Voy a estar ausente una semana

Tres viejos viudos iremos a Nueva Orléans con mi hijo Alejandro a comer ostras
Durante muchos años, no era Miami -como ahora-, el puerto de entrada de los países de Latinoamérica a los Estados Unidos de América, sino era Nueva Orleáns. Miami era todavía un lugar muy tranquilo y aburrido que siempre estaba lleno de viejos judíos retirados que parecía que estaban viviendo los últimos días de su vida. Todavía no habían llegado los bulliciosos y alegres cubanos exiliados por la dictadura comunista de Fidel Castro, ni los nicaragüenses, venezolanos y colombianos que llegaron después. En cambio, Nueva Orleáns era un lugar sumamente alegre, donde se celebraba el famoso Mardi Gras, un carnaval que pretendía competir con el carnaval de Brasil. Además, en esa ciudad estaba la Casa Internacional, a cargo del colombiano Mario Bermúdez, donde se llevaban a cabo importantes transacciones de productos de latinoamérica con los comerciantes estadounidenses.

Mi querido amigo “Chep” Morrison fue Alcalde de Nueva Orleáns durante 12 años, de 1946 a 1962.
Por otro lado, la ciudad de Nueva Orleáns era para mi como si fuese propia, porque mi entrañable amigo el Mayor general de la Fuerza Aérea DeLesseps ?Chep? Morrison, fue el Alcalde durante 12 años, de 1946 a 1962, y a mí me trataban como un rey. Fue electo Alcalde en 1946 y reelecto en 1950, 1954 y 1958. Yo solía visitar Nueva Orleáns por lo menos una vez cada mes.
?Chep? era de religión católica y miembro del partido Demócrata, y lanzó tres veces su candidatura para Gobernador del Estado de Louisiana, pero siempre perdió ante candidatos de religión protestante y del partido Republicano, y después de la última vez fue nombrado Embajador de los Estados Unidos de América ante la Organización de Estados Americanos (OEA) por su íntimo amigo el presidente John F. Kennedy. Y el 22 de mayo de 1964 murió junto con su hijo “Randy?, de solamente 7 años de edad, en un accidente de aviación cuando volaba en su propio avión sobre Ciudad Victoria, Estado de Tamaulipas, México, donde estaba comprando un rancho. “Chep” tenía solamente 52 años de edad y se le presagiaba un futuro sumamente destacado en la política de su país. Y desde entonces no había querido ir a Nueva Orleáns jamás, sin embargo lo hice en 1980 cuando era embajador en México, con mi amada esposa Anabella y sus hijos Rodrigo y Alejandro, y fuimos a Houston, Texas, para que la vieran los médicos en el hospital Metodista, y compré un automóvil Cadillac Seville en el que fuimos por carretera a Nueva Orleáns a visitar a una ex compañera de colegio de ella. Esa fue última vez que visité esa ciudad. Antes de eso había sido en 1962 cuando formé parte de la delegación de guatemaltecos que fuimos a condecorar con la Orden del Quetzal a ?Chep? de parte del Gobierno del general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes. O sea que ya han pasado muchos años desde entonces y que no había querido volver a ir, pero ahora tengo muchos deseos de volver a visitar esa ciudad acompañado de mi amado hijo Alejandro Palmieri Waelti y mis dos queridos amigos y “colegas” V V (por viejos y por viudos) Ernesto ?Neto? Villa y el licenciado Eduardo ?Guayo? Palomo Escobar. Si Dios no dispone otra cosa, regresaremos el jueves 19 y espero que el 20 volveré a escribir. Mientras tanto, les pido que tengan paciencia, y buena suerte, y que Dios les proteja de tanta criminalidad imperante.
Tengo ilusión de ir a recordar muchas cosas, visitar los bares del famosísimo French Quarter (Barrio francés), para escuchar el mejor jazz en cualquier bar y comer un montón de ostras en su concha del tipo bluepoint en el restaurante Acme Oyster and Seafood y ostras Roquefeller en el restaurante Brennan?s, donde las prepararon por primera vez, famoso también por sus brunches dominicales; platos de cocina italiana en el restaurante La Mosca?s que fundó el cocinero del famoso gángster de Chicago Al Capone, y comida francesa en excelentes restaurantes tales comoStellas?s, del chef Scott Boswell, quien hace algunos años fue declarado ?el mejor chef del mundo?, Gallatoire?s, Arnaud, Commanders Palace, etcétera; además, en otros magníficos restaurantes, muchos diferentes platillos de la picante comida Cajún y la poco menos picante comida criolla.
