Muchos que saben algo de las vicisitudes de mi vida me han pedido que escriba libros sobre ellas, pero yo siempre he dicho que no los publico porque Guatemala es un país en el que abundan los analfabetos, no sólo por quienes no saben leer ni escribir, sino porque la mayoría de los que saben no tienen la buena costumbre de leer. Y los escritores fracasan y se frustran porque pocas personas compran sus libros y aún hay menos que llegan a leerlos.
Sin embargo, quienes leen estas páginas web son personas que se toman la molestia de buscar lo que escribimos y por ello considero que en vez de publicar libros, voy a escribir aquí algunos episodios de mi vida. Y eso haré de ahora en adelante. Probablemente los domingos, cuando no tenga que escribir sobre lo temas de actualidad. Hoy dedico esta columna a mi recuerdo de la bellísima Arabella Arbenz Villanova, una mujer a quien amé apasionadamente durante un tiempo. Y para que todos puedan admirar su escultural anatomía, hoy publico dos fotografías para las cuales posó desnuda para un estudio fotográfico de Paris cuando era una joven modelo y tenía enamorados millonarios que la pretendían, como el banquero y productor de vinos barón Philippe de Rothschild y el magnate de la empresa de televisión mexicana Televisa, Emilio Azcárraga Milmo. Hoy las publico porque recientemente una siniestra sabandija -un imbécil- que constantemente lanza su ponzoña venenosa para calumniar, difamar e insultar a cualquiera por los medios de comunicación que aún le dan cabida, publicó en forma maliciosa que yo les muestro esas fotos a mis visitantes. Vean ustedes que no son pornográficas, sino altamente artísticas.
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Misterioso karma el mío
Por algún misterioso karma, dos de las mujeres que yo más he amado en mi vida tenían nombres muy parecidos: la primera se llamó Arabella Árbenz Villanova y la segunda Anabella Waelti Castejón. Pero la diferencia no era solamente una letra r o una letra n en el primer nombre. A la primera la amé apasionadamente, con enfermiza fijación sexual, mientras que a la segunda la amé con amor profundo e inefable ternura y por eso me casé con ella y procreamos a nuestro hijo Alejandro. Pero hoy me quiero referir a Arabella Árbenz Villanova, quien nació en 1940 y se suicidó el 5 de octubre de 1965, cuando tenía solamente 25 años de edad.
La conocí al principio del primer año del gobierno de su papá, el coronel Jacobo Arbenz Guzmán, cuando ella tenía sólo 11 años y yo 23, o sea que le llevaba 12 años de diferencia. Era una patojita muy linda, indudablemente, pero desde entonces era insoportable por su carácter dominante por el hecho de ser la hija más mimada del Presidente de la República. El coronel Jacobo Árbenz Guzmán había nacido en Quetzaltenango el 14 de septiembre de 1913 y murió accidentalmente el 27 de enero de 1971 en el baño de la casa que habitaba en la ciudad de México, situada en la salida a Querétaro, no en un hotel, como dijo equivocadamente Acisclo Valladares Molina en una de sus columnas en el Periódico.
Patojita cabrona
El presidente Árbenz me pidio un día que llevara en mi carro a sus tres hijos a la casa de su madre, doña Octavia Guzmán viuda de Árbenz, quien vivía en la casa de su hija Tavita, casada con un gringo buena gente que se dedicaba a jugar golf, cuyo nombre era Charles Siemon, situada en la zona 9. Naturalmente, yo le dije que lo haría con mucho gusto. Pero demoré unos minutos para llegar a mi automóvil que estaba estacionado en la sexta avenida, frente a la puerta de Casa Presidencial, donde ya se encontraban Arabella con su hermana Leonora y su hermano más pequeño, Jacobito. Arabella sonaba con insistencia el claxon de mi automóvil y cuando llegué me dijo: ?Si no vas a llevarnos inmediatamente a casa de mi abuela le voy a pedir a mi papá que nos ponga otro chofer?. Yo me sentí ofendido y le contesté: “¡Andá al carajo, patojita cabrona, yo no soy chofer!”. Pero de todas maneras les llevé a regañadientes a la casa de su abuela.
Esa misma tarde me llamó uno de los ayudantes de Árbenz para decirme que el presidente quería hablarme y cuando llegué a su despacho estaba muy serio y me dijo: “Arabellita se quejó conmigo de que la insultaste esta mañana”, a lo que respondí con franqueza: “La llamé “patojita cabrona” porque me trató como si yo fuese un chofer”. Árbenz no sonreía mucho, pero esta vez sonrió al responder: “¡Tenés razón patojo! Arabellita es una patojita cabrona, pero no olvidés que es la hija muy querida del Presidente de la República y no volvás a llamarla así”.
