Anoche tuve la satisfacción de leer en el diario La Hora la columna de su propietario y director, licenciado Óscar Clemente Marroquín Godoy, digno nieto del inolvidable maestro de patriotismo y de periodismo, licenciado Clemente Marroquín Rojas, en la que se refiere a que, lamentablemente, valiéndose del ejercicio de la libertad de expresión que garantiza la Constitución de la República, hay personas que, a pesar de estar comprometidas en actividades políticas parcializadas en favor de uno de los candidatos a la Presidencia de la República, al extremo que el candidato les ha prometido un cargo muy importante en el gobierno si llega a ganar la elección, pero navegan con bandera de ?analistas políticos?, supuestamente imparciales y objetivos, para engañar a los incautos al apoyar de manera parcializada a su candidato con comentarios comprometidos y por demás subjetivos, en los que disfrazan u ocultan su parcialidad. Este comentario del colega y amigo Óscar Clemente puso los puntos sobre las íes y me conmovió tanto que decidí escribir lo que están leyendo, aún cuando ya terminó el período en el cual es permitido hacer propaganda política. Pero aunque corra el riesgo de que este comentario sea mal interpretado por quienes no comparten mi opinión, creo mi deber ineludible referirme a este caso.
Para no andar más por las ramas, me refiero concretamente al deplorable caso del ?analista político? Francisco (?Pancho?) Beltranena, columnista de Prensa Libre, quien a pesar de estar comprometido con el candidato militar de la ?mano dura?, general Pérez Molina, se hace pasar por comentarista imparcial para inclinar en favor de su candidato los votos de quienes tienen la ingenuidad de creer que es objetivo en lo que escribe o dice. Ayer me referí a su participación en el programa de televisión Zona Cero, cuyo presentador es el licenciado Eduardo Valdizán, que transmite el Canal Latitud, en el cual ?analizó? de manera antojadiza y obviamente parcializada el resultado de la encuesta Demoscopía 4 que realizó una empresa costarricense especializada en la materia, en la cual se reconoce una ventaja de más de siete puntos de porcentaje al candidato del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), ingeniero Colom Caballeros, sobre el antes mencionado militar, a quien la encuesta que hizo Vox Latina -que como muchos sospecho que fue amañada- y publicó recientemente Prensa Libre, en la cual se otorga al general Pérez una ventaja de 0.1 por ciento sobre Colom.
Cuando una persona publica sus opiniones subjetivas en el espacio que tiene en un medio de comunicación escrito o las expresa por la radio o la televisión, pero no advierte que sus opiniones son parcializadas porque forma parte de quienes apoyan a uno de los candidatos en particular, es decir sin reconocer que está comprometida con uno de los contendientes, está engañando a quienes le leen o le escuchan y creen que su opinión es objetiva y ajena a cualquier parcialidad o interés personal. Para decirlo en palabras sencillas, les está viendo cara de pendejos a quienes leen lo que escriben o escuchan lo que dicen y creen que sus opiniones son imparciales y objetivas, es decir apegadas a la ética profesional. Y éste es, ni más ni menos ?lamento tener qué decirlo con la franqueza que me caracteriza- el caso de ?Pancho? Beltranena en esta oportunidad.
No tengo nada contra el general retirado Pérez Molina, ni tampoco contra quienes le están apoyando abiertamente en su campaña política con la aspiración de llegar a desempeñar el cargo de Presidente de la República, para lo cual está en su derecho. Pero he expresado mi oposición a que acceda a la presidencia un militar a tan pocos años de que los militares tuvieron el acierto histórico de dedicarse a sus actividades castrenses y dejar el poder nacional en manos de los civiles. Tampoco soy de quienes, por principio, son antagónicos a los militares en general y les achacan toda la responsabilidad en el doloroso pasado que sufrió nuestra patria. Sin embargo, creo que al conocer y analizar nuestra Historia tenemos que llegar a la conclusión que ha habido demasiados militares que han ejercido el poder de manera autoritaria y contraria a un estado de derecho y las aspiraciones democráticas y apego a los derechos humanos. No se puede esperar otra cosa de ellos, porque su formación es precisamente para eso, para ejercer el poder con mano dura, y no para hacerlo de acuerdo a los dictados de la Constitución de la República y las leyes.
