No dudo que son muchísimos los fieles católicos que, con sincera devoción, toman parte en las procesiones que organizan los diferentes templos para celebrar la Semana Santa, pero también hay personas que lo hacen por simple costumbre o folclore, como si se tratase de vistosos desfiles en los cuales tienen oportunidad de lucirse ante los espectadores callejeros, como si fuesen espectáculos de carnaval como el que se festeja tan alegremente en las principales ciudades de Brasil, especialmente en Río de Janeiro y Sao Paulo y en el Mardi Gras de Nueva Orleáns. Con la diferencia de que en las solemnes procesiones de Semana Santa los hombres van disfrazados de cucuruchos morados, o soldados romanos, o con largas túnicas negras y las mujeres siempre van bien cubiertas de pies a cabeza y, en cambio, en los alegres desfiles de carnaval las mujeres van semi desnudas y algunas hasta como Dios las trajo al mundo.
Mi intención al escribir este comentario no es ser irrespetuoso de la ancestral tradición que ya es parte de la cultura guatemalteca, como son las solemnes procesiones católicas de Semana Santa. Ni -¡mucho menos!- burlarme de la fe de quienes participan en ellas con fe y auténtica devoción. Yo creo en Dios y soy cristiano, pero soy un católico retirado porque creo que la Iglesia católica ha causado mucho daño al cristianismo con todo y su riqueza y su liturgia y tenían razón en protestar los teólogos reformistas Martín Lutero y Juan Calvino.
Empero, es oportuno expresar hoy unos comentarios sobre las procesiones de Semana Santa ahora que puedo hacerlo con libertad en este medio al cual solamente tienen acceso las personas con computadora e Internet que, en su mayoría, acostumbran tomar estos días de feriado como vacaciones en las playas y no los dedican a disfrazarse de cucuruchos morados o de soldados romanos y a cargar pesadas andas sobre las cuales hay esculturas de figuras relacionadas con el via crucis que padeció Jesucristo, con la cruz a cuestas, en su camino al monte Calvario. Y después de la crucifixión, en la esplendorosa escenificación que se hace de su entierro que, por cierto, carece de fundamento histórico porque cuando Jesús fue bajado de la cruz por José de Arimatea, con la ayuda de Nicodemo, solamente fue cubierto con lienzos de lino para llevarlo a un sepulcro nuevo, enclavado en la roca, que era el sepulcro de José de Arimatea, hermano menor de Joaquín, el padre de la Vírgen María y, por lo tanto, tío abuelo del Mesías, de quien durante varios años fue tutor por la temprana muerte de san José.
Este personaje bíblico José de Arimatea era miembro del Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos y Decurión del Imperio Romano, una especie de ministro encargado de las explotaciones de plomo y estaño. Un “hombre rico” según San Mateo; un ?hombre ilustre” según San Marcos; “persona buena y honrada” según San Lucas; “…que era discípulo de Jesús”, según San Mateo, “pero era clandestino por miedo a las autoridades judías” según San Juan. Él solicitó a Poncio Pilatos la autorización para bajar de la cruz y dar sepultura al cuerpo de Jesús en una tumba nueva excavada en la roca, donde ahora se encuentra la basílica del Santo Sepulcro. Según la leyenda, también recogió la sangre de Cristo con el Santo Grial, en el Gólgota (en hebreo, ?cráneo? o ?calavera?), lugar donde fue crucificado Jesús; aunque otra versión, en los evangelios apócrifos indica que la sangre la recogió en el propio sepulcro. Estos evangelios también señalan que el lugar donde se realizó la última cena era propiedad de José de Arimatea. Tras la resurrección de Jesús, José de Arimatea fue encarcelado, acusado por los judíos de haber sustraído el cuerpo de su sepulcro para hacer creer que había resucitado. Se le encerró en una torre, donde recibió la visión del Cristo Resurrecto y la revelación del misterio del cual es símbolo el Santo Grial. “Tú custodiarás el Grial y después de ti aquellos que tú designarás”, se dice que fueron las palabras de Jesús.
