Lamento mucho la demora para continuar expresando mis reflexiones sobre este tema que ha surgido a raíz de un excelente artículo de la columnista de Prensa Libre Carolina Vásquez Araya titulado Por culpa de la raza. Pero el servidor de este blog volvió a ser intervenido por un hacker que hizo imposible publicar nada durante varios días. Pero ya estoy aquí de nuevo.
En ese transcurso de esos días, el destacado periodista Estuardo Zapeta, columnista del periódico Siglo.21, publicó tres interesantes artículos relacionados con este mismo tema en su columna titulada Era Libertaria que me parecieron dignos de ser reproducidos en este blog por su buen juicio, su enjundia y, sobre todo, porque pone de manifiesto que no tiene ningún complejo de inferioridad por su ascendencia, de la cual, por el contrario, siempre se ha sentido muy orgulloso. ¡Como debe ser! En esta forma su pensamiento será más ampliamente conocido no sólo entre los lectores de Siglo.21 en Guatemala, sino por los numerosos visitantes de este blog dentro y fuera del país. Estuardo Zapeta es un guatemalteco que ha destacado por su preparación, su capacidad y sus actividades, y en ningún momento alguien le ha discriminado en alguna forma por su origen indígena. Por lo cual debe servir de modelo a los indígenas que teman ser discriminados. Por el contrario, él se ha sabido ganar una posición privilegiada y digna de respeto en su patria. El primero de esos tres artículos se llama Indio, el cual reproduzco a continuación:
Era libertaria
Indio
Soy indio, pero eso no me da privilegios, ni ventajas, y menos razón para vivir sin trabajar de la memoria, del trabajo de mis antepasados.
Soy indio, pero vivo hoy viendo hacia el futuro, no me he quedado rezagado en presuntas conspiraciones históricas, ni en suspiros de un pasado que fue bueno, malo, injusto, justo, pequeño, grande, lo que usted quiera, pero que no regresará.
No llevo, siendo indio, el peso de la historia reciclada por una antropología de la venganza que no es ciencia, sino política, digo politiquería barata, haciéndose pasar por luchas mezquinas que usan a las comunidades para los más diabólicos planes de sueños milenarios de poder y riqueza.
Soy indio y no me interesa la pobreza, y la desprecio como la enfermedad mental más ponzoñosa, como la acción más deleznable, como la plaga más abarcadora. No, no me interesan los discursos de los voceros de los pobres que no hacen vocería sino que solo se aprovechan de la oportunidad para implementar sus erradas ideas, sean políticos, sean religiosos, sean indios listos, sean ex guerrilleros chic o Ladinos paternalistas. Todos son la misma mierda.
Soy indio y trabajo todos los días, desde muy temprano, como me enseñaron mis ancestros. Qué es esa huevonería de andar en hoteles cinco estrellas defendiendo dizque los derechos humanos. Qué son esas plantas, esas poses de defensorías no solicitadas, de gente que promoviendo el respeto termina violando ese respeto con el que tanto se llena la boca… y los bolsillos.
Soy indio y no he pedido limosnas de la cooperación internacional. Tengo dignidad de Persona Humana, no de activista mentiroso que por unos euros recita poesía social, versos feministoides, prosa arrastrada y salmos agraristas, de una prostitución ecológica que no pasa el filtro de la ciencia pero sí el de la política.
Soy indio con errores muchos, virtudes también, humano completo, sin necesidad de la muleta ladina, la silla de ruedas internacional, ni del oxígeno paternalista, y menos de un gobierno ladrón que solo me usa para justificar sus grandes robos.
Soy indio pero no folclórico, no el de la venta turística, ni el de la nostalgia colonial, ni el racista que con su racismo del antirracismo crucifica al ladino inmovilizándolo, callándolo, invisibilizándolo, borrándolo del imaginario social.
O acaso no se habrá dado cuenta el ladino que dos, tres indios lo dejan callado con el falso argumento de gritar ¡racismo, racismo! si dice algo. Ah ladino bruto que se ha espantado por un puñado de indios aprovechados que no representan pero ni a su familia, menos a su comunidad, pero que hacen pisto diciendo que son representantes de esto y lo otro.
Ladino silenciado por unos vividores que han construido una casa de eurodólares más frágil que barrilete noviembrero. Ladino asustado por un puñado de jicaques que han salido a hacer su show por unas monedas, por una eurolimosnas que al final recogen de entre la basura europea.
Soy indio y no me da miedo denunciar a los indios malos, a los indios vividores de la pobreza y del dolor ajeno. Ah, y ahora empiezan a lucrar de la pobreza y el dolor ladino. (Fin de este artículo)
Luego publicó otro artículo titulado “Indio” a mucha honra, que también reproduzco:
Era libertaria
“Indio” a mucha honra
Hace una semana publiqué aquí en Siglo.21 un artículo titulado simplemente “Indio” (15-X-2012) y la cantidad de respuestas positivas, la forma por la cual se “viralizó” ese comentario, y las reflexiones iniciadas acerca del “racismo del antirracismo”, me sorprendieron.
También circula en redes sociales digitales un texto presuntamente del Sr. “GABRIEL HERNÁNDEZ PÉREZ, hijo de María Pérez Ujpán y de Macario Hernández Cholotío”, y quien en su escrito hace una introspección, muy expresiva por cierto, de “el ser indio”.
La existencia dentro de la “indianidad” se ha convertido, según he expuesto, una “tiranía etnicista”, y más que eso, la continuación de una guerra, en teoría política, pero en la realidad “monetaria”, de aquellos que encontraron en “el ser indio” una forma de fácil sobrevivencia parasitaria y se aliaron a las más oscuras formas de financiamiento, principiando con la corrupta “comunidad internacional” y terminando con los nunca bien ponderados “narcos mexicano- guatemaltecos”.
