Las ideas no se combaten con armas, sino se discuten
Desgraciadamente, por razones probablemente atávicas, los guatemaltecos no somos gregarios por naturaleza. En nuestro país existen diversidad de etnias y la mayoría de ellas se deriva de la civilización Maya, aunque otras son de los grupos de africanos que vinieron y los “conquistadores” españoles y del mestizaje de españoles y mayas. Las etnias son: Garinagu- Tekiteko- Achi’es- Jakaltecos- Ixiles- Q’anjob’ales- Q’eqchies – Chalchitecos- Sakapultecos- Maya mopán e itzá- Awakatecos- Akatecos- Chuj- Mames- K’ichés -Sipakapenses- Uspanteko- Ch’orti’es- Poqomames- Tz’utujiles- Poqomchíes- Kaqchikeles. De éstas etnias solamente los Xincas y Garífunas no son descendientes de los mayas. También están los ladinos que son los mestizos, o de origen español.
Al extremo que ni siquiera por el hecho de estar vinculados por ideales comunes, los diferentes grupos subversivos, que lucharon contra las fuerzas represivas de los gobiernos militares sucesivos, se unieron durante la lucha armada de más de tres décadas de duración y lo hicieron separadamente.
Sin embargo, el 7 de febrero de 1982 fue integrada en Nicaragua la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (UNRG) por recomendación o exigencia del dictador comunista de Cuba, Fidel Castro Ruz, y la mediación del legendario comandante Manuel Piñeiro (?Barba Roja?) y del activista comunista Ramiro Abreu, lo cual dio como resultado la coordinación de las cuatro agrupaciones de guerrilleros de ideología marxista-leninista más importantes que operaron en nuestro país: Ejército Guerillero de los Pobres (EGP), Organización del Pueblo en Armas (ORPA), Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), y Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).
Mi artículo anterior lo terminé diciendo que la estéril guerra fratricida que tuvo una duración de más de tres décadas y causó muchos miles de muertos y desaparecidos, gran cantidad de heridos y lisiados, además de la destrucción de algunas obras de la infraestructura nacional, fue consecuencia, por una parte, de la intolerancia política plasmada primero en la Constitución Política de la República del año 1956 y confirmada en la de 1963, y la implacable represión de los sucesivos gobiernos que observaron el programa anticomunista de Seguridad Pública dictado por el gobierno de los Estados Unidos de América durante la Guerra Fría; y, por otra parte, al empecinamiento de quienes pretendieron imponer por las armas un sistema comunista en Guatemala. Y agregué que ambos bandos fueron ?insoportablemente fanáticos y maniqueístas?. Con lo cual quise dar a entender que, de no haber sido por esas desafortunadas circunstancias, en nuestra sufrida patria no se habría registrado esa larga guerra entre hermanos que fue estéril, al final de cuentas, porque no produjo resultados que la justificaran.
La controversia que disparó esta serie de artículos surgió como consecuencia de que en uno de sus recientes artículos, el coronel (retirado) Mario Mérida, especializado en Inteligencia Militar y actualmente columnista de elPeriódico, escribió que, en su opinión, el licenciado Edgar Alfredo Balsells Tojo no era una persona idónea para coordinar la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), porque durante toda su vida pública demostró tener una tendencia ideológica política de izquierda. Y al coronel y columnista Mérida se le armó un gran lío porque de inmediato surgieron personas que, aunque seguramente bien intencionadas, se rasgaron las vestiduras y clamaran al cielo al salir en su ?defensa?, al extremo que el estimado licenciado Óscar Clemente Marroquín Godoy, director del vespertino La Hora, lo calificó de ?infamia? y el también estimado colega Gustavo Berganza, uno de los mejores columnistas de elPeriódico, lo clasificó como un ?ataque?. Lo cual, aunque respeto sus opiniones, sinceramente me pareció no sólo exagerado, sino innecesario.
Pero así como son respetables las opiniones de esos dos colegas, también merece respeto la opinión del coronel retirado y actual columnista de elPeriódico, y a él le parece que, por sus antecedentes, las opiniones del licenciado Balsells fueron parcializadas cuando participó en la elaboración de los 14 tomos de la CEH. Con lo cual yo estoy completamente de acuerdo, aunque sus hijos y sus amigos digan lo contrario en todos los periódicos en los que puedan escribir.
Sin embargo, lo más importante no debería ser establecer eso, sino tratar de dilucidar cuánto de verdad hay en los 14 tomos del CEH o si, por el contrario, se puede probar que ese documento es parcializado y no se apega estrictamente a la verdad. Para lo cual sugiero que, con un ánimo verdaderamente constructivo y patriótico, se establezca una comisión verdaderamente idónea compuesta por personas que no sean parciales a una u otra tendencia, ni a los militares, y, con todas las pruebas que puedan encontrar, demuestren la veracidad o falsedad del informe de la CEH que fue elaborado por el jurista alemán de tendencia izquierdista Christian Tomuschat y los guatemaltecos licenciado Balsells Tojo y doctora Otilia Lux de Cotí, ambos también de tendencia izquierdista.
En cuanto a los compatriotas comunistas, pro comunistas o simplemente revolucionarios izquierdistas, que durante más de tres décadas trataron en vano de imponer por las armas en Guatemala un régimen comunista cuando integraron alguna de las cuatro agrupaciones guerrilleras que conforman la URNG, me permito sugerirles que se pongan al día para comprobar que el comunismo de hoy en el mundo ya no es el mismo que hace 30 años y que si antes no lograron imponer su ideología por las armas, y convertir a nuestro país en otro satélite de Cuba, como Nicaragua, tampoco ahora les será posible lograr que Guatemala se convierta en otro satélite de Cuba… ni mucho menos de Venezuela.
Y en cuanto a los llamados ?anticomunistas?, me permito sugerirles que no es con las armas en la mano como se puede combatir al comunismo o a sus allegados pro comunistas, o simplemente revolucionarios izquierdistas o compañeros de viaje, sino con ideas democráticas y acciones poditivas. Finalmente, unos y otros deben entender, de una vez por todas, que las ideas no se deben combatir, sino se deben discutir civilizadamente.