En el Distrito Federal de México

Hoy no voy a escribir en este blog una larga columna, como suelo hacerlo, porque como les dije en una reciente nota, estoy descansando por unos días para celebrar que el domingo cumplí 79 años de edad, para lo cual me trasladé acompañado de mi hijo Alejandro a la ciudad de México, lo que equivale decir al Distrito Federal. Hemos sido muy afortunados porque ya no está lloviendo y el clima ha estado muy agradable, con ese sabroso tenue frío del otoño que caracteriza al mes de noviembre.
Volamos en el vuelo 210 de TACA y, como siempre, fuimos muy bien atendidos tanto en el aeropuerto como en el avión durante el transcurso del corto vuelo. Como ha sido mi preferencia por mucho tiempo, nos hospedamos en el hotel Presidente InterContinental situado en la avenida Campos Elíseos de la encantadora Colonia Polanco.
La terminal aérea estaba repleta porque el día había comenzado con mucha niebla sobre el aeropuerto y todos los pasajeros de los vuelos de la mañana, que habían tenido que ir a aterrizar a otros aeropuertos, estaban regresando y tenían que hacer sus trámites de migración y aduanas al mismo tiempo que nosotros. Las colas para ser atendidos por los empleados migratorios parecían interminables y nos tomó más tiempo hacer estos trámites que el que nos tomó para volar de Guatemala a México. Una vez que pasamos por los funcionarios de Migración fuimos a recoger nuestro equipaje y pasar por los vistas de aduanas, pero afortunadamente este trámite no nos tomó mucho tiempo.
El taxi autorizado que nos transportó del aeropuerto al hotel Presidente también necesitó de más tiempo que el tiempo que duró el vuelo porque el tránsito era tanto que fue difícil avanzar. Pero después de que llegamos al hotel y nos registramos, nos apresuramos para ir al restaurante Au Pied de Cochón, uno de tantos de los que funcionan en las instalaciones de este hotel. Teníamos grandes deseos de volver a comer la variedad de ostras de diferentes partes del mundo que siempre tienen. Durante la tarde nos comunicamos por teléfono con nuestro entrañable amigo desde hace 30 años Sigfrido Miracle y por la noche nos juntamos para beber unos cuantos tragos en el lobby-bar y relatarnos mútuamente lo que hemos hecho desde la última vez que nos vimos, que fue hace poco menos de un año.
Al día siguiente, sábado 10, este amigo nos invitó a cenar en un nuevo restaurante especializado en carnes a la parrilla que se llama Puerto Madero, igual que la zona de restaurantes en Buenos Aires. Éste es un restaurante muy bien montado, sumamente cómodo, y con unas carnes que no tienen nada que envidiar a las que se comen en Argentina. Estaba lleno a reventar, no obstante lo cual no se puede decir que fue mala la atención. Alrededor había una buena cantidad de bellas mujeres de esas que llaman poderosamente la atención de los hombres.
El domingo 11, día de mi cumpleaños, invité a almorzar a mis queridos amigos Sigfrido y su encantadora esposa Matty, y fuimos al excelente restaurante Hacienda de Los Morales, situada al final de la calle Mazaryk. La espaciosa y elegante casona que ocupa este magnífico restaurante era originalmente el casco de la hacienda de la familia Morales que después se convirtió en la zona de la ciudad que tomó el nombre de Chapultepec Morales. Primero nos bebimos un excelente tequila 100% agave azul y después pedimos lo que escogimos en el menú para comer. Está de más decirles que la comida estuvo verdaderamente sensacional. Como plato principal yo comí una pechuga de pollo con mole poblano que estaba realmente sensacional. No cabe duda de que este restaurante es uno de los mejores que hay en esta ciudad y el servicio es de primera. No en vano está clasificado con cinco tenedores.
A pesar de que almorzamos como si fuese la última vez que íbamos a comer en la vida, por la noche fuimos Alejandro y yo a cenar a otro espléndido restaurante. Pero esto se los contaré otro día, porque, como principié diciendo, estoy de vacaciones y por hoy no quiero seguir escribiendo más. Espero que ustedes me comprendan y disculpen. También ardo en deseos de hacer un comentario sobre la última patanería del payaso dictador venezolano Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana en Chile, pero me esperaré para otro día. Lo único que quiero adelantar es que es vergonzoso que haya en Venezuela un grotesco gorila que constantemente haga esos papelones y que en esta oportunidad haya sacado de sus casillas al rey de España Juan Carlos II. Pero de eso escribiré en otra oportunidad. Así pues que hasta mañana, si Dios quiere.

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