1.- Omnia in bonum o “no hay mal que para bien no venga”.
El latinajo que sirve de título a la primera nota de esta Miscelánea me lo mandó desde España un querido amigo gallego y significa “todo sucede para bien”, similar a las expresiones populares que dicen que “no hay mal que por bien no venga”, y “Dios sabe lo que hace”, que se aplica en los casos en los cuales nos ocurre algún acontecimiento que aparentemente ha sido malo, pero al final de cuentas comprobamos que ha sido para nuestro bien. Al volver a dejar de escribir para elPeriódico, me siento satisfecho de lo que publiqué durante los últimos ocho meses (sin que se me pagara un solo centavo) y me propongo continuar publicando en este blog los comentarios sobre los episodios históricos ocurridos en nuestro país, porque creo que es lamentable que los guatemaltecos ignoremos los entretelones de nuestra historia. Por otra parte, no voy a tener que dedicar tanto tiempo a revisar lo que escribía porque, perfeccionista como soy, para bien o para mal, siempre me esmero en asegurarme de que se vaya a publicar exactamente lo que he escrito. Por lo cual debo agradecer la valiosa ayuda de ciertas personas eficientes, encabezadas por la Jefe de Redacción, Julia Corado, porque durante esos ocho meses fueron excelentes colaboradores.
Pero volviendo al latinajo Omnia in bonum, les confieso que últimamente me causaba mucho estress el hecho que a mi avanzada edad (nada menos que 87 años), o sea que en las postrimerías de mi vida, tuviese que dedicar tanto tiempo a escribir una columna los lunes y una página completa los días miércoles y sábados. Por lo cual muchas veces tuve que acortar el agradable tiempo que compartía con mis queridos amigos, hasta en los gratos almuerzos de la Cofradía de los Viernes, por tener que ir a revisar mis trabajos. En cambio, ahora me alegra volver a dedicarme exclusivamente a este blog en el que soy libre para publicar todo lo que quiera y cuando quiera, sin tener un término para entregar mi material ni tener que soportar que alguna persona me pida que me retracte de lo que dije, o que presente mis disculpas de rodillas a un diplomático afroamericano que supuestamente se sintió que fue un “feroz ataque racial”, como dijo Zamora, solo porque dije que si no enmienda su comportamiento de inmiscuirse en los asuntos internos de nuestro país va a dejar en Guatemala “un recuerdo más negro que el color de su piel”. Ni modo que le llamara “canche”, ¿verdad? Y califiqué de “magnífico claro oscuro” una excelente fotografía que Siglo.21 publicó en su portada el viernes 8 del mes en curso, la cual reproduzco más abajo.
La reiterada violación al artículo 41 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas pudo comprobarse muchas veces, pero nunca como en la primera plana de elPeriódico que publicó esta portada. Y el ingeniero José Rubén Zamora, presidente de elPeriódico, no tuvo dignidad para señalar dicha violación y pedir a su amigo el embajador afroamericano de los Estados Unidos de América, Todd Robinson, que tenga respeto por las autoridades de nuestro país, porque entre otras cosas dijo que no le importa lo que dijeron tanto el presidente de la república como el Nuncio Apostólico, en sendos discursos durante un almuerzo que tuvo lugar en la Nunciatura, conmemorando el primer aniversario de la toma de posesión del papa Francisco. Los únicos que lo hicimos fuimos el ilustre doctor Armando de la Torre, quien pidió que declaren “Non grato” a Robinson, Ricardo Méndez Ruiz, que llegó al extremo de demandar al Canciller Carlos Raúl Morales por “incumplimiento de deberes” por no haber prohibido a Robinson hacer esos comentarios, y yo, que por esa misma razón ya me he vuelto a retirar de elPeriódico; y al columnista Méndez Ruiz a quien sorpresivamente llamó por teléfono el director Rodolfo Móvil –ni siquiera tuvo la hombría de bien Zamora de llamarle él nismo– para decirle que “por razones económicas” no van a poder seguir publicando su columna quincenal. ¿Razones económicas? ¡Si tampoco le pagaban ni un centavo!
Pero engolosinado con la publicación de su entrevista en elPeriódico, el embajador Robinson continuó dando declaraciones por el estilo en el diario Siglo.21 como se puede ver.
