EN EL DÍA DEL PERIODISTA

En Guatemala celebramos hoy el “Día del Periodista” y creo necesario volver a interrumpir la narración de mis crónicas del reciente viaje a la Ciudad de México, para festejar mi cumpleaños 85 con un grupo de queridos amigos de “La Cofradía de los Viernes”. Especialmente después de que el jueves recién pasado tuve el gusto de dar una charla en un seminario de la Cámara Guatemalteca de Periodistas (CGP) sobre el tema “El Periodismo y la Política”.

Momentos en los que pronunciaba mi charla. Estuve sentado en medio del periodista y escritor Francisco Pérez de Antón y el periodista Pedro Trujillo, presidente de la Cámara Guatemalteca de Periodistas.

Dando lectura a mi Hoja de Vida

Parte del público asistente

Charla en la cual, entre otras cosas, leí mi larga Hoja de Vida a la numerosa concurrencia, entre la que me honraron con su presencia algunos queridos amigos, como la licenciada Rita Claveríe Díaz de Sciolli, Viceministra de Relaciones Exteriores; el embajador de Colombia, Francisco José Sanclemente Molina; el ingeniero, periodista y escritor Francisco Pérez de Antón, fundador y ex director de la primera época de la Revista “Crónica” y autor de varias novelas; el doctor Jorge Mario García Laguardia, ex magistrado y presidente de la Corte de Constitucionalidad y ex Procurador de los Derechos Humanos, de quien dije que dirigió el valiente semanario “El Estudiante”, el único medio de comunicación del país que se atrevió a señalar que la llamada “Liberación” del coronel Carlos Castillo Armas era producto de una intervención estadounidense; el doctor en derecho constitucional y columnista del diario “Siglo.21” Gabriel Orellana, ex ministro de Relaciones Exteriores; el ingeniero Carlos Meany Valerio, quien fue ministro de Energía y Minas durante una parte del gobierno de Álvaro Colom Caballeros y su esposa Sandra Torres Casanova; el veterano periodista y escritor Jorge Carro, catedrático de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rafael Landívar; el conocido político Alfonso Cabrera Hidalgo, quien fue Presidente del Congreso y ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno del partido Democracia Cristiana Guatemalteca; el diputado por el departamento de Huehuetenango Julio César López Villatoro; el licenciado en Economía, experto mecánico, periodista y actualmente exitoso escultor José “Pepo” Toledo Ordóñez, quien, por cierto, cumplió un año más de vida este “Día del Periodista”; la empresaria de restaurantes y cantante Aura Ruiz Castañeda; el empresario Ernesto Villa Alfonso, dueño de la cadena de restaurantes “Los Cebollines”; el ingeniero argentino Enrique Moreno; el inversionista español Luis Castro de Valdivia; el licenciado Stuardo Juárez Charchalac; mi querido hijo putativo Rodrigo Carrillo Waelti y su hermano, mi amado hijo Alejandro Palmieri Waelti. Y otros de cuyos nombres no me acuerdo de momento, pero a quienes también agradezco su presencia.

Dicha Hoja de Vida periodística comenzó desde que yo tenía 11 años de edad, hace 74 años, y publiqué mi primer artículo en la Revista “Faro Estudiantil” del Colegio de Infantes, sobre el escritor Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la más famosa novela que se ha escrito en cualquier idioma, “Don Quijote de la Mancha”, después fundé la revista “Citeara”, cuyo nombre lo componen las siglas de Cine, Teatro y Radio, que tuvo corta duración porque no me apoyaron los anunciantes ni los publicistas; luego escribí gratis sobre espectáculos en “Nuestro Diario” entonces del gran cronista de las giras del dictador Jorge Ubico, licenciado Federico Hernández de León; después, en 1951, cuando todos nos salimos de “Nuestro Diario” porque lo había comprado el gobierno y el presidente Juan José Arévalo pretendió que se publicaran como si fueran escritos por el director los editoriales que él enviaba, y participé en la fundación del periódico “Prensa Libre”, en el que escribí –gratis– durante mucho tiempo dos columnas diarias que alternaba cada día: una se llamaba “Escena por Apuntador” y otra “Buenos días”, que firmaba con mi nombre. Pero en vista de que mis columnas eran muy leídas exigí que me pagaran y finalmente comenzaron a pagarme miserables Q100 quetzales mensuales. Las empresas periodísticas siempre han explotado de manera inícua a quienes tienen vocación periodística, pagándoles sueldos miserables. Y por lo que dijeron algunos miembros de la Cámara de periodistas, aún sigue siendo así la cosa.

En mi época de aprendiz de periodista profesional, las empresas periodísticas explotaban de manera desvergonzada la vocación periodística de quienes, como yo, aceptábamos trabajar gratis con tal de que nos dieran un espacio para expresarnos. Recuerdo que a los reporteros les pagaban una miseria –cuando les pagaban– y los corresponsales departamentales la regla era que no cobraban ni un centavo por su colaboración sino se daban por satisfechos con que se publicara su nombre en el directorio de un medio y con que de vez en cuando se publicaban sus notas informativas. Pero no siempre. Y a eso se debió que surgieran las famosas “fafas” que cobraban a las personas o las empresas por algún reportaje, a espaldas de las empresas. Y de esas “fafas” hubo algunos reporteros que se hicieron ricos. Entre quienes destacaron los reporteros Julio Santos, en “El Imparcial”, y Ricardo Cardona, en “Prensa Libre”. Pero quienes no lo acostumbrábamos, por algún motivo, no necesariamente de tipo ético, pasábamos muchos trabajos para cubrir nuestros gastos y teníamos que ver qué hacíamos.

