Para llegar a Dios

Creo que la vida humana es una permanente búsqueda de Dios, aún para quienes puedan ser agnósticos o se declaren ?ateos?, pero en el fondo saben que están negando lo único que no se puede negar. Nací de una madre profundamente católica, estudié la secundaria en el Colegio de Infantes, de los ?hermanos? maristas, donde era obligatorio rezar dos rosarios cada día, en la mañana y en la tarde, asistir a misas, confesarse y comulgar, y después fuí a una universidad de jesuitas en la que no se obligaba a nadie a participar en actos religiosos aunque se entendía que esa religión era fundamental. Durante muchos años de mi vida creí que a través de la religión católica podría llegar a Dios, pero siempre he sentido rechazo por los dogmas y no he compartido ciertas prácticas que caen en la idolatría. Y finalmente he llegado a la conclusión de que, sea que lo aceptemos o no, Dios está adentro de cada uno de los seres humanos y no se necesita buscarle en un templo, o por intermedio de alguna religión. Los fanatismos de cualquiera de las religiones que existen e el mundo me parecen absurdos y negativos para llegar a Dios y compadezco a las personas que se aferran al fanatismo para disfrazar su falta de fe.
Creo firmemente en la profunda sabiduría de las enseñanzas de Jesucristo -sobre todo el mandamiento de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”, pero creo también que nada ni nadie tiene tiene derecho a declararse “el único camino” para llegar a Dios porque todos los caminos conducen inexorablemente a Él. Por eso me gustó tanto que en el Concilio Vaticano II la Iglesia Católica haya optado por el ecumenismo, y hoy me disgusta que el actual papa Benedicto XVI lo contradiga al declarar que es “la única religión que vale para llegar a Dios”.
Por haber opinado recientemente sobre este tema recibí un correo electrónico insolente de parte de uno de esos fanáticos que se constituyen en miembros de la ?santa? Inquisición y queman en hogueras a quienes no comparten sus creencias. Borré su mensaje tan pronto lo leí y no pensé en darle respuesta, pero cambié de parecer y ratifico mi creencia en que comete un grave error con esta actitud el cardenal Joseph Ratzinger y no creo que sea infalible ni siquiera en lo que declara ex cátedra. La historia está llena de casos en los cuales unos papas han demostrado que no tienen nada de infalibles.
En su libro ?Mentiras Fundamentales de la Iglesia Católica?, el escritor español Pepe Rodríguez recuerda que ?en el acta de acusaciones contra el papa Símaco, que el senador Fresto presentó al rey Teodorico, figuraba un largo listado de pecados, tales como dilapidar bienes eclesiásticos, gula desmedida, relaciones sexuales con mujercillas y otros muchos”.
Asimismo, afirma que ?en el procedimiento de elección de los papas también parece haber más mano humana que divina, a menos eso puede deducirse si recordamos que durante el primer milenio el pontífice era elegido por el clero y el pueblo romano hasta que el papa Nicolás II, en el año 1059, a fin de evitar las injerencias del poder político civil, encomendó a los cardenales dicha función, dejando a los anteriores electores la sola prerrogativa de poder aclamar al nuevo (que debía pertenecer al clero romano y ser designado preferentemente en Roma). Alejandro III, en 1179, estableció que para la elección era necesario sumar las dos terceras partes de los votos; y, finalmente, Paulo VI excluyó del electorado activo a los cardenales mayores de ochenta años. Resulta desconcertante que se le pongan condiciones de corte sociopolítico a una elección que, según la Iglesia, deriva de la “inspiración” del Espíritu Santo sobre el cónclave. ¿Es que el Espíritu Santo no es capaz de inspirar a todos y se le facilita el trabajo rebajando algo el número de los prosélitos necesarios? ¿Es que los más ancianos no son inspirables? Y si hay cardenales sordos al Espíritu Santo, ¿qué demonios hacen dirigiendo el magisterio católico y participando en un cónclave?