Como comprenderán, no se puede llamar “canche” al embajador afroamericano Todd Robinson. Vean si no es verdad que esta magnífica fotografía anónima (porque en Siglo.21 no le dieron crédito al autor), parece una pintura de Michelángelo Merisi da Caravaggio, mejor conocido simplemente como Caravaggio, nacido en Milán el 29 de septiembre de 1571 y fallecido en Porto Ércole el 18 de julio de 1610, fue un gran pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia, entre los años 1593 y 1610. Es considerado como el primer gran exponente de la pintura del período Barroco.
El término claroscuro, palabra proveniente del italiano chiaroscuro, es una técnica de pintura que consiste en el uso de contrastes fuertes entre volúmenes, unos iluminados y otros ensombrecidos, para destacar más efectivamente algunos elementos. Esta técnica permite crear mayores efectos de relieve y modelado de las formas, a través de la gradación de tonos lumínicos. Desarrollada inicialmente por los pintores flamencos e italiano del Cinquecento, la técnica alcanzaría su madurez en el período Barroco, en especial con Caravaggio, dando lugar al estilo llamado tenebrismo. (Tomado de la Enciclopedia libre Wikipedia).
2.- Primeros 100 días del actual gobierno
Ya se han cumplido los primeros cien días desde que asumieron la Presidencia y la Vicepresidencia de la República los señores comediante Jimmy Morales y doctor Jafeth Cabrera, respectivamente. Y, por mucho que algunos hemos pedido a la población, a los medios de comunicación y a las redes que se le de el beneficio de la duda, la verdad es que no ha dado muestras de su capacidad para gobernar el país. Desde antes de que asumiera la primera magistratura de la Nación se sabía que no tenía experiencia política, pero eso mismo fue lo que le valió ser electo porque el pueblo ya estaba harto de los políticos corruptos e incapaces que se sucedieron últimamente. Principalmente el licenciado Óscar Berger Perdomo, el ingeniero Álvaro Colom Caballeros y su esposa Sandra Torres Casanova y el general Otto Fernando Pérez Molina y su compañera Ingrid Roxana Baldetti Elías, ambos actualmente en la cárcel preventiva mientras están siendo juzgados por un buen número de delitos.
Pero nuestro actual mandatario, el licenciado en administración de empresas Jimmy Morales Cabrera, de quien se dice que fue un exitoso comediante, antes de ser candidato presidencial, sigue cometiendo imperdonables errores cada vez que toma la palabra y llena de fábulas su discurso. Sin embargo, la cereza del pastel hasta el momento ha sido su reciente respuesta a un reportero del influyente diario The New York Times cuando le preguntó su opinión acerca del muro que ha dicho el repugnante precandidato Republicano Donald Trump que va a levantar entre México y Estados Unidos de América si gana primero la nominación de su partido y después las elecciones presidenciales, y el comediante gobernante de Guatemala contestó que va a ofrecerle “mano de obra barata” para construirla. Lo cual dice que lo dijo en broma (y es creíble), pero debe entender que fue una broma políticamente incorrecta y de muy mal gusto, sobre todo para los migrantes. Ya va siendo hora que el presidente Jimmy Morales comprenda que ya no es un comediante en sus antiguas Moralejas, y que ahora debe actuar como si fuese un estadista… aunque bien sabemos que no lo es.
3.- 400 años de la muerte de tres grandes
Por estos días de abril fallecieron hace 400 años tres grandes exponentes de la literatura universal: el británico William Shakespeare, el español Miguel de Cervantes y Saavedra y el inca Garcilaso de la Vega.
William Shakespeare
William Shakespeare nació en Stratford-upon-Avon el 26 de abril de 1564 y falleció el 3 de mayo de 1616. Fue bautizado el 26 de abril de 1564 (según el calendario Juliano) y falleció en Straford-upon-Avon, Reino Unido, el 3 de mayo de 1616 (según el calendario gregoriano, pero según el calendario juliano el 23 de abril de 1616
Fue un dramaturgo, poeta y actor, conocidoConocido como El Bardo de Avon (o simplemente El Bardo), Shakespeare es considerado el escritor más importante en la lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal.