Considero un honor haber estado acompañado en el podio de mis ilustres amigos Francisco Pérez de Antón y de Pedro Trujillo, presidente de la CGP.

Entonces me entabló un Juicio de Imprenta acusándome de haber cometido los delitos de injurias y difamación el estafador italiano Orazio Cultreri Bucceli quien se hacía llamar “doctor”, pero en verdad solo había sido enfermero en la terminal de Alitalia en Milán y fue expulsado porque las autoridades descubrieron que había organizado con las azafatas de una de las líneas aéreas una red para el tráfico de cocaína. Y decidió venir a América a probar suerte y yo tenía reportes oficiales autenticados de todos los países por los que había pasado antes de venir a Guatemala: Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y México. De los cuales había sido expulsado eventualmente por dedicarse a actividades ilícitas. Pero aquí había obtenido la franquicia del concurso de belleza “Miss Universo” y estaba realizando el concurso de “Miss Guatemala” y, como si fuera parte del programa del concurso, convocaba a las concursantes a asistir a cenas y desfilar en traje de baño ante algunos “viejos verdes” adinerados que gozaban libidinosamente viéndolas en traje de baño en cenas privadas. Yo denuncié este hecho en mis columnas en “Prensa Libre”, y publiqué los informes autenticados que recibí de las Policías y dependencias de migración de los países de los que había sido expulsado por mafioso, con lo cual le eché a perder ese sucio negocio. Pero entonces él presentó una demanda contra mí en el Juzgado Sexto de Primera Instancia de lo Criminal, y el 29 de junio de 1967 se celebró una audiencia pública en la Sala de Vistas de la antigua Corte Suprema de Justicia, y la mayoría de los miembros del jurado de imprenta me declaró culpable y el juez me condenó a 30 días de cárcel conmutable a 50 centavos diarios, porque el Artículo 162 del Código Penal dice textualmente: “Es injuria toda expresión o acción ejecutada en deshonra, descrédito, o menosprecio de otra persona”, y cuando traté de dar a conocer los reportes de las Policías y oficinas de Migración de todos esos países que lo habían expulsado, no me lo permitieron porque el artículo antes mencionado sigue diciendo: “Al acusado de injuria no se le admitirá pruebas sobre la veracidad de la imputación”; lo que significa que actualmente Roberto Barreda de León podría demandar por injurias y difamación a todos los medios de comunicación del país por todo lo que han publicado de él a raíz de la misteriosa desaparición de su esposa Cristina Siekavizza.

Y aunque el fallo mayoritario de la opinión pública me favorecía, a pesar del fallo condenatorio, el abogado de “Prensa Libre”, que aparentaba ser mi amigo, aconsejó a los socios de la empresa que me despidieran para que en el juicio civil millonario que se veía venir no fuesen a ligar a la empresa conmigo, o sea que la empresa se desentendió de cualquier responsabilidad en todo lo que yo había publicado, a pesar de que lo que escribía lo revisaba siempre el propio director, Pedro Julio García. Y no obstante tantos años que había venido escribiendo gratis una columna diaria, fui despedido sin la menor indemnización por “mis amigos”(?) los dueños de “Prensa Libre”, el cual contribuí a fundar pero no pude ser accionista porque carecía del dinero para pagar una acción.

Escribí en “El Gráfico” durante varios años, una columna diaria y una página los domingos –gratis desde luego– y de ajuste una columna diaria en “La Tarde”. Y cuando no pude lograr que el propietario de esos diarios, Jorge Carpio Nicolle, me pagara por mi trabajo, me fui a fundar la inolvidable Revista “La Semana”, asociado con el periodista español Fernando Albert, en la cual era Jefe de Redacción el poeta y columnista Manuel José Arce –ganando “el mayor sueldo de su vida”, según dijo muchas veces; no obstante lo cual se disgustó conmigo porque le califiqué de “Cachimbiro” porque en su automóvil tenía una bocina musical con la música de “Yanquee dodle dandy” y escribió contra mí una columna furibunda titulada “Palito con caca”–, la cual tuvo una gran aceptación del público, pero al cabo de poco más de un año, un día me citó al despacho presidencial el general Carlos Manuel Arana Osorio y me dijo que el Servicio de Inteligencia Militar (entonces identificado como G-2) había “detectado” que la revista tenía tendencias “antiestablishment” y yo le contesté que no era necesario que lo investigara la Inteligencia Militar porque yo lo decía con toda claridad en todos mis editoriales, pero los militares en general y Arana en lo particular no tenían ni la más pequeña idea de los que era “establishment”, o “antiestablishment”, ni tenían sentido del humor, y me obligaron a vender la revista a la Editorial el Istmo de un amigo de Arana, el licenciado Roberto Guirón Lemus, quien, por cierto, fue un ladrón porque jamás me pagó lo que habíamos convenido; hasta ahora que estoy escribiendo periódicamente todo cuanto me da la gana y con todos los caracteres que también me da la gana en el blog por Internet www.jorgepalmieri.com, donde hoy estoy escribiendo estas palabras.

