Nací en la ciudad capital el 11 de noviembre de 1928, por lo que, de acuerdo a las implacables matemáticas, hoy estoy cumpliendo 82 años de edad, los cuales, afortunadamente, he vivido con gran intensidad. Por lo que doy gracias a Dios. A pesar de que todavía me siento capaz de poder escribir los eventuales artículos que publico en este blog, con una excelente memoria, les confieso que ya estoy muy cansado; y, además de estar viviendo la serenidad de la impotencia, padezco de hipertensión y de diabetes, por lo cual presiento que no voy a poder celebrar el 11/11/11. ¡Que sea lo que Dios quiera! Al fin y al cabo, la vida es un rato, como suele decir mi entrañable gran amigo Mynor Palacios Guerra, y todo lo que comienza tiene que terminar. Así como todas las botellas de vino que abrimos tienen que terminar en algún momento, Pero, como ya he dicho muchas veces, doy gracias a Dios por la vida tan interesante que me ha dado. Si Dios me preguntara si quisiera volver a vivirla, le contestaría que sí… ¡pero sabiendo lo que ahora se! Y agradezco mucho a mis queridos amigos que durante 82 años han tenido la paciencia franciscana de soportar mi impredecible carácter y mis numerosos defectos… y algunos de ellos hasta me tienen afecto. ¡Muchas gracias!
Hace muchos años, para esta fecha tenía la costumbre de abrir las puertas de mi casa y hacer lo que llaman en Inglés “open-house” para recibir a mis amigos que espontáneamente quisieran visitarme, pero descubrí que en esas circunstancias el agasajado es quien menos se divierte y me percaté de que me salía excesivamente caro y cuando finalmente se iban dejaban mi casa hecha un asco, así que preferí festejar mi cumpleaños en distintos lugares del extranjero, y por eso viajé varias veces a México, tres veces a Argentina, una vez a Buenos Aires, otra a Bariloche y la última vez fuimos a festejar mi 80 cumpleaños recorriendo toda la Patagonia Argentina, desde Neuquen, Río Negro, Chubut, pasando por Calafate y Perito Moreno hasta Usuahia, el llamado “fin del mundo” sobre el Canal de Beagle, que está más lejos que el Canal de Magallanes; y para cumplir mis 81 años nos fuimos a festejar al paradisíaco Cabo San Lucas, en el Mar de Cortés, en los Estados Unidos Mexicanos. Allá bebimos un sabroso martini de tequila y cenamos deliciosamente en el fabuloso hotel Las Ventanas.
Pero esta vez tengo que permanecer en Guatemala, por diferentes razones. Tenía ganas de ir a Nueva York para ir a comer ostras de todas partes del mundo en el fabuloso Oyster Bar situado en el sótano de la estación del tren subterráneo Grand Central Station porque me informaron que allá también está haciendo mucho frío. Conste que no me lo dijo la guapa Marisol Padilla, porque ella me dejó plantado la última vez que la invité a almorzar y, aunque dijo que llamó por teléfono para disculparse y me dejó un mensaje, yo nunca lo recibí; además, ella se limita a pronosticar el clima de nuestro país y no al de otros países, pero lo supe de otra buena fuente, aunque no tan atractiva como esta presentadora de Guatevisión. Y después de ir a Nueva York había sido invitado por mi querido amigo Junior Arzú para ir a visitarle al bello estado de Rhode Island, pero al final de cuentas no se pudo materializar su invitación. De manera que cancelé también esa otra alternativa. Y aunque me gustaba mucho la idea de ir a festejarlo a México, muy bien acompañado, y conocer algunos de los nuevos restaurantes, les confieso que tengo miedo a los asaltos callejeros y demás acciones del crimen organizado.
Pero esta vez tampoco voy a hacer “open-house” aunque voy a ofrecer un rico tamal a unos cuantos amigos que me visiten en el lugar en que voy a estar. No digo dónde para que no lleguen ciertas gentes que no me son muy simpáticas. Agradezco la buena intención de quienes me dicen ingenuamente que me desean que viva muchos años más, pero yo pregunto ¿cuántos más? El querido viejo amigo Neto Villa, quien ya tiene 86 años de edad, me dijo que me desea vivir quince más, lo cual significa que para morir tendría que tener 93 años de edad, y el también querido amigo Guillermo Cosío Vidaurre, ex Gobernador de Jalisco, ex Presidente Municipal de Guadalajara y ex embajador de México en Guatemala, que tiene la misma edad de yo, aunque unos meses menos, me invita a que festejemos juntos cuando cumplamos 100 años; y yo le contesté “¡no, gracias!”, porque, francamente, ninguno de los dos deseos me convence. Yo creo que se debe vivir la vida intensamente, pero aceptar el momento oportuno para morir…¡y estoy convencido de que éste ya está cerca para mí! Hay gentes que me llaman por teléfono en las mañanas y me preguntan “¿Cómo amaneciste?”, pero sospecho que lo que realmente quieren preguntarme es “¡Cómo…! ¿Amaneciste?” como decía el querido y siempre mi recordado amigo David Vela.
En vista de que ya terminé de pagar (a plazos) mi contrato para los servicios funerarios con Funerales Reforma, les informo que consistirán en lo siguiente: si me enfermo de algo que requiera hospitalización, lo declino porque quiero morir en mi cama, rechazo que vayan a ponerme tubos para hacerme vivir; y una vez haya sido comprobado que he fallecido, me llevarán al lugar donde me van a incinerar, donde mis restos mortales tendrán que esperar el término establecido por la ley antes de que los incineren. Esto significa que no tendré velorio o velatorio, porque no me gustaría que a los asistentes les ofrezcan ese mal café que sirven en las casas funerarias; ni habrá entierro, porque no quiero que mis amigos se molesten en acompañarme en esos últimos momentos, y quienes no son mis amigos no tienen nada que hacer allí. Y cuando mis hijos ya tengan en sus manos mis cenizas, saben en dónde tienen que ir a esparcirlas en una ceremonia familiar y sencilla. Originalmente quería que fuese en el bellísimo Lago de Atitlán, pero después cambié de parecer cuando me entré que mi querido amigo Pepo Toledo había esparcido en ese mismo lago las cenizas de su tío, el prolífico novelista Mario Monteforte Toledo, con quien no me llevaba muy bien que digamos, y decidí cambiar el destino de mis cenizas. Además, la contaminación del lago me espantó aún más. Sin embargo, estoy reconsiderando la decisión y probablemente vuelva a decidirme por Atitán. Aunque no creo que muchos de mis parientes vayan a estar en la incineración porque si nunca les he sido simpatico en vida, mucho menos me van a acompañar cuando muera.
Agradezco los buenos deseos de quienes quieren que viva muchos años más, pero, sinceramente, siento que ya es hora de que haga mutis por el foro, aunque repito que sería muy feliz si llego a celebrar en buenas condiciones el 11/11/11. ¡Que sea lo que Dios quiera!