Un poco de historia (7)
De Barillas a Reina Barrios
El Presidente Manuel Lisandro Barillas no era una persona ilustrada, ni culta, ni preparada para ser Presidente de la República, ni era un político con experiencia, pero tampoco tenía un pelo de tonto, su inteligencia era innegable y cuando estaba llegando al final del período constitucional, del 15 de marzo 1886 al 15 de marzo de 1892, convocó a elecciones. Y antes de que tuvieran lugar llamó para hablarles a los tres candidatos liberales que se presentaban en la contienda: el doctor Lorenzo Montúfar y Rivera, de 69 años de edad; el licenciado Francisco Lainfiesta Torres, de 55 años; y el general José María de Jesús Reina Barrios, de 38 años, sobrino de El Reformador, general Justo Rufino Barrios.
El doctor Lorenzo y Rivera (1823-1898), fue un destacado diplomático, político y abogado guatemalteco de gran renombre internacional, un consumado orador, escritor y líder, fue partícipe importante del gobierno liberal del general Justo Rufino Barrios; también fue Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica en dos oportunidades y Rector de la Universidad de Santo Tomás. Hacia el final de su vida, fue candidato presidencial para reemplazar al general Barillas, por el partido liberal, pero perdió.
El licenciado Francisco Lainfiesta Torres nació en la Ciudad de Salamá, Baja Verapaz, el 23 de septiembre de 1837, hijo del señor Francisco de Enfiesto y de doña Eulogia Torres. Su padre era un español nacido en Asturias y madre salamateca. Su padre estableció un negocio en Rabinal, donde los nativos fonetizaron el apellido Enfiesto por Lainfiesta, como quedó hasta nuestros días. Don Francisco Lainfiesta aprendió a leer y escribir usando la histórica y famosa Cartilla de San Juan, siendo su primer maestro un talabartero de Salamá. Su padre fue uno de los soldados que en 1870 defendieron la plaza de Salamá de las fuerzas del general Rafael Carrera. Se trasladó a la capital de Guatemala, donde a la edad de 14 años recibió el título de Bachiller en Filosofía en la escuela privada de don Andrés Pineda, donde se enseñaba por el método Lancsteriano. Prosiguió sus estudios en la Escuela de leyes de la Universidad de San Carlos. Durante la época estudiante de leyes sirvió como meritorio en la secretaría de la Corte Suprema de Justicia y más tarde fue tercer escribiente en la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde por entonces se desempeñaba como Subsecretario el escritor José Milla y Vidaurre. Ellos estimulan el amor a la literatura y la vocación de escritor de Lainfiesta. En 1860 se casó con la señorita Luz Saravia, hija del famoso historiador Alejandro Marure y doña Tadea Saravia. .Abrazó con vehemencia la causa libertadora de la Revolución Liberal de 1871, por lo que los generales García Granados y Barrios le tenían respeto, simpatía y gran afecto. Por lo que le enviaron a los Estados Unidos que allá se imprimera el papel moneda que iba a ser lanzado posteriormente en billetes por el Banco Nacional de Guatemala y, conociendo las tendencias de su recomendado, para que adquiriera una imprenta que más tarde sirvió durante muchos años para la impresión de valiosos libros nacionales. de e
Según el escritor e historiador Efraín De los Ríos en su libro “Ombres contra hombres”, Barillas llamó a su presencia separadamente a los tres candidatos y les expresó exactamente lo mismo: “Usted es uno de los candidatos en las próximas elecciones y quizá el que más probabilidades tiene de triunfar. Yo quisiera saber cuál sería la actitud de usted y su sistema político de gobierno, en caso de obtener el triunfo. Sobre todo, quisiera saber la actitud de usted respecto a mi persona. Porque he cometido mis errores, no lo niego. Yo era un simple obrero entregado a mis labores de carpintería cuando el general Justo Rufino Barrios me mandó llamar para ser segundo designado a la presidencia. Desearía saber, pues, cuál sería su conducta para conmigo”.
Lainfiesta, le respondió: “General Barillas: si la suerte me favoreciese con el triunfo eleccionario, mi sistema de gobierno se basaría en el estricto cumplimiento de la Constitución; la ley sería la ley y todo aquel que haya adquirido alguna responsabilidad, tendrá que responder de ella ante los correspondientes tribunales. La norma de mi conducta como presidente sera una firme rectitud en el cumplimiento de los preceptos constitucionales”. El general Barillas le respondió “¡Muy bien! ¡Le felicito!”, y se despidieron cordialmente.
Entonces entró el ilustre doctor Lorenzo Montúfar y Rivera, un viejo simpático, agudo analista, historiador y político y quizá una de las figuras centroamericanas más interesantes del siglo XIX. Barillas le expresó exactamente lo mismo y Montúfar le respondió en iguales o parecidos términos que Lainfiesta, superando sus afirmaciones en lo que se refería a la estricta obediencia a la Constitución y al cumplimiento estricto de las leyes. Terminado lo cual, Barillas también le felicitó y se despidieron cordialmente.
Entonces le tocó el turno al joven General José María Reina Barrios y, después de una amena conversación amistosa, ante la misma pregunta, “Reynita” le respondió, con una sonrisa de sinceridad:
“¡Mi General! De eso no debemos ni hablar, porque usted y yo somos lo mismo. Tenga la convicción de que yo sabré respetarle y protegerle”. Con eso bastó. Eso fue todo. Y se estrecharon las manos con evidente efusión.
