SUPREMA SENCILLEZ DE JUAN PABLO II

Tercera parte: la visita con los cancilleres de Centroamérica.

Tan pronto se instalaron en sus respectivas suites los cancilleres de Centroamérica que por invitación del ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, ingeniero Rafael Castillo Valdés, habían viajado a México con el propósito de saludar a Juan Pablo II, nos reunimos a tomar un trago y les dije que no sería prudente desvelarnos porque la cita estaba fijada a las 7 en punto de la mañana y el Secretario de Estado Casarolli me había  pedido que llegaran acompañados solamente de mí y, sobre todo, sin ningún periodista. Con lo cual se me plantearon dos nuevos problemas porque se encontraban presentes también mis dos colegas de El Salvador y Nicaragua, que habían ido al aeropuerto a recibir a sus cancilleres y, como era comprensible, no podía impedirles que les acompañasen a la cita con el Papa, por lo que les invité; y como guinda en el pastel de todos mis problemas, venía con el ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, ingeniero Castillo Valdés, el Director del Servicio Exterior de la Cancillería, mi querido amigo el licenciado Edgar Sarceño; y el Canciller de Costa Rica, mi amigo Rafael Ángel Calderón Fournier, venía acompañando su tío, un señor Fournier, director del noticiario Cuestión de Minutos de su país, por lo que me ví obligado a pedirle que si deseaba que él viniese con nosotros, tenía que dejar las cámaras, porque monseñor Casaroli me había hecho hincapié en que “¡nada de periodistas!”.

Como a las 6:15 de la mañana siguiente, me presenté al hotel Presidente Chapultepec para que saliéramos con tiempo a la cita para poder estar en la Delegación Apostólica antes de las 7, no fuera a ser que el intenso tránsito nos fuese a impedir que estuviésemos puntuales en la cita. Afortunadamente, ya todos estaban listos y la caravana salió de inmediato y nos presentamos antes de las 7 en la Delegación Apostólica, donde estaba hospedado Juan Pablo II. A las 7 menos cinco me saludó mi querido amigo el mundialmente popular cantante mexicano Pedro Vargas, llamado “el tenor continental”, quien había estado pocos minutos con el Pontífice y al salir me saludó muy afectuosamente.

A las 7 en punto nos pasaron adelante y en la sala de entrada ya nos estaba esperando S.S. Juan Pablo II acompañado de monseñor Gerolamo Prigione, Delegado Apostólico en México, y monseñor Giuseppe Caprio, Secretario del Tesoro del Vaticano. Están observando la escena los embajadores de El Salvador y de Nicaragua, así como el licenciado Edgar Sarceño, director del Servicio Exterior de la Cancillería de Guatemala. Atrás está el señor Fournier, tío del Canciller costarricense.

Momento en que saludaba a S.S. el Papa Juan Pablo II cuando llegué a la Delegación Apostólica acompañado de los cancilleres de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica acompañados de sus respectivos embajadores, y el Director del Servicio Exterior de Guatemala, mi amigo el licenciado Edgar Sarceño. A mi lado estaban mis colegas los embajadores de El Salvador, licenciado Guillermo Paz Larín, y de Nicaragua, licenciado Ernesto Navarro Richardson. Junto a él estaban los monseñores Gerolamo Prigione, Delegado Apostólico en México, y Giuseppe Caprio, Secretario del Tesoro del Vaticano. Observen que en la mano izquierda yo llevaba oculto por atrás un sobre de manila con la fotografía que nos habían tomado durante la recepción de la noche anterior.

Momento en el que le mostraba al Papa Juan Pablo II la fotografía que nos tomaron durante la recepción de la noche anterior en la Delegación Apostólica y me atreví a pedirle que la autografiara, igorando si los papas acostumbran hacerlo.

Después de que le mostré la foto al Papa Juan Pablo II le pedí su autógrafo diciéndole: “Yo no se si es demasiado mi atrevimiento al pedirle su autógrafo a un Papa”, a lo cual respondió con su gran sentido del humor: “Yo no soy Robert Redford, ni ningún otro artista de cine, pero también firmo autógrafos” y me pidió un bolígrafo para firmarla. Me sorprendió la infinita sencillez del Papa que el domingo pasado fue elevado a los altares como beato, un peldaño antes de ser reconocido como santo. Observan atentamente la escena el licenciado Edgar Sarceño y el fotógrafo personal del Papa de apellido Felici, a quien le debo que me haya enviado todas estas fotos de parte del Papa. Es evidente que al delegado apostólico Prigione no le hacía mucha gracia la familiaridad con la cual le hablaba a S. S. el Papa Juan Pablo II.

