ORIGEN DEL HIJO DE CANTINFLAS

Mario Moreno Reyes –Cantinflas-,  a los 81 años de edad, poco tiempo antes de morir, en su despacho en el edificio Rioma, con el autor de este testimonio que entonces tenía 64. Véanse atrás los retratos de sus padres, el humilde cartero Pedro Moreno Esquivel y la señora Soledad Guízar Reyes.

Mario Moreno Ivanova, de 51 años de edad, y el autor de este testimonio, de 83 años, en la conmemoración del centenario del nacimiento de su padre, Mario Moreno Reyes –Cantinflas-, en una ceremonia  y recepción que tuvo lugar en el Palacio Postal de la Ciudad de México.

Como dije ayer, la celebración en la Ciudad de México del centenario del nacimiento de mi entrañable amigo Mario Moreno Reyes —Cantinflas–,se dividió en dos: los actos organizados por su hijo, Mario Arturo Moreno Ivanova, y los que organizó su sobrino, Eduardo Moreno Laparade, debido a que desde que falleció el genial cómico, hace 18 años, surgió un litigio legal entre ellos por los derechos de 36 de sus películas. A pesar de que Mario nombró heredero universal de sus bienes a su único hijo, Mario Arturo, su sobrino, Eduardo Moreno Laparade, hijo de Eduardo Moreno Reyes (“Lalo”), uno de los siete hermanos de Cantinflas, de quien muchos años fue su apoderado, los ha reclamado con el argumento que su tío se los concedió en un documento que supuestamente firmó en su lecho en el servicio intensivo de un hospital de Houston, Texas, donde estaba siendo atendido por un cáncer en los pulmones. Pero Moreno Ivanova, ha sostenido que la firma en ese documento no es la de su padre, y en esa desagradable discusión se han venido enfrentando en los tribunales de justicia y por los medios de comunicación; y, si bien Moreno Laparade ganó algunas instancias legales, finalmente Moreno Ivanova ganó la apelación en la Corte Suprema de Justicia, por lo que, supuestamente, obtuvo los derechos disputados. Pero entonces intervino la empresa norteamericana Columbia Pictures, distribuidora de las películas de Cantinflas, y demostró que es la legítima propietaria de tales derechos con un documento que muchos años antes había firmado el famoso artista mexicano. Los siete hermanos de Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes fueron  José (“Pepe”), Eduardo (“Lalo”), Esperanza, Catalina, Enrique y Roberto.

En el transcurso de 18 años, Eduardo Moreno Laparade y Mario Arturo Moreno Ivanova han intercambiado numerosos dimes y diretes a través de los medios de comunicación, y entre ellos ha habido algunos golpes bajos de parte de Moreno Laparade contra Moreno Ivanova, de los cuales el más insistente ha sido afirmar que no es hijo biológico de su tío Mario, sino que fue “comprado” para adoptarle. Sin embargo, aunque fuese verídica esa versión –que a mí me consta que no lo es–, por el simple hecho de haber sido adoptado como hijo por Mario Moreno Reyes, y, en su momento, haberle designado heredero universal de sus bienes, me parece que basta y sobra para que se respete su voluntad doblemente manifestada: primero al haberle adoptado, si ese hubiese sido el caso, y, segundo al designarle heredero universal de sus bienes.

Yo nunca había tenido interés, ni deseo, de publicar mi testimonio sobre este hecho, pero considero que, en vista de que han sido tantas las injustas descalificaciones contra Mario Arturo, de parte de su primo Moreno Laparade, que creo que ha llegado el momento en decir lo que me consta que fue el origen de Mario Arturo Moreno Ivanova. Por otra parte, ayer me llamó a mi teléfono celular la reportera Elizabeth López, de la Revista TV y Novelas, propiedad de la empresa Televisa, que dirige el afamado periodista y presentador del programa de televisión Derecho de Admisión Juan José (“Pepillo”) Origel, para pedirme que le permitiese hacerme una entrevista por teléfono, pero como me encontraba en un banco donde no se puede hablar por teléfono celular, le pedí que me volviese a llamar esta mañana alrededor de las 10 horas, pero ya son casi las 12 y todavía no lo ha hecho. Sin embargo, sospecho que la entrevista será para preguntarme sobre este tema, y me adelanto a dar a conocer por medio de este blog lo que me consta al respecto, que es lo siguiente:

