Hoy celebramos el Día del Padre y es oportuno para saludar con simpatía y afecto a los padres en general, especialmente a todos los hombres de nuestro país que son padres responsables y amorosos. Y en particular ruego a mis lectores que me permitan que hoy haga un recuerdo de mi padre y, a manera de homenaje a su memoria, de cómo fue que vino a vivir a Guatemala y procreó una familia numerosa.
Mi amado y bien recordado padre fue José Palmieri Calderón, nacido el 13 de noviembre de 1886 en el puerto de Valparaíso, República de Chile, hijo del italiano Jose Palmieri Galli y de la chilena Irene Calderón Tapia, y falleció repentinamente el 6 de julio de 1949, de un fulminante paro cardíaco, a la temprana edad de 63 años. Esta es la historia de cómo fue que mi padre vino a dar a Guatemala con sus padres y sus hermanas y se quedaron aquí el resto de sus vidas:
Cuatro hermanos Palmieri Galli, nacidos en un pequeño poblado en la isla de Sicilia (Italia), decidieron venir a ?hacer la América?, como lo hacían entonces numerosos europeos. Uno de ellos se quedó en Puerto Rico y originó la familia en la cual nacieron posteriormente los famosos músicos Eduardo ?Eddie? Palmieri, ganador de cinco Grammys en la categoría de música latina tropical, y su hermano Charlie Palmieri, ambos sensacionales pianistas y directores de sus propias orquestas de música tropical, particularmente de salsa. “Eddie” Palmieri ha participado como pianista desde los 19 años en orquestas de renombre con músicos como Tito Rodríguez y Vicentico Valdés. Pero fue en 1961 cuando montó la orquesta que fue llamada “La Perfecta”, con la cual empezó a revolucionar con sus ideas musicales y una nueva sonoridad. Con esta orquesta terminó ganándose el nombre de ?el sol de la música latina?.
Otro de los hermanos Palmieri Galli se quedó en Caracas (Venezuela), donde montó una fábrica de pastas que todavía existe, y es un buen negocio que manejan sus descendientes; otro se quedó en Buenos Aires (Argentina) y estableció una cadena de joyerías de bisutería que lleva el nombre de Palmieri Hermanos; y el cuarto de los hermano fue mi abuelo Giuseppe, quien primero se radicó en Santiago de Chile, pero se trasladó al puerto de Valparaíso “para poder ver el mar todos los días” como lo hacía en su natal Sicilia. Allí abrió una abarrotería que se llamaba ?El pájaro azul? con productos enlatados importados de Europa.
Después de algunos años mi abuelo tuvo que emigrar porque no soportaba los vientos helados que soplaban de la Patagonia, los cuales le causaban fuertes dolores artríticos y reumáticos, y los médicos le aconsejaron ir a vivir a un país trópical, por lo cual decidió trasladarse a Venezuela con su esposa y sus hijos José, Edmundo, Adelaida y Amabilia. Zarparon rumbo a Venezuela, pero al llegar al canal de Panamá no pudieron desembarcar porque había cuarentena por una peste de fiebre amarilla y continuaron en el barco hasta el puerto de San José, en Guatemala, donde el barco debía cargar banano. Mientras lo hacían decidieron bajar a explorar un poco el país, y cuando llegaron a Patulul se dieron cuenta de que no podía ser más tropical, por lo que decidieron quedarse a vivir allí.
Mi padre tenía 13 años de edad. Mi abuelo compró una finca y algunos años más tarde construyó un hotel porque se percató de que los finqueros adinerados de la zona carecían de comodidades en sus fincas y dormían sobre catres y creyó que iban a preferir dormir en una cama en su hotel y comer en su restaurante. Ambas inversiones fracasaron al cabo de algunos años porque no sabían nada de agricultura y el hotel fue construido de madera y eventualmente se quemó. Cuando murieron mis abuelos paternos, sus restos fueron sepultados en el cementerio de Patulul.
