patria, cuando se encuentran dentro y fuera del país. Y quienes reniegan de su patria son apátridas.
Entre los oficiales acuartelados en el cuartel Guardia de Honor que participaron en la insurrección militar sobresalieron el mayor Francisco Javier Arana, jefe de la sección de tanques, el teniente coronel Carlos Aldana Sandoval, jefe de la sección motorizada, quien a pesar de que participó en la conspiración y convenció a Arana de unirse al plan, no estuvo presente en los hechos del 19 y 20 de octubre porque había huido a Asunción Mita porque estaba siendo perseguido de cerca por la Policía Secreta al mando del muchas veces asesino José Bernabé Linares; y no se debe olvidar al capitán Manuel de J. Pérez, a quien la Historia no le ha hecho justicia, pero en un momento en el que algunos de los comprometidos en la conspiración estaban arrepintiéndose, después de que fue asesinado el dipsómano comandante del cuartel, general Francisco Corado, primo del ministro de la Guerra, general Daniel Corado, desenfundó su revólver y les gritó: “¡Bueno cabrones, aquí nadie se va a rajar porque ya estamos todos comprometidos hasta las orejas por la muerte del general Corado que era pariente del ministro de la Guerra! ¡Y de eso ya no se salvaría nadie!”. Además de ellos participaron varios elementos extraños al cuartel que habían estado conspirando para obtener la insurrección, estos fueron el capitán Jacobo Arbenz Guzmán y el civil Jorge Toriello Garrido, a quienes se les abrió la puerta del cuartel para que entraran a bordo de un jeep que manejaba el joven subteniente Enrique De León Aragón, quien pocos años más tarde murió en Huehuetenango por haber ingerido una sobredosis de nembutales.
Pero debe quedar claro que estas personas no tomaron por asalto el cuartel, como algunos creen, a juzgar por lo que han publicado en estos días algunos izquierdistas que pretenden desvirtuar o disminuir los méritos de los demás artífices de la insurrección militar del 20 de octubre de 1944 y enaltecer exclusivamente la participación de Árbenz, sin tomar en cuenta de que si él y Jorge Toriello pudieron entrar tranquilamente a la Guardia de Honor a bordo de un jeep manejado por el teniente Enrique de León Aragón, fue gracias a que el mayor Francisco Javier Arana y el capitán Manuel de J.Pérez ordenaron que les abrieran la puerta. Asimismo, esos elementos trasnochados de izquierda que continúan causando problemas en el país con sus actividades ilegales de bloquear carreteras en el interior de la república y calles en la capital, mientras ondean banderas rojas con la efigie del fracasado aventurero comunista argentino Ernesto “Che” Guevara, que asesinó con escalofriante frialdad a numerosos cubanos indefensos después de la entrada de Fidel Castro a La Habana.
Finalmente, no es justo que se trate de desacreditar y disminuir al “Primer gobierno de la Revolución”, presidido por el doctor Juan José Arévalo, para tratar de enaltecer y convertir en el ícono del patriotismo revolucionario al “Segundo gobierno de la Revolución” que presidió elal coronel Jacobo Árbenz Guzmán en el ícono de la revolución que se operó en Guatemala durante la “primavera democrática” que tuvo lugar de 1944 a 1954.