A finales de los años ’50, casi todas las noches el periodista Isaac Díaz Araiza (que estaba casado con la bella actriz Margarita Mora) y yo nos reuníamos con Mario Moreno Reyes, porque éramos entrañables amigos, a pesar de los los 17 años  de diferencia de edad que había entre nosotros, para ir a cenar a algún restaurante. Por lo general yo llegaba por ellos al edificio Rioma (Mario al revés), propiedad de Cantinflas, ubicado en la avenida Insurgentes, donde abordábamos el automóvil de Mario para trasladarnos al restaurante que hubiésemos escogido. Y en una de tantas noches fuimos a un restaurante de moda (cuyo nombre no recuerdo, pero estaba situado en la lateral del Paseo de la Reforma), que era muy visitado por turistas estadounidenses, y de pronto vimos entrar a tres mujeres muy guapas. Y, como era la costumbre, me pidieron que las invitara a nuestra mesa. Así lo hice y cuando les dije que estábamos con Cantinflas, las tres preguntaron extrañadas a coro: ”¿Cantin who?”, porque nunca habían visto alguna de sus películas, ni habían oído hablar de él. Lo cual le hizo gracia y fue del completo agrado del famoso mimo. Pero accedieron a cenar con nosotros. Una de ellas dijo que tenía que regresar a su país esa misma noche, y yo, nada lento, decidí que la que se iba era la que “le tocaba” a Isaac y en cuanto cenamos éste se marchó y Mario y yo nos quedamos con las dos gringas. La que “le correspondió” a Mario era una guapa rubia texana que se llamaba Marion Roberts, con quien de inmediato tuvieron una gran empatía, y a partir de esa noche sostuvieron un tórrido romance durante largo tiempo, y también yo con su compañera, que sólo recuerdo que se llamaba Beverly, pero olvidé el apellido. Así fue realmente como Mario conoció a Marion, y no como ha dicho alguien que ella le llamó por teléfono para pedirle que la ayudara a pagar una cuenta en el hotel Del Prado. En vista de que nos dijeron que ninguna de las dos conocía Acapulco, Mario nos invitó a volar a ese puerto en su avión particular para pasar allá unos cuantos días, que se prolongaron varias semanas. Y después fuimos a San Miguel Allende, donde Mario tenía una bella casa que tengo entendido que fue vendida y se convirtió en hotel. Era evidente que Marion y Mario estaban viviendo un tórrido romance y, a petición de él, ella decidió permanecer más de tiempo en el Distrito Federal.

Pasados varios meses, un día Marion llegó al despacho de Mario, en el edificio Rioma, y, llena de felicidad, le dijo que le tenía una sorpresa, y cuando él le preguntó que era, le dijo que estaba embarazada. Aunque Mario era un hombre muy amigable, simpático y hasta cierto punto filantrópico, siempre fue un mujeriego y sostuvo varios amoríos, uno de ellos con la joven y bella actriz Rosita Arenas y después otro con la bella actriz checa Miroslava Stern –con quien había filmado la película A volar Joven y ella quedó profundamente enamorada de él– quien se suicidó cuando él le hizo llegar una carta diciéndole que no podría casarse con ella. La verdad es que Mario fue un empedernido mujeriego pero demasiado intolerante y severo con las mujeres, por lo cual algunas lo catalogaron como misógino; y, como herido por un rayo, reaccionó muy desagradablemente y acusó a Marion de que lo que quería era su dinero y que le dijera cuánto quería, y que si de verdad estaba embarazada no era de él, pero que no tratara de engañarle, y la despidió diciéndole que no quería volver a verla. Envuelta en llanto, además de sentirse humillada, Marion preguntó la razón de esa ríspida reacción y Mario le dijo furioso que él nunca había podido embarazar a ninguna mujer, que lo había intentado varias veces pero no lo había logrado, y el médico al que consultó le dijo que se debía a que él no era fertil. El caso es que estaba furioso porque creyó que Marion quería engañarle y la echó de su despacho pidiéndole que nunca más volviera a buscarle.