Según la Encycopedia Británica, “Shakespeare es generalmente reconocido como el más grande escritor de todos los tiempos, figura única en la historia de la literatura. La fama de otros poetas, tales como Homero y Dante Alighieri, o de novelistas como Miguel de Cervantes, León Tolstoy o Charles Dickens, ha trascendido las barreras nacionales, pero ninguno de ellos ha llegado a alcanzar la reputación de Shakespeare, cuyas obras […] hoy se leen y representan con mayor frecuencia y en más países que nunca. La profecía de uno de sus grandes contemporáneos, Ben Jonson se ha cumplido por tanto: “Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad”.
El crítico estadounidense Harold Bloom sitúa a Shakespeare, junto a Dante Alighieri, en la cúspide de su “canon occidental”: “Ningún otro escritor ha tenido nunca tantos recursos lingüísticos como Shakespeare, tan profusos en Trabajos de amor perdidos que tenemos la impresión de que, de una vez por todas, se han alcanzado muchos de los límites del lenguaje. Sin embargo, la mayor originalidad de Shakespeare reside en la representación de personajes: Bottom es un melancólico triunfo; Shylock, un problema permanentemente equívoco para todos nosotros; pero sir John Falstaff es tan original y tan arrollador que con él Shakespeare da un giro de ciento ochenta grados a lo que es crear a un hombre por medio de palabras”
El crítico, escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges escribió sobre él: “Shakespeare es el menos inglés de los poetas de Inglaterra. Comparado con Robert Frost (de New England), con William Wordsworth, con Samuel Johnson, con Chaucer y con los desconocidos que escribieron, o cantaron, las elegías, es casi un extranjero. Inglaterra es la patria del understatement, de la reticencia bien educada; la hipérbole, el exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare”.
Shakespeare fue poeta y dramaturgo venerado ya en su tiempo, pero su reputación no alcanzó las altísimas cotas actuales hasta el siglo XIX. Los románticos, particularmente, aclamaron su genio, y los victorianos adoraban a Shakespeare con una devoción que el escritor irlandés George Bernard Shaw denominó “bardolatría”.
En el siglo XX, sus obras fueron adaptadas y redescubiertas en multitud de ocasiones por todo tipo de movimientos artísticos, intelectuales y de arte dramático. Las comedias y tragedias shakespearianas han sido traducidos a las principales lenguas, y constantemente son objeto de estudios y se representan en diversos contextos culturales y políticos de todo el mundo. Por otra parte, muchas de las citas y aforismos que salpican sus obras han pasado a formar parte del uso cotidiano, tanto en inglés como en otros idiomas. Y en lo personal, con el paso del tiempo, se ha especulado mucho sobre su vida, cuestionando su sexualidad, su filiación religiosa, e incluso la autoría de sus obras.
El 28 de noviembre de 1582, cuando tenía 18 años de edad, Shakespeare contrajo matrimonio con Anne Hathaway, de 26 años, originaria de Temple Grafton, localidad próxima a Stratford. Dos vecinos de Anne, Fulk Sandalls y John Richardson, atestiguaron que no existían impedimentos para la ceremonia. Parece que había prisa en concertar la boda, tal vez porque Anne estaba embarazada de tres meses. Tras su matrimonio, apenas hay huellas de Shakespeare en los registros históricos, hasta que hace su aparición en la escena teatral londinense. El 26 de mayo de 1583, la hija primogénita de la pareja, Susanna, fue bautizada en Stratford. Un hijo, Hamnet, y otra hija, Judith, nacidos mellizos, fueron asimismo bautizados poco después, el 2 de febrero de 1585. Hamnet murió a los once años, y solamente llegaron a la edad adulta sus hijas. A juzgar por el testamento del dramaturgo, que se muestra algo desdeñoso con Anne Hathaway, el matrimonio no estaba bien avenido.
Los últimos años de la década de 1850 son conocidos como los “años perdidos” del dramaturgo, ya que no hay evidencias que permitan conocer dónde estuvo, o por qué razón decidió trasladarse de Stratford a Londres. Según una leyenda que actualmente resulta poco creíble, fue sorprendido cazando ciervos en el parque de sir Thomas Lucy, el juez local, y se vio obligado a huir. Según otra hipótesis, pudo haberse unido a la compañía teatral Lord Chamberlain’s Men a su paso por Stratford. Un biógrafo del siglo XVII, John Aubrey, recoge el testimonio del hijo de uno de los compañeros del escritor, según el cual Shakespeare habría pasado algún tiempo como maestro rural.
