¿Lujos que Colom no puede darse?

El título de este artículo se refiere al que empleó ayer mi estimado amigo el joven y talentoso director de elPeriódico Juan Luis Font en su acostumbrada columna de los lunes, en la que publicó una lista de cosas que, en su opinión personal, no debe permitirse hacer el Presidente de la República electo, ingeniero Álvaro Colom Caballeros, en las cuales, en mi opinión personal, no en todas tiene la razón. Comparto lo que dice al comenzar su artículo: ?Uno no espera que el presidente Colom quiera ser la quinta espada de los revolucionarios de nuevo cuño en América Latina ?sumarse a Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa- y la mayoría vemos con buenos ojos que prefiera abstenerse de hacer escala en Caracas a su regreso de Buenos Aires en diciembre, para no fomentar una amistad peligrosa?. Se refiere, naturalmente, a que durante la XVIII Cumbre de mandatarios iberoamericanos y Portugal, que tuvo lugar recientemente en Chile, el gorila bañado en petróleo y definido antagonista del gobierno de Washington, invitó a nuestro próximo gobernante a hacer una escala en su viaje de regreso a Guatemala después de asistir a la transmisión presidencial en Argentina, en la que será investida Presidenta de Argentina la actual ?primera dama? de ese país, licenciada Cristina Fernández de Kirchner. Es comprensible que, por obvias razones geopolíticas, los presidentes de Hispanoamérica tengan cuidado de no provocar con su comportamiento o sus relaciones una reacción inconveniente de parte del ?Imperio?.
También comparto su opinión cuando agrega: ?Pero la verdad es que tampoco quisiéramos verlo como un cachorro del Imperio”. Sin embargo, no estoy de acuerdo con lo que sigue diciendo: “El presidente Colom tiene que proponerse no volver a hacer lo que ya hizo. Un gobernante guatemalteco no va a la residencia del Embajador de Estados Unidos a solicitud de la misión para encontrarse con ningún funcionario. Por mucho que el visitante venga del poderosísimo Departamento de Estado y traiga alforjas repletas de dinero, ese lujo no debe darse?. Reitero que no comparto esta opinión, pero respeto su derecho a expresarla aunque creo que está completamente equivocado.
Font se refiere concretamente a que el ingeniero Colom y su compañero de fórmula, doctor Espada, fueron a desayunar un día a la residencia oficial del embajador de los Estados Unidos, James Derham, en una ocasión que coincidió con la visita de un alto funcionario del Departamento de Estado encargado de la sección correspondiente a Guatemala. Lo que, según él, podría constituir -o aparentar ser- una actitud de sumisión o servilismo de parte de un mandatario guatemalteco.
Esto me hizo recordar que al día siguiente que el licenciado Ramiro Deleón Carpio había sido electo presidente emergente por los diputados al Congreso de la República, en sustitución del imitador de Fujimori, ingeniero Jorge Serrano Elías, arribó al país la embajadora Marilyn MacCaffee, y el novel mandatario ?ignorante de las cosas protocolarias y carente de la dignidad que correspondía al cargo que iba a comenzar a desempeñar- mandó al aeropuerto a su jefe de Estado Mayor Presidencial (que, coincidentemente, en días recientes fue candidato presidencial de “mano dura”), para invitarla informalmente a llegar a tomar ?un cafecito? a su casa particular de la zona 7. Lo cual, lógicamente, fue aceptado inmediatamente y con gran alegría por la nueva embajadora que probablemente pensó que el gobernante de Guatemala era un badulaque, un ignorante que no tenía ni la menor idea del protocolo ni de la dignidad que le correspondía guardar por el cargo que acaba de ocupar. Pero no quedó ahí la cosa, porque durante el “cafecito” la invitó también a asistir la noche del día siguiente a un concierto en el Salón de Recepciones del Palacio Nacional, ahora llamado ?de la Cultura?. Como es fácil comprender, la sorpresiva presencia de la señora MacCaffee en un acto oficial antes de haber llenado el requisito de presentar sus Cartas Credenciales, fue motivo de crítica de los jefes de las misiones diplomáticas acreditadas en el país que sí habían cumplido con los requisitos protocolarios establecidos, de presentar primero al ministro de Relaciones Exteriores las copias de sus Cartas Credenciales y después entregar durante una ceremonia los originales de esas cartas al Presidente de la República. Y no contento con esto, a pesar de las observaciones que se le hicieron al respecto, el presidente que mereció ser apodado ?huevos tibios? asistió a unas recepciones diplomáticas y un 16 de septiembre se puso ?hasta el gorro? con tequila en la embajada de México en ocasión de festejar ese país su Independencia, y después de que terminó la recepción, que ofreció el embajador Guillermo Cosío Vidaurre, se llevó a Casa Presidencial al conjunto de mariachis que habían traído desde Guadalajara unos amigos del ex Gobernador de Jalisco. Pero de él se podía esperar cualquier cosa, por inconveniente, cachimbira o estúpida que fuese, porque no tenía límites su capacidad para meter la pata. Nunca fue capaz de entender que si un Presidente de la República asiste a una recepción en una embajada, después tiene que hacer lo mismo con todas las demás.