Marion salió llorando y humillada del despacho y del edificio Rioma y, pocos días más tarde, se comunicó con Isaac Díaz Araiza y conmigo para informarnos lo que le había sucedido y pedirnos que la ayudáramos en su embarazo porque se negaba a abortar ni quería regresar embarazada a Texas. Isaac y yo tratamos en vano de convencer a Mario de que podría ser verdad que Marion estaba preñada de él, pero nos pidió no insistir en hablar de ese tema porque nunca había embarazado a ninguna de las mujeres con las cuales había copulado. En esas circunstancias, Isaac y yo decidimos ayudar secretamente a Marion mientras estuvo embarazada, y le pagamos el parto. De todo eso llevábamos un meticuloso apunte, con la esperanza de que algún día íbamos a lograr que Mario cambiase de proceder y nos devolviese lo que habíamos gastado. El hijo de Marion Roberts nació en México el 1 de septiembre de 1960 y, como ella era católica, decidió bautizarle pronto con el nombre de Mario, por su padre, y Arturo porque le gustaba la cominación de nombres. ¡Pero se negó a volver a hablarle! No es verdad que ella haya regresado a Texas y dejara al niño al cuidado de Mario y después haya regresado a México para que se lo devolviera, pero debido a que Mario se haya negado a hacerlo ella se suicidó.

La verdad es que después de tres o cuatro meses de su parto, Marion puso a su niño en una cuna “Moisés” y, conociendo el horario habitual de Mario para llegar a su oficina, se presentó a una hora en que no estaba y le entregó el niño a la secretaria de Mario, junto con una carta manuscrita en la que, entre otras cosas, le decía que nunca había estado interesada en su dinero, y para demostrárselo le dejaba a su hijo, que se llamaba Mario Arturo, para que lo amara y siempre velara por él. Y al regresar al hotel Alfer, donde estaba hospedada, se suicidó con una fuerte sobredosis de barbitúricos.

Ya se podrán imaginar cómo se sintió Mario de desgraciado cuando la secretaria le entregó el niño y leyó la carta. Lo primero que hizo fue tratar de localizar a Marion, pero se sintió aún peor cuando se enteró de que se había quitado la vida. Isaac y yo le vimos llorar como un niño, porque se dio cuenta de la tragedia que había causado. Después de pensar lo que tenía que hacer, esa misma tarde llevó al niño a su casa y le dijo a su esposa, la señora Valentina Subarov, de origen ruso, quien ya llevaba mucho tiempo en cama, porque padecía de una enfermedad incurable, que había decidido adoptar a ese niño y le pedía que también ella le adoptase. ¡Y ella lo adoptó en el acto porque siempre deseó tener un hijo! Y desde el primer momento hasta el ultimo día de su vida lo amó como si hubiese sido su hijo biológico. De manera que Moreno Laparade tiene razón al decir que Mario Arturo es adoptado, pero solo en lo que se refiere a su madre adoptiva, Valentina, porque, en efecto, ella lo adoptó. ¡Pero sí es hijo biológico de Mario Moreno Reyes! Y el famoso cheque para “comprarlo” –según Moreno Laparade– fue el cheque que Mario nos entregó a Isaac Díaz Araiza y a mí al enterarse de que nosotros habíamos costeado el embarazo y el parto de Marion. Tan claro como esto.

Hago público este testimonio, que es totalmente apegado a la verdad, para los usos que quiera darle mi querido amigo Mario Arturo, a quien empecé a conocer hace 51 años, desde que aún estaba en el vientre de su madre y prácticamente le ví nacer el 1 de septiembre de 1960. Espero que todo esto sirva para algo positivo para reivindicar la verdad sobre este asunto. Y si acaso alguna publicación desea reproducirlo puede hacerlo sin necesidad de solicitar mi autorización.

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