Miguel de Cervantes y Saavedra
Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y falleció en Madrid el 22 de abril de 1616. Fue un soldado, novelista, poeta y dramaturgo español. Está considerado la máxima figura de la literatura española y es universalmente conocido por haber escrito Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además de ser el libro más editado y traducido de la historia, solo superado por la Biblia. Se le ha dado el sobrenombre de “Príncipe de los Ingenios”.
Desde el siglo XVIII está admitido que el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes fue Alcalá de Henares, dado que allí fue bautizado, según su acta bautismal, y que de allí aclaró ser natural en la llamada Información de Argel (1580).8 El día exacto de su nacimiento es menos seguro, aunque lo normal es que naciera el 29 de septiembre, fecha en que se celebra la fiesta del arcángel San Miguel, dada la tradición de recibir el nombre del santoral del día del nacimiento. Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María la Mayor. El acta del bautizo reza: “Domingo, nueve días del mes de octubre, año del Señor de mill e quinientos e quarenta e siete años, fue baptizado Miguel, hijo de Rodrigo Cervantes e su mujer doña Leonor. Baptizóle el reverendo señor Bartolomé Serrano, cura de Nuestra Señora. Testigos, Baltasar Vázquez, Sacristán, e yo, que le bapticé e firme de mi nombre. Bachiller Serrano”.
Sus abuelos paternos fueron el licenciado en leyes Juan de Cervantes y doña Leonor de Torreblanca, hija de Juan Luis de Torreblanca, un médico cordobés; su padre se llamaba Rodrigo de Cervantes (1509-1585) y nació en Alcalá de Henares por casualidad porque su padre tenía entonces su trabajo allí. Lo educaron para ser cirujano, oficio más parecido al antiguo título de practicante que a nuestra idea de médico, pero la secuela de una enfermedad infantil lo dejó desde niño con una extrema sordera, lo que se averiguó por un documento exhumado por Krzystof Sliwa según el cual el escritor hizo al menos una vez de intérprete para su padre.
Don Rodrigo no pudo seguir estudios continuados no solo por su sordera, sino por el carácter inquieto e itinerante de su familia, que llegó a moverse entre Córdoba, Sevilla, Toledo, Cuenca, Alcalá de Henares, Guadalajara y Valladolid, que se sepa; sin embargo aprendió cirugía de su abuelo materno cordobés y del padrastro, también médico, que lo sucedió, sin llegar a contar nunca con un título oficial.
Según Américo Castro, Daniel Eisenberg y otros cervantistas, Cervantes poseía ascendencia conversa por ambas líneas familiares; por el contrario, su último biógrafo, Jean Canavaggio, afirma que no está probado y lo compara con los documentos que apoyan esta ascendencia sin lugar a dudas para Mateo Alemán; en todo caso, la familia Cervantes estaba muy bien considerada en Córdoba y ostentaba allí y en sus cercanías cargos importantes. El padre del escritor, Rodrigo, casó con Leonor Cortinas, de la cual apenas se sabe nada, excepto que era natural de Arganda del Rey. Los hermanos de Cervantes fueron Andrés (1543), Andrea (1544), Luisa (1546), que llegó a ser priora de un convento carmelita; Rodrigo (1550), también soldado, que le acompañó en el cautiverio argelino; Magdalena (1554) y Juan, solo conocido porque su padre lo menciona en el testamento.
Hacia 1551, Rodrigo de Cervantes se trasladó con su familia a Valladolid. Por deudas, estuvo preso varios meses y sus bienes fueron embargados. En 1556 se dirigió a Córdoba para recoger la herencia de Juan de Cervantes, abuelo del escritor, y huir de los acreedores. No existen datos precisos sobre los primeros estudios de Miguel de Cervantes, que, sin duda, no llegaron a ser universitarios. Parece ser que pudo haber estudiado en Valladolid, Córdoba o Sevilla.. También es posible que estudiara en algún colegio de la Compañía de Jesús, ya que en la novela El coloquio de los perros describe un colegio de jesuitas con una precisión que parece propia de su experiencia estudiantil.
