México lindo y querido

Tuvimos buena suerte en nuestra reciente corta visita al Distrito Federal de los Estados Unidos Mexicanos, porque no hubo smog, el cielo estaba azul, límpido, haciendo gala de lo que alguna vez llamó a esta ciudad el gran escritor mexicano Carlos Fuentes en el título de su novela La Zona más Transparente, gracias a que en los días anteriores había llovido con mucho viento. Por eso fue que pudimos ver desde la ventana de nuestra habitación número 3702 del Hotel Presidente InterContinental las montañas que rodean al valle del Distrito Federal y teníamos una excelente vista al Auditorio Nacional, al Campo de Marte, al Paseo de la Reforma, etcétera.
El clima era bastante caluroso, sin embargo, pero soportable. Pronto pudimos comprobar que ha encarecido mucho la vida para los visitantes que se hospedan en los mejores hoteles y comen en los mejores restaurantes. La delincuencia común ha disminuido en las zonas turísticas porque hay más vigilancia tanto de policías uniformados como policías de particular. Hasta hace poco tiempo era muy arriesgado caminar desaprensivamente por las calles de la pintoresca Colonia Polanco, principalmente por la avenida Masarik, donde hay muchos restaurantes en las anchas aceras. Las personas que antes se atrevían a caminar por estos rumbos se exponían a ser asaltadas, irremediablemente, pero ese peligro ha disminuido. Pero no me atrevo a afirmar que ha desaparecido totalmente.
Cada vez que uno viene a esta gran ciudad debe visitar el estupendo Museo de Antropología e Historia porque, además de la excelente exposición permanente de objetos de las culturas prehispánicas mesoamericanas, siempre hay alguna exposición extraordinaria que se debe ver, como lo pudimos comprobar después de caminar por el Paseo de la Reforma desde el hotel hasta ese sensacional museo y encontramos que, en vista de la enorme concurrencia que la ha visitado, a petición del público decidieron prolongar la exhibición de la fabulosa exposición de arte antiguo de Persia que deja con la boca abierta a cualquier espectador. Es lamentable que en los países del Occidente de este planeta que habitamos se ignore la grandeza histórica de los países del Oriente. Si acaso ustedes visitan durante los próximos días la ciudad de México, les recomiendo que vean esta exposición que estoy seguro que les va a fascinar tanto como a nosotros.
Ahora permítanme compartir con ustedes unas cuantas fotografías de lo que les he venido hablando y que fueron oportunamente tomadas por mi amado hijo y compañero de viaje Alejandro Palmieri Waelti. Comienzo por el magnífico Hotel Presidente InterContinental.

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Esta es la entrada principal del Hotel Presidente InterContinental, en la avenida Campos Elíseos, de la Colonia Polanco, vecino de los hoteles Nikko y J.W. Marriott. El hotel Presidente ha sido -y todavía es- mi favorito en esta metrópoli en la que hay tantas cosas interesantes que ver y qué hacer. Por la parte de atrás del lobby hay otra entrada junto al excelente restaurante francés Au Pied de Cochon, la cual conduce directamente al Paseo de la Reforma y sus alrededores.

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Esta preciosa escultura de un domador de caballos es lo primero que uno ve al salir a la avenida Campos Elíseos en un pequeño círculo situado frente al hotel Presidente InterContinental.

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Esta es la vista que teníamos desde la ventana de la habitación 3702. Enfrente está el majestuoso Auditorio Nacional, donde aplaudimos al excelente espectáculo de los Coros y las Danzas del Ensamble “Estrella Roja” del Ejército Ruso. Al lado derecho puede verse el Campo de Marte con su gigantesca bandera tricolor verde, blanco y rojo y, a lo lejos, se puede ver el restaurante Del Lago.

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Esta es otra vista desde la ventana de nuestra habitación en el piso 37, y se puede ver el Paseo de la Reforma, las montañas que rodean el valle del Distrito Federal, el Anillo Periférico y a la distancia la enorme Montaña Rusa en el Parque de Chapultepec.

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A la entrada del fabuloso Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México, a donde acudimos para ver una extraordinaria exposición de arte de la Persia histórica.

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En la entrada al museo hay esta bella escultura en madera tallada, con las cabezas de dos toros en la parte más alta. Esta es una muestra de lo que espera al visitante adentro.
Un detalle en acercamiento de esa misma escultura tallada en madera.

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Es evidente que los persas tenían especial veneración por los caballos, los toros, los leones y los tigres.

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