Relaté que desde entonces, durante muchos años de mi vida, dedicada por completo al ejercicio del periodismo, muchas veces tuve que trabajar gratis en muchos medios de comunicación para poder desarrollar mis actividades periodísticas. Las empresas de esos medios se aprovecharon de explotar mi incontrolable vocación periodística y no me pagaban, lo cual ocurrió durante mucho tiempo en el diario oficial “La Nación” que sustituyó al “Liberal Progresista” de la dictadura de Jorge Ubico, en el que principié el periodismo profesional y escribía gratis como Cronista Deportivo Escolar, bajo la dirección del periodista deportivo Salvador Girón Collier; después escribí gratis en el antiguo “Nuestro Diario”, del licenciado y excelente cronista Federico Hernández de León; luego escribí gratis muchos años en “Prensa Libre” desde el primer número que se publicó en 1951, las columnas “Escena por Apuntador” y “Buenos Días” que firmaba con mi nombre, luego escribí –también gratis– muchos años en en “El Gráfico” y “La Tarde”; después también escribí en “La Hora” sin sueldo pero con el privilegio de estar junto al brillante abogado, historiador, polemista y político Clemente Marroquín Rojas; luego escribí también gratis en “Impacto” del periodista Óscar Marroquín Milla, hijo de Clemente Marroquín Rojas, después escribí –también gratis, para variar– en el semanario “Siete Días” del periodista Gonzalo Marroquín Godoy, nieto del periodista Marroquín Rojas; después escribí –también gratis– en “La Nación” de Editorial el Istmo; poco tiempo después comencé a escribir en “elPeriódico” desde su fundación –ahora sí cobrando, aunque haya sido un miserable salario–, hasta que me retiré porque trataron de censurarme algo que había escrito de uno de los accionistas; y, finalmente, hoy escribo en este blog de Internet que están leyendo todo lo que me da la gana, sin ninguna censura, con todos los caracteres que necesite. ¡Libre al fin! Aunque también lo hago gratis. Pero me leen más personas que sumados todos los lectores que había tenido en todos los periódicos en los que he escrito en el transcurso de mis 74 años de escribir. Y me leen en muchos países del mundo, mientras que eso no sucedía en mis experiencias anteriores, por lo que espero poder seguir escribiendo hasta el último día de mi vida. Para lo cual no creo que falte mucho para ello porque estoy consciente de que ya estoy en la recta final, en la postrimería de mi vida a los 85 años de edad.

Pero he querido contarles que durante mucho tiempo de mi vida he sido un comunicador sin cobrar un buen salario, pero lo he hecho apasionadamente porque siempre he creído que un comunicador que no se comunica es como si ya estuviese muerto. Por eso he dicho que en Guatemala no se puede vivir del periodismo… ¡pero sí se puede morir por ejercerlo! Ya sea de hambre o por las consecuencias de haber publicado algo que haya “molestado” a los poderosos de turno. Lo digo porque en el largo transcurso de mi ejercicio periodístico varias veces fui arrestado, encarcelado, torturado y echado del país y varias veces tuve que ir vivir al exilio, dos veces a México, donde conocí una enorme cantidad de personalidades y aprendí a cultivar la amistad como lo saben hacer los mexicanos; y una vez en El Salvador, donde compartía mi tiempo con dos grandes poetas inolvidables: el salvadoreño Roque Dalton García, en casa de quien me hospedé durante varios días, que fue asesinado por unos guerrilleros comunistas que lo acusaron injustamente de ser un infiltrado de la CIA; y el guatemalteco Otto René Castillo, quien mucrió peleando en un reducto de guerrilleros en Zacapa, autor de “Vamos patria a caminar, yo te acompaño”. Y atribuyo a las oraciones de mi madre el que no me hayan matado los gobiernos militares autoritarios que “se ofendían” cuando uno publicaba cualquier cosa que les disgustaba.

Además de los medios de comunicación escritos en los que trabajé –la mayor parte del tiempo gratis, pero era la única forma de poder desarrollar mi ejercicio del periodismo–, también me dediqué en México a la televisión en el programa de Televisa “24 Horas” del famoso periodista Jacobo Zabludovsky, donde sí me pagaron bien. Y después fui corresponsal de Televisa en Guatemala durante varios años, por lo que también me pagaban bien. En Guatemala, trabajé en el primer programa noticioso que hubo en el país, que transmitió Canal 11, que se llamaba “TeleRadar”, que fundé y dirigí hasta tuve que dejarlo cuando el dueño del canal, el hondureño Antonio Mourra, me ordenó ir a cubrir la primera comunión de su hija. Y yo me negué a hacerlo. Por lo cual me despidió y a pesar de que TeleRadar había sido idea mía, se lo entregó a mi hermano José Alfredo (JAP), pero como él nunca había hecho televisión e ignoraba cómo se hacía, contrató a un su amigo cubano anticastrista que decía que había trabajado en televisión en Nueva Orleáns, pero quizás trabajó en la oficina de administración porque no tenía la menor idea de lo que se tenía que hacer y al poco tiempo “TeleRadar” terminó su existencia.

También participé en la radiodifusión. La actividad en la radio me pareció apasionante. Ha sido una de las fases de mi vida periodística que más satisfacciones me ha dado. Sobre todo cuando podía musicalizar mis programas. Como lo hice en “Charlemos con Jorge Palmieri” que transmitía  “Emisoras Unidas”. Durante algún tiempo dirigí un programa en “Radio Ciros” los domingos por la noche, que se llamaba “Una voz en la noche”, en el que invitaba a varias personas a charlar sobre diferentes temas, el cual también hacía gratis. En él nos era permitido criticar todo lo se nos antojara, hasta que un día critiqué que la radiodifusora no nos había puesto sillas en el estudio y tuvimos que hacer de pie todo el programa. Al día siguiente recibí una carta del propietario de “Radio Ciros”, Ricardo Castillo Sinibaldi, diciéndome de manera por demás rebuscada que en vista de que la noche anterior había dicho que no me gustaba esa descortesía, me sugería trasladar el programa a alguna otra estación. Pero al final de la carta me advertía que el nombre “Una voz en la noche” ya estaba registrado a nombre de la difusora. También hice durante varios años un programa en las “Emisoras Unidas”, todos los domingos de 8 a 12 de la noche, el cual se llamaba “Charlemos con Jorge Palmieri”, en el que siempre comentaba los acontecimientos de la semana y entrevistaba a algún personaje del momento. Por cierto que recuerdo que en ese programa me dio la primera entrevista que hizo en Guatemala el cantautor argentino Facundo Cabral. Y antes de entrevistarlo critiqué muy duramente al ejército por la matanza de campesinos que en Panzós participaban en una manifestación pacífica protestando porque aunque desde la época de Colonia tenían títulos sobre esas tierras, las estaba usurpando el ingeniero Hans Laugerud, hermano del presidente Kjell Laugerud García. Y al terminar el programa, al salir de las instalaciones de “Emisoras Unidas”, que entonces estaba en la zona 4, nos dispararon dos balazos que pegaron al lado de nuestra cabeza, en la puerta, y no nos mataron de milagro, afortunadamente.