En 1556 se establece en Madrid. Asiste al Estudio de la Villa, regentado por un buen catedrático de gramática, el filoerasmista Juan López de Hoyos, quien en 1569 publicó un libro sobre la enfermedad y muerte de la reina doña , Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. López de Hoyos incluye en ese libro dos poesías de Cervantes, a quien llama nuestro caro y amado discípulo. Esas son sus primeras manifestaciones literarias. En estos años Cervantes se aficionó al teatro viendo las representaciones de Lope de Rueda, como afirma en el prólogo que puso a sus Ocho comedias y ocho entremeses (1615).
Se ha conservado una providencia de Felipe II que data de 1569, donde manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara realmente de Cervantes y no de un homónimo, podría ser este el motivo que le hizo huir a Italia. Llegó a Roma en diciembre del mismo año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto, que tanto influyeron en el Don Quijote según Marcelino Menéndez y Pelayo, y los Diálogos de amor del judío sefardita León Hebreo (Yehuda Abrabanel), de inspiración neoplatónica, que determinarán su idea del amor. Cervantes se imbuye del estilo y del arte de Italia, y guardará siempre tan gratísimo recuerdo de aquellos estados, que al principio de El licenciado Vidriera, una de sus Novelas ejemplares, hace poco menos que una guía turística de ella:
Llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova; y, desembarcándose en su recogido mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas con el presente gaudeamus. Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Montefrascón, la fuerza del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las Cinco Viñas […] Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio, que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco. Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las ginovesas, y la gentileza y gallarda disposición de los hombres; la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas como diamantes en oro. […] Y en cinco [días] llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. […] Y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza; y, así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes; por su famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras, que con solo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana. Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del Sumo Pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones
Se pone al servicio de Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570 y a quien probablemente conoció en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma, Ferrara, itinerario que también aparece admirativamente comentado en El licenciado Vidriera. Pronto lo dejará para ocupar la plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571 participó en la batalla de Lepanto, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”, formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, “hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria”, y hermanastro del rey, y donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués. En una información legal elaborada ocho años más tarde se dice:
Cuando se reconosció el armada del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho capitán… y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta, y que con su salud… Y peleó como valente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga… De la dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano”.
De ahí procede el apodo de Manco de Lepanto, que se interpreta mal, pues la mano izquierda no le fue cortada, sino que se le anquilosó al perder el movimiento de ella cuando un trozo de plomo le seccionó un nervio; estaba, pues, tullido de la mano izquierda. Aquellas heridas no debieron ser demasiado graves pues, tras seis meses de permanencia en un hospital de Messina, Cervantes reanudó su vida militar, en 1572. Tomó parte en las expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez (1573). En todas ellas bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el aguerrido tercio del famoso Lope de Figueroa, personaje que aparece en El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca.
Después recorrió las principales ciudades de Sicilia, Cerdeña, Génova y Lombardía. Y permaneció finalmente dos años en Nápoles, hasta 1575. Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la batalla de Lepanto, que para él fue, como escribió en el prólogo de la segunda parte de El Quijote, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.
Cervantes fallece de diabetes en Madrid a la edad de 68 años, en la conocida Casa Cervantes, situada en la esquina entre la calle de León y la calle Francos, en el ya citado Barrio de las Letras o barrio de las Musas, en el entorno del conocido Madrid de los Austrias. Cervantes deseó ser enterrado en la iglesia del convento de las Trinitarias Descalzas, en el mismo barrio, ya que cuando fue llevado preso en Argel, la congregación de los trinitarios ayudó, hicieron de intermediarios y recogieron fondos para que él y su hermano Rodrigo fueran liberados.
El convento actual fue construido en distintas fases. En el momento en que Cervantes fue enterrado allí, el convento tenía una capilla pequeña con acceso por la calle Huertas, pero posteriormente fue edificada una iglesia mayor en el mismo sitio y se trasladó a este nuevo templo a las personas que se encontraban enterradas en el anterior. El cuerpo de Cervantes también fue trasladado pero se desconocía el lugar exacto en el que se encontraba. En julio de 2011 saltó la noticia de que el historiador Fernando de Prado se proponía encontrar los restos de Cervantes liderando un grupo de expertos, explorando las diferentes partes del convento, de 3000 metros cuadrados, para investigar mejor su aspecto físico y las causas de su muerte.
