MISCELÁNEA DEL 19/11/10

1.- X aniversario del primer restaurante El Portal del Ángel

El Chef José Luis Langarica Santander posa frente al cuadro El Portal del Ángel del pintor guatemalteco Erwin Guillermo.

El restaurante El Portal del Ángel nació hace diez años en el kilometro 11.2 en la carretera a El Salvador con lo cual hizo realidad un proyecto largo tiempo acariciado que se esforzaba por reunir la decoración y el paisaje con las mejores carnes y mariscos a la parrilla, con una gama de selectos vinos, en busca de la excelencia y la calidad de un buen producto, acompañándose de la más espectacular vista

Para festejar su decimo aniversario, ha realizado varios Festivales Gastronómicos: en marzo tuvieron el Festival de Cortes Argentinos de carne y para ello trajeron de Buenos Aires (Argentina) al Chef del famoso restaurante “El Portal de Las Lilas” especializado en carne; en abril y mayo el Festival de Carnes y Mariscos; y, para cerrar con broche de oro esta celebración, han traído, directamente desde España un Chef Especial y están realizando el Primer Festival Gastronómico de comida española del 10 al 28 de Noviembre. El Chef es el señor José Luis Langarica Santander, quien cuenta con una gran experiencia, especialmente en el tema de Tapas españolas, tanto frías como calientes, y diferentes platos completos de la cocina española, así como también en cocina internacional con vivencias alrededor del mundo, como Japón, Estados Unidos, Norte de África, etc.

Proveedores y amigos de estos restaurantes se han volcado a apoyar los festejos y en esta oportunidad cuentan con una excelente carta de vinos españoles que harán la delicia de los platillos que degusten los clientes.

También han aprovechado los festejos del Décimo aniversario para renovar sus instalaciones en el restaurante en la carretera, instalando una nueva Parrilla Argentina, así como re decorando sus salones.

2.- Inexplicable actitud de la CICIG ante la fiscal Giselle Rivera

¿Está “en sus cabales” la fiscal Guiselle Rivera?

A riesgo de que también el actual Jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), siguiendo el mal ejemplo de su nefasto antecesor, Carlos Castresana, vaya a incluirme entre quienes –según una reciente declaración– están involucrados en una supuesta “campaña de desprestigio contra la CICIG”, me valgo en el derecho constitucional de ejercer la libertad de pensamiento y de expresión, para comentar la negativa y desagradable situación que se está viviendo en torno a la mencionada comisión que, al final de cuentas, ha venido a causar a nuestro país más perjuicio que beneficio, porque desprestigió caprichosamente a numerosas personas sin presentar alguna prueba contra ellas, y satanizó la idoneidad y credibilidad de todas las entidades legales del país. Además, lo único de lo que puede presumir es de haber investigado el caso del asesinato del malogrado abogado Rodrigo Rosenberg Marzano, pero nada más. Todos los casos de corrupción que ha habido quedaron tan impunes como antes de que el gobierno de Óscar Berger y Eduardo Stein firmase el acuerdo con la ONU y él viniese al país. Si les parece que su testimonio es inconveniente porque ella no esté capacitada, ¿por qué no la demandan por Interdicto y la declaran incompetente o que “no está en sus cabales”?

No es fácil comprender ni, mucho menos, aceptar la actitud que ha asumido la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) en relación a la fiscal costarricense Giselle Rivera, que parece tener el propósito de impedir que ella pueda aportar su testimonio sobre el resultado de su investigación –en calidad de Fiscal de Investigación de la propia CICIG–, cuando ella aún formaba parte del equipo de dicha comisión. Es difícil entender por qué razón el comisionado Francisco Dall’Anese, compatriota y colega de ella, decidió renunciar a su derecho de inmunidad, de acuerdo a sus atribuciones, según se desprende del comunicado que hoy han hecho circular, con el cual desmienten lo que declaró ayer el licenciado Fernando Linares Beltranena, quien oficiosamente se ha constituido en abogado defensor de la señora Rivera, aunque ella misma ha declarado que no se lo ha solicitado ni comprende por qué lo hace. En lo que tiene razón, porque a simple vista pareciera que la intención de la señora Rivera es unirse a la defensa del ex diputado Manuel Castillo (llamado Manolito), lo cual no es así ni le conviene. Por lo que esta oficiosa defensa de Linares Beltranena es a todas luces perjudicial, en vista de que el susodicho es también el abogado defensor de Manolito, quien está acusado de haber sido uno de los autores intelectuales del múltiple asesinato de los diputados salvadoreños al PARLACEN y su chofer. Tiene razón al rechazar a ese oficioso defensor y, aunque en otras palabras, decir como, hace muchos años, le dijo el dirigente laboral y diputado socialista Vicente Lombardo Toledano a un colega suyo en el parlamento de México, cuando un colega estaba pronunciando un discurso para defenderlo, pero lo estaba haciendo tan mal que le interrumplió para decirle: “¡Mejor no me defiendas, compadre!”  En mi opinión, la CICIG debería ser la primera interesada en que se presente en Guatemala para declarar cuál fue el resultado de sus investigaciones sobre esos hechos de este caso mientras estuvo a cargo del mismo.