Como que estaba destinado a morir a balazos en Guatemala el cantautor y trovador argentino Facundo Cabral porque nos balearon después de su primera entrevista.

Al día siguiente fui a visitar a mi amigo el ministro de la Defensa, general Otto Spiegler Noriega y le conté lo sucedido, de lo que él se rió a carcajadas y me dijo: “Estoy seguro que no te querían matar, porque si lo hubieran querido lo habrían logrado”. Esa fue la primera vez que Facundo Cabral recibió balazos que no eran para él en Guatemala. Y ustedes saben que murió en esta ciudad por haber ido en el automóvil y al lado de un narcotraficante a quien sus enemigos o competidores le dispararon y no le mataron, pero, mataron al compositor, intérprete, filósofo y trovador argentino.

Y les conté también que cuando yo era miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG), en las credenciales de la APG había una transcripción de un artículo gubernamental en el que se estipulaba que todos los periodistas que nos identificáramos con una credencial de la APG teníamos derecho a ingresar sin pagar a todos los espectáculos públicos, ya sea salas de cine, representaciones teatrales, circos, corridas de toros o lo que fuere. Hasta que un día escribí un artículo en el que dije que nos debía avergonzar ser tan gorrones gracias a una arbitraria imposición gubernamental, y los miembros de la APG licenciado Mario Alberto Carrera y la poeta Luz Méndez de la Vega pidieron al Tribunal de Honor que se me expulsara de la entidad por haber insultado a la “máxima entidad de prensa del país”. Y entonces sostuve una acalorada polémica con ellos dos y en el transcurso de la cual llamé “hijo de puta” a Carrera, por lo que agregaron a mi supuesto insulto (por lo de gorrones) la acusación de emplear “lenguaje escatológico” por llamar “hijo de puta” a otro periodista miembro de la misma organización. Naturalmente, el Tribunal de Honor de la APG, que entonces presidía el periodista Mario Antonio Sandoval, decidió que no había razón para expulsarme, pero me envió una carta pretendiendo llamarme la atención solicitándome que me abstuviese de emplear palabras soeces. Como respuesta, yo presenté mi renuncia irrevocable de la APG y desde el diario “La Hora”, con el apoyo del director, licenciado Clemente Marroquín Rojas, comencé a organizar otra entidad gremial, de donde nació la Cámara de Periodistas, a raíz de que la APG había expulsado al periodista Jorge Carpio Nicolle, propietario y director de los diarios “El Gráfico” y “La Tarde” por algún problema laboral. Repito que así fue como nació la Cámara de Periodistas, ante la cual esa mañana yo pronuncié esa charla.

Aunque poco tiempo antes de que comenzara mi charla llegó al hotel Barceló, donde se realizaba ese Seminario de la Cámara de Periodistas, el Secretario de Divulgación de la Presidencia de la República, Francisco Cuevas, a “darles la primicia” de que el presidente Pérez Molina iba a emitir un Acuerdo declarando delito el acoso y asesinato de los periodistas. Así pues que desde ese día ha quedado prohibido terminantemente matar periodistas por un Acuerdo presidencial. Y me supongo que también se emitirán sendos acuerdos prohibiendo el hambre y la pobreza. Ya solo falta que el gobierno emita acuerdos prohibiendo la enfermedad y la muerte. Como dijo el Quijote a su escudero, Sancho Panza, “cosas veredes, Sancho amigo”.

Después de haberles leído mi Hoja de Vida, les leí algunos párrafos de un brillante artículo del periodista argentino Hernán Vaca Narvaja, publicado en relación al problema legal que se ha presentado en Argentina contra las empresas de los medios de los cuales es propietario el diario “El Clarín”. En uno de sus párrafos dice: “El periodismo es un oficio o una profesión que lleva a quienes la ejercen a un contacto permanente con el poder. El hecho de mostrar la realidad, de recortarla, supone asumir un compromiso con esa realidad y adoptar una posición para reflejarla. Superada hace mucho tiempo la discusión bizantina sobre si es posible la objetividad en el periodismo –“¿Contra quién eres neutral?” se preguntó Mark Twain– el desafío se centra en la necesidad de asumir una subjetividad asentada en la honestidad intelectual”.

Y sigue diciendo: “En periodismo, la ética no es un precepto inalcanzable para lograr el único reaseguro que tiene el oficio: la confianza de su público. Porque de la credibilidad que la gente tenga en los medios de comunicación dependerá el grado de compromiso asumido por el periodista. En Argentina, los altos índices de credibilidad en el discurso periodístico obligan a un compromiso cada vez mayor de parte de quienes ejercen la profesión. Periodismo  y poder constituyen dos caras de la misma moneda. En la medida en que el periodista se compromete con la realidad que describe, se deberá enfrentar necesariamente al poder. Son discursos divergentes que en algún momento se volverán antagónicos. Y este enfrentamiento, contrariamente a lo que pueda suponerse, no se da solamente en el caso del denominado periodismo político, donde la relación con el poder es más inmediata. También quienes escriben las crónicas policiales deben lidiar con su “espíritu de cuerpo” de los uniformados, así como los que ejercen la crítica cinematográfica están expuestos a las presiones de los grupos editoriales o la industria del cine y quienes escriben sobre fútbol deben soportar el lobby de los clubes más poderosos”.