El 24 de enero de 2015, un equipo de arqueólogos, liderado por el forense Francisco de Etxeberria, anunció haber encontrado un ataúd con las iniciales «M.C.», el cual fue sometido a estudio para determinar con exactitud si los huesos en él contenidos eran los del célebre escritor, aunque al día siguiente la epigrafista de la UAM Alicia M. Canto recomendó cautela, ya que las letras podían leerse en realidad “M. G.”, y su tipo y técnica corresponder más bien al siglo XVIII. Al día siguiente se anunció que “el comité científico reunido en las excavaciones llegó a la conclusión de que los huesos no corresponden a los del escritor, puesto que pertenecerían a personas de menor edad” Finalmente, el 17 de marzo de 2015, los expertos anunciaron que “tras las evidencias de las pruebas históricas, arqueológicas y antropológicas, se ha podido acotar la ubicación de los restos en una concentración de huesos, fragmentados y deteriorados, correspondientes a diecisiete personas, entre los que posiblemente se encuentren los de Cervantes y su esposa», aunque no faltaron otras opiniones críticas, como la del profesor Francisco Rico que declaró: “Es que no hay tal hallazgo. Sabemos lo mismo que sabíamos antes”.
Miguel de Cervantes cultivó, pero a su original modo, los géneros narrativos habituales en la segunda mitad del siglo XVI: la novela bizantina, la novela pastoril, la novela picaresca, la novela moisca, la sátira lucianesca, la miscelánea. Renovó un género, la novella, que se entendía entonces a la italiana como relato breve, exento de retórica y de mayor trascendencia.
Orden cronológico:
- La Galatea (1585)
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
- Novelas Ejemplares (1613)
- Segunda parte de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)
- Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)
La Galatea fue la primera novela de Cervantes, en 1585. Forma parte del subgénero pastoril (una “égloga en prosa” como define el autor), triunfante en el Renacimiento. Su primera publicación apareció cuando tenía 38 años con el título de Primera parte de La Galatea. Como en otras novelas del género (similar al de La Diana de Jorge de Montemayor), los personajes son pastores idealizados que relatan sus cuitas y expresan sus sentimientos en una naturaleza idílica (locus amoenus).
La Galatea se divide en seis libros en los cuales se desarrollan una historia principal y cuatro secundarias que comienzan en el amanecer y finalizan al anochecer, como en las églogas tradicionales, pero de la misma manera que en los poemas bucólicos de Virgilio cada pastor es en realidad una máscara que representa a un personaje verdadero.
Don Quijote de la Mancha es la novela cumbre de la literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605 y obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales lenguas europeas y es una de las obras con más traducciones del mundo. En 1615 se publicó la segunda parte.
En un principio, la pretensión de Cervantes fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante. Para Cervantes, el estilo de las novelas de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran disparatadas. A pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito inicial fue superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.
Es probable que Cervantes se inspirara en el Entremés de los romances, en el que un labrador pierde el juicio por su afición a los héroes del Romancero viejo.
Garcilaso de la Vega
Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega nació en Cuzco, Gobernación de Nueva Castilla, el 12 de abril de 1539 y falleció en Córdoba, Corona de Castilla, el 23 de abril de 1616, fue un escritor e historiador peruano de ascendencia española e inca. Se le considera como el “primer mestizo biológico y espiritual de América”, o en otras palabras, el primer mestizo racial y cultural de América que supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana y la europea, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual. Luis Alberto Sánchez lo describe como “el primer mestizo de personalidad y ascendencia universales que parió América”. Se le conoce también como el “príncipe de los escritores del Nuevo Mundo”, pues su obra literaria, que se ubica en el período del Renacimiento, se destaca por un gran dominio y manejo del idioma castellano, como lo han reconocido críticos como Menéndez de Pelayo, Ricardo Rojas, Raúl Porras Barrenehea y José de la Riva Agüero y Osma. Augusto Tamayo Vargas afirma que “Si la historia y la prosa de ficción se ejemplarizan en Garcilaso, también el ensayo tiene en él un alto representante”. Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura, le reconoce también dotes de consumado narrador, destacando su prosa bella y elegante. Temporalmente se le ubica en la época de los cronistas post toledanos, es decir de la etapa posterior al gobierno del virrey Francisco de Toledo, durante el período colonial (fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII). Desde el punto de vista estrictamente historiográfico, su obra tuvo mucha influencia en los historiadores peruanos hasta fines del siglo XIX, cuando surgieron críticos que empezaron a cuestionar la veracidad de sus informaciones. Su padre fue sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega del Siglo de Oro de España, por lo que el Inca Garcilaso de la Vega sería sobrino-nieto por parte de la familia de su padre del famoso poeta renacentista castellano.