A pesar de la pésima fama que se ha hecho al general Fernando Romeo Lucas García como Presidente Constitucional de la República, creo que ésta es una oportuna ocasión para decir que él hizo todos los esfuerzos que pudo para que fuese civil y no militar la persona que le sustituyese en la presidencia. Lo digo porque me consta. En muchas ocasiones me lo dijo al pedirme que le ayudara a convencer de su intención a los dirigentes de los partidos políticos que entonces había, porque estaba convencido de que ya era más que suficiente el número de militares que habían venido ejerciendo ese cargo y la institución armada ya no podía seguir asumiendo esa carga, esa responsabilidad.
En innumerables ocasiones vine de México, donde por esos días desempeñaba el cargo de Embajador, para participar en numerosas pláticas con ese objetivo con los dirigentes de los partidos políticos. Pero a pesar de todo, esos dirigentes de los partidos políticos decidieron que el sucesor del general Lucas fuese el general Aníbal Guevara, entonces ministro de la Defensa. Nunca podré olvidar la expresión de incredulidad y asombro del presidente Lucas cuando el licenciado Jorge García Granados (hijo), secretario general del partido Revolucionario, y el licenciado Donaldo Álvarez Ruiz, secretario general de otro de los partidos en el gobierno, le dijeron que habían llegado al consenso que el antes mencionado general fuese el siguiente presidente de la república. Lucas no podía creer lo que decían y me comentó con disgusto: ?¡Estos pendejos no entienden que no es saludable para la estabilidad institucional del país que los militares sigamos turnándonos en la presidencia!?
Cualquier conocedor de nuestra Historia puede decir si no es verdad que en Guatemala ha habido demasiados militares que han ejercido el poder presidencial a su sabor y antojo y con mano dura. Quienes no conocen la Historia ignoran cómo ha sido el triste pasado de nuestra sufrida patria. Pero si nos tomamos el cuidado de leer y analizar nuestra Historia podremos darnos cuenta de que, lamentablemente, la mayoría de los gobernantes militares que hemos tenido ?si es que no todos- han sido culpables de muchos abusos de poder y de los graves errores que se cometieron.
Comprendo que los militares tuvieron que enfrentarse a la subversión armada guerrillera y salvaron a Guatemala de caer en manos del comunismo, pero también hay que reconocer que esa subversión que causó tantas muertes y tanto dolor y tanta destrucción y el atraso en el desarrollo hacia el progreso, fue causada por la intolerancia que caracterizó a los regímenes presididos por militares. Por eso estoy convencido de que fue para bien que los militares regresaran a sus cuarteles y los civiles accediéramos al poder presidencial a pesar de las decepciones que han causado los civiles que nos han gobernado desde que, en buena hora, el general Óscar Humberto Mejía Víctores, entonces presidente de facto del país, en nombre de la Institución Armada tomó la acertada decisión de que se celebrasen elecciones libres y pudiese ser elegido presidente un civil, como resultado de lo cual asumió la presidencia el licenciado Marco Vinicio Cerezo Arévalo, candidato civil que postuló el partido Democracia Cristiana Guatemalteca, y desde entonces se han turnado sucesivamente en la presidencia de la república los civiles Jorge Serrano Elías, Ramiro De León Carpio, Álvaro Arzú Irigoyen, Alfonso Portillo Cabrera y Óscar Berger Perdomo. A pesar de tantas estupideces y errores que ellos hayan podido cometer, y de los numerosos actos de corrupción que se han registrado desde entonces, sigo creyendo firmemente que es conveniente que sean civiles y no militares los presidentes que gobiernen el país. Por eso es que no deseo que mañana no gane la elección de primera vuelta el general Pérez Molina y decidí apoyar abiertamente la candidatura del ingeniero Colom Caballeros.
Y por eso mismo digo que de nuestro voto de mañana depende el futuro de nuestra patria y la suerte inmediata de nuestro pueblo. Y por eso mismo es que pido a Dios que nos ilumine para votar por el candidato que más convenga para garantizar el bienestar y progreso de Guatemala y de los guatemaltecos.
No digo por quién se debe votar porque afortunadamente tenemos libertad para escoger entre los catorce candidatos a quien haya podido convencernos en su campaña electoral. Ojalá que todos comprendamos que de nuestro voto de mañana depende que sigamos viviendo en libertad y ejerciendo ese derecho inalienable.