Pero este caso es muy distinto al que se refirió en su columna de ayer mi colega y amigo Font, porque el ingeniero Colom y el doctor Espada aún no han sido investidos Presidente y Vicepresidente de la República, respectivamente, y no están obligados a ceñirse al protocolo, ni ponen en entredicho su dignidad oficial cuando asisten como amigos personales a desayunar, o a almorzar o a cenar en la residencia de un embajador, aunque éste pueda ser el representante del ?Imperio?. ¿Por qué no habrían de hacerlo si son amigos? ¡No faltaba más! Tanto mejor si el desayuno, el almuerzo o la cena coinciden con la visita al país de un alto funcionario del Departamento de Estado encargado de la relación entre los dos países. Una falta de respeto a la dignidad del cargo habría sido si en el transcurso de la conversación el candidato presidencial o el presidente electo (no estoy seguro si ya había pasado la segunda vuelta electoral) se hubiese comportado indignamente. Pero de ninguna manera si supo guardar la compostura.
Finalmente, que me disculpe el colega Font cuando le digo que es una impertinencia la nuestra ?de los periodistas- cuando nos permitimos el lujo de tratar de limitar a un Presidente y a un Vicepresidente de la República los ?lujos? que pueden o no pueden darse, siempre y cuando no sean ofensivos o indignos del alto cargo que desempeñan.

Piedra de Toque
El Comandante y el Rey
Escrito por Mario Vargas Llosa
Publicado el 18 de noviembre en el Diario Reforma
“El incidente que ha inmortalizado la sesión de clausura de la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, divulgado al mundo por las cámaras de televisión, dice más e ilustra mejor sobre el caudillo venezolano Chávez y congéneres, así como sobre las relaciones de España con América Latina, que decenas de sesudos ensayos.
Los mejores guionistas de Hollywood no lo hubieran hecho tan bien si querían abrir el espectáculo con la imagen -entre cómica y siniestra- de un espadón tercermundista en plena acción.
Interrumpiendo al Presidente del Gobierno español que, tímidamente, se atrevía a recordar a los Mandatarios latinoamericanos que “nacionalizar empresas no garantiza nada”, el comandante Hugo Chávez se apodera del micro y se dispara en insultos contra José María Aznar, quien alguna vez habría invitado a Venezuela a algo tan ignominioso como integrarse “al primer mundo”, propuesta fascista que el caudillo tropical rechazó, claro está, porque “somos humanos y los fascistas no son humanos. Creo que una serpiente es más humana que un fascista o que un racista”.
La estupidez conceptual se enriquece si quien la emite se expresa con la vulgaridad del comandante Chávez y su gesticulación cuartelera. Hasta aquí nada que sorprenda, aunque, sí, mucho que entristezca y avergüence, si quien presencia la escena es latinoamericano y, sobre todo, venezolano.
Entonces, Rodríguez Zapatero pide la palabra a Michelle Bachelet -la Presidenta de Chile dirige la sesión- y, extremando el respeto de las formas y buscando con verdadera angustia las palabras más prudentes, trata de dejar sentada su protesta por la “descalificación” que se ha hecho de un ex Presidente “que fue elegido por los españoles”.
Digo “trata de” porque, pese a sus educadas maneras, hasta en dos oportunidades es groseramente interrumpido de nuevo por Hugo Chávez, quien, como la Presidenta Bachelet le ha cortado el micro, levanta virilmente la voz a fin de que ninguno de los presentes se libre de escucharlo.
A estas alturas, el Rey de España, al que literalmente hemos visto demudarse y enrojecer a lo largo de toda esta escena sin poder ocultar la irritación que le produce, irrumpe con su contundente “¿Por qué no te callas?” que, por un instante, deja al soldadote de marras quieto y mudo, como sin duda le ocurría en el cuartel cuando su superior lo aderezaba de carajos.
La Presidenta Bachelet introduce un inesperado toque de humor al sugerir con meliflua voz a los Presentes “que eviten los diálogos”.
Otro tercermundista y comandante entra en escena, esta vez un Daniel Ortega maltratado por los años con una calvicie acelerada y una panza capitalista, para desgañitarse atacando a España por los bombardeos de Estados Unidos contra Libia, por las supuestas depredaciones de Unión Fenosa y contra los Embajadores españoles por conspirar contra el Frente Sandinista… hasta que el Rey de España se levanta y deja sentada su protesta abandonando la sesión.
La enseñanza más obvia e inmediata de este psicodrama es que hay todavía una América Latina anacrónica, demagógica, inculta y bárbara a la que es una pura pérdida de tiempo y de dinero tratar de asociar a esa civilizada entidad democrática y modernizadora que aspiran a crear las Cumbres Iberoamericanas.
Esta será una aspiración imposible mientras haya países latinoamericanos que tengan como gobernantes a gentes como Chávez, Ortega o Evo Morales, para no mencionar a Fidel Castro. Que sean o hayan sido populares y ganaran elecciones no hace de ellos demócratas. Por el contrario, muestra la profunda incultura política y lo frágil que son las convicciones democráticas de sociedades capaces de llevar al poder, en libres comicios, a semejantes personajes.