Antes de marcharse de Guatemala, Castresana puso en tela de duda la credibilidad de la investigación de la fiscal Rivera y fue todavía más lejos: expuso su opinión desfavorable sobre su estado mental, dando a entender que no eran confiables sus descubrimientos. Por qué no le permiten declarar? Por otra parte, si en verdad ella no es confiable y necesita consultar a un especialista en el comportamiento humano, que lo digan francamente. Confieso que por sus constantes declaraciones me ha causado la impresión de ser extremadamente locuaz, lo que invita a sospechar que no está completamente en sus cabales. Pero yo no soy siquiatroa ni sicólogo, sino solamente soy un simple veterano periodista y comentarista, con derecho a expresar sus opiniones, lo cual no tiene derecho a coartar la CICIG ni alguna otra cosa parecida.

3.- Columna del periodista Gustavo Berganza

¿Vuelve la CICIG a la era Castresana?

La acción contra la ex fiscal de CICIG Giselle Rivera.

Gustavo Berganza

Luego del período bombástico y estridente de Carlos Castresana al frente de la CICIG, desde que asumió el actual comisionado Francisco Dall’Anese, esta misión de la ONU para combatir la impunidad pareció tornarse más prudente y, sobre todo, más profesional en su manera de llevar su mandato. Sin embargo, la decisión de apoyar el proceso contra la ex fiscal del caso Parlacen en la CICIG, Guiselle Rivera, lleva a pensar en un retroceso al estilo cultivado por el abogado español.

No olvidemos que Castresana en sus últimos meses perdió el norte. El jurista escrupuloso y el fiscal metódico, estricto en las argumentaciones y en la solidez de las pruebas, cedió su lugar a un güizache mañoso y paranoico, para quien el Power Point y los titulares en los medios se convirtieron en su principal herramienta de trabajo. En el último año de su mandato, arremetió contra Roberto López Villatoro, sin presentar pruebas concluyentes que lo describieran como capo del crimen organizado o padrino del tráfico de influencias y la corrupción. Luego, la agarró contra Rodolfo Ibarra y Francisco Beltranena Falla. A Rodolfo Ibarra le endilgó, basado en apuntes de la esposa de uno de los Valdés Paiz, recortes de prensa y grabaciones de conversaciones telefónicas sacadas de contexto, la paternidad de una campaña para difamarlo. A Francisco Beltranena lo puso como cómplice de Ibarra, también tomando como prueba fragmentos de conversaciones telefónicas entre ambos que no revelaban mayor cosa. Ibarra logró probar posteriormente lo infundado de las acusaciones de Castresana y está en proceso de obtener un veredicto judicial a su favor. Beltranena no fue encausado, prueba evidente de lo absurdo de la acusación en su contra, pero a consecuencia de ese señalamiento de Castresana, fue despedido de la Universidad Francisco Marroquín, donde trabajaba como catedrático, y obligado a renunciar del Partido Patriota. Y recientemente, el propio comisionado Dall’Anese ordenó no ratificar la denuncia contra el magistrado suplente de la CC Roderico Pineda, a quien Castresana señaló de tratar de traficar favores con el ex fiscal Conrado Reyes. El diálogo telefónico que Castresana puso como evidencia no tenía a Pineda como participante.

Ante estos traspiés de su predecesor, Dall’Anese prudentemente adoptó un perfil bajo y dio la impresión de querer erradicar de la CICIG las prácticas poco profesionales instauradas por Castresana. O por lo menos, eso se pensaba hasta que, en un movimiento que yo no termino de entender, el comisionado decide quitarle la inmunidad a la ex fiscal de la CICIG Guiselle Rivera, con lo cual hace posible que la capturen en un absurdo proceso iniciado contra ella.
Lo que Dall’Anese hace al apoyar la solicitud de la fiscal Eunice Mendizábal, justo en vísperas en que Rivera debía atestiguar en el juicio por el caso Parlacen, es impedir que se escuche una versión diferente a la que han elaborado el MP y la CICIG. Versión que implica a otros personajes que han quedado hasta ahora fuera del proceso y que había sido descartada de manera interesada, según Rivera, por Carlos Castresana.

Ojalá que esta decisión de quitarle la inmunidad a Guiselle Rivera tenga en verdad un fundamento sólido, y no se trate, como sucedió durante la era Castresana, de una medida que desea proteger a personajes con influencia en la economía y la política nacional. (Fin de la columna)

Comento: a todo esto hay que agregar la pregunta: ¿qué juez autorizó al comisionado Carlos Castresana para intervenir el teléfono del magistrado suplente de la CC Roderico Pineda y acusarle públicamente de un supuesto delito que no existe? ¡A tal extremo que el propio fiscal Dall’Anese cerró el caso!