En su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, publicada en Lisboa en 1609, expuso la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú, libro que luego del levantamiento de Túpac Amaru II sería prohibido por la Corona española en todas sus colonias de América, al considerarla sediciosa y peligrosa para sus intereses, pues alentaba el recuerdo de los incas. Esta prohibición rigió desde 1781, aunque la obra se siguió imprimiendo en España.
Otras obras importantes del Inca Garcilaso son La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de la conquista española de Florida; y la Segunda parte de los Comentarios Reales, más conocida como Historia General del Perú (Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el autor trata sobre la conquista del Perú y el inicio del Virreinato.
El Inca Garcilaso de la Vega era hijo del conquistador español capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, de la nobleza extremeña, y de la ñusta o princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Cápac, emperador del “reino de las cuatro partes o suyos” o Tahuantinsuyo (nombre del Imperio incaico en su lengua nativa quechúa). Su nombre de bautismo fue Gómez Suárez de Figueroa, que tiempo después, radicando en España, se lo cambiaría por el de Inca Garcilaso de la Vega.
Gracias a la privilegiada posición de su padre, que perteneció a la facción pizarrista, fue bautizado con los apellidos ilustres del mayor de sus tíos paternos y de otros antepasados que pertenecieron a la casa de Feria. Recibió en el Cuzco una esmerada educación en primeras letras a cargo de Juan de Alcobaza, al lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro, mestizos e ilegítimos como él, pero durante sus primeros años también estuvo en estrecho contacto con su madre y con lo más selecto de la nobleza inca, entre los que se contaban los hijos de Huayna Cápac: Paullu Inca y Tito Auqui. Accedió pues a la instrucción de los amautas o sabios incas versados en la mitología y cultura incas:
Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: “Trocósenos el reinar en vasallaje, etc.” En estas pláticas, yo como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban y me holgaba de las oír, como holgaban los tales de oír fábulas.
Sin embargo, su padre se vio obligado a abandonar a la princesa inca a causa de la presión de la corona para que los nobles españoles se casasen con damas nobles españolas, y así lo hizo para contraer matrimonio con Luisa Martel de los Ríos; sin embargo, no lo hizo sin conceder antes a su madre una cuantiosa dote, que le sirvió para casarse con Juan del Pedroche, un soldado peninsular, de la que tendría el inca dos medias hermanas, Luisa de Herrera y Ana Ruiz.
Su adolescencia estuvo ensombrecida por las cruentas guerras civiles del Perú, y él y su padre padecieron la persecución de los rebeldes Gonzalo Pizarro y Francisco Carvajal. Su padre optó por enrolarse en el bando de Pizarro, aunque forzadamente, según contaría más tarde el Inca Garcilaso, pero retornó al bando real sumándose al ejército del presidente Pedro de Gasca durante la batalla de Jaquijahuana, por lo que fue conocido despectivamente como el “leal de tres horas”. Este episodio tendría luego mucha repercusión en la vida posterior del Inca Garcilaso.
Hacia 1550, el todavía pequeño Garcilaso fue enviado a Charcas, para volver después al Cuzco, donde fue testigo de la rebelión de FranciscoHernández Girón, ocasión en la cual ayudó a su padre, entonces alcalde ordinario de la ciudad, a huir por los tejados de las casas (1553). Su padre le tuvo en gran estima, como demuestra el hecho del cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el hecho de que le legara en su testamento (1559) tierras en la región de Paucartambo y cuatro mil pesos de oro y plata “ensayados” (es decir, de la más probada calidad) para que el joven mestizo cursara estudios en España.
El 20 de enero de 1560, a los veintiún años de edad y poco después del fallecimiento de su padre, Garcilaso salió del Cuzco rumbo a la Ciudad de los Reyes (Lima), dispuesto a embarcarse hacia España. Este viaje se mostraría particularmente arriesgado. Partió del puerto del Callao, estuvo a punto de naufragar en la isla de Gorgona, cruzó a lomos de mula el istmo de Panamá, llegó a Cartagena de Indias para tomar la ruta de los galeones hasta La Habana y las islas Azores, donde un marinero portugués le salvó la vida antes de llegar a Lisboa.
