Militar-policía español Pedro Trujillo
Espero que será la última vez
Hubiese preferido no tener que volver a mencionar el infausto nombre del militar-policía español naturalizado guatemalteco Pedro Trujillo, pero él continúa enviando sus impertinentes mensajes por correo electrónico. Hace un par de días envió otros dos, que yo no abrí porque cuando ví su procedencia los borré (delete) en el acto, como anuncié que lo haría. Pero él volvió a cometer la villanía de enviar copias de ellos a mi hijo Alejandro Palmieri Waelti –con el infame propósito de lastimarle haciéndole leer sus diatribas contra su padre– quien me informó lo que éstos dicen, y así pude enterarme de que, entre otras cosas, afirma que esta vez será “educado” y me reta a que lo publique en este blog. Lo cual no voy a hacer, desde luego, porque eso me convertiría en caja de resonancia de sus insolencias. No podría dar cabida en este espacio a una persona que me ha calumniado, difamado e insultado. Sin embargo, en vista de que es tanta su insistencia en seguir enviando sus infames mensajes, voy a comentar tres de los párrafos que escribió en sus mensajes anteriores. Y espero que ésta será la última vez que tenga que referirme a él. Pero –a diferencia de él que había dicho que sería la última vez que leía este blog— no dejaré de ver “A las 8:45” y de leer su columna en Prensa Libre, porque quién quita alguna vez dirá algo interesante y sensato, y cuando así no sea le criticaré si lo considero necesario. Por más que sospeche que no ha sido únicamente Julio Ligorría Carballido quien le ha dado tanta falaz información sobre mí, lo cual no me sorprendería en lo más mínimo, pero sí me sorprendería y lamentaría si Juan Luis Font le dijo que “me sacaron” de elPeriódico, porque a él le consta, más que a nadie, que cuando él me dijo que el ingeniero José Rubén Zamora estaba “sumamente disgustado” conmigo por algo que había escrito, y quería hablarme por teléfono antes de seguir publicando mis columnas, yo le contesté que era mejor que no me hablara porque si lo hacía se exponía a que lo mandara al carajo. Espero que Font no lo haya olvidado. Algo más: hace algunos meses me topé casualmente con el ingeniero Zamora en un restaurante situado en la carretera a El Salvador y cuando me extendió la mano para saludarme y me dijo que le daba mucho gusto verme, le contesté que, por el contrario, a mí me causaba disgusto verle. No obstante, me pidió que volviera a escribir en su periódico y le contesté que ni loco lo haría porque en mi blog puedo escribir tantos caracteres como me dé la chingada gana, sin limitaciones ni censura de ninguna clase. Por lo cual estoy feliz de haber dejado de escribir mis columnas para elPeriódico, las cuales, dicho sea de paso, generalmente ellos reconocieron que fueron lo más leído de todo.
En uno de los dos últimos mensajes me dice Trujillo que estoy “en la postrimería de mi vida”, lo cual no me molestó, en lo más mínimo, porque es verdad, dado que ya tengo 82 años de edad, y es natural pensar que pronto habré de morir. Si creyó que con decirme eso me iba a ofender, se equivocó porque comprendo que ya estoy viviendo horas extras. Pero él no debería dejar de pensar que la muerte es un paso inevitable e imprevisible, a la edad que sea. Sobre todo en un país como Guatemala, donde todos estamos en la postrimería de nuestras vidas no importa la edad que tengamos, debido a que hay tanta criminalidad, y diariamente son asesinadas muchas personas que no creían que estaban en “la postrimería de su vida”. Si no que lo diga el difunto cantautor Facundo Cabral.
En otro párrafo dice: “En todo caso, usted como persona, como “periodista” y como anciano no me merece el más mínimo de los respetos, sobre todo ahora que parece que las circunstancias me han impuesto leerlo por segunda y última vez.”