Ellos no asisten a las Cumbres a trabajar por el ideal que las convoca. Van a utilizarlas como una tribuna para internacionalizar la demagogia y las bravatas con que mantienen hipnotizados a sus pueblos y, por eso, esas Cumbres están condenadas al fracaso y al circo.
Antes, la estrella indiscutible de ellas era Fidel Castro y sus espectáculos anti imperialistas, que enloquecían de felicidad a los gacetilleros amantes de escándalos. Ahora que Castro dejó de ser caudillo para convertirse en analista internacional -el único que en Cuba habla y despotrica con envidiable libertad- el histrión preferido de la prensa amarilla es Chávez, émulo y ventrílocuo de aquél.
Claro que hay otra América Latina, más decente, honrada, culta y democrática que la representada por estos energúmenos. Estaba allí, en esa sesión de clausura, invisible y muda, como siempre en estas ocasiones en la que los caudillos, hombres fuertes, “comandantes” y payasos se apoderan de las candilejas.
¿Por qué callan y se dejan ningunear y eclipsar de esa manera si ellos son infinitamente más respetables y dignos de ser escuchados que aquéllos? No sólo porque algunos están sobornados por los petrodólares que derrocha el venezolano a diestra y siniestra.
A menudo lo hacen porque temen ser víctimas de las diatribas y descalificaciones de aquellos matones, que les pueden soliviantar a sus extremistas criollos y, también, aunque parezca mentira, porque ellos, que sólo son gobernantes civiles que tratan mal que bien o bien que mal de ajustarse a las limitaciones que les señalan las leyes y constituciones, se sienten Mandatarios de segunda frente a esos dioses omnímodos que no tienen otro freno para sus excesos y bellaquerías que su soberana voluntad.
La salida del Rey de España tuvo la virtud de rasgar el velo de hipocresía que circunda las Cumbres Iberoamericanas a las que, en apariencia -no en la realidad- asisten Jefes de Gobierno y de Estado dignos del mismo respeto y consideración.
Falso de toda falsedad: el señor Chávez tiene unas credenciales que lo exoneran de toda respetabilidad civil y democrática, pues, el 4 de febrero de 1992, traicionó su uniforme y actuó con felonía intentando un golpe militar contra un Gobierno constitucional y legítimo en el que decenas de oficiales y soldados venezolanos murieron defendiendo el Estado de Derecho.
Levantarse contra un Gobierno constitucional es el peor crimen que pueda cometer un militar y por eso Chávez fue juzgado, condenado y enviado a la cárcel.
Que en lugar de pasarse allí muchos años fuera amnistiado por el Presidente Rafael Caldera y luego premiado por una mayoría de venezolanos con la Presidencia de la República no lo absuelve, sólo muestra hasta qué punto estaba turbado ese electorado que se dejó seducir por los cantos de sirena de un demagogo y que está ahora lamentándose amargamente de su error.
Lo absurdo, lo delirante de lo ocurrido en Santiago de Chile es que el comandante Chávez eligiera, para descargar sus iras y convertir en blanco de su mojiganga tercermundista, a España, un país cuyo Gobierno ha hecho esfuerzos denodados para llevarse en paz con él, e, incluso, echarle una mano internacionalmente cuando todo el Occidente democrático lo censuraba por sus atropellos a los derechos humanos y sus complicidades con las satrapías fundamentalistas.
¿Alguna otra enseñanza que sacar de todo esto? Que, como es evidente que a los tigres y a las hienas no se las aplaca con venias y sonrisas y echándoles corderos, conviene mucho más a un país democrático como España privilegiar en sus relaciones a países que representan la civilidad, la libertad, la legalidad, y con los que tiene la seguridad de una cooperación real y de largo plazo, que tratar por todos los medios de ganarse la amistad de quienes representan las antípodas de lo que, afortunadamente para los españoles, es hoy España.
Ni la Cuba de Fidel Castro, ni la Venezuela de Chávez merecen ser, hoy, los amigos dilectos del Gobierno español, y sí, en cambio todos esos discretos y esforzados Gobiernos que, en el resto del continente latinoamericano trabajan por sacar a sus pueblos de esa barbarie del subdesarrollo que representan no sólo los bajos índices de crecimiento y las vertiginosas desigualdades de ingreso, educación y oportunidades, sino, también, la demagogia y la matonería políticas encarnadas en Ortega y Chávez que las televisiones de todo el mundo pusieron en evidencia en la clausura de la Cumbre Iberoamericana.
Es posible que, al reaccionar como lo hizo, el Rey de España transgrediera el protocolo. ¡Pero qué alegría nos deparó a tantos latinoamericanos, a tantos millones de venezolanos!
¿La prueba? Que he escrito este artículo arrullado por los animados compases del flamante pasodoble que ahora entonan y bailan en todas las universidades venezolanas, que se titula “¿Por qué no te callas?” y cuya tonadilla y letra llueven sin tregua sobre mi computadora”.
Sin comentarios.

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