1.- El culto a la amistad
Varias cosas admiro de los mexicanos, pero, principalmente, su acendrado amor patrio, que algunos interpretan como “patrioterismo”, lo cual les hace gritar emocionados “¡Como México no hay dos!” porque se sienten orgullosos de ser mexicanos y de todos sus héroes y sus valores; y por su reconocido culto a la amistad. A lo cual debo haber desarrollado mi propio culto a la amistad, que tantas satisfacciones me ha dado.
Durante las numerosas ocasiones que he vivido en ese país –como exiliado político varias veces, y otras como y otra como hippy cuando me dio por andar fumando marigüana y comiendo los hongos alucinógenos y el peyote junto al eminente médico y psiquiatra mexicano Salvador Roquet, y muchas otras veces como turista–, siempre me encontré los brazos abiertos de los amigos y las puertas de sus casas. Porque hay que reconocer que los amigos mexicanos justifican su acostumbrada expresión “Mi casa es tu casa”. Cuando son “cuates” son grandes amigos, como hermanos. En cambio, los chapines, somos muy huraños y no acostumbramos abrir las puertas de nuestra casa a los amigos. En realidad, ni siquiera a los parientes les abrimos las puertas de nuestra casa. Supongo que eso es debido a una desconfianza nacida de los “orejas” de los regímenes militares totalitarios que hemos tenido. Por temor a que se conozca nuestra realidad y que se informe de lo que hacemos y hablamos en nuestras casas, cuesta que invitemos a los amigos a nuestra casas. ¡A saber!
Durante mis diferentes estadías en la Ciudad de México siempre me encontré con amigos hospitalarios generosos que sin mucho preámbulo ni protocolo, me han invitado a sus casa, mucho menos a compartir su pan. Varios embajadores acreditados en nuestro país se han sorprendido cuando han venido a almorzar a mi casa y me han confesado que esa ha sido la única vez que han sido invitados a la casa de algún guatemalteco que no está ligado a los gobiernos anfitriones. Un embajador del Japón se emocionó tanto de estar en mi casa que soltó lágrimas por la insólita emoción que sintió cuando me confesó que esa era la primera vez en tres años de estar aquí que había sido invitado a la casa de un guatemalteco.
Yo nunca tuve dinero ni coleccioné sellos postales, ni obras de arte, ni relojes, ni nada material, pero he tenido el privilegio de coleccionar amigos y gratos recuerdos. Así cultivé la amistad de personajes de gran valía y fama mundial, como el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de literatura; el aventurero, escritor, político e intelectual francés André Malraux, quien fue ministro de Cultura de 1958 a 1969, durante la V República del general Charles De Gaulle, por lo que fue nombrado “Señor Cultura”, autor entre otros libros de La condición humana; el genial mimo Mario Moreno “Cantinflas”, de quien llegué a ser, según él dijo muchas veces, “su mejor amigo en el mundo”; de insignes periodistas mexicanos como José Pepe Pagés Llergo, fundador y director de la influyente revista política Siempre! y Jacobo Zabludovsky, director del noticiario 24 Horas de Televisa.