Sigue diciendo: ?A pesar de que el papado católico presume de tener un claro y sólido origen petrino, la propia historia de la Iglesia desmiente tal presunción. Contra toda lógica, dado que se afirma que Jesús concedió la autoridad primacial a Pedro ?y sus sucesores?, durante los primeros siglos del cristianismo no hubo ninguna doctrina del primado, aunque de hecho el obispo de la capital del imperio gozase de un notable prestigio. Fue a partir de la influencia del derecho romano y del estatuto del emperador, y de una serie de situaciones sociopolíticas peculiares, como el enfrentamiento entre Roma y Bizancio, que llevó a una situación bicéfala, o la alianza con los francos, sellada por la coronación de Carlomagno el día de Navidad del año 800, que acabó por consolidarse dentro de la Iglesia católica el concepto de plenitudo potestatis, que hacía emanar todo el poder del papa y reservó para su exclusiva denominación títulos como summus pontifex y vicarius Christi que en su origen eran propios de los cargos episcopales.
?El primero en remitirse a Mt 16,18 es, desde luego, el despótico Esteban I (254-257). Con su concepción jerárquico-monárquica de la Iglesia, más que episcopal y colegiada, es en cierta medida el primer papa, aun cuando no dispongamos de ninguna afirmación suya a ese respecto. Sin embargo, el influyente Firmiliano, obispo de Cesarea de Capadocia, reaccionó de inmediato. Según el Lexikon für Theologie und Kirche no reconoce ?ninguna primacía del derecho del obispo de Roma?. Firmiliano más bien censura a aquel que se vanagloria de su posición y cree ?tener a su cargo la sucesión de Pedro?. Acto seguido, habla de la ?insensatez tan fuerte y notoria de Esteban?, y en un apóstrofe inmediato le llama ?schimaticus?, que se separa de la Iglesia. Le echa en cara su ?audacia e insolencia?, ?ceguera? y ?estupidez?. Irritado, le compara con Judas y afirma que da ?mala fama a los santos apóstoles Pedro y Pablo”.
?Grandes personajes de la Iglesia como Orígenes ??todos [apóstoles y fieles] son Pedro y piedras y sobre todos ellos está construída la Iglesia de Cristo?- o el propio san Agustín con su famosa sentencia ?Sumus christiani, non petriani? (?Somos cristianos, no petrianos?) se han mostrado abiertamente en contra de la figura del primado romano.
?Y en todos los concilios de los primeros siglos el obispo de Roma no era más que otro de los asistentes sin mayor facultad que la de poder emitir un voto de igual valor al de sus colegas de otros episcopados. Además, no eran ni los obispos ni ningún supuesto papa quienes tenían la facultad de convocar los concilios, ya que ésta era una potestad del emperador. Tal como escribió a mediados del siglo V el historiador de la Iglesia, Sócrates: ?Desde que los emperadores comenzaron a ser cristianos, las cuestiones de la Iglesia dependen de ellos, y los principales concilios se han celebrado y celebran a su arbitrio?. ¿Debemos pensar que el poder de Pedro se había tomado unos siglos de vacaciones antes de aparecer en público? Y si fue así, ¿cómo pudo recuperarse luego la línea sucesoria?
?Si, además, repasamos los listados de papas, en especial los cuarenta y seis pontífices que van entre Juan VIII (872-882) y Nicolás II (1058-1061), resulta francamente difícil creer que pudo mantenerse inalterada la supuesta línea sucesoria de Pedro durante un tiempo en que los papas no llegaban a gobernar más de cuatro años como promedio, siendo frecuentes los pontificados que duraban escasos días o meses, aupando al trono de Pedro tanto a ancianos agotados como a jovencitos veinteañeros o adolescentes que eran rápidamente depuestos y encarcelados o asesinados por el clero rival, por príncipes o por maridos a quienes habían bendecido con frondosos cuernos?.

Posted in Sin categoría