Sobre este particular les recordé que la Constitución de la República establece que todos los guatemaltecos –todos sin distinción de alguna clase– tenemos los mismos derechos y privilegios, por lo que es absurdo que los periodistas pretendamos que se emita un Acuerdo Presidencial o un Decreto del Congreso prohibiendo matar periodistas. Porque es bien sabido que matar a cualquiera es un delito, como todos los días matan a choferes de camionetas. Los periodistas no debemos pretender que se de ningún fuero especial. De acuerdo a la Carta Magna todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones que cualquier otro guatemalteco. Así como tampoco estoy de acuerdo en que se legisle sobre el delito de femicidio, ni tampoco que se quiera establecer el número de mujeres o de indígenas que deben integrar las papeletas para diputados. Creo que todos debemos ser libres de votar por quienes creamos que van a ser mejores en los cargos para los que se les va a elegir.

Sigue diciendo el periodista argentino Hernán Vaca Narvaja: “La complejidad de la sociedad moderna y el descrédito social en instituciones claves de la sociedad moderna y el descrédito social en instituciones claves de la sociedad como la Justicia, el Parlamento o el Gobierno, han convertido al periodismo en el reaseguro institucional de la democracia. El periodismo es en nuestros días una tarea primaria de investigación. Quien elige este oficio debe tener como leit motiv profesional rechazar siempre la primera versión de los hechos, desconfianza de la palabra oficial en sintonía con la desconfianza social que se tiene sobre la clase dirigente”.

Aquí hice otro paréntesis para decir que el gran periodista gallego Ignacio Ramonet, doctor en Semiología e Historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad de Denis-Diderot de París, especialista en en Geopolítica y Estrategia Internacional y Consultor, que actualmente imparte clases en la Universidad de la Sorbona de París y desde 1990 hasta 2008 fue director de la publicación mensual de Le Monde Diplomatique y de la bimensual Maniere de Voir (Manera de ver), actualmente es director de Le Monde Diplomatique en español, y co-fundador de la Organización no Gubernamental (ONG) Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación y doctor Honoris Causa de la Universidad de Santiago de Compostela, de la Universidad Nacional de Córdova y de la Universidad de la Habana, Cuba., de la que es presidente, declaró hace poco tiempo que el periodismo ha sido llamado “El cuarto poder”, pero de un tiempo a esta parte ha venido pretendiendo ocupar una posición de “Primer poder”, con lo cual se distorsiona la función que corresponde al periodismo cuando un periodista pretende erigirse en juez de los jueces de un sistema judicial y juez de los parlamentarios y de los integrantes del Poder Ejecutivo.

Con lo que ha querido decir que un periodista no debe pretender estar por encima de todos los integrantes de los gobiernos a quienes se atreva a decir lo que deben o no deben hacer. Y agregué que en Guatemala una persona tiene que tener muy bien puestos los pantalones para aceptar un cargo público, porque se expone a ser catalogado y calificado de “corrupto” y de “ladrón” por cualquiera que tenga a su disposición un espacio en un medio de comunicación. Y aconsejé a los jóvenes aprendices de periodismo que no caigan en la tentación de pretender ser oráculos que todo lo saben, ni en críticos implacables de todo lo que digan o hagan los políticos. Y agregué que un periodista de opinión debe ser una persona muy bien preparada, de una amplia cultura general y de gran ilustración. Y que no cualquiera puede ser “columnista” de un periódico porque es amigo del dueño o del director o porque escribe gratis.

Agregué que ser “columnista” o conductor de un programa de televisión es una gran responsabilidad  y se debe hacer con todo respeto por los interlocutores, porque es una gran responsabilidad opinar para guiar a la opinión pública de un país. Aquí hice referencia a los entrevistadores que pretender erigirse en “estrellas” del programa en el que participan y faltan al respeto a sus entrevistados, y señalé concretamente el caso del periodista mexicano Fernando del Rincón que es un patán que ahora trabaja para la CNN en español y constantemente comete el abuso de ser irrespetuoso con sus entrevistados. Y también el caso de la periodista mexicana comunistoide que hace entrevistas en CNN en español Carmen Aristegui, que faltó al respeto en una forma inaceptable al presidente constitucional de la República de Guatemala Álvaro Colom Caballeros, gracias a que ese nagüilón se lo toleró en vez de exigirle guardar el debido respeto a su alta investidura.

Volviendo al artículo del periodista argentino Vaca Narvaja, en otro párrafo expresó lo siguiente: “Paradójicamente, la consolidación del discurso periodístico en la sociedad argentina se produce en forma coincidente con una peligrosa concentración de los medios de comunicación (refiriéndose a la empresa del diario “El Clarín” que tiene numerosas estaciones de radio y de televisión). La libertad de prensa corre el peligro de limitarse a una acotada libertad de empresas: En ese aprendizaje constante que debe ser el periodismo, se requiere de un diálogo fluido –aunque no necesariamente directo– entre el periodista y su público. Y mientras más democrática es una sociedad, más fluido será este contacto” Aquí hice otra pausa para referirme al monopolio de los canales de televisión abierta del magnate mexicano Ángel González, propietario de los  canales 3, 7, 11 y 13 de televisión abierta que operan en el país. Y agregué que esa situación le da un gran poder político porque eventualmente pueden inclinarse en favor o en contra de una tendencia política o de un candidato presidencial. Y señalé que en esa misma posición ha caído la empresa del periódico “Prensa Libre” con su Canal Guatevisión y su noticiario, porque entre ambos medios tienen una mayor influencia que cualquiera de los demás periódicos que carecen de radios o televisoras.