Como no vio ninguna mesa cerca, con infinita sencillez Juan Pablo II se fue hacia la pared para escribir su nombre en la foto, como ustedes podrán ver. Me siento muy orgulloso de tenerla porque no creo que en el mundo haya muchas otras fotos como ésta. Junto a nosotros está un entrometido elemento de seguridad del gobierno mexicano que parecía que estaba interesado en escuchar todo lo que hablábamos. La firma que estampó fue Johannes Paulus pp II.

Esta foto fue captada la noche anterior por el fotógrafo del Cuerpo Diplomático Gabriel López Quijada durante la recepción de bienvenida que ofreció el Delegado Apostólico en México. Vean que con ambas manos, Juan Pablo II nos tiene tomados de las manos a mi amada esposa Anabella y a mí después de que yo le dije que no estábamos unidos por la Iglesia porque solamente nos casamos por lo civil porque ella estaba divorciada. Entonces el Papa nos dijo “¿Que no están unidos por la Iglesia? ¡Pues ahora lo están!”, y nos atrajo hacia él con sus dos manos. Lo cual nos llenó de felicidad. Observan sonrientes la escena con admiración el embajador de Italia y su esposa. Observen que la foto ya tiene el autógrafo que escribió contra la pared el sencillo y carismático Pontífice.

Los cancilleres de Centroamérica y quien escribe estas líneas rodeamos al Papa Juan Pablo II pocos minutos después de que a mí sólo me pasaron a un pequeño despacho adjunto para que le diera al pontífice un perfil de cada uno de ellos antes de que él les recibiera. Me dijo que al canciller de Guatemala, ingeniero Rafael Eduardo Castilo Valdés, lo recordaba porque éste le había dicho “Yo no soy católico, sino soy mormón”. ya le conocía porque formó parte de la “delegación de lujo” integrada por tres ex presidentes de la República, los generales Miguel Ydígoras Fuentes, Carlos Manuel Arana Osorio y Kjell Eugenio Laugerud Garcia, el Cardenal Mario Casariego, el Obispo auxiliar Mario Martínez de Lejarza y el empresario Raúl García Granados.  La entrevista con el Papa tuvo más de media hora de duración y sostuvimos con él una interesante y grata conversación. Cuando me preguntó si el canciller de Nicaragua era del gobierno del general Somoza y le dije que sí, me preguntó: “¿Pero Somoza va a caer”? a lo cual respondí que sí, que estaba seguro que iba a caer a pronto. Entonces me preguntó “¿Pero los sandinistas son comunistas?” y le contesté que yo creía que sí lo eran. Entonces dijo: “¡Pero la Violeta me ha dicho que no lo son!”, y le contesté: “Yo fui amigo de su marido, el periodista Pedro Joaquín Chamorro, y recuerdo que él solía decirle constantemente: “¡Callate vos, que no sabés de lo que estás hablando!”; y cuando llegamos al Canciller de Costa Rica, Rafael Ángel Calderón Fournier, me comentó: “Me han dicho que éste va a ser presidente de Costa Rica”, a lo que contesté: “¡Sólo Dios sabe si llegará a serlo!”. Y, en efecto, Calderón Fournier llegó a ser presidente de ese hermano país de 1990 a 1994. En la foto no están ni el Canciller ni el embajador de Honduras, porque el primero no viajó a México porque creyó que el Papa no les iba a recibir y el segundo porque no llegó su Canciller.

Aquí me estaba despidiendo de S.S. el Papa Juan Pablo II.  La entrevista duró aproximadamente media hora y fue sumamente cordial e interesante. Observen el fuerte apretón de manos que nos dimos. Viendo de cerca la escena está monseñor Giuseppe Caprio, quien pocos días más tarde fue elevado al rango de Cardenal. (Continuará)