Por alguna razón mi papá descubrió que tenía vocación de periodista y con unos amigos establecieron un periódico que llamaron Diario Nuevo, el cual no vivió mucho tiempo, y después se unió a su amigo el licenciado Clemente Marroquín Rojas para fundar la primera época del diario La Hora, del cual asumió el cargo de gerente. Pero Marroquín Rojas tuvo que huir a México porque mató de un balazo a un militar de apellido Chúa en un prostíbulo de francesas y el general Ubico llegó a la presidencia y quería vengarse de Marroquín Rojas porque durante la contienda electoral había publicado una terrible serie de artículos contra él titulados “Desnudando al ídolo”. La Hora tuvo que cerrarse hasta después de que se produjo la insurrección militar y cívica del 20 de octubre de 1944 contra el general Federico Ponce Vaides y Marroquín Rojas pudo regresar al país después de haber tenido que vivir 14 años en México en calidad de exiliado político. Mientras tanto, para poder ejercer alguna forma de periodismo y obtener ingresos, mi padre fundó un periodiquito semanal que se llamó La Semana Católica, a pesar de que él no era muy católico que digamos, pero lo hizo para sostener a su esposa, la bella sanmartineca María Carlota García de Palmieri y a sus ocho hijos: Graciela, José Alfredo, Carlos Humberto, Federico Guillermo, Enrique Augusto, Julio Roberto, Mario y yo, Jorge Alejandro. Mi padre no pudo aparecer como director de ese semanario, sino lo hizo nominalmente su amigo Enrique Azmitia quien aceptó la responsabilidad de dar la cara porque Ubico había decretado que era terminantemente prohibido que los extranjeros fuesen directores de un medio de comunicación. Lo decretó con dedicatoria a mi padre, porque seguía siendo chileno, y haber sido partidario del general Chacón y opositor del ubiquismo.
Para agrandar la foto:
[url]http://jorgepalmieri.com/files/images/acaballo.jpg[/url]
Este foto fue tomada en 1911 y mi padre tenía 25 años de edad, cuando todavía tenían una finca en Patulul.
Para agrandar la foto:
[url]http://jorgepalmieri.com/files/images/padreenuniforme.jpg[/url]
José Palmieri Calderón, mi padre, está en esta foto con uniforme militar porque en esos días era Subcomandante (asimilado) de las tropas del gobierno del general Chacón que se enfrentaron a la insurrección en Totonicapán que encabezó el coronel Marciano Casado contra el gobierno legalmente establecido. El Comadante de las tropas del gobierno era su amigo el coronel (asimilado) licenciado Clemente Marroquín Rojas, quien al mismo tiempo desempeñaba el cargo de Director General de Caminos, y mi papá era el Inspector General. Ambos trabajaron con entusiasmo por la candidatura presidencial del general Chacón cuando derrotó al general Jorge Ubico Castañeda la primera vez que éste lanzó su candidatura presidencial. Se sospecha que el presidente Chacón pudo haber sido envenenado por partidarios de Ubico para que éste asumiera la presidencia.
Hoy, en el Día del Padre, agradezco profundamente a mi padre que me haya procreado y me haya enseñado a respetar y amar a la patria en que nací; a vivir con dignidad y expresar siempre con franqueza lo que pienso y lo que siento sin perder jamás el sentido del humor; le agradezco que me haya enseñado que todo en la vida es temporal y pasajero, hasta la vida misma; le agradezco que me haya inculcado que no hay límites para las ambiciones y luchas que se hagan, pero debe imperar siempre un estricto sentido de la sensatez; le agradezco que me haya inculcado ser un ávido lector y a escribir con cuidado y pulcritud gramatical y literaria, porque él escribía estupendamente; le agradezco todos los sacrificios que tuvo que hacer y trabajar sin descanso para poder sostener unida con amor sin hambre ni frío a su numerosa familia y vivir modestamente pero con decoro y buen gusto; le agradezco que haya sabido enseñarnos a procurar permanentemente con una actitud positiva la superación personal; le agradezco que haya sido uno de tantos héroes anónimos que trabajan sin descanso para dar el pan y la educación a sus hijos; le agradezco que me haya inculcado la virtud de ser buen amigo de mis amigos y a no guardar rencor, ni ser hipócrita con mis enemigos; le agradezco que haya sabido sembrar en mi el respeto y agradecimiento a Dios y a la vida por tantas cosas maravillosas que nos dan. Le agradezco, en fin, que haya sido mi padre. Y como ya no está con vida para poder decírselo con un amoroso abrazo y un beso -como quisiera- he querido decírselo con amplitud por este medio cibernético, sin limitaciones de ninguna clase, cuando yo todavía estoy vivo y hago públicos mis sentimientos, en la seguridad de que aunque él no lea físicamente lo que escribo, su espíritu sí recibe mi amoroso mensaje de gratitud.
También yo tengo a orgullo, felicidad y satisfacción ser padre. Primero, cuando tenía 20 años lo fui de mi querido hijo Jorge, nacido en México, fuera de matrimonio, y, finalmente, ya casado, soy el padre de mi querido hijo Alejandro, nacido en Guatemala en abril de 1975. Esta foto fue publicada en el desaparecido diario El Gráfico, y en ella estamos mi siempre recordada y amada esposa Anabella (qepd), con Alejandro en sus brazos, y yo, y fue tomada en la iglesia La Inmaculada de Tívoli en el momento en que le bautizaba mi recordado amigo monseñor Mario Martínez de Lejarza (qepd). De manera que yo también tengo el orgullo, la satisfacción y la felicidad de ser padre y hoy voy a festejar el Día del Padre solo con Alejandro porque Jorge vive en Charlottsville, Virginia, Estados Unidos de América.