2.- Los almuerzos de los viernes en casa de Pepe Pagés Llergo
Cuando estaba exiliado y escribía en la revista Siempre!, del ícono del periodismo mexicano Pepe Pagés Llergo (qepd) todos los viernes acostumbrábamos reunirnos a almorzar en su casa situada en la colonia Polanco (frente a la que ocupó muchos años María Félix). Ahí nos juntábamos con grandes personalidades del periodismo, de la política y de la cultura mexicana en general. Todos los viernes nos reuníamos en su casa grupos de unas veinte personas, a cuales más interesantes. Ahí conocí al filósofo, poeta y diplomático Octavio Paz, premio Nobel de Literatura 1990, autor entre muchas obras de El laberinto de la soledad; al inmortal músico-poeta Agustín Lara; al gran escritor Juan Rulfo, autor de la novela Pedro Páramo, a Luis Spota, autor de 30 libros, entre los que destaca El primer día (sobre los estragos que produce en los ex-presidentes la república la pérdida del poder al final de su mandato); al periodista, novelista, diplomático e intelectual Carlos Fuentes, autor de la novela La región más transparente y también La muerte de Artemio Cruz, entre otras; conocí también a políticos muy destacados como el licenciado Luis Echeverría Álvarez, cuando era Secretario de Gobernación durante el período del licenciado Gustavo Díaz Ordaz, antes de ser presidente de los Estados Unidos Mexicanos de 1970 a 1976; al licenciado José López Portillo, su entonces íntimo amigo y sucesor, cuando aún era Secretario de Hacienda y Crédito Público durante el gobierno de Echeverría, antes de ser presidente de la república de 1976 a 1982, tiempo durante el cual yo tuve a honra de ser el embajador de Guatemala; al licenciado Carlos Hank González, a la sazón Regente del Distrito Federal, después de haber sido Gobernador del Estado de México y Secretario de Turismo; y a los famosos toreros Silverio Pérez, apodado por la afición “el faraón de Texcoco”, Lorenzo Garza, Luis Procuna y Manolo Martínez; al periodista y poeta Renato Leduc, dos veces Premio Nacional de Periodismo y autor del poema El Tiempo (“sabia virtud de conocer el tiempo…a tiempo amar y desatarse a tiempo”), entre muchos otros. A ese grupo solían frecuentar artistas populares como el músico-poeta Agustín Lara, Mario Moreno “Cantinflas”, el chileno Lucho Gatica y Pedro Vargas, “el tenor continental”.
3.- La Cofradía de los viernes en Guatemala
Cuando regresé a nuestro país en 1982, después de haber sido embajador de Guatemala en México, echaba de menos esas gratas reuniones en casa del gran periodista Pagés Llergo, por lo que inicié el ritual de reunir en mi casa a almorzar y a cambiar impresiones sobre todo lo que ocurría en el país y el resto del mundo todos los viernes con un grupo escogido de amigos y lo llamé “Cofradía de los Viernes” (nada que ver con la llamada cofradía de los militares, que fue posterior), pensando que los integrantes del grupo somos cofrades o amigos fraternos. Después se integró la llamada “Cofradía de los Vinos” y aún después la cofradía del grupo de militares.
Pero el nefasto fiscal español Carlos Castresana, siendo comisionado de la CICIG, nos confundió con la cofradía militar y el imbécil creía que nuestra Cofradía de los viernes era una red paralela de delincuentes. Y recientemente ha dicho eso mismo, por ignorante, una entidad anónima de la red social.
4.- Antes de que se me olvide
No me lo están preguntando, ni yo tengo por qué andarlo contando, pero es el caso que a partir del año 1928 (cuando nací) todos los 11 de noviembre me veo en la imperiosa necesidad de cumplir un año más de estar vivo. Y por eso hoy estaré cumpliendo 87 años de edad. ¡Se dice fácil! Durante los últimos años he tenido la costumbre de irme de Guatemala a festejarlo a algún lugar del mundo, para evitar los infaltables gorrones que andan buscando dónde se cuelan para beber y comer gratis (como me sucedió la última vez que tuve las puertas abiertas para todos los que quisiesen venir, pero se colaron algunas gentes desagradables, incluyendo a ciertos personajes adinerados y ciertos funcionarios públicos que están siendo investigados por “Iván el temible”, comisionado de la CICIG.
Por eso me he ido a festejarlo lejos, una vez a Buenos Aires, otra vez a los glaciares de Perito Moreno en la Patagonia argentina, otra vez a la ciudad de Nueva York y hace dos años al Distrito Federal de México, para ir a almorzar con un grupo de amigos, miembros de La Cofradía de los viernes, al restaurante Pujol, que entonces estaba catalogado como el mejor de México y el cuarto del mundo. Y no quedamos defraudados, como lo publiqué en esa oportunidad.
Pero hoy, que cumplo 87 años, unos de mis amigos de La Cofradía y yo no pudimos viajar al Distrito Federal, como era mi propósito, porque no encontramos cupo en el hotel Presidente InterContinental y yo me niego a ir a la Ciudad de México si no me hospedo en ese hotel que es mi favorito desde que lo inauguró mi querido amigo César Balsa (qepd). Pero pospusimos el festejo para el viernes 13 (sin superstición), día en que habría cumplido 118 años mi padre (qepd). Quiero ir a almorzar al restaurante Quintonil, del antiguo chef del Pujol, que abrió su propio restaurante que está catalogado como el número 1 de México y el número 4 del mundo. Ya veremos.
Twitter @jorgepalmieri