La comida Cajún es muy exótica pero demasiado picante y tiene mucha grasa, dañina por el colesterol y los triglicéridos. A menudo se la llama “country cooking“, y generalmente tiene una base de grasa y harina que le agrega consistencia y color al plato. En cambio, la cocina criolla no es tan picante, pero también tiene un poco de picante y es famosa por sus salsas. Estos dos estilos están convergiendo en un estilo de comida que es típico de Luisiana. Y no importa lo que se coma en la cena, como postre hay que pedir el praliné porque es un postre excelente, está hecho con azúcar y nueces. Esta vez yo no lo podré comer debido a que padezco de diabetes melitus.
Todo lo anterior es para informarles que estaré ausente de este blog durante una semana, porque en esta oportunidad no pienso trabajar porque quiero descansar un rato.
La cultura Cajún proviene de los primeros pobladores franceses, llamados Acacianos, quienes colonizaron Nueva Escocia y Nueva Brunswick, en Canadá. Al ser expulsados por los británicos en el siglo XVIII, escaparon hacia el sur hasta llegar a las colonias de Luisiana, particularmente la colonia de la corona en Nueva Orleáns.
Ambas culturas juntas crearon la particular atmósfera de Nueva Orleáns. Esta zona tiene un acento exclusivo que ni se parece al típico acento del Sur de la Unión Americana. La palabra Nueva Orleáns, en inglés New Orleans, se pronuncia algo así como “nólins”, y cuando se piden indicaciones para llegar a algún lugar, éstas no las dan con referencia al Norte o al Sur, sino “río arriba, o río abajo”, refiriéndose al río Mississippi.
Los españoles se establecieron en Nueva Orleáns en 1717, gracias a una adjudicación de territorio que se le hizo a Jean Baptiste Le Moyne, Sieur de Bienville, quien nombró Nueva Orleáns a la ciudad como homenaje al duque Felipe de Orleáns. La tierra era literalmente una pequeña isla rodeada por el caudaloso río Mississippi, el inmenso lago Pontchartrain y un montón de pantanos alrededor. Esta creciente ciudad portuaria se transformó en el centro de la alta sociedad de la región. En 1762, toda Luisiana fue entregada a la corte de España, pero eventualmente fue devuelta al gobierno de Francia antes de que fuese vendida a los Estados Unidos como parte de la “Compra de Luisiana”. Los descendientes de los primeros pobladores españoles y franceses son conocidos hasta el día de hoy como criollos (creoles), con su propia cocina y su propio estilo de vida.
Nueva Orleáns también tiene su propio tipo de música, muy particular, el jazz. El jazz de Nueva Orleáns es más metálico que el de Memfis y más movido que el de Nueva York o Chicago. Sus raíces están en la música rural Cajún también conocida como zideco, una música de baile muy alegre que utiliza violines, acordeones y tablas de lavar. De aquí era nativo el mundialmente famoso trompetista negro Louis Armstrong, cuyo nombre lleva hoy la terminal aérea internacional que antes tenía el nombre deLesseps Morrison en honor a mi querido amigo “Chep”, ex Alcalde de la ciudad durante 12 años consecutivos.
Los huracanes son el único problema importante que hay en Nueva Orleáns. La costa del Golfo de México tiene su temporada de huracanes entre junio y septiembre, pero nunca se puede estar seguros de lo que pueda suceder. La ciudad nunca había sido alcanzada directamente por un huracán desde hacía muchos años, hasta que en el año 2005 llegó el devastador huracán ?Katrina? que prácticamente la inundó por completo y destruyó una parte de la ciudad.
Así que si Dios quiere me volveré a comunicar con ustedes después de que regresemos de este corto periplo gastronómico. Y es probable que les contaré algo sobre este nuevo viaje.

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