Las elecciones eran entonces de tres días de duración y los primeros dos días la votación favorecía a Lainfiesta. Pero al mediar el tercer día, una larga columna de indígenas campesinos bajaron de las montañas procedentes de las zonas de Quetzaltenango y Totonicapán para votar por el general Reina Barrios. Y los agentes oficiales hicieron bien su trabajo: resultó electo por una respectable mayoría el general Reina Barrios.
Para no desairar a los dos candidatos perdedores, Barillas les entregó cheques para cubrir los gastos de sus campañas presidenciales. Y Reina Barrios no recibió cheque, pero Barillas le entregó la Presidencia de la República el 15 de marzo de 1892.
Después de haber entregado el poder, Barillas se retiró a la vida privada por un tiempo, dedicándose al cuidado de sus fincas en la costa sur, donde tenía muy buenos cultivos.
Al momento de entregar la Presidencia, Manuel Lisandro Barillas llevaba acumulada una fortuna de cerca de 8 millones de dólares (de aquellos dorados tiempos), pero fue dilapidando el dinero sin mucho orden. Barillas quería olvidarse de las complicaciones del poder público y sumergirse en la vida bucólica del campo. El propio gobernante había expresado que deseaba “volver al seno de la familia, que durante los años de su gestión presidencial probablemente había desatendido; compartir las esperanzas y sufrimientos de los campesinos y mozos de sus fincas, pues al fin y al cabo él también era hombre de campo”.
José María de Jesús Reina Barrios nació en el municipio de San Marcos, departamento de San Marcos, el 24 de diciembre de 1854, y murió asesinado en la ciudad de Guatemala el 8 de febrero de 1898. Fue Presidente de la República del 15 de marzo de 1892 al 8 de febrero de 1898. Por su baja estatura era apodado Reinita, don Chemita o Tachuela. Políticamente fue uno de los más moderados del Partido Liberal. Tras el colapso económico de Guatemala en 1897 provocado por empeño en realizar la Exposición Centroamericana y construir los ferrocarriles del Norte y de Iztapa, la caída internacional de los precios del café por el surgimiento de los cultivos de café en Brasil y del uso inmoderado del erario nacional para embellecer la Ciudad de Guatemala, porque se había fascinado con la belleza de París (Francia), a lo que se deben el Paseo de la Reforma y el parque Concordia, enfrentó revueltas como la de Quetzaltenango, y finalmente murió asesinado.
Durante su corta vida como civil, Reina Barrios aprendió tipografía y participó en la impresión del periódico El Quetzal; pero en diciembre de 1871 retornó al servicio militar en la Guarnición de San Marcos, donde un año más tarde fue nombrado ayudante del batallón, asignado a prestar servicio en la capital y se le otorgó el grado de Teniente. Se le nombró ayudante mayor del batallón y pasó a prestar servicios en el Fuerte de San José en la Ciudad de Guatemala; y en 1873 fue asignado nuevamente ayudante de su tío, el general Barrios, a quien acompañó en las campañas contra los levantamientos en el oriente de Guatemala. Su participación en esas campañas le valió el ascenso a capitán graduado, dragoneando hasta que se le hizo efectivo en 1874; luego se le nombró ayudante mayor del batallón de Línea No. 1, e ingresó con el grado de Teniente–Capitán a la recién fundada Escuela Militar (hoy Escuela Politécnica).
En las guerras de 1876 fue uno de los jefes militares más distinguidos y en Amapala asitió a a la proclamación del gobierno del doctor Marco Aurelio Soto a quien el general Barrios impuso como presidente en Honduras después de que Soto fungiera como Ministro de Instrucción Pública y de Relaciones Exteriores en Guatemala. En 1878 fue jefe político de Santa Rosa y luego, hasta 1881, jefe del Batallón de Línea N.°2 de la capital para finalmente ser ascendido a jefe del Cuerpo de Artillería.
El general José María Reina Barrios asumió la Presidencia de la República el 15 de marzo de 1892 para el período comprendido de 1892 a 1898. Pero el poder le embriagó (como a muchos que pierden la cabeza) y se reeligió dictatorialmente para el período 1898 al 1914, pero solo pudo gobernar hasta 1900 porque el 8 de febrero de 1898, cuando se dirigía a visitar a su amante Josefina Roca, una de las actrices de una de las compañía de teatro que él trajo, fue asesinado de un balazo en la boca disparado por Edgar August James Zollinger, un ciudadano británico de origen suizo radicado en Guatemala, que trabajaba en las fincas en Quetzaltenango del señor Juan José Aparicio Mérida, quien había sido fusilado por el gobierno haber estado implicado en la Revolución de Occidente. Por eso se creyó que fue por venganza de Zollinger porque tenía afecto por Aparicio. Pero también corrió el rumor de que le había hecho asesinar el Ministro de Gobernación y primer designado a la presidencia, licenciado Manuel Estrada Cabrera.
El Presidente José María Reina Barrios fue asesinado el 8 de febrero de 1928 a las 8 de la noche en la 8ª calle, frente a la casa número 8. Evidentemente, el 8 fue su número de mala suerte. Por su parte, Zollinger, fue muerto a golpes por los policías que seguían de cerca a Reina Barrios, a poca distancia de donde ocurrió el magnicidio. Cuando el cadáver de Zollinger estaba tendido en la esquina de la 10ª Calle y 5ª Avenida, se acercó Emilio Ubico (tío de Jorge Ubico) y apartando a los curiosos disparó un tiro a la cabeza del cadáver. A partir de entonces a Ubico se le conoció como “matamuertos”. (Continuará).