Pasaron los años y Arabella, que se había ido a estudiar a Canadá, como interna en un colegio, y su padre fue derrocado en 1954 por una intervención de la CIA de Estados Unidos y la llamada “Liberación Nacional” tuvo que soportar largo tiempo el incómodo asilo tumultuario en la embajada de México antes de salir del país. En el aeropuerto sufrió la humillación de ser obligado a desnudarse y quedarse en calzoncillos por unos ?liberacionistas? abusivos para comprobar que no llevaba dólares o joyas.
Cuando llegaron a la ciudad de México, a media noche, “el ciudadano” Jorge Toriello Garrido y yo les recibimos en el aeropuerto en compañía de nuestro buen amigo el Senador por Guanajuato Luis I. Rodríguez, ex embajador de México en Guatemala, quien unos años antes había sido secretario del presidente Lázaro Cárdenas. Les llevamos al hotel Continental, en el Paseo de La Reforma, propiedad del ex presidente Miguel Alemán, donde ocuparon un piso entero con el coronel Eduardo Weymann Guzmán, su primo hermano y Jefe de su Estado Mayor Presidencial, y su esposa, la señora Marina Tejeda Fonseca, y permanecieron allí hasta que después de dos o tres semanas se mudaron a un departamento más amplio en un moderno edificio de la colonia Cuauhtémoc.
Los tentáculos del Imperio
Árbenz anunció que ofrecería una conferencia de prensa para explicar al mundo entero lo que había sucedido en Guatemala, pero el gobierno mexicano se lo prohibió porque los tentáculos del imperio se movieron para que no dijera las causas de su derrocamiento. Ante esa situación, el ex presidente, su esposa y sus hijos Leonora y Jacobito se fueron a Suiza, donde había nacido el padre de Árbenz. Pero tampoco en Suiza pudieron obtener la residencia que solicitaron porque Árbenz se negó a renunciar a la ciudadanía guatemalteca y adoptar la ciudadanía suiza. Después se fueron a Paris, donde tampoco pudieron quedarse largo tiempo y tuvieron que emigrar de nuevo.
A todo esto, Arabella ya tenía 14 años de edad y estaba interna en un colegio de Canadá hasta que se reunió en Paris con sus padres y sus hermanos. Después se trasladaron a Moscú y Arabella fue inscrita como alumna interna en un colegio comunista que no soportó mucho tiempo y encabezó una fuga con otras estudiantes de Latinoamérica. A partir de esa experiencia ella odió al comunismo y a todo lo que fuera ruso. ¡Ni del ballet ruso quería oír hablar! Sus padres se pusieron furiosos por su fuga y, muy avergonzados, decidieron trasladarse a Praga, donde vivieron por algún tiempo.
Pero en el transcurso de los años Arabella recordaba con irreconciliable rechazo las veces que en Praga vio borracho a su padre cuando se quedaba dormido en un sillón mientras su esposa, María Cristina Villanova, tenía amoríos de infidelidad con un comunista cubano que era su profesor de idiomas. Y recordaba también, con mucho horror, que una vez un conocido comunista guatemalteco, que era amigo de su padre, trató de violarla a pesar de que ella era menor de edad. Por esos amargos, recuerdos que guardaba como pesadillas, cuando vivíamos en México, en 1964, nunca quiso hablar por teléfono ni escribir a sus padres, que vivían en La Habana, Cuba. Su actitud era de completo rechazo a su familia.
Cómo volvi a encontrarla
En 1963, mi amigo el general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes, entonces Presidente Constitucional de la República, electo por la mayoría de votos del pueblo, fue derrocado por su propio ministro de la Defensa, coronel Enrique Peralta Azurdia. ¡Qué contrasentido fue ese! Yo entonces estaba en Nueva York, donde tuve que permanecer durante casi un año porque el gobierno de facto giró instrucciones a todos los consulados para que no me dieran visa para regresar a Guatemala. ¡En esos tiempos los guatemaltecos estábamos obligados a tener visa para entrar a nuestra propia patria! ¡Qué barbaridad!
