Inmerecido homenaje
Como dije el domingo pasado: a pesar de que siempre he dicho que un periodista no tiene que andar aceptando reconocimientos o premios por el hecho de desempeñar su oficio a la medida de sus facultades y posibilidades, ahora que ya estoy en las postrimerías de mi vida acepto gustoso y agradezco profundamente este inmerecido homenaje que me hace la Fundación Mario Monteforte Toledo.
Como se podrán dar cuenta por la invitación que ha estado circulando y reproduzco arriba, el acto tendrá lugar esta noche a partir de las 19 horas en el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón de la sede de la Embajada de México. Entiendo que este inmerecido tributo se debe primordialmente a la generosidad de los oferentes porque he dedicado al periodismo la mayor parte de los 84 años que he vivido y, en parte, a mi corto paso por la diplomacia de 1978 a 1982 en el honroso cargo de Embajador de Guatemala en los Estados Unidos Mexicanos.
Agradezco los grandilocuentes adjetivos (totalmente inmerecidos) con los que se me califica en la invitación, los cuales me obligan a que –apelando a la comprensión de quien la redactó– lo rechace cordialmente. Creo que habría sido mejor que me llamaran “controversial o controvertido periodista” o algo parecido. Porque, sencillamente, en el ejercicio del periodismo he hecho todo lo que ha estado en mis posibilidades para servir a mis lectores y a la sociedad de Guatemala. Con lo cual, en medio de tantas vicisitudes, incomprensiones, riesgos y malas remuneraciones de parte de las empresas de los medios en los que he escrito, he tenido una vida verdaderamente fascinante. Al grado que si me preguntan qué me gustaría ser si volviera a nacer, diría que otra vez periodista. Aunque en Guatemala uno no puede vivir del periodismo… ¡sí puede morir por él! Aclaro que esta acertada expresión no es originalmente mía, sino de mi viejo amigo y colega Luis Morales Chúa. Tampoco creo merecer el calificativo de “diplomático centelleante” (cualquiera que sea su significado), pero me siento satisfecho y orgulloso de haber representado a Guatemala en ese país que tanto admiro y tanto amo como una segunda patria, porque allá tengo muchos amigos, probablemente más que en Guatemala y tradicionalmente ha sido hospitalario para recibir a los perseguidos políticos de cualquier país, entre los cuales yo me conté en dos oportunidades que fui expulsado de Guatemala y tuve que vivir en el exilio por haber expresado opiniones contrarias a las de los regímenes autoritarios en turno, por las que fui perseguido, encarcelado, torturado y una vez puesto en el río Suchiate sin dinero ni documento alguno por la Policía. México fue entonces mi refugio, como lo ha sido para tantos exiliados de muchos países. Mario Monteforte Toledo fue uno de ellos. Además, es doblemente honroso para mí que este acto vaya a tener lugar en el Centro Cultural de la Embajada de México que lleva el nombre del admirado ilustre poeta, escritor y crítico de arte guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, quien vivió en el exilio en México desde 1954 hasta su muerte. En cuanto lo que se agrega de “espléndido hombre de letras”, puede ser porque, en efecto, he leído mucho, y a que soy “fundador de amistades que trascienden de un siglo a otro”, lo acepto porque creo que se apega a la verdad. Ya que en el transcurso de mi larga vida no me ha interesado coleccionar valores materiales, pero sí he cultivado grandes amistades. Fue en México, precisamente, donde aprendí a cultivar la amistad, porque cuando allá le llaman a uno “cuate” significa que es reconocido como amigo; y, en base a su conocida expresión de “mi casa es su casa”, aprendí a abrir las puertas de mi casa para compartir el pan y el vino con mis queridos amigos. Eso sí lo acepto, gustosamente, porque es verdad que he tenido la fortuna de gozar de la amistad de importantes personajes de varios países. Por eso desde que regresé a Guatemala fundé aquí lo que –por mi habitual ánimus jodiendi— bauticé como Cofradía de los Viernes, que no es otra cosa que un grupo selecto de amigos que nos reunimos todos los viernes a compartir unos tragos y buena comida para conversar sobre los temas de actualidad. Durante muchos años lo hicimos solamente en mi casa, pero, dadas las circunstancias económicas, últimamente lo hemos venido haciendo en diversos lugares. Pero no se trata de una “cofradía” delincuencial, como llegó a creer el infame y tristemente recordado juez español Carlos Castresana, sino de un grupo selecto de amigos que se reúne a compartir un almuerzo y a platicar sobre diversos temas. Lo que no me cabe la menor duda es que quien redactó esa invitación es amigo mío y me estima, porque creo que sus palabras derraman afecto. Además, creo que lo hizo para justificar la honrosa distinción que se me hace.