Comento: esto pone de manifiesto su baja calidad humana al no respetar a los ancianos, y, aunque no me interesa si él me respeta, o no, el sentimiento es recíproco porque él tampoco me merece el más mínimo respeto. Lo único que me ha molestado entre tantas sandeces es que haya escrito “periodista” entre comillas, después de que he dedicado a este oficio más de 60 años. Pero desde hace mucho tiempo aprendí que las cosas deben tomarse de donde vienen y que la única importancia que tiene lo que dicen de uno depende de la importancia que uno quiera darles. Al cabo que no soy monedita de oro para caerle bien a todos, como cantaba mi cuate el difunto cantautor mexicano Cuco Sánchez. Y a mí me viene del norte lo que él piense o diga de mí, porque “no tiene la menor importancia”, como diría el actor Arturo de Córdova. Empero, antes de seguir adelante creo conveniente recordar que todo comenzó porque yo opiné que sus comentarios habían sido “insoportables” en su participación en un programa extraordinario de “A las 8:45” que fue transmitido por el canal de televisión Antigua inmediatamente después del mal llamado “Gran debate entre los candidatos a Alcaldes” del cual fue organizador y presentador el susodicho Ligorría Carballido. Y en ese comentario expresé mi opinión que Trujillo fue irrespetuoso e insolente al referirse a mi viejo y estimado amigo –¡a mucha honra!– el ex Presidente Constitucional de la República y varias veces Alcalde de la ciudad de Guatemala, Álvaro Arzú Irigoyen, simple y sencillamente porque, como viejo y astuto político que es, sospechó que se trataba de una trampa que le tendían con el malévolo propósito de favorecer al candidato a la Alcaldía del Partido Patriota, Alejandro Sinibaldi, y no aceptó la invitación a participar en una farsa. Lo cual disgustó tanto a Trujillo que me lanzó su primer mensaje a mi correo electrónico, cuya dirección seguramente obtuvo por medio de Ligorría quien no dudo que también le haya proporcionado la dirección electrónica de mi hijo, gracias a lo cual ha estado enviando también a él copias de sus falaces diatribas contra su padre, con el evidente cobarde propósito de lastimarle. Pero, afortunadamente, mi hijo es suficientemente hombre y maduro para soportar esas majaderías y a su vez le ha enviado una carta en la que le exije que deje de seguir enviando a su correo electrónico copias de sus sandeces.
En otro mensaje me dijo: “Usted está acostumbrado a escribir y callar a muchos, no es mi caso. Sus alabanzas a mi persona, incluidas en al menos dos de sus escritos (http://jorgepalmieri.com/2010/12/15/sobre-el-caso-vielmann/), chocan frontalmente con la que ahora hace, pero es un tema de dualidad que usted debe resolver y no yo precisamente.”
Comento: como él es un ignorante advenedizo en el periodismo, dado que su formación es de chafarote y chonte, no comprende que un periodista puede aplaudir en una oportunidad lo que ha hecho una persona, pero eso no le compromete a tener que continuar aplaudiéndole todo lo que hace o dice. Es verdad que a mí me pareció muy acertado su artículo titulado “¡Traigan a Vielmann!”, publicado en Prensa Libre, y por eso fue que lo reproduje en este blog, pero no por ello tengo que aplaudir todo lo que él escriba o diga sobre las cosas de mi patria, por más que él se crea con derecho a hacerlo por el hecho que está naturalizado guatemalteco, porque constantemente se permite escribir y decir expresiones peyorativas sobre muchas de las cosas que suceden aquí y contra cualquier guatemalteco que no sea de su agrado. Incluyendo a personajes que han tenido importantes actuaciones en la vida nacional a quienes él debería respetar, como es el caso del mencionado ex Presidente de la República y actual Alcalde capitalino. Si no por respeto, por lo menos por agradecimiento a la hospitalidad que está gozando aquí.