Del texto de Hernández Pérez subrayo lo siguiente: “[soy] indio de pura cepa, mis rasgos físicos y mi idioma materno (el tzutujil) lo delatan, lo que me enorgullece y me hace muy feliz. Sin embargo, hoy quiero expresar mi más profunda tristeza e inconformidad, por las acciones que los que dicen ser “mayas” en Guatemala y los gobiernos extranjeros, con su cooperación internacional, están provocando en mi terruño querido y en mi patria Guatemala… Tuve la oportunidad de estudiar y prepararme como profesional para beneficio de mi familia y de mi país, he tenido el gusto de leer, instruirme y gozarme aprendiendo, esa preparación me ha hecho un tipo más humilde lleno de entusiasmo y buenas intenciones para con mi gente, me ha hecho entender de dónde vengo y me ha convertido en un tipo con mente abierta, con entendimiento, conocimiento, bastante analítico y comprometido con la verdad y la sociedad a la cual me debo; aparte, la educación recibida en casa y los valores y principios aprendidos ahí me hicieron más humano, sincero, solidario, tolerante, honrado, honesto, incluyente y leal, independientemente de que mi niñez fuera caracterizada por la precariedad, la pobreza y la falta de oportunidades, siempre he vivido feliz, me acepto tal cual soy y he luchado duro por conseguir las metas que me he propuesto en la vida y nunca, nunca me he aprovechado de ser indio para conseguir oportunidades, espacios o favores…”
En otras partes, por supuesto, no estoy de acuerdo con las posturas del Sr. Hernández Pérez, pero esos puntos, si lo hacemos en paz, sin parasitismos como él mismo apunta, y sin tomar la “pobreza” como una industria útil tanto para políticos, vividores y ONG corruptas, pues sería un honor estrechar la mano de un gran hermano guatemalteco.
Y por supuesto que entiendo, Sr. Hernández, sus vivencias porque fueron parecidas a las mías, pero eso nos hizo fuertes. Vamos encontrando ese camino de la “no-violencia”, de la razón para entendernos en una más amplia expresión de qué significa ser “indio guatemalteco, sin coerción ni privilegios”. (Fin del artículo)
Finalmente publicó un tercero que reproduzco a continuación
Ladino, mestizo, kaxlan
Guatemala es una “tiranía etnicista”.
La “etnicidad” de los vividores es ahora, oh sorpresa, una poderosa arma paralizadora que ha convertido al ladino, mestizo, kaxlan en ser silenciado por una pesada carga de “culpabilidad” por un racismo inventado por los mismos vividores de los “derechos humanos”.
El ladino, mestizo, kaxlan tiene miedo de hablar, pensar, decir, so pena de ser acusado de “racista” y se traga las injusticias de este desbalance etnicista, y entonces “mejor calla”; todos callan, cualquiera que quiera decir que las cosas no son así, que queriendo “curar” un mal, el del etnocentrismo colonial, la medicina salió más cara, más corrupta, más putrefacta que la enfermedad que se suponía sanaría, no lo puede decir.
Y es tal el racismo de los antirracistas que hasta el oriente de Guatemala ha sido olvidado en la más remota miseria, en la más ardiente hambre, en el más vil abandono. Por supuesto, si ahí “no hay indígenas”, suele decir semejante seudo dizque “líder” indígena, queriendo explicar que “no es sexy” para la infame comunidad internacional y por lo tanto tampoco esa región no es digna de corrompidos eurodólares. “¡Esos de Oriente que se mueran!”, parece la consigna de los “defensores” de la identidad.
Sí, el ladino, mestizo, kaxlan ha temido. Está silenciado. Y ahora debe cargar con una culpa marca acme de racismo que los vividores le imputan sin siquiera entender el cómo, de dónde, el porqué, ni el para qué, de semejante peso sobre su espalda.
El ladino, mestizo, kaxlan está aterrorizado por el simple constructo, por el “imaginario social”, jajajá, del “indio, maya, indígena” que lo ha amordazado después de amarrarlo al tronco de la culpabilidad histórica de esas “patrias”, como diría Savater, que terminan sacando lo más vil de esos que viven de la gran industria de la división y el bochinche.
Ladino, mestizo, kaxlan callado. Shhhhhhh! “Mejor no digo nada, no vaya a ser que me acusen de racista, shhhhhhh, y ustedes patojos no se vayan a meter a babosadas, shhhhhhhhhh”.
El ladino, mestizo, kaxlan ha aceptado gustosamente la represión de una sopa de letras, caldo de ONG, curtido de “defensores de los derechos humanos”, fiambre de bochincheros unidos bajo la bandera del etnicismo radical, que no solo lo callan, sino que también lo condenan, y silencian.
No hay condena más grande que el silencio. No existe prisión más terrorífica que vivir en su propia tierra sin libertad. Y no hay vida más inútil que la de los “gritos del silencio”. Pero así está el ladino, amedrentado, acorralado, desempoderado por “bochincheros pacíficos”, jajajá, dispuestos a quemar a todo ladino, mestizo, kaxlan que ose expresarse contra la tiranía etnicista.
Los ladinos, mestizos, kaxlanes solo pueden expresar su repudio al quebrantamiento de la ley, al pésimo trabajo del Ministerio Público, y a la contradicción de “protestas pacíficas” que violentan la coexistencia tranquila, pero en susurros, en sus guetos, dentro de la prisión hacia la cual han sido replegados por falsa culpa de un racismo que solo existe en las mentes de quienes se hartan de ese discursito gorrón.
Insisto, esta es una “tiranía etnicista”. (Fin del artículo)
Twitter: @jorgepalmieri