Este era yo en 1940, a los 12 años de edad, cuando comencé a escribir babosadas en la revista Faro Estudiantil del Colegio de Infantes, donde estudié la secundaria. Si comparan esta foto con la que tiene el encabezado de este blog ahora que tengo cumplidos 83 años, van a poder notar el paso inexorable del tiempo.
La generosa y honrosa decisión de la Fundación Mario Monteforte Toledo de concederme este año la Orden que lleva el nombre del prolífico periodista y novelista, me compensa por la explotación y mezquindades de las empresas que desvergonzadamente mi vocación periodística. El año pasado se lo otorgaron a mi buen amigo el talentoso compatriota Carlos Humberto López Barrios, residente en la Ciudad de México, donde es propietario de la Editorial Praxis.
Ironías de la vida, porque estoy seguro de que si le consultaran a Mario se opondría enérgicamente, porque a pesar de que en México habíamos sido buenos amigos y compañeros de exilio y de trabajo en la Revista Siempre!, se disgustó y enemistó conmigo cuando llegué como embajador del gobierno del general Romeo Lucas García. Sin embargo, durante la mañana del primer día que asumí el cargo, se presentó al consulado a solicitar de nuevo que se le extendiera un pasaporte, el cual se le había venido negando durante varios años, y el Cónsul llegó a consultarme el caso y le ordené que le extendiera inmediatamente el pasaporte, sin que tuviese que esperar las reglamentarias 48 horas para que se lo entregaran. Entonces él me informó que el Consulado tenía instrucciones del Ministerio de la Defensa de no documentarlo, por lo cual le pregunté: “¿Y de cuándo acá usted recibe instrucciones del Ministerio de la Defensa?” Y le recordé que tanto él c0mo yo dependíamos de la Cancillería y no de otro ministerio. Entonces me pidió que yo firmara el pasaporte y le repondí que un embajador no firma pasaportes ordinarios, sino firma solamente los pasaportes diplomáticos, pero que le iba a dar una carta ordenándole que lo hiciera para que se cubriese las espaldas. Y así fue como le entregaron en inmediatamente su pasaporte a mi viejo amigo Mario Monteforte Toledo, gracias a lo cual pudo viajar por diversos países antes de regresar a Guatemala.
Yo tengo desde hace tiempo un contrato con Funerales Reforma para que cuando muera incineren mi cuerpo, sin velorio ni entierro, y había dado instrucciones a mi hijo Alejandro de que mis cenizas las tirasen en el Lago de Atitlán. Pero entonces me enteré que mi querido amigo José (“Pepo”) Toledo Ordóñez se encargó de lanzar en las aguas del Lago de Atitlán parte de las cenizas de su tío Mario, y yo había pensado pedir a mis deudos que ya no lanzaran mis cenizas en ese mismo lago para que el encuentro de las cenizas de ambos no fuese a ser la causa de un tsunami o un xocomil. Pero en vista de este homenaje –que tanto agradezco– volveré a pedir que lancen mis cenizas en ese mismo lago para que se produzca una reconciliación póstuma. Porque espero que ahora que recibiré la Orden que lleva su nombre no vaya a rechazar la compañía de mis cenizas cuando se encuentren con las de él. O sea que este homenaje que me ofrece la fundación que lleva su nombre será una oportuna reconciliación post mortem. De la cual me alegro mucho. Espero contar con la presencia de algunas personas amigas. Cuando me toque el turno de tomar la palabra tendré mucha satisfacción de relatar algunas intimidades sobre mi vida en el periodismo y el rumbo tan equivocado y peligroso que este fascinante oficio está siguiendo tratando de convertirse en el primer poder mediático sobre las autoridades políticas, económicas y hasta judiciales establecidas al pretender imponer sus criterios sobre los que establecen la Constitución y las demás leyes. Creo que les va a interesar.
Twitter: @jorgepalmieri