En otro de sus párrafos me dijo: “Mi esposa, también compañera de mi vida, es una persona excepcional que usted, cobarde y vilmente ha metido en este su pleito. No me importa. Ella tiene, no lo dude, más huevos que usted y sus financistas juntos y no le importa figurar a mi lado, al contrario de otros que no quieren estar al suyo ¿Puede usted decir lo mismo de la suya?”. A lo cual respondo: es lamentable que su respetable compañera de vida (con quien he sabido que no está casado) tenga “más huevos que yo y mis financistas juntos” (?), y no le importaría figurar a su lado, porque sería mejor que en vez de huevos tenga ovarios. Quizás se divertirían más si así fuese. Y en su última pregunta, de si yo puedo decir lo mismo de mi esposa, le respondo que no, porque, lamentablemente, mi bella y dulce esposa murió de cáncer hace 29 años, a los 33 años de edad. Además, me consta que ella no tenía huevos, pero tenía un amoroso corazón, gracias a lo cual viví con ella unos años de felicidad.
Para terminar, insisto en que espero que esta sea la última vez que tenga que mencionar su nombre, como dije antes, pero lo seguiré haciendo cada vez que lo crea necesario aunque él reviente de rabia y siga calumniándome y difamándome cuantas veces quiera. En casos como este hay que emplear esta expresión popular chapina: “Tin-tin bolita de oro, barajo y reviro en contra”, para que todo lo que diga contra mí se le aplique a él.
Carta que le envió mi hijo Alejandro
Señor Trujillo:
No se quién le proporcionó o cómo obtuvo la dirección de mi correo electrónico, ni me interesa saberlo, pero el hecho que usted la utilice para enviarme copias de sus escritos en los que falta al respeto e insulta a mi padre me hacen pensar que su intención es lastimarme al leer sus injurias y que usted no es una buena persona. Ciertamente, su intención no es sana.
No pretendo coartar o limitar su derecho a emitir su pensamiento como le plazca, pero le exijo que respete mi derecho a la privacidad por lo que me veo obligado a enviarle esta nota (con copia a quienes usted ha enviado copias de sus correos a mi padre) para exigirle que no vuelva a mandarme ningún otro correo, mucho menos si son diatribas contra mi padre. Yo amo a mi padre por muchas razones personales y lo admiro por su larga trayectoria periodística que, evidentemente, usted menosprecia. Si usted conoce a su padre, como yo conozco al mío, comprenderá cuando le digo que no hay cosa que alguien diga del padre de uno que pueda cambiar el amor y admiración que un hijo bien nacido siente por su padre. Si usted tiene hijos, supongo que esperará que ellos le tengan amor, respeto y admiración sin que les importe lo que alguien piense y diga de usted, que, supongo, no es un hombre perfecto, aunque usted pueda creer que lo es. Sin importar los errores que usted haya cometido en su vida, o pueda cometer, le deseo que sus hijos le tengan siquiera la centésima parte del amor y el respeto que yo le tengo a mi padre.
Puede pensar lo que le plazca de mi padre, pero el entrecomillado al llamarle “periodista” lo hace para dar a entender que no es periodista, lo cual me parece impertinente. Pregúnteles a los otros a quienes ha enviado copias de sus correos si ellos consideran que mi padre no merece ser llamado periodista, sin comillas, como ellos, y tal vez como usted también, con la respetable diferencia de los muchos años de su vida en los cuales él ha demostrado no solo su total entrega a esa profesión, sino su calidad. A pesar de que usted opine lo contrario.
No es mi intención cuestionar, debatir, rebatir, ni nada que se le parezca, lo que usted pueda pensar y decir sobre mi padre, ni sobre nadie, y no le envío esta nota para entablar un diálogo, una polémica ni nada que se le parezca. Haga usted lo que quiera, pero le exijo que no me contacte nunca más, de ninguna forma. Ni siquiera para acusar recibo de esta nota.
Finalizo manifestándole que no hay rencor en mi corazón por todo lo que ha dicho de mi padre, y no le deseo ningún mal. Por el contrario, le deseo larga vida junto a su familia, con su esposa y sus hijos, a quienes les deseo que nunca vayan a tener que recibir copias de los correos que hagan circular otras personas difamándole a usted.
Alejandro Palmieri Waelti