Llamamiento a la paz y la concordia
Interrumpo la revisión de nuestra historia que comencé a publicar en mi última entrega, para explicar cuál es mi propósito para hacerla, porque de lo contrario hacerlo carecería de razón. Mi principal objetivo es recordar en qué forma nuestra historia está plagada de divisiones, odios, traiciones, cuartelazos y golpes de Estado. Desde la conquista por los españoles, cuando unos pocos valientes soldados españoles, acompañados de un buen número de indios tlaxcaltecas originarios de México, lograron derrotar a los descendientes de la civilización maya que habitaban estas tierras, gracias a que los de raza cakchiquel estaban peleando contra los pueblos de las razas k’ichés mientras que no hacían nada para impedirlo los pueblos de las razas tzu’tuhiles, mames, poqomames y pipiles.
A la llegada de los españoles, ya existía desde hacía miles de años la civilización maya, y había conocido el auge y la caída de sus grandes ciudades porque no era una civilización con cultura guerrera, por lo que las abandonaban después de que estas fueron invadidas y saqueadas por razas que sí eran guerreras. Sin embargo, estas etnias descendientes de la civilización maya nunca se habían unificado en un solo imperio y por eso fueron víctimas de los mexicas que invadían y saqueaban sus ciudades constantemente y les dejaban diezmados.
Pero estoy seguro de que de no haber estado en guerra los qu’ichés contra los cackchiqueles, los españoles no les habrían dominado en tan corto tiempo. O sea que desde entonces las constantes rencillas y divisiones han sido las razones de nuestra debilidad. Y los descendientes de ellos no hemos sabido aprender de esas lecciones. No en vano se dice que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra.
En el transcurso de los años hemos cometido el grave error de dividirnos en indios, criollos, mestizos y ladinos, en católicos y evangélicos, en creyentes y en ateos, en revolucionarios y reaccionarios, en militares y civiles, y desde 1954 en supuestos comunistas y anticomunistas, etcetera. ¡Ya basta! Todos somos guatemaltecos por igual y ya es hora de que nos pongamos de acuerdo para luchar juntos por la paz, la armonía, la felicidad y el progreso de nuestra patria. ¡No hacerlo sería suicida!
Por eso, el objetivo que tiene la revisión histórica que he comenzado a publicar, aparte de darla a conocer a quienes la ignoren, es recordar que nuestra historia ha sido una constante y larga cadena de traiciones, mentiras, cuartelazos, golpes de estado y cosas por el estilo desde la Conquista española hasta nuestros días. Lo cual ha impedido obtener la paz, la felicidad, el progreso y el engrandecimiento de nuestro país.
Mi único propósito es tratar de despertar un espíritu de conciliación entre todos mis compatriotas, los guatemaltecos, porque no puede haber reconciliación si antes no había una conciliación, sin diferencia de raza, color, cultura, intereses personales, o ideología política. ¡Guatemaltecos todos! Sin discriminaciones o diferencias de ninguna clase.
La civilización mundial ha avanzado enormemente para tratar de conciliar la paz y armonía entre todos sus hijos, no cabe duda, pero tal parece que los guatemaltecos aún no nos hemos enterado. Es verdad que estamos gozando de muchas de las maravillas que nos ofrece el siglo XXI, pero parece que no hemos aprendido a vivir todos en paz. Como que nos gusta buscarnos problemas, uno tras otro, a cuales más inconcebibles, con tal de que no podamos convivir paz, tranquilidad, felicidad y progreso.
¿Qué clase de genes tendremos los chapines que todavía no hemos aprendido a vivir en paz? No se por qué siempre andamos buscándole tres pies al gato, a pesar de que ya es hora en que deberíamos saber de sobra que el gato tiene cuatro patas. ¿Por qué no podemos vivir en paz y armonía?
Hago un angustioso llamado a todos mis compatriotas –a todos sin excepción–, para que hagamos un sincero esfuerzo para concertar una paz total y permanente, no para que olvidemos el pasado que debemos recordar para no repetir los errores, sino para que el pasado no sirva para impedir que hoy podamos vivir en paz y armonía; y evitemos crear nuevos conflictos, porque los sufriremos no solo nosotros, sino los heredarán nuestros descendientes.
Procuremos convivir en paz a pesar de cualesquiera que sean nuestras diferencias. Sea que creamos en Dios o seamos ateos, seamos de izquierda o de derecha, seamos militares o seamos civiles, tengamos serenidad para convivir en paz y armonía. Es lo sensato. Es lo prudente.
Twitter@jorgepalmieri