4.- Columna de hoy del colega Juan Luis Font

Este interesante artículo sobre ese mismo tema se publica hoy en la habitual columna del periodista José Luis Font, co-director de elPeriódico

La implosión de la CICIG

Nadie, ni el Presidente de la República, está por encima de la ley. Nadie puede alegar buenas intenciones al contratar sicarios y nadie puede…

Juan Luis Font

Parece como si la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) estuviera al borde de consumirse a sí misma. Con las acusaciones entre sus integrantes emergen las disputas internas de las que, durante meses, tuvimos noticias de callada manera. La acusación en tiempos de Carlos Castresana sostenía que el comisionado se resistía a iniciar proceso por las ejecuciones extrajudiciales en Pavón para proteger a la oligarquía nacional. Pero al cabo de su mandato se introdujo la acción que ha supuesto el reto más grande para la CICIG. Ya no fue a Castresana a quien correspondió afrontar el embate por este caso sino a su sucesor. A partir de entonces, el poder económico del país, sobre todo la Cámara de Industria, se convierte en su crítico más severo. Pero nadie, mucho menos el ex vicepresidente Eduardo Stein, ni los embajadores que presenciaron su áspero diálogo con Francisco Dall’Anese, podrán decir que ha sido blanda la CICIG para defender su acción.

Y sin embargo, de nuevo el señalamiento contra la Comisión es que busca favorecer a la estructura que llegaba hasta la cúpula del ministerio de Gobernación de Carlos Vielmann en el proceso por el asesinato de los parlamentarios salvadoreños. Se acusa a la CICIG de haber desatendido inopinadamente la investigación de un equipo de profesionales. 
Mal se defiende la CICIG al pedir la captura de una ex fiscal suya (la costarricense Giselle Rivera). Transmite la idea que ella es perseguida para evitar que presente en tribunales una versión incómoda sobre el caso Parlacen. 
Ella tampoco puede admitir que la defienda el mismo abogado cuyo cliente, el tumbador de droga Manolito Castillo, se vería favorecido como consecuencia de su declaración como testigo.

La información no oficial sobre el proceso contra Rivera indica que existiría registro de una conversación entre ella y familiares del ex subdirector de la Policía, Javier Figueroa, a la cual la Fiscalía tuvo acceso después de un allanamiento a la casa de Aldo Figueroa. Ahí estaría la supuesta evidencia de patrocinio infiel y obstrucción a la justicia en su contra. Ella niega que haya faltado a sus obligaciones y asegura que todas las conversaciones que sostuvo con Figueroa o su familia contaron con testigos y con la autorización de sus superiores. La persecusión en su contra, sin embargo, debilita otros casos como el de Pavón y El Infiernito también investigados por ella. 
Lo mejor que podría ocurrir ahora es que se reinicie la investigación del caso Parlacen a la luz de las diferentes hipótesis que existen, sin excluir los hallazgos de Rivera y su equipo.

Porque si de este pleito sale la derrota definitiva de CICIG, o su debilitamiento extremo, habremos perdido todos. A la Comisión se le pueden recriminar muchos errores de sus integrantes, pero su contribución al país ha sido demasiado valiosa para desvirtuarla. Ha enviado ya tres mensajes clave a la sociedad guatemalteca: nadie, ni un Presidente de la República, puede burlar la ley. Nadie puede alegar buenas intenciones al recurrir a sicarios. Y ninguna autoridad podrá usar la violencia extrajudicial sin convertirse ella misma en criminal. Esos son pasos gigantescos para Guatemala.
Un último punto en esta columna. Los resultados de esa investigación de Giselle Rivera sólo se han ventilado en nuestro país después que los ha difundido un diario de El Salvador. ¿Por qué razón ha sido así si otros periodistas nacionales, como yo mismo, teníamos noticias de los hechos? Por autocensura, por pavor –que no miedo– al poder económico, por el enorme ascendiente que cobró Carlos Castresana y porque en el fondo cacareamos mucho las virtudes de la libertad de expresión pero la dosificamos conforme mejor convenga a nuestros temores, a nuestras preferencias y a nuestras insuficiencias.

Si este caso se hubiera ventilado antes de llegar a juicio, si la CICIG se hubiera visto obligada a discutir profesionalmente todos los argumentos que hoy se hacen públicos, la propia comisión no se encontraría, ante un tribunal, en este predicamento. (Fin de la columna de Font)

5.- Desagradables vicios contagiosos de locutores

El locutor Joaquín Samayoa, del noticiario de Guatevisión, cada vez que va a dar alguna noticia comienza diciendo “Y es que…”, lo cual, lamentablemente, ha contagiado a algunas de sus colegas.