INDISPENSABLE EXPLICACIÓN

Es probable que algunas de las personas que están leyendo estas palabras hayan podido leer otras que aparecieron publicadas en días pasados durante pocos minutos en un corto párrafo inconcluso titulado Me despido de ustedes, que estaba comenzando a redactar, en el que explicaba que –aunque yo siempre he dicho que un periodista que no se comunica en alguna forma es como si estuviese muerto–, por varias razones insuperables iba a dejar de escribir, y creí que lo escrito estaba guardado como borrador, pero, por un error involuntario, aparecieron en este blog y, por fortuna, un asiduo amigo lector tan pronto lo leyó me llamó por teléfono para preguntarme por qué iba a dejar de escribir. Me extrañó que estuviese enterado de ese propósito, que creí que todavía no había sido publicado, y le pregunté cómo lo sabía y me informó que acababa de leerlo en este blog, por lo que de inmediato lo borré, por lo que fueron muy pocos los lectores que se enteraron. Y fue providencial porque me dio tiempo para meditar mejor lo que me proponía hacer y lo platiqué con algunos amigos antes de decidirlo de manera definitiva.

El resultado de mi consulta fue que de todos los amigos a quienes consulté su opinión, solamente uno me dijo que hacía bien en dejar de escribir para poder descansar de esta disciplina durante el tiempo que me resta de vida; porque todos los demás me respondieron que no dejara de escribir porque lo he venido haciendo tantos años que y si ahora muere el periodista, seguramente morirá tras él la persona. Vinieron a mi memoria las sentidas palabras que me dijo un día el bien recordado gran periodista, escritor, historiador y político Clemente Marroquín Rojas: “No quiero que La Hora muera antes que yo”, y pensé que, aunque ya estoy viejo y cansado, debo hacer un esfuerzo más por continuar escribiendo todo el tiempo que me sea posible, y ojalá pueda ser hasta el último día de mi vida, para que el periodista en mí muera junto con la persona que le dio vida. Al cabo que la vida es un rato, como suele decir mi buen amigo Mynor Palacios, y presiento que no falta mucho tiempo para que esto suceda. Pero antes de que esto suceda, todavía tengo muchas cosas que decir sobre lo que pienso y lo que siento, me falta relatar muchas experiencias y anécdotas y señalar sin pelos en la lengua las enormes injusticias que se producen, los constantes abusos de poder, las evidentes ineptitudes y los actos de corrupción que se suceden. O sea que creo que no debo callar mientras todas estas cosas sigan sucediendo impunemente en nuestro país y en todo el mundo.

En vista de que por alguna razón –que ignoro– no me dio por escribir libros, sino me dediqué totalmente al periodismo, tendré que continuar escribiendo en un medio que, como éste, me permita gozar de la libertad y la amplitud que necesito para expresar todo lo que pienso, todo lo que siento y todo lo que he vivido y lo poco que he aprendido. ¡Imagínense la cantidad de libros que pude haber publicado con tantos artículos que he escrito en muchos periódicos casi todos los días en el transcurso de más de 60 años de dedicarme a este incomprendido y peligroso oficio! Por consiguiente, informo a mis estimados amigos lectores –que no son precisamente “tres o cuatro gatos” como he dicho a menudo con ánimo de joder– que he decidido continuar escribiendo las veces que pueda, o que me sienta con deseos de escribir; y agradezco profundamente su asidua atención.

Aprovecho la oportunidad para aclarar que hace muchos años comencé a decir eso de “los cuatro gatos que me leen”, pero –para quienes no lo sepan– lo he venido diciendo desde que tuve un incidente un día que estaba viendo jugar polo y me abordó inesperadamente un adinerado señor que es esposo de una de las secretarias de cierto ex Presidente de la República en turno (cuyo nombre no viene al caso hoy), para reclamarme de manera muy desagradable por las eventuales críticas que yo le hacía al mandatario, argumentando que por ellas estaba perjudicando la imagen de nuestro país en el extranjero. Lo cual me causó mucha risa y entonces él, visiblemente ofendido, agregó: “¡Menos mal que a usted lo leen solamente tres o cuatro gatos!” Juro sobre un montón de biblias que este es el verdadero origen de esta expresión, y no como algunos de mis detractores creen, que lo hago para llamar “gatos” en forma peyorativa a mis respetables lectores. Lo cual sería injusto de mi parte, como ustedes podrán comprender.

Para terminar, les informo que por varias razones había pensado retirarme de esta ocupación tan pobremente remunerada a la que he dedicado más de 60 años de mi vida: primero, porque, como dije antes, ya tengo 82 años y me siento viejo y cansado; segundo, porque estoy harto de que ciertos politiqueros anónimos y cobardes empleen sin autorización mi nombre y el encabezado de este blog para publicar calumnias y diatribas contra otras personas; por último, porque en estos días he tenido motivos de insatisfacción por problemas imprevistos que ha tenido el servidor de este blog, lo cual me provoca tensión y tengo que protestar constantemente. Pero, a partir de hoy voy a armarme de mucha paciencia y continuaré escribiendo cada vez que sea posible, aunque tenga que soportar cuantos problemas se presenten.

Finalmente, agradezco muchísimo a un buen número de amigos lectores que oportunamente leyeron ese párrafo que se publicó de manera accidental, que me hayan escrito preguntando a qué se debe mi repentina decisión, e instándome a reconsiderarla y retirarla. De lo cual me han convencido, como se podrán dar cuenta. Espero poder escribir para mañana.