Cuando escribo estas palabras son las 24 horas (12 de la noche) del 31 de diciembre del año 2007 y está comenzando a correr el tiempo del 1 de enero del año 2008, que deseo sea pródigo en felicidad para todos, en especial para todos los guatemaltecos y particularmente para usted, que es uno de mis fieles lectores y le agradezco que lo sea porque si no tuviese lectores mis palabras no tendrían razón de ser. Siempre he creído que un periodista que no tiene lectores es como si estuviese muerto. Y yo estoy convencido de que no escribo para vivir, sino vivo para escribir.
Gracias al prodigio de la televisión tuve oportunidad de ver “en vivo” las celebraciones por la llegada del año 2008 en diferentes ciudades, y la que más me impresionó fue la de Río de Janeiro, donde muchos miles de cariocas se reunieron en Copacabana, en la bahía de Guanabara, una de las tres bahías más bellas del mundo -con Hong Kong y Acapulco- para ver los espléndidos fuegos artificiales. He visto muchas veces luces multicolores de fuegos artificiales en diferentes ciudades del mundo, como en Washington D.C. y Nueva York para la celebración del 4 de julio, pero jamás había visto fuegos artificiales tan bellos como estos de Río de Janeiro. También ví “ao vivo” los fuegos artificiales en Sao Paulo y Brasilia, que fueron muy impresionantes, pero no tanto como los de Río. Después vi la mundialmente famosa celebración que tiene lugar en Times Square, en Nueva York, donde se reúnen muchos miles de personas provenientes de muchos países del mundo para ver la caída de la bola de luces; ví la celebración en París, con la espléndida iluminación de la avenida Campos Elíseos y de la Torre Eiffel y los fuegos artificiales multicolores; ví la celebración en la Puerta del Sol de Madrid; la de Trafalgar Square en Londres, y escuché las doce campanadas a media noche del famoso reloj Big-Ben; y, por último, ví la calebración en la ciudad de México, en la avenida Reforma, cerca del monumento llamado Ángel de la Independencia, que también fue formidable, con jinetes cabalgando vistosos caballos que iban bailando con la alegre música.
http://www.elmundo.es/albumes/2008/01/01/anos_nuevo/index.html
Si quieren ver algunas de estas celebraciones, hay que hacer click en este código y después en cada uno de los números que hay arriba. (Tomado del diario El Mundo de España)
En cambio, los desagradables estallidos de los cohetes que se queman en Guatemala rompen la paz de la noche. Tal parece que hubiese una guerra. Y de hecho la hay, pero ésta es contra la paz y la tranquilidad de la noche y de las personas. Los estallidos han puesto muy nerviosa Lola, nuestra querida perrita, que es la única que me acompaña esta noche (ya les dije ayer que los viejos nos vamos quedando solos mientras los jóvenes se divierten). La pobre perra está sumamente asustada. Aterrada es la palabra. Vino corriendo a refugiarse junto a mí, mirándome con mucha extrañeza. Creo que no comprende por qué los seres humanos meten tanto ruido con los cohetes para celebrar la Noche Buena, la Navidad y la llegada del Año Nuevo. Ni yo tampoco lo entiendo, francamente. ¿Y qué me dicen de la desagradable y perjudicial contaminación ambiental por tanta pólvora quemada? ¿Cuál es el objeto en causarnos a nosotros mismos ese daño? No me explico por qué un pueblo como éste, que no está precisamente en jauja -porque la situación económica no es buena, a pesar de que se diga lo contrario-, quema su dinero en cohetes. Sería mucho más sensato y constructivo emplear ese pisto para ayudar a sobrevivir a muchos menesterosos. Eso sería más humano. Y menos tonto, desde luego. Perdónenme por decirlo con franqueza, no es mi intención insultar a nadie, pero creo que quemar dinero en pólvora es muy tonto, no tiene sentido. No tiene justificación alguna. Ese dinero estaría mucho mejor empleado en comprar medicinas para los hospitales, o comprar pan para quienes tienen hambre y no tienen con qué comprarlo. No debemos olvidar que en Guatemala hay muchísimas personas -hermanos en Dios y compatriotas nuestros- que en el campo sobreviven en la más cruel miseria. Pongámonos la mano en la conciencia. Comprendo que es muy probable que esté predicando en el desierto, pero si logro convencer por lo menos a una persona me sentiré satisfecho. Mis palabras habrán servido para algo positivo.
Pido a Dios que este nuevo año traiga paz, seguridad, prosperidad y alegría a Guatemala. Que mejoren las condiciones de vida de todos nosotros, pero sobre todo de quienes viven en la pobreza o en la miseria. Que haya justicia pronta y cumplida. Que no haya impunidad para quienes violan las leyes. Que el próximo Gobierno de la República sea, en efecto, una esperanza para el pueblo y que el nuevo Presidente de la República, ingeniero Álvaro Colom Caballeros, no defraude a quienes creyeron en sus promesas electorales. Y que el nuevo Vicepresidente, doctor Rafael Espada, cumpla las promesas que hizo cuando contribuyó a convencer al pueblo de votar por ellos. Que no olviden que dijeron “nuestro compromiso es tu esperanza”, o “tu esperanza es nuestro compromiso”. Ojalá que no vayan a defraudar esa esperanza de la gente.
Quiera Dios que ya no sigan los asesinatos de cada día. Que las autoridades sean realmente competentes para cumplir con su deber constitucional de dar seguridad a la población. Que se cumpla a cabalidad lo que manda la Constitución de la República. Que ya no haya más discriminación racial, ni de ninguna otra clase. Todos los seres humanos somos iguales ante los ojos de Dios y tenemos los mismos derechos ante la Justicia.
Ojalá que de una vez por todas se olviden los agravios y rencores del pasado para dar paso a una auténtica reconciliación nacional que garantice la paz y la armonía entre todos los sectores del país, sin distingos de ideologías o intereses partidarios.
Deseo, en fin, que este año 2008 lo vivamos como seres humanos civilizados y sensatos. Quiera Dios que de ahora en adelante el amor sea la principal consigna a seguir. Porque todos debemos seguir el mandamiento que nos dejó Jesucristo: “amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”.
Ahora voy a proceder a comer las doce uvas tradicionales y después un sabroso tamal. Y a la media noche le daré un abrazo a la Lola, no sólo porque le tengo mucho cariño, sino porque de momento no tengo a nadie más a quien abrazar.
Les ruego que me perdonen, pero hoy no voy a escribir nada más. Pero lo haré mañana, si Dios quiere, y no ocurre nada que me lo impida. Porque uno nunca sabe.
Cierro estas palabras reiterándoles mis fervientes deseos por que todos tengamos UN FELIZ AÑO NUEVO.