Sigue diciendo el periodista Vaca Narvaja: “Pero la realidad plantea una serie de tensiones que distorsionan el ideal de la profesión. Por lo pronto, como sostiene Carlos González Reigosa, “la democracia exige el acceso al conocimiento, el acceso a la información, y ello de algún modo significa –debe significar– el acceso de los ciudadanos a los propios medios de comunicación”. No es la realidad que se plantea en Argentina, ni en el reto del mundo. Esta disonancia lleva a decir a Alvin Tofler que los medios de comunicación de la era industrial son lisa y llanamente antidemocráticos: “hoy en día –sostiene Tofler– los medios desafían a la democracia al er ellos quienes dictan el calendario político”.

Agrega Vaca Narvajo: “En Argentina es un hecho que los medios de comunicación –y especialmente los grandes diarios– terminan fijando agenda política. Los uncionarios inician la jornada diaria contestando, rechazando, desmintiendo o afirmando– los contenidos de las primeras planas de los principales diarios del país. A lo que se suma la inmediatez de los medios audiovisuales y la lucha desenfrenada por la primicia, que termina distorsionando la relación del periodismo con el poder, condicionando a este último. “Cuando la CNN informa simultáneamente al granjero de Arkansas y al presidente Bush se está acabando con dos atributos esenciales del poder: el control del tiempo y su capacidad de anticipación. El propio Bush confesó que “la información de la CNN a veces le llegaba que la de la CIA”. La inmediatez de los medios electrónicos condiciona los tiempos del poder político y de alguna manera termina orientando sus decisiones. “Esta doble realidad de los medios de comunicación sitúa al periodista en una posición riesgosa por un lado, debe representar a la gente –a su público– que no tiene acceso a los medios de comunicación y que, sin embargo, busca ver canalizadas sus inquietudes y demandas en ellos; por otro lado, debe ser consciente de que la información de que dispone tendrá incidencia directa en el poder y que lo que él difunda orientará en gran medida la agenda política (informativa) de su ciudad o de su país.

“¿Cómo resuelve el periodista esta difícil situación?”, se pregunta, y se responde: “Básicamente, se trata de un problema ético y profesional”. “En la Argentina, la relación de la prensa con el poder tuvo históricos –y vergonzosos– vaivenes, acordes a la traumática vida institucional del país. Para Eduardo Luis Duhalde, la prensa tuvo un rol emblemático en la creación del consenso civil para las sucesivas interrupciones del orden constitucional y un rol preponderante en el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. “(Los medios) tuvieron como objetivo principal crear un ambiente propicio para la interrupción (del régimen constitucional), así como generar consenso que legitimase al gobierno surgido en esas circunstancias. Luego, durante el tiempo que diró la dictadura, no solo omitieron informar .–lo cual sería en cierto modo explicable por la combinación de censura y temor–, sino que no ahorraron elogios al régimen dictatorial y a sus personeros”.

A pesar de no haber hecho su autocrítica por su actuación en los tiempos de la última dictadura militar –como sí la hicieron las Fuerzas Armadas y, en menor medida, la Iglesia–. los medios de comunicación y especialmente la prensa escrita–, gozan de una altísima credibilidad en la sociedad argentina. Esta credibilidad, más que por mérito de los medios de comunicación, se asienta en el descrédito popular en instituciones como la Justicia, el Congreso Nacional o el Poder Ejecutivo. Esta realidad empuja al periodismo a ubicarse algunos pasos delante de la realidad; un riesgo asumido ante la necesidad de auscultar información que el poder prefiere mantener oculta y responder a la fuerte demanda de transparencia de una sociedad hastiada por los reiterados hechos de corrupción que marcaron a fuego la década menemista”.

Aquí hice otra pausa para decir que en Guatemala es tan grande el deterioro que la mayoría de los medios de comunicación han reflejado de la corrupción e ineptitud del actual gobierno, que si aún privasen las mismas circunstancias del pasado del Ejército, sin duda se produciría pronto un golpe de Estado. Continuamos con el artículo que he venido acotando. “La credibilidad de los medios de comunicación en Argentina, cuya época de florecimiento de la libertad de prensa se ubica en 1990, a partir de la última rebelión carapintada– está relacionada a la abolición de la cultura del miedo que se instaló en el país desde la década del año 30 y que tuvo su período más emblemático durante el terorismo de Estado del período 1976-1983. Deshecho el fantasma del quiebre institucional, el periodismo se convirtió en el catalizador natural de un cuerpo social que busca afanosamente respuestas a sus demandas primarias de seguridad, educación, justicia, empleo, y no las encuentra en el plano institucional. Esta “suma de la confianza pública” de la que provisoriamente gozan los medios de comunicación, los convierte en poderosos instrumentos de control social sobre el poder. Pero la credibilidad no es eterna y hay que alimentarla día a día.

El gran desafío del periodismo argentino del tercer milenio es no perder la altísima credibilidad de su público. Y el dilema de los periodistas es el mismo que marcó a fuego este oficio desde sus orígenes: auscultar la realidad y mostrarla con la mayor honestidad posible, haciendo caso omiso de las presiones internas y externas y de las simpatías o antipatías a la hora de contar las historias que le interesan a la gente. Y aceptar el conflicto permanente con el poder político como parte de nuestra profesión y de la inevitable colisión del discurso oficial con las múltiples lecturas del periodista.