Tras una breve estancia en Extremadura, donde visitó a unos familiares, se estableció en la ciudad cordobesa de Montilla, donde residía su tío Alfonso de Vargas. Luego, en 1561, se trasladó a Madrid a solicitar algunas mercedes que la Corona le debía a su padre por sus servicios en el Perú, y allí conoció al conquistador Gonzalo Silvestre, quien le suministró numerosos datos para su obra La Florida del Inca. Su solicitud a la Corona le fue denegada porque acusaron a su padre de favorecer al rebelde Gonzalo Pizarro dándole un caballo que le salvó la vida en la batalla de Huarina, y tal versión fue apoyada por los cronistas de indias oficiales). Desengañado, pensó en volver a Perú en 1563, pero optó por permanecer en la península y seguir la carrera militar, como su padre. Abandonó el nombre de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el de Garcilaso de la Vega, por el que sería conocido por la posteridad.
Como su padre, logró el grado de capitán, y tomó parte en la represión de la Rebelión de las Alpujarras de los moriscos de Granada bajo el mando de don Juan de Austria (1569). Entre 1570 y 1571 se enteró de la muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó bienes en su testamento que hicieron que en el futuro no tuviese que preocuparse de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura. En 1586 falleció su tía doña Luisa Ponce, viuda de su tío Alonso, cuyos bienes acrecentaron aún más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la cultura. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en la religión.
Frecuentó los círculos humanísticos de Sevilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la celebrada traducción del italiano que hizo de los Diálogos de amor del filósofo neoplatónico León Hebreo, que dio a conocer en Madrid en 1590 como La Traducción del Indio de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo (su prólogo está fechado en Montilla, 1586). Fue su primer libro, y la primera obra literaria de valor superlativo hecha por un americano. Ya por entonces firmaba como Garcilaso Inca de la Vega y se presentaba como hijo del Cuzco, ciudad a la que definía como cabeza de imperio.
Por entonces tuvo una relación estrictamente comercial con el célebre Luis de Góngora y en Montilla coincidió con Miguel de Cervantes que recaudaba fondos para la corona. Y parece ser que Cervantes conocía las obras del insigne mestizo porque había leído la traducción por Garcilaso de los Diálogos de amor de León Hebreo.
Se trasladó a Córdoba en 1591, y se relacionó con algunos doctores, como el jesuita Juan de Pineda, quien le instó a preparar un comentario piadoso de las Lamentaciones de Job. Por entonces continuaba recopilando material para sus proyectadas obras sobre la conquista de La Florida y del Perú, así como todo lo relacionado con el imperio inca. Una de esas fuentes fue la crónica, hoy perdida, de Blas Valera.
En 1596 escribió la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas, nombre de un célebre capitán que fue antepasado suyo, obra que no se publicaría sino hasta el siglo XX.
Simultáneamente se relacionó con soldados participantes de la conquista de La Florida y se encontró con dos, Alonso Carmona y Juan Coles, que le obligaron a retocar lo que ya tenía escrito sobre la expedición de Hernando de Soto. En 1605 publicó finalmente la obra en Lisboa, con el título La Florida del Inca.
En 1609 apareció publicada, también en Lisboa, la Primera Parte de su obra cumbre, Comentarios Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro Crasbeeck y dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza. Hacia 1612 culminó la Segunda Parte de esta obra, que fue publicada póstumamente en Córdoba con el título Historia General del Perú y dedicado a la Vírgen María.
En 1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde él quiere ser enterrado, y fallece cuatro años después, entre el 22 y el 24 de abril de 1616 como fechas probables. En aquella capilla sus albaceas grabaron esta lápida:
El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. De las Casas de los duques de Feria e Infantado y de Elisabeth Palla, hermana de Huayna Capac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida. Tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios reales. Vivió en Córdoba con mucha religión. Murió ejemplar: dotó esta capilla. Enterróse en ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos perpetuos los señores Deán y Cabildo de esta santa iglesia. Falleció a 23 de abril de 1616.
El 25 de noviembre de 1978 el rey Juan Carlos I de España hizo entrega de una arqueta que contenía una parte de sus cenizas que actualmente reposan actualmente en la Catedral de Cusco, Perú, su tierra natal.
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