GRACIAS A MIS LECTORES Y A LA VIDA

Hoy comienzo por agradecer profundamente a la sorprendente cantidad de generosas personas que por diferentes medios me han hecho llegar sus buenos deseos por mi buena salud y mi felicidad durante el año que está comenzando; asimismo, me han expresado su decidido propósito de continuar leyendo lo que escribo y publico en este blog, lo cual les agradezco sinceramente, porque, como siempre he dicho, un periodista o un escritor que no tiene lectores es como si no existiera. Por consiguiente, seguiré escribiendo mientras Dios y mis lectores me den vida. Agradezco en particular lo que se refiere a mi salud porque, como comprenderán, a estas alturas de la vida, es natural que uno tenga achaques –unos más molestos o insoportables que otros–, lo que indica que se está viviendo las postrimerías de la vida, como me dijo recientemente un periodista con el propósito de hacerme sentir mal. Pero no lo logró porque estoy convencido de que tiene razón en vista de que ya he cumplido 84 años de edad y no creo que vaya a poder resistir mucho tiempo más, ni siquiera para llegar al próximo campeonato mundial de fútbol que tendrá lugar en Río de Janeiro en el año 2014. Pero, además, en Guatemala, con tanta criminalidad común y violencia que hay, cualquiera está en las postrimerías de su vida, aunque tenga pocos años de edad.

Por otra parte, quiero responder a las amables personas que me han expresado su preocupación por lo que consideran que es un “constante llamamiento a la muerte” de mi parte, y me aconsejan no ser tan pesimista al decir que ya estoy en en el ocaso de mi vida. A estas personas les respondo cordialmente que el inventor, escritor y político Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, dijo que las únicas dos cosas seguras que hay en esta vida son los impuestos y la muerte. Y aunque es bien sabido que existen ciertas truculencias ilegales para evadir pagar impuestos –generalmente de parte de quienes más dinero tienen–, ninguna persona en el mundo puede salvarse de la muerte, por mucho dinero que tenga. ¡Hasta el billonario mexicano Carlos Slim Elíu, considerado el hombre más rico del mundo, va a tener que morir tarde o temprano!

Todos sabemos que la muerte es inevitable en cualquier momento, como expresó el poeta británico del romanticismo John Keats (1795-1821) cuando sintió que estaba cerca la sombra de su muerte y escribió sus poemas más importantes y dijo que “la vida es un día”. En lo que coincide mi querido amigo Mynor Palacios Guerra que dice que la vida es un rato. Keats murió de tuberculosis, como su madre, a la temprana edad de 27 años y está enterrado en un cementerio protestante en Roma, en cuya lápida dice a petición suya: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”.

El gran poeta mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910) escribió constantemente acerca de la muerte, y en una de las estrofas de su poema titulado “Post Umbra” dijo lo siguiente: “Pronto voy a morir; esa es mi suerte; //¿quién se opone a las leyes del destino?”

En efecto, nadie escapa de la muerte. Creo que si hubiese en el mercado alguna pastilla para evitar la muerte, muchos millonarios la habrían comprado, aunque, como ocurre siempre, los pobres no la podríamos comprar. Además, no estoy seguro de que habría muchas personas que quisieran comprarla porque llega un momento en el que uno tiene que darse por satisfecho y desea descansar o experimentar lo que sea que viene después de la vida, porque si ésta ha sido una formidable aventura, la muerte tendrá que ser una etapa aún mejor, puesto que dicen que es el premio o el castigo por la vida.

Con el debido respeto que me merece, hago mías las palabras del insigne poeta mexicano Amado Nervo (1870-1919), cuyo verdadero nombre era Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, en su poema ¨En Paz¨, en el cual dijo “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, // porque nunca me diste ni esperanza fallida, // ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; // porque veo al final de mi rudo camino // que yo fui el arquitecto de mi propio destino; // que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, // fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: // cuando planté rosales, coseché siempre rosas. // …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: // ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! // Hallé sin duda largas las noches de mis penas; // mas no me prometiste tan sólo noches buenas; // y en cambio tuve algunas santamente serenas… // Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. // ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.

Estas mismas palabras me permito tomar de Amado Nervo: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”. O para decirlo de una manera no tan poética sino más coloquial: ¡Vida, muchas gracias por todo lo que me has dado! Porque tengo la satisfacción de decir que he vivido muy intensamente. Lo digo, queridos lectores, porque mi vida ha sido tan maravillosa que a veces he pensado que Dios se confundió en la repartición de los repartos. En verdad, he sido sumamente afortunado, y sin haber sido un hombre adinerado he viajado por casi todo el mundo, he tenido relaciones amorosas apasionadas con bellas mujeres, entre ellas ciertas estrellas cinematográficas; he comido los platos más sabrosos y he bebido los vinos más exquisitos. Pero, sobre todo, en muchos países he conocido personalidades y he tenido amigos mundialmente famosos

Finalmente, cuando siento cercano el día de mi muerte, canto la canción de la cantautora chilena Violeta Parra, cuyo nombre de pila fue Violeta del Carmen Parra Sandoval (1917-1967) titulada “Gracias a la vida”, cuyas estrofas dicen: “Gracias a la vida que me ha dado tanto. // Me dio dos luceros que, cuando los abro, // perfecto distingo lo negro del blanco, // y en el alto cielo su fondo estrellado, // y en las multitudes el hombre que yo amo. // Gracias a la vida que me ha dado tanto. // Me ha dado el oído que, en todo su ancho, // graba noche y día grillos y canarios, // martillos, turbinas, ladridos, chubascos, // y la voz tan tierna de mi bien amado. // Gracias a la vida que me ha dado tanto. // Me ha dado el sonido y el abecedario, // con él las palabras que pienso y declaro: // madre, amigo, hermano, y luz alumbrando // la ruta del alma del que estoy amando. // Gracias a la vida que me ha dado tanto. // Me ha dado la marcha de mis pies cansados; // con ellos anduve ciudades y charcos, // playas y desiertos, montañas y llanos, // y la casa tuya, tu calle y tu patio. // Gracias a la vida que me ha dado tanto. // Me dio el corazón que agita su marco // cuando miro el fruto del cerebro humano, // cuando miro el bueno tan lejos del malo, // cuando miro el fondo de tus ojos claros. // Gracias a la vida que me ha dado tanto.// Me ha dado la risa y me ha dado el llanto. // Así yo distingo dicha de quebranto,//  los dos materiales que forman mi canto // y el canto de ustedes que es el mismo canto, // y el canto de todos, que es mi propio canto. // Gracias a la vida que me ha dado tanto.” Irónicamente, después de haber fracasado varias veces en varios intentos de quitarse la vida, debido a sus numerosos fracasos amorosos, finalmente, el 5 de febrero de 1967, a los 49 años de vida, Violeta Parra se suicidó debido a un profundo estado de ánimo depresivo.

Y a quienes les preocupa que yo invoque muchas veces a la muerte, les aclaro que no es que yo llame a la muerte cuando la menciono, sino simplemente la saludo cordialmente cada vez que se me presenta la oportunidad para que seamos buenos amigos cuando en un día probablemente no muy lejano tenga que venir por mí. Mientras tanto, mientras continúe con vida, no se preocupen, porque Dios es mi fuerza infalible de vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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