Luego de ser liberado, y debido a la persecución de los judíos en Jerusalén, un grupo de cristianos encabezados por él se embarcó en uno de sus barcos y navegaron hasta las costas de Francia en el Mediterráneo. Acompañaban a José de Arimatea, entre otros, María Magdalena, Marta, María Salomé (madre de los apóstoles Juan y Santiago), María Jacobé (madre de los apóstoles Santiago ?el menor? y Judas Tadeo), Marcial y Lázaro. Ellos fueron los primeros evangelizadores de esa zona.
En el año 63, José de Arimatea (ahora santo) se trasladó a las islas británicas, estableciéndose en la ciudad de Glastonbury, donde fundó la primera iglesia británica consagrada a la Virgen y a donde, según leyendas de la Edad Media, llevó el Santo Grial. En estos datos se han basado quienes plantean la teoría de que Jesús no murió en la cruz sino fue curado de sus heridas por José de Arimatea y algún tiempo después se marchó de Jerusalen con María Magdalena, con quien supuestamente procreó varios hijos que fueron los fundadores de lo que se conoce como ?Los Templarios?, teoría en la que se basó el autor de la controvertida novela Código Da Vinci que fue un best-seller y posteriormente fue llevada a la pantalla y provocó una fuerte polémica mundial, sobre todo por la oposición de la orden Opus Dei.
Volviendo al tema inicial, de otra cosa que no cabe la menor duda es que las procesiones de Semana Santa son el mejor negocio que hacen algunas iglesias que compiten entre ellas para atraer al mayor número de cargadores que, naturalmente, tienen que pagar una buena cantidad de quetzales por el derecho a cargar una anda durante un corto recorrido. A tal extremo que actualmente hay una anda que requiere de 142 cargadores y todos pagan una respetable suma de dinero por cargar una corta distancia. Echen pluma y verán cuánto es lo que suma lo que produce esa ?santa? procesión.
Está bien que carguen si quieren quienes tienen esa devoción o costumbre, pero me parece que no está bien que los papás pongan a cargar a sus hijitos de sólo 5 o 7 años supuestamente para ?crearles la fe?. ¡Eso es abuso de poder! ¡Debería ser prohibido por las autoridades! El Procurador de los Derechos Humanos debería decir algo al respecto, pero no creo que lo hará el doctor Sergio Morales Alvarado ahora que está próxima la elección para el siguiente período y no se va a meter en ese rollo por temor a la reacción negativa de los padres de familia que lo hacen. A propósito, han sido muy buenos los numerosos artículos dominicales que ha escrito y publicado en Prensa Libre el estimado y veterano colega y amigo Luis Morales Chúa para aplaudir la labor que ha realizado el actual procurador de los Derechos Humanos y tratar de promover su reelección, pero me parece que debió decir que el susodicho es su hijo, de quien, evidentemente, está muy satisfecho y orgulloso. Por lo cual lo felicito, pero si mi voto sirviese de algo yo votaría por el doctor Ramón Cadena.
Aprovecho esta oportunidad para protestar por el abuso de poder de las autoridades municipales de la Antigua Guatemala por cobrar Q.20 por el ingreso de los automóviles a esa población. Dicen que es por ?derecho de estacionamiento? en las calles, pero después resulta que no se puede estacionar en ninguna parte porque por todas las calles pasan las numerosas procesiones. ¿Con qué derecho se cobra la entrada a una población? ¿No hay una autoridad superior que les prohiba hacerlo? ¡Por eso es que estamos como estamos! ¿Cómo estamos? ¡Pues bien fregados!
Volviendo a las procesiones, el riesgo que corren algunas de las muchas personas que participan en ellas ?no todas afortunadamente- es caer en la idolatría cuando “veneran” las esculturas que cargan y no lo que éstas representan. ¡Cuidado católicos guatemaltecos con caer en la idolatría!