Los 14 valientes estudiantes universitarios:
La Historia de Guatemala reconoce el valor y la determinación de 14 valientes estudiantes universitarios que, habiéndose enterado de que se iba a producir el levantamiento de la Guardia de Honor, se ofrecieron para participar en él. La historia de ese hecho fue que el primero de los estudiantes que se enteró fue Óscar de León Aragón, “por revelación de uno de los militares jóvenes, el teniente Augusto Ponce”, según afirma el hoy licenciado Óscar de León Aragón en su libro Memorias de un estudiante del 44 (Editorial Universitaria de la Universidad San Carlos de Guatemala), que es “un recuento de los momentos más significativos a lo largo de la vida del autor”. Entonces habló con su hermano, el joven teniente Enrique de León Aragón, amigo cercano al capitán Árbenz Guzmán, quien llevó a éste a su casa para que le explicara sus propósitos; y en vista de que esos propósitos del capitán Árbenz eran también sus ideales, a partir de ese momento comenzó a reclutar amigos y compañeros universitarios para que se unieran a la insurrección. Primero acordaron que los estudiantes involucrados tendrían que estar preparados para acercarse de dos en dos en taxis a la Guardia de Honor alrededor de la media noche, donde serían aprehendidos para introducirles en el cuartel para entregarles sus armas y municiones. Y aunque inicialmente habían sido informados que el levantamiento sería el 21 o 22 de octubre, tuvieron que adelantarlo por temor a que la Policía Secreta ya les andaba pisando los talones. Entonces los estudiantes universitarios se reunieron primero en el Centro Nocturno Ciro’s, situado en la esquina de la sexta avenida y 11 calle de la zona 1, donde escucharon al tenor Gustavo Adolfo Palma y vieron la actuación de un ventrílocuo y después se trasladaron al restaurante Los Arcos, situado en lo que hoy es zona 14. Hasta que de pronto escucharon un cañonazo y vieron en el cielo una bomba trazadera y decidieron acercarse a la Guardia de Honor, donde después de haber pasado un gran susto porque creyeron que los soldados de la dictadura les habían sorprendido y les estaban apresando, se dieron cuenta de que eran Jorge Toriello Garrido y Enrique de León Aragón, quienes les habían ido a hacer encuentro para conducirles al cuartel para darles instrucciones de lo que tendrían que hacer para colaborar con el movimiento.
Los 14 valientes estudiantes universitarios que acudieron a la Guardia de Honor para prestar su colaboración a la gesta libertadora fueron: Óscar de León Aragón, Julio Valladares Castillo, Ricardo Asturias Valenzuela, Julio César Méndez Montenegro, Marco Antonio Villamar Contreras, Luis Felipe Valenzuela, Emilio Zea González, Ángel Martínez Franco, Fernando Bregni, Jorge Morales Franco, Óscar Álvarez Borges, Carlos Andrade Keller, Ricardo Cancelo Osorio y Antonio Nájera Saravia. Cuando entraron al cuartel Guardia de Honor fueron recibidos con gritos de alegría por la tropa, porque con ello se comprobaba que también estaba participando la población civil. Tras de lo cual los estudiantes universitarios salieron a recorrer todos los barrios de la capital para entusiasmar a los vecinos con lo que estaba sucediendo e instarles a llegar a apoyar a los rebeldes de la Guardia de Honor. Lamentablemente, por un soldado del Destacamento Táctico en una esquina del aeropuerto militar murió de un balazo Carlos Andrade Keller. Es verdad que estos estudiantes no dispararon ni un tiro, pero cumplieron con una misión muy importante porque lograron que se incorporaran numerosas mujeres, maestros, profesionales, estudiantes y el pueblo en general.
De esos catorce valientes estudiantes universitarios de entonces ya solamente quedan cuatro: mis estimados amigos Óscar de León Aragón, el doctor Ricardo Asturias Valenzuela, el licenciado Julio Valladares Castillo, los tres de 92 años de edad, y el ingeniero Ángel Martínez Franco, que lamentablemente no pudo asistir al almuerzo que ofreció Oscar de León Aeagón, porque ha estado mal de salud. Por lo cual ayer tuve el honor de brindar por el 20 de octubre de 1944 con los tres primeros.
De izquierda a derecha, el mayor Francisco Javier Arana, el civil Jorge Toriello Garrido y el capitán Jacobo Árbenz Guzmán, participantes en la insurrección militar del 19 y 20 de octubre de 1944 integrantes de la Junta Revolucionaria de Gobierno del 20 de octubre de 1944 al 15 de marzo de 1945, fecha en que le entregaron la presidencia al doctor Arévalo.
Aunque este hecho eminentemente militar se ha venido calificando de “revolución”, porque abrió las puertas a lo que se produjo posteriormente tras la cañida del gobierno de Ponce Vaides, primero con la Junta Revolucionaria de Gobierno conformada por el mayor Francisco Javier Arana, el capitán Jacobo Árbenz Guzmán y el civil Jorge Toriello Garrido (a quien a partir de entonces se designó “el ciudadano” porque cuando se le preguntó con qué grado militar o titulo se le podía llamar el respondió malhumorado “ponga simplemente ciudadano”); después continuó la revolución en los gobiernos libremente electos y legítimamente constituidos del doctor Juan José Arévalo Bermejo y del coronel Jacobo Árbenz Guzmán. ¡Esa sí fue la revolución, porque la larga dictadura oscurantista del “general” Ubico mantuvo sumida a Guatemala en un atraso político, cultural y social durante 14 años!
Esta es la verdadera historia:
Tras una larga cadena de presidentes militares que se venía sucediendo durante tantos años, no siempre legales, el general Lázaro Chacón, de grata recordación, nacido en Teculután, departamento de Zacapa, el 27 de julio de 1873, fue electo presidente el 6 de diciembre de 1926 para el período comprendido entre 1927 y 1933, pero sorpresivamente enfermó misteriosamente y tuvo que dejar la presidencia el 12 de diciembre de 1930 para ir a la Clínica Oshner en Nueva Orleáns, donde falleció. Su rival en las elecciones de 1926 había sido el llamado “general” Jorge Ubico Castañeda, postulado por el Partido Liberal Progresista, quien en realidad era un farsante porque se hacía pasar por militar a pesar de que no estudió en la Escuela Politécnica ni participó en ninguna guerra, pero después de haber perdido esa elección seguía ambicionando ocupar la Presidencia de la República. Cuando dejó la Presidencia el general Lázaro Chacón González le sucedió el primer designado, licenciado Baudilio Palma, pero éste solamente fue presidente del 12 al 17 de diciembre de 1930, por lo cual fue llamado burlonamente “Palma de un día”. Como consecuencia de un burdo golpe de Estado, el general analfabeto Manuel Orellana Contreras, entró borracho y disparando a Casa Presidencial, acompañado de unos soldados y echó a balazos a Palma, pero solo pudo ser presidente del del 17 de diciembre de 1930 al 2 de enero de 1931 porque el ministro Whitehouse, representante del gobierno de los Estados Unidos, le informó que Washington se negaba a reconocer a su gobierno y le sugirió renunciar. Y el 2 de enero de 1931 entregó el mando a regañadientes al licenciado José María Reina Andrade –llamado “Reinita” no solo por su baja estatura física sino por escasa personalidad–, quien fue Presidente solo hasta el 14 de febrero de 1931 porque el “general” Jorge Ubico fue electo presidente el 9 de febrero de 1931 y le exigió adelantar el traspaso del poder al 14 de febrero de 1931, supuestamente para desempeñar el cargo de Presidente de la República durante el período de 1931 a 1937, pero se eternizó dictatorialmente durante 14 años en los cuales actuó como si Guatemala era una finca de su propiedad y todos los guatemaltecos ladinos sus súbditos y todos los indígenas sus sirvientes.
Jorge Ubico Castañeda fue un farsante porque no era realmente un militar sino un civil que previamente había fracasado en los estudios y en los negocios, pero se creía un clon de Napoleón Bonaparte y se auto nombró militar y así se fue ascendiendo hasta el grado de general de División. Cuando llegó a la Presidencia de la República tras la misteriosa enfermedad del presidente general Lázaro Chacón, gratamente recordado, ostentaba el rango de general de brigada, pero estando ya en la Presidencia se auto ascendió a general de División. Atrás de él en esta foto está el nefasto general Daniel Corado, su ministro de Guerra y primo del general Francisco Corado que para el movimiento del 19 y el 20 de octubre de 1944 era el comandante del cuartel Guardia de Honor y lo mataron los insurgentes que llegaron a su pabellón a tratar de capturarlo .
Jorge Ubico Castañeda asumió la Presidencia como “general de brigada”, pero en realidad no tenía formación militar porque no había estudiado en la Politécnica ni participó en ninguna guerra en la que hubiese podido ascender.
El llamado “general” Jorge Ubico Castañeda había ganado en forma arrolladora la elección del 9 de febrero de 1931 postulado por su partido Liberal Progresista, porque se le llegó a considerar “un ídolo” y desde el principio gobernó dictatorialmente con la peregrina tesis que “a los guatemaltecos solamente les les puede gobernar con dictadura porque si se les dá la mano se cogen el pié”. Y en 1937 cuando terminó su período simplemente se prorrogó por otro período de 1937 a 1943 y después otra vez quiso gobernar de 1945 a 1947, pero el descontento contra su gobierno era muy grande y se produjeron manifestaciones pacíficas para pedirle algunos cambios. por lo que fueron detenidas muchas personas conocidas que fueron enviadas a la Penitenciaría y rapadas y se decretó la suspensión de garantías individuales. Por lo que se juntaron las firmas de 311 ciudadanos ampliamente conocidos para enviarle lo que se llamó “Memorial de los 311”, en los que únicamente se le pedía (no se le exigía) que dejara en libertad a los estudiantes presos y restituyera las garantías constitucionales. Es falso que en ese memorial se le haya pedido, ni mucho menos exigido, su renuncia.
Pero el 25 de junio de 1944 se produjo una numerosa manifestación pacífica de maestras que provocó una violenta represión de la caballería ubiquista, en la que murió accidentalmente la maestra María Chinchilla como consecuencia de un balazo que rebotó en el pavimento y la impactó, quien desde entonces ha sido llamada “mártir de la libertad”.
Entonces fue cuando muchos sectores del país le exigieron la renuncia al dictador que a todo esto ya se había auto ascendido al máximo grado militar de “general de división” y ya se creía una especie de clon de Napoleón Bonaparte, con quien creía que se parecía físicamente y a quien admiraba.
El supuesto “general de división” Jorge Ubico Castañeda con sus entorchados y condecoraciones, renunció el 1 de julio de 1944 y entregó el mando a un triunvirato compuesto por tres anodinos generales chafarotes que en realidad habían llegado a su despacho a ponerse a sus órdenes.
Los generales Francisco Villagrán Ariza, Buenaventura Pineda y Federico Ponce Vaides se adueñaron del poder cuando el “general de división” Jorge Ubico Castañeda les tiró su renuncia por la cara gritándoles. “¡Aquí está su mierda!”
La verdad de la renuncia del presidente Jorge Ubico
Los tres generales anodinos que integraron el triunvirato que reemplazó al dictador Jorge Ubico, Francisco Villagrán Ariza, Buenaventura Pineda y Federico Ponce Vaides, en realidad se habían acercado al Palacio Nacional después de solicitar una audiencia con el hasta entonces presidente Ubico, porque ante los momentos difíciles por los que estaba pasando el país, quisieron ir a ofrecer al dictador su respaldo y colaboración, pero el dictador ya estaba en un crítico estado depresivo después de haber leído que algunos de sus amigos le habían pedido su renuncia, y se equivocó al creer que sus tres conmilitones llegaban a pedirle su renuncia. Entonces, desde que les vió les gritó: “¡Ya se a qué vienen! ¡Quieren que renuncie! ¡Pues bien, aquí está esa su mierda!” y les lanzó por la cara su carta de renuncia. Los generales, sorprendidos, y atemorizados, estaban a punto de decirle que no era ese el propósito de su visita, pero Manuel Melgar, secretario de Ubico, quien con su hermano Enrique habían dispuesto a su antojo de las árcas nacionales, además de negociar a su anyojo la producción de café intervenida, pensando en que sería mejor para ellos que Ubico renunciara y asumieran la presidencia esos tres generales ignorantes, vieron la posibilidad de convertirse en consejeros de ellos y les aconsejó que aceptaran la renuncia, lo cual hicieron con mucho gusto los tres chafarotes que integraron in triunvirato presidencial hasta el día que el general Ponce Vaides asumió la Presidencia y comenzó a tramar la forma de perpetuarse en el poder para emular a Ubico.
A mí no me han contado todo esto, estimados lectores, sino yo lo viví. Y quiero dejar constancia de ello a la posteridad para que las próximas generaciones no sean engañadas. Ojalá estas palabras sirvan para algo. La Historia de la patria debemos conocerla para no volver a cometer los mismos errores y para sentirnos orgullosos de sus éxitos, triunfos y aciertos.
Como nota chusca, agrego he sido informado que los grupos de sindicalistas izquierdistas de esos que llevan banderas rojas con la efigie del aventurero comunista argentino Ernesto “Ché” Guevara que rindieron pleitesía a Árbenz en ocasión del aniversario de la gesta del 20 de octubre de 1944 acudieron al mausoleo familiar en el Cementerio General capitalino, pero después de los más encendidos discursos elogiando su paso por la historia de Guatemala como el máximo representante de la revolución, se acercó a ellos un miembro del personal de ese cementerio para decirles que lamentaba mucho tener que informarles que los restos mortales del coronel Jacobo Árbenz Guzmán ya no se encuentran en ese mausoleo, porque hace algún tiempo vivo a Guatemala su hijo Jacobo, residente en Costa Rica, y los trasladó a Quetzaltenango.
Twitter: @jorgepalmieri