Una noche de tantas me encontraba en el bar King Cole del elegante hotel St. Regis cuando sorpresivamente me encontré con mi amigo el banquero francés Jean Pierre François, presidente de la Banque Romande de Ginebra (Suiza) acompañado de su bella esposa iraní, pariente del Sha Mohammad Reza Pahlevi, quienes me preguntaron si ya había volado alguna vez en un avión Concorde, y cuando les dije que no me invitaron a volar con ellos cuando regresaran a Paris y me quedara unos días en su mansión. Y además me dijeron que todos los gastos correrían por su cuenta. Lógicamente, acepté. ¡Con mucho gusto!
A los dos días de nuestra llegada a Paris me llevaron a una fiesta que, para celebrar su cumpleaños, ofrecía en su casa el millonario banquero y productor de vinos barón Philippe de Rothschild, y entre las invitadas había varias bellas modelos y una de ellas era Arabella Arbenz Villanova, quien por esos días era modelo en París. Al principio no la había reconocido cuando nos presentaron, ni puse atención para escuchar bien su nombre, ni supe cuál era su nacionalidad. Pero al verla admiré su belleza y estuve observándola todo el tiempo. Hasta que después de varias horas de contemplación ella se encaminó directamente hacia donde yo estaba acompañado de varias personas y, a quemarropa, me preguntó: “¿No te acordás de mí, cabrón?”. Sorprendido por ser llamado así por una mujer tan bella que me era desconocida, le contesté muy turbado que no la recordaba, y le pregunté quién era. Ella me contestó: “¡Soy la patojita cabrona!”.
Sopa de cebolla en Au Pied de Cochon
¡No tuvo que decir más! En el acto abrí mis brazos para abrazarla afectuosamente y le dije: “¡Querida Arabella! ¡Cuánto gusto! ¿Cómo estás? ¡Qué bella estás!” Y disfrutamos juntos el resto de la noche de la fiesta hasta que en la madrugada me preguntó si ya había al restaurante Au Pied de Cochon en el mercado Les Halles en el número 6 de la rue Coquillière, abierto las 24 horas, para tomar la famosa sopa de cebolla, y cuando le dije que no había ido todavía, me dijo resueltamente: “¡Vení! ¡Vamos!” y me tomó fuertemente de la mano y prácticamente me arrastró hasta su automóvil convertible que corría como flecha por las calles parisinas, y no nos tomó mucho tiempo llegar al mercado.Todos sus deseos y todas sus decisiones eran como órdenes que no se podían discutir.
Después de la sopa de cebolla nos fuimos directamente a su departamento, con vista al río Sena y el puente del Alma, y no nos separamos ni un minuto mientras duró mi permanencia en Paris, porque me acompañó a la mansión de los esposos François a recoger mi ropa.
Yo regresé primero a Nueva York y después a México, y Arabella se fue a El Salvador, pero poco tiempo después vino a México para vivir conmigo una relación sumamente apasionada durante poco más de un año, en un departamento situado en Génova 20, en pleno corazón de la Zona Rosa.
Disfrutamos de muchas cosas agradables -y sabrosas- muy gratas de recordar, pero insisto en que vivir con Arabella no era fácil, porque era muy temperamental y tenía un carácter sumamente difícil. Era una mujer muy bella, sin duda, con una anatomía como han tenido muy pocas mujeres que he conocido en mi larga vida, pero su personalidad era demasiado fuerte y su carácter inflexible. Cuando se le metía una idea en la cabeza era difícil convencerla de otra cosa. Además de ser tan bella era una mujer extraordinariamente inteligente, preparada y culta. Leía mucho y, además del español, hablaba ingles, italiano, francés y ruso. Pero, insisto, no era fácil convivir con ella.
Vocación de suicida
Estando en México, una noche se cortó las venas para suicidarse porque no llegué a cenar a la hora acostumbrada porque me quedé unas horas en las instalaciones de Televisa con el periodista Jacobo Zabludovsky para editar una entrevista que él le había hecho a Gabriel (“Gabo”) García Márquez, y ella no me había dicho que había organizado una cena con amigos para celebrar nuestro primer aniversario de vivir juntos. Por suerte ella no sabía que para suicidarse cortándose las venas de las muñecas tenía que hacerlo metida en una tina con agua un poco caliente para que corra la sangre. Pero hasta que lo averigüé me hizo pasar un tremendo susto.
Recordación histórica
Mientras su papá era presidente de la República de Guatemala, Arabella fue enviada a Canadá como estudiante interna en un colegio y después de que en 1954 fue derrocado por la invasión de la mal llamada “Liberación Nacional”, que encabezó el coronel Carlos Castillo Armas, con el patrocinio de la Central Intelligence Agency (CIA) que por entonces dirigía el tenebroso Allen Dulles, hermano del Secretario de Estado John Foster Dulles, y con el apoyo de la United Fruit Company, los Árbenz anduvieron por el mundo como judíos errantes hasta llegar a Moscú donde Arabella fue inscrita como interna en un colegio donde encabezó una rebelión de jóvenes estudiantes Latinoamericanas que huyeron del establecimiento porque era excesivamente rígido. Lo cual le valió una severa reprimenda de sus padres que se sintieron avergonzados del comportamiento de su hija rebelde.