En palabras de González Reigesa, “la labor de la prensa es traspasar la superficie plana de la política; es decir, atravesar la fachada de la vida pública y ofrecer la verdad honda que hay detrás, la verdad que hay detrás de esas imágenes más o menos prefablicadas que le llegan al ciudadano y que amparan a quienes nos gobiernan o aspiran a gobernarnos. Cada vez que una verdad se abre paso desde la oscuridad hasta la luz del conocimiento público, se ennoblece y acrecienta la función de los medios de comunicación y de los periodistas”. Para abrirse paso entre las mentiras oficiales y las presiones políticas, el periodista debe contar con las herramientas necesarias. Para ello, requiere de una sólida formación, para la cual contribuyen las escuelas de Ciencias de la Comunicación Social, una importante convicción ética y un fuerte sentido de la ecuanimidad, del “equilibrio” que le permita encausar las pasiones que la realidad desencadena para poder reflejarlas con la mayor honestidad y ecuanimidad intelectual posible. Luego insté a los jóvenes periodistas a ser siempre éticos y ecuánimes, a ejercer el periodismo con pasión, siempre apegados a la verdad y a un profundo e inquebrantable amor a Guatemala. Les insté a demostrar el más alto respeto por nuestros compatriotas con quienes tengamos contacto profesional, particularmente por los funcionarios públicos a los que se debe guardar consideración y respeto, porque no son nuestros enemigos sino servidores del país, aunque a veces puedan ser incapaces o corruptos, lo cual se siempre debemos señalar, pero son ser irrespetuosos ni abusar del poder de la prensa.

El 30 de noviembre de 1978, “Día del Periodista” en Guatemala, asumí el cargo de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Guatemala en México, con el cual me honró el gobierno del general Fernando Romeo Lucas García y particularmente me causó mucha satisfacción porque México ha sido un país que he querido mucho. No sólo porque su embajada en Guatemala siempre nos abrió las puertas a los asilados políticos y después acogió a todos los exiliados, sino por sus características tan especiales y porque en él he vivido muchos años si sumamos las veces que fui exiliado político y las veces que lo he visitado por diversos motivos. Cuando me nombró el entonces presidente de la República, general Fernando Romeo Lucas García para desempeñar ese importante cargo (para nuestro país las embajadas más importantes son la de Estados Unidos y la de México), en realidad mi viejo amigo el general Lucas García –a quien conocía desde que formaba parte del Estado Mayor Presidencial del general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes y colaboré con él cuando ocurrió el terremoto el 4 de febrero de 1976 y él era ministro de la Defensa y, por ende, el presidente del Comité pro reconstrucción del país– lo hizo no sólo porque confiaba en que iba a realizar una buena labor en ese país, sino para salvarme la vida porque yo escribía muchas cosas a veces en contra tanto de la subversión guerrillera pro comunista, patrocinada por la dictadura comunista cubana de Fidel Castro en Cuba, y a veces escribía contra la despiadada represión que causó la lucha contra la insurgencia y el general Lucas me dijo que estaba corriendo el riesgo de que me podría matar alguno de los dos bandos para responsabilizar al contrario. Además, ya estaba casado y con dos hijos pequeños y creí conveniente vivir un período como ese en México. De lo cual no solo me satisfizo sino me causó un gran bienestar económico e intelectual. Gracias a lo cual pude vivir tranquilo y cómodamente de 1978 a 1982.

Ahora que he mencionado al general Romeo Lucas García y al terremoto del 4 de febrero de 1976, viene a mi memoria que también realicé periodismo cinematográfico, porque hice el documental documental que patrocinó el ministerio de la Defensa, que entonces estaba a cargo del general Lucas. Por cierto que tuve que hacerlo con poco dinero para impedir que cayera en las manos de un publicista que quería hacerlo, y yo estaba convencido de que él no lo podría hecer bien. Así que acepté hacerlo por escaso dinero. Para lo cual obtuve la colaboración de los Estados Unidos que me dio tomas de la destrucción captadas desde los satélites, y de la Secretaría de Comunicaciones del gobierno de México que fue el primero que envió ayuda al país y habían filmado muchos pies de lo que se encontraron al llegar. Para hacerlo tuve la suerte de que se encontraba en Guatemala mi amigo Pierre Krupensky, un italiano-argentino-francés, descendiente de rusos, que en México había sido el “zar de la publicidad”, y me ayudó a hacerlo. El corto fue exhibido muchas veces por los canales de la televisión abierta, sobre todo en los aniversarios del acontecimiento, porque fue un testimonio fiel del comportamiento ejemplar del ejército para mantener la moral de la población y poner en pie a Guatemala, pero ignoro qué se hicieron las copias que tenía el ministerio de la Defensa.

A través de los años, mientras viví exiliado en México tres veces –exilos que nunca fueron “amargos” para mí– pude cultivar la amistad de personalidades como el ex presidente Luis Echeverría Álvarez, valores literarios como los escritores Octavio Paz, Juan Rulfo, Luis Spota, Carlos Fuentes y Gabriel García Marcos, ampliamente conocido como “Gabo”, entre otros; y de los más destacados periodistas como José Pagés Llergo, Renato Leduc y Jacobo Zabludovsky; así como de estrellas de cine como María Félix, Susana Guizar, Susana Cora, Sonia Furió, Ana Luisa Peluffo, Kitty de Hoyos; cantantes rancheras como Lola Beltrán; actrices y bailarinas cubanas María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Rosa Carmina y Gina Romand; cómicos como Mario Moreno “Cantinflas”; Germán Valdés “Tin-Tán” (en mi opinión el mejor cómico mexicano) y su hermano Manuel (“El Loco”); famosos compositores e intérpretes como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Roberto Cantoral; intérpretes como Pedro Vargas, Marco Antonio Muñiz, el chileno Lucho Gatica, Antonio Aguilar y los argentinos Daniel Ríolobos y Sandro; el cantautor Leonardo Favio, la compositora y cantante peruana Chabuca Granda, el cantautor brasileño Roberto Carlos y otros; toreros como mi querido “compadre” Silverio Pérez, Luis Procuna, el torero y rejoneador Carlos Arruza, el torero gitano Joaquín Rodríguez Ortega conocido como “Cagancho”, Luis Briones, Joselito Huerta, Jesús (“Chucho”) Solórzano, Luis Castro “El Soldado” y otros. Con lo cual es indudable que enriquecí el número de mis amistades y mi acervo cultural, a la vez que me fue sumamente placentero cultivar su amistad. De manera que, como podrán comprender, no me fue mal durante los exilios, sino todo lo contrario. Como dice la gente creyente; “Dios sabe por qué hace las cosas”.

Naturalmente, cuando fui embajador en ese querido país, fue un honor el haber hecho una buena amistad tanto diplomática como personal con el entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado José López Portillo –uno de los hombres más cultos que he conocido en mi vida– quien me donó una espléndida residencia permanente para los embajadores de Guatemala en México, situada en la mejor zona residencial del Distrito Federal. Durante ese período conocí al papa Juan Pablo II cuando hizo su primera visita a México, quien posteriormente nos distinguió excepcionalmente a mi amada esposa Anabella y a mí en varias visitas que le visitamos en Roma, y una vez que nos invitó a almorzar en su palacio de descanso en Castel Gandolfo, no obstante que tradicionalmente los papas no se reúnen con parejas de las cuales una de ellas ha sido divorciada, y Anabella lo había sido. De hecho, cuando el presidente de México Vicente Fox visitó el Vaticano con su segunda esposa, Marta Sahagún, y ambos habían sido casados y divorciados, no les recibió juntos, sino por separado. Repito que fue gracias a que el gobierno del general Lucas García me nombró embajador en México me salvé de morir durante el insensato y sanguinario conflicto armado interno. Por lo cual no me canso de repetir que estoy muy agradecido. A lo cual debo agregar, en honor a la justicia, para finalizar esta charla, cuando estoy en la postrimería de mi vida, que en general estoy muy agradecido por la vida tan intensa que he vivido, a pesar de las estrecheces económicas, de las injusticias, de las traiciones de supuestos amigos y de las amarguras. Muchas gracias a la vida. Y muchas gracias a ustedes por su atención. Espero no haberles aburrido demasiado.

Al concluir mi charla agradecí el aplauso de la concurrencia

Me puse de pie mientras la periodista Gladys Figueroa, tesorera de la CNP agradecía mi participación y daba por clausurado el evento.

Después de estas palabras presenté a mi querido amigo el brillante periodista y escritor Francisco Pérez de Antón, quien me hacía el honor de acompañarme en el podio, así como mi amigo el periodista Pedro Trujillo, presidente de la Cámara de Periodismo. Pérez de Antón nos habló con brevedad sobre el tema del periodismo y la política y su discurso mereció un caluroso aplauso de la concurrencia, que después se acercó a tomar fotografías y a pedirnos que posáramos junto a ellos. Lo cual hicimos con mucho gusto.

De izquierda a derecha, el periodista, escritor y catedrático de Ciencias de la Comunicación Jorge Carro, el empresario Ernesto Villa Alfonso, la licenciada Rita Claveríe Díaz, viceministra de Relaciones Exteriores, el doctor Gabriel Orellana, el periodista Jorge Palmieri, el licenciado en Economía, experto mecánico y escultor José “Pepo” Toledo, el periodista Pedro Trujillo, presidente de la Cámara de Periodismo, el periodista y escritor Francisco Pérez de Antón, el periodista César Chupina, de la directiva de la CNP, la periodista Gladys Figueroa, tesorera de la CNP y la empresaria y cantante Aura Ruiz Castañeda.

De izquierda a derecha, la licenciada y periodista Elsie Díaz, directora del noticiero de canal 3, Jorge Carro, la licenciada Rita Claveríe Díaz, el doctor Jorge Mario García Laguardia, el doctor Gabriel Orellana, el periodista Jorge Palmieri, la periodista Claudia Méndez Arriaza, el periodista Pedro Trujillo, el periodista y escritor Francisco Pérez de Antón y otros asistentes.

De izquierda a derecha, licenciada y periodista Elsie Díaz, periodista y escritor Jorge Carro, licenciada Rita Claveríe Díaz, doctor Jorge Mario García Laguardia, doctor Gabriel Orellana, periodista Jorge Palmieri, escultor José “Pepo” Yoledo Ordóñez, periodista Claudia Méndez Arriaza, periodista Pedro Trujillo y Francisco Pérez de Antón.

Entre las periodistas Gladys Monterroso y Elsie Díaz 

Con Gladys Figueroa, Pedro Trujillo y Francisco Pérez de Antón

Con mi viejo amigo Jorge Carro, periodista, escritor y catedrático de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Rafael Landívar y otra asistente a la charla.

Terminado lo cual, nos sacaron unas fotografías y el actual presidente de la Cámara de Periodismo, mi amigo Pedro Trujillo, nos invitó a almorzar en el comedor del hotel Barceló y aceptamos gustosos su invitación Aura Ruiz Castañeda, Ernesto “Neto” Villa, José “Pepo” Toledo Ordóñez, el gerente del hotel, señor Ángel Rodríguez, mi hijo Alejandro y yo. Por cierto que finalmente firmó la cuenta el gerente Rodríguez, aunque “Neto” y “Pepo” se la estuvieron disputando. Y después gozamos de una larga sobremesa interesante y deliciosa.

Twitter: @jorgepalmieri