Cuando Arbenz fue derrocado, el 27 de junio de 1954, pronunció un discurso demasiado quejumbroso e indigno de quien fuera llamado “el soldado del pueblo”, y pocas horas más tarde se asiló en la embajada de México, donde tuvo que permanecer largo tiempo con su esposa y sus dos hijos menores, Leonora y Jacobito, hasta que, finalmente, el gobierno militar de facto les dejó salir del país, pero a pesar de estar bajo la protección diplomática de la representación diplomática mexicana, el ex presidente fue cobardemente humillado en el aeropuerto y por todo el mundo se publicó su fotografía en calzoncillos.
Amargo peregrinaje de Árbenz
Árbenz, su esposa y sus dos hijos menores vivieron poco tiempo en la ciudad de México, porque el gobierno mexicano le negó el derecho a la libertad de expresar lo que había sucedido en Guatemala. Y primero se marcharon a Suiza, donde tampoco pudieron quedarse, no obstante sus raíces suizas, porque Árbenz se negó a renunciar a su nacionalidad guatemalteca y adoptar la suiza. Entonces se fueron a Francia, donde tampoco se pudieron quedar y optaron por marcharse a los países detrás de la Cortina de Hierro. Primero fueron a Moscú, donde no soportaron el intenso frío, y después a Praga (Checoslovaquia) donde tampoco les fue fácil la vida porque el gobierno checo se sentía molesto por los reclamos que Árbenz les hacía por el armamento en malas condiciones que le vendieron a su gobierno por medio del mayor Alfonso Martínez Estévez. En vista de que en ninguno de esos lugares estuvieron a gusto, optaron por probar suerte en Montevideo (Uruguay), donde tampoco les dejaron vivir con libertad y continuaron su largo peregrinaje. Pero al triunfar en Cuba la Revolución de Fidel Castro fueron invitados a vivir en La Habana, pero el ex presidente Árbenz tuvo que soportar las constantes humillaciones de parte de Castro cada vez que decía en sus discursos que Cuba no era Guatemala y él no era como Árbenz que renunció y se asiló en la embajada mexicana en vez de pelear hasta la muerte por defender su gobierno como un hombre revolucionario.
Arabella había huído antes que ellos de la Cortina de Hierro para ir a trabajar de modelo en París, pero después se vino a El Salvador, donde tenía una relación lesbiana con una mujer de nombre Noemí y comenzó a consumir constantemente mariguana y LSD. El lesbianismo lo aprendió en los internados, donde, por falta de hombres, algunas estudiantes suelen practicar el lesbianismo para satisfacer su deseo sexual.
Mientras Arabella y yo vivimos juntos en México, era una de las mujeres más bellas y distinguidas del mundo social, cultural y artístico en el que nos desenvolvíamos, y era admirada, deseada y acosada por hombres como por mujeres. Creo que me fue fiel (hasta donde uno puede saber), pero sabía que pronto nos separaríamos, el día menos pensado, porque le llovían las proposiciones y a mí no me gustaba su mal carácter. Una de las constantes proposiciones de los hombres que la acosaban era nada menos que del magnate de la televisión mexicana, Emilio Azcárraga Milmo (“El Tigre”), principal accionista de Televisa, quien confesaba que ella le gustó desde el día que la conoció cuando era modelo en París. La lesbiana que más la acosaba, constantemente, era la cantante folclórica Chavela Vargas, una mujer muy hombruna, muy vieja y muy fea, nacida en Costa Rica en el año 1919 con el nombre de Isabel Vargas Lizano.
Por eso, cuando el gobierno militar de facto del coronel Peralta Azurdia me comunicó que me otorgaba visa para regresar a Guatemala, antes de informarle a Arabella fuí a la Basilíca de Guadalupe a pedir de rodillas a la Vírgen guadalupana que hiciera el milagro que Arabella no quisiese regresar conmigo a nuestro país. ¡Y así fue! Cuando le pregunté si quería venir conmigo a Guatemala, me respondió en forma tajante: “¡Allá no voy ni muerta!”.
Película “Un alma pura”
Cuando regresé a Guatemala, Arabella se quedó en México y se hizo amante de Emilio Azcárraga Milmo (“El Tigre”), quien la instaló en un elegante pent-house, le regaló un excelente automóvil Mercedes-Benz convertible que ella chocó pocos días después de estrenarlo y le pagaba todos sus gustos y lujos. El escritor Carlos Fuentes escribió para ella una historia de relaciones incestuosas que llamó “Un alma pura” que llevaron a la pantalla en una película experimental con el actor Enrique Rocha. Pero ya había caído en la adicción al ácido lisérgico y cometió graves errores, entre ellos quizás el que le costó tener que salir de México fue haber tenido una relación amorosa y haber ingerido LSD con un sobrino muy querido de “El Tigre”, quien al enterarse pidió a las autoridades de Migración que le aplicara el artículo 33 y le diera un plazo perentorio de 48 horas para abandonar México.
Por su debut cinematográfico, la revista Life en español le dedicó la portada y un amplio reportaje en su edición del 16 de agosto de 1965 que, lamentablemente, de poco le sirvió porque se suicidó poco tiempo después, el 5 de octubre de ese mismo año, por la incontrolable depresión que le causó un LSD que tomó antes de asistir a la desastrosa corrida de toros en la que el torero Jaime Bravo fue un fracaso.
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Mínima relación con el torero
En esas circunstancias, un día antes de verse obligada a abandonar el territorio mexicano se encontró en un restaurante con un
torero mediocre de nombre Jaime Bravo y cuando ella le contó que tenía que salir de México el día siguiente, éste le propuso que le acompañara en una gira taurina por América del Sur, comenzando por Bogotá. Arabella aceptó porque no sabía qué iba a ser de su vida al tener que salir de México. No es que hayan sido novios, como dijo la prensa amarillista internacional, sino que por las circunstancias aceptó esa invitación. Pero cuando estaban en Bogotá se percató de que su vida era un fracaso y estaba a la deriva por su adicción al LSD y la depresión que esto le causó la hizo suicidarse con un balazo en la boca el 5 de octubre de 1965, a la temprana edad de 25 años.
Se sabe que el suicidio es genético, hereditario, y estoy convencido de que así es porque primero se suicidó su abuelo, un suizo que tenía una farmacia en Quetzaltenango, y después se suicidó también Leonora, una de las hermanas del coronel Árbenz.
Mis gestiones en México
Yo me enteré del suicidio de Arabella por una llamada telefónica que recibí de Jaime Bravo desde Bogotá, quien me pidió que viera lo que se podía hacer para arreglar dónde enterrarla porque él tenía que continuar su gira. Curiosamente, recibí su llamada cuando estaba almorzando en casa de Tavita Arbenz de Siemon, en compañía de “el Gordo” Zeceña, productor y director de cine. Inmediatamente llamé por teléfono a mi amigo Luis Echeverría Álvarez, entonces Secretario de Gobernación de México, para informarle de la tragedia y pedirle que me autorizara llevar el cadáver de Arabella a México a pesar de que había sido expulsada. Por su parte, Zeceña habíó con el actor y dirigente sindical Rodolfo Landa, secretario general de la ANDA, cuyo nombre verdadero era Rodolfo Echeverría Álvarez y era hermano del Secretario de Gobernación, para pedirle que permitiera enterrarla en el Panteón de la ANDA en base a que había trabajado en una película experimental. También solicité a mi amigo Luis Echeverría que autorizara que el ex presidente Arbenz, su esposa María Cristina y sus hijos Leonora y Jacobo pudiesen entrar a México para estar presentes en el entierro. Y afortunadamente todo nos fue concedido sin ningún problema. Gracias a lo cual el coronel Árbenz, su esposa y su hija Leonora pudieron llegar a México para esta en el funeral. Al recibirles en el aeropuerto me informaron que Jacobito no pudo llegar con ellos porque cuando iba en camino al aeropuerto tuvo un accidente en el que murió una persona y el gobierno de Fidel Castro no le dejó salir de la isla.
Descanse en paz
Que descanse en paz la bella y amada Arabella, quien seguramente fue víctima de las trágicas vicisitudes en las que la envolvieron los actos de sus progenitores. Su hermana menor, Leonora, falleció recientemente en Costa Rica. La pobre estaba muy mal de la cabeza y tuvo que ser internada varias veces con crisis emocionales en un sanatorio mental de San José. Creo que también fue como consecuencia de todo lo que sufrió al lado de sus padres. Pido a Dios que también ella descanse en paz, igual que su